Guillermo Lasso se impuso con una ventaja de cinco puntos porcentuales sobre Andrés Arauz. Un margen mínimo. ¿Quién es el ex banquero y miembro del Opus Dei que le ganó al correísmo en su tercer intento por llegara a la presidencia y consiguió ampliar su base de votantes más allá de la derecha tradicional? Un repaso de su trayectoria y algunas de sus propuestas.

Recibiremos un país complicado. El gobierno nacional no tiene liquidez, apenas un saldo de 400 millones de dólares en la reserva, apenas el 20 por ciento del gasto mensual del gobierno”, dijo Guillermo Lasso durante el último tramo de su campaña. Su diagnóstico puntualizaba que la deuda del país llega al 63 por ciento del Producto Interno Bruto, monto al que se deberían añadir atrasos en los pagos a municipios, prefecturas, al sistema de seguridad social y al Banco Central. “Todo, y a ojo de buen cubero, suma una deuda de 80 mil millones”, calculaba Lasso.

Según los analistas ecuatorianos, en el triunfo del exbanquero y empresario conservador de 65 años fue clave el descontento que genera el expresidente Rafael Correa, que patrocinó a Andrés Arauz. Algo que se había expresado ya el 7 de febrero, en la primera vuelta electoral. Por lo pronto, Lasso será el nuevo presidente. Sin embargo, deberá articular con otras fuerzas políticas. Incluso con el correísmo. Su partido, el Movimiento Político Creando Oportunidades, tiene apenas 12 legisladores en la Asamblea Nacional, a los que podrían sumar los 19 de su aliado, el Partido Social Cristiano. Incluso así estaría por debajo de los 48 legisladores que integran el correísmo.

Atento a esa debilidad, Lasso ya insinuó algunas concesiones en la campaña. Los conocedores de la política ecuatoriana dicen que vendrán otras. Un delicado equilibrio. “Por cada voto que consiguió abriendo su propuesta, bajó en gobernabilidad porque empezó a repartir el pastel a muchos comensales que, en el momento de gobernar, le van a pasar factura”, afirmó a BBC Mundo el analista Pedro Donoso. La lectura apunta un dato importante: que el anticorreísmo como fuerza política no es un grupo homogéneo. Deberá lidiar con intereses encontrados en su propia base de apoyo.

Lasso, que participa en distintos conglomerados financieros, suele referir su historia personal a un origen familiar humilde, que lo llevó a ingresar con quince años en la Bolsa de Valores de Guayaquil, la ciudad en la que nació. Una forma de intentar quitarse la etiqueta de banquero rico que no se preocupa por los más humildes. Además, es miembro del Opus Dei, aunque dice estar dispuesto a abrir el debate sobre la despenalización del aborto. Lo concreto es que escaló rápidamente hasta convertirse en presidente del Banco de Guayaquil durante casi dos décadas. Hacia comienzos de los ‘90 llegó a liderar la Asociación de Bancos Privados del Ecuador. En agosto de 1999 fue nombrado ministro de Economía, pero debido a las diferencias que tuvo con el entonces presidente Jamil Mahuad renunció un mes después.

Las propuestas de Lasso

Bajo el lema “emprendimiento, innovación y futuro”, Lasso dijo que respetará el polémico acuerdo que firmó Lenín Moreno con Fondo Monetario Internacional, excepto en un punto: a contramano de la acordado, asegura que subirá el Impuesto al Valor Agregado para aumentar la recaudación y reducir el déficit fiscal. Además, prometió crear nuevos puestos de trabajo, subir el sueldo mínimo a 500 dólares al mes, acabar con el hambre de más de un millón de ecuatorianos, atraer inversión extranjera y combatir la corrupción, este último un argumento con el que buscó vincular a Arauz con Correa.

Casado y padre de cinco hijos, siempre se mostró como un férreo opositor a cualquier propuesta de ley sobre la despenalización del aborto, incluso en casos de violación. Sin embargo, en campaña afirmó abierto a escuchar a la sociedad. Dijo que no impondrá su visión, e incluso habló de una posible consulta popular. “Ecuador conoce que uno de mis principios es la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; ahora, siendo un presidente de un Estado laico, me comprometo de manera absoluta a respetar el punto de vista diferente al mío. Si hay un criterio mayoritario reconoceré que esa es la manera de ver la vida de la mayoría de los ecuatorianos”, manifestó.

Conocido como el “eterno candidato”, esta era la tercera vez que aspiraba a la presidencia, tras perder contra Correa en 2013 y contra Lenín Moreno en 2017. Carlos Ferrín, consultor en comunicación política, afirma que Lasso ha cambiado en estos años: “El que compitió en 2013 era un empresario que intentaba ser político. El de 2017 lideró el momento más álgido del anticorreísmo y casi gana la presidencia”. Aunque se haya desmarcado durante la campaña, Lasso se acercó a Lenín Moreno cuando el ahora presidente saliente rompió con Correa.

“Con sus pequeños problemas de salud, la caída que lo obligó a llevar bastón, su imagen mutó en la de un candidato más humano, más rodeado de su familia, de sus hijos”, sostiene Ferrín. Lasso se autodefine como un liberal y suele afirman que “las buenas ideas no tienen ideologías”. En lo esencial, prometió poner fin a las políticas de izquierda impulsadas por Correa. En campaña insistió en que el voto por Arauz era sinónimo de “volver al correísmo”, y que eso podría llevar a Ecuador a convertirse en una “nueva Venezuela”. La estrategia le dio buenos resultados.

Si alcanzar la presidencia era un gran desafío, más lo será manejar la economía. Necesitará, en primer lugar, acelerar el plan de vacunación contra el Covid-19. La economía del país se contrajo un 7,8 por ciento en 2020 y se estima que este año recuperará un 3,5 por ciento. Solo un 34 por ciento de los empleos cumplen con los mínimos legales en materia de horas de trabajo y salario. La informalidad es altísima. Lasso dice que estimulará la actividad aumentando la inversión extranjera e impulsando la producción de petróleo, el principal rubro exportador del país. Para sumar al sector indigenista, prometió expandir el sector agrícola con préstamos subsidiados y reducir progresivamente los impuestos. Dice que así generará dos millones de puestos laborales.

Lasso presume de su pasado como exbanquero y empresario, algo que lo alejaba de algunos votantes. Sin embargo, fue su experiencia en el mundo de los negocios lo que utilizó como caballo de batalla para sostener que sabe como crear empleo y financiar empresas a través del sector privado. Dice que ahora hará lo mismo desde el público. En la práctica, propone un modelo extractivista a partir de los recursos hidrocarburíferos y mineros mediante la participación privada para reemplazar el financiamiento estatal. Se verá. Por el momento, todo indica que su pasado como empresario y exbanquero es lo que impulsó a que una porción del electorado lo eligiera como presidente en un escenario marcado por la crisis económica, la pandemia y una deuda pública que agobia al país.

Esa situación de asfixia es la que llevó a Lenín Moreno a buscar financiamiento en el FMI. Un crédito de 7 mil 400 millones de dólares “No queremos ocurrencias peligrosas como la de querer eliminar la dolarización. No creemos en ideas sacadas de la ineptitud. No queremos improvisación. Vamos a demostrar que tenemos capacidad, voluntad y experiencia”, dijo Lasso durante la campaña. Ninguna novedad. Es un histórico defensor de la dolarización que rige desde hace más de décadas y muy popular entre la población. Sin embargo, se desmarca de la crisis de 1999 que llevó a la dolarización tras un famoso feriado bancario que congeló ahorros y cuentas bancarias, y que aún está vivo en el recuerdo de muchos ecuatorianos. Justo después de esa movida, y por solo un mes, fue ministro de Economía.

En síntesis: el desafío que enfrenta Lasso es enorme y su base legislativa débil. Para crear empleo, reducir la pobreza y lidiar con la deuda no le alcanzarán sus supuesta dotes de empresario y exbanquero. Como condición de posibilidad deberá anudar alianzas en la Asamblea Nacional. Para algunos analistas, eso dificultará la gobernabilidad de un presidente que prometió trasladar al sector público sus éxitos financieros en el privado.