No le faltó thriller a la cosa -¡bravo!- pero no necesariamente el final fue feliz. Es lo que hay, es lo que hubo: el resultado final de un largo proceso de errores compartidos y un camino general del peronismo hacia cierta degradación.

Este es el final previsible y maleta de un largo proceso que no podía tener fórmula presidencial feliz, con final feliz. Porque con Cristina sola no se podía ni ella quería o por la proscripción, porque el kirchnerismo no generó cuadros interesantes y mucho menos presidenciables salvo Kicillof que tiene una trayectoria previa al kirchnerismo e interesante. Porque Wado sonaba a poco. Porque ningún gobernador, porque ningún sindicalista. Y menos mal que no fue Manzur.

Nadie está subrayando lo suficiente esto:  el anuncio de la fórmula se hizo mediante un tuit paupérrimo (según algunos, a pedido de Cristina, para subrayar la idea de “Unión por la Patria”). A falta de pueblo, mundo virtual.

No había candidatos. Es más: todavía no sé si la opción Massa no es lo mejor que pudo sucederle al peronismo, al peronismo entendido no como Club Atlético Sierra Maestra sino como sistema de poder gaseoso, perezoso, conserva, en formol, jodido y desintegrado. Este es el final de una larga, decadente, tortuosa serie de errores y de ciertas marcas genéticas del peronismo general también, más una larga marcha hacia la degradación del peronismo general que tuvo con Perón a su Ivanissevich, su “Misión Ivanissevich” con Isabel para terminar con el zurdaje, que tuvo a López Rega con Isabel y las Tres A, que tuvo a Menem/Cavallo y que –ahora mismo, en Jujuy- es copartícipe de la reforma constitucional de Gerardo Morales y la bestial represión ordenada por el candidato a vice de Rodríguez Larreta. Por favor, dejen de decir “peronismo” como si “peronismo” tuviera un solo sentido.

Hace cierto tiempo escribí acerca de un peronismito acostumbrado del 32 por ciento de los votos y hoy se encienden velas para llegar a ese tercio del que hablan todos, medio falseando y simplificando las cosas. Peronismo de cúpulas, gallos y mediasnoches, mil fragmentaciones. Al final de la perinola Sergio Massa se quedó más o menos con “toma todo”, Alberto Fernández increíblemente metió a Agustín Rossi como candidato a vice ­–ahí medio que zafamos- y Cristina… ¿y Cristina qué?

Un largo papelón el Operativo Clamor, papelonazo. Similar a la secuencia de La vida de Brian en la que el pueblo judío –entonces palestino según la original denominación de los griegos- le pide al falso Mesías Brian que siga, que los oriente y conduzca, que mande. Brian se resiste, les dice que él no es el Maestro, “Sí, Maestro”. Hace añares escribí en Miradas al Sur acerca del grave problema de la crisdependencia del kirchnerismo. Ese problema nunca se superó. CFK, Máximo y La Cámpora en buena medida son responsables de eso y de no haber “empoderado” a naides, pucha digo.

Verso a verso

Pura cháchara –diría Vicente Leónidas Saadi- aquello de saquen el bastón de mariscal y lo mismo con los hijos de la generación diezmada. Cristina se cree más setentista de lo que es, aunque en ello puedan radicar virtudes (valoración de la democracia, cierto institucionalismo para consolidarla). Cristina, sí, es seguramente la (una de…) dirigente más inteligente de la clase política, la dueña de una parte densa de los votos pero no de todos los votos, siquiera del peronismo, y la mejor oradora del país, pero es menos inteligente de lo que se cree, no necesariamente es experta en economía pese a sus clases magistrales y cuando dijo algo así como “el candidato es el programa”, no presentó el programa excepto por el lado del FMI. Así sucedió cuando prometió una “sintonía fina” que nunca llegó, tal como prometió litio con valor agregado y solo queda extractivismo y ganancia para las transnacionales. ¿Tan inteligente? Un modo maldito y muy seguramente injusto de decirlo: los resultados están a la vista. Cristina no fue solo la que pegó el dedazo en dirección a Alberto –elección que a juicio de quien escribe y en su contexto fue correcta, se necesitaba un moderado y luego se puteó la moderación- sino que antes propuso a Scioli como presidente y en el largo medio bancó al payaso semicastrense Sergio Berni, el Pato Bullrich kirchnerista.

Toman -pifian- todos

Este es el final de un larguísimo proceso de degradación con responsabilidades compartidas. Otro modo de decirlo: responsabilidades que no corresponden exclusivamente al presidente Alberto Fernández, aunque en su peregrinar lánguido o su indecisión se haya hecho el petimetre. Ahora voy a repetir por enésima vez lo que prometí decir enésimas veces en Socompa: es el presidente con la peor mala suerte de los últimos tiempos: pandemia (no lo hizo mal, vacunó y bancó con programas específicos a los sectores populares), deuda de terror heredada de Macri, guerra inflacionaria de Ucrania, la peor sequía de las últimas décadas, una sociedad corrida a la derecha por insatisfacción con la democracia y, acaso lo peor o lo evitable, el bombardeo sistemático del kirchnerismo que le hizo la vida bien difícil, hasta dejarlo como un pelele (gran frase de Massa respecto al cuadro político interno: “No cabe un quilombo más”).

No importa quién alertó a quién primero acerca del rumbo del gobierno, quién desatendió más veces el teléfono, todos se portaron como niños. Máximo Kirchner, cuando el acuerdo con el FMI, dejó su puesto en el Congreso (La Cámpora no dejó sus puestos de funcionarios) sin que se escuchara del kirchnerismo algo parecido a una propuesta bien concreta de acuerdo alternativo, posible y consistente.

El kirchnerismo tiene algo de montonerismo sin horizonte revolucionario. Montonerismo de chicos que se hacen los malos. También, claro, bases sociales que conmueven por su adhesión a Cristina por razones absolutamente legítimas, racionales, por aquellas cosas que el kirchnerismo hizo bien o muy bien. Hay que preguntarse también si la aclamada “expansión de derechos” en los sucesivos ciclos kirchneristas no tiene un límite: que sea el Estado el que ponga la tarasca, una suerte de despliege inmenso de ambulancias sociales, en lugar de que sea el crecimiento económico y la generación de trabajo los que generen contención y movilidad social. O la organización popular desde abajo. No soy tampoco de los que creen que la nueva revolución pasa no por el Estado, no por la política, sino apenas y meramente por la resistencia de los pueblos originarios, la agricultura familiar de nuestro campesinado escaso, la resistencia al modelo extractivista y los nuevos feminismos.

Clima nuboso

Esto se veía venir. Hace más de dos años que el mundo virtual kirchnerista –al menos en Facebook, les veteranes y no tanto- estaba en modo silencio. A lo sumo puteadas fáciles para Alberto y para Massa. Nadie decía nada del apoyo silencioso y no tan silencioso de CFK a Massa, que, como suele decirse, encaró para el lado de Martín Guzmán –qué manera de cobrar Martín Guzmán- pero más bravo, según se tome qué tema. Y Massa, con respetable híper actividad y habilidad, mantuvo la macro en relativo orden con pobreza creciente y sin devaluar. Y Massa, y su pasado.

Sergio Tomás en buena compañía. Enero de 2016.

A la vez, el crecimiento económico albertofernandista, ese que según CFK “se llevan cuatro vivos”, tiene sus bemoles. Así como el funcionamiento de la economía en negro y la marginal es un mundo que los economistas académicos no terminan de entender, los niveles de consumo que se siguen viendo en Buenos Aires (y no solo en Palermo Rúcula, y no solo en Buenos Aires) son un enigma: desde la Guerrín ampliada hasta la calle Sarmiento hasta los teatros. La teoría en vigencia es que a la poca guita que hay se la gasta y que seguimos viviendo la venganza contra el encierro de la pandemia no termina de cerrar. El que escribe –cierto- sale poco a la calle, algo de conurbano atraviesa, y no deja de notar a los que viven en la calle ni de atender a los números de la pobreza o los de la pérdida salarial. Pero, muchachos: en la calle los que consumen no son solo de Recoleta o tecnopibes de publicidad bien pagaos. Los hay de clase media baja y laburantes. Ergo: no sé hasta dónde fue tan malo el gobierno de Alberto Fernández. En uno de sus últimos actos CFK le concedió algo: en pandemia y con la deuda externa un gobierno de plena derecha hubiera sido mucho peor. Lo dijo recontra tarde.

Son las seis y pico de la mañana, no pude dormir. No por estar tan amargado, se veía venir y una columna de La Política Online escrita por Ignacio Fidanza me había alertado acerca del desenlace de ayer, ya la citaré más abajo. Mi mundo de FB es de kirchneristas paladar negro, kirchneristas que supieron ser bien sectarios, kirchneristas críticos o simpáticos, más progres, sensibles y zurdos diversos. Veo en FB un desencanto temible tamizado por un saludable sentido del humor autoprotectivo. No sé qué masa de votos representa ese mundo virtual al que pertenezco con cariño, supongo que poco, Pero qué mufa hay. Y hay quienes ya amenazan con votar a Grabois o a Myriam Bregman. Buen cuadro Myriam Bregman. Si hubiera una hora de votar a la izquierda sería esta. Pero la izquierda es el FIT. Algún día puede que haya otra mejor. Yo no sé a quién voy a votar, o si lo haré en blanco o me iré a la base Marambio. Denme tiempo. No descarto que me siga moviendo el chantaje: votar contra Patricia Bullrich o Rodríguez Larreta, el horror.

CFK por telepatía

Estos son los párrafos centrales de la columna bien inteligente de Ignacio Fidanza en LPO. Gracias a estos párrafos de un tipo que no es precisamente un guevarista fue que la designación final de Massa no me agarró tan en bolas:

“Cristina quiere evitar el costo de subir y bajar candidatos y pretende que la interpreten. Una idea que puede funcionar en la China maoísta, pero que en el peronismo de asado y vino tinto produce las confusiones fenomenales que se observaron en el fallido lanzamiento de la fórmula Wado-Manzur”.

“La crónica de esa creación sirve para entender todo lo que funciona mal en el peronismo, que es básicamente el problema de una jefa que no quiere pagar más los costos de ser jefa, pero quiere seguir siendo jefa”.

“El peronismo no tiene un espacio para hacer el clearing del poder. Hay muchas ventanillas desarticuladas y la gerenta general pide que la entiendan sin hablar. Pide comprensión de textos pero a nivel telepático”.

Y no. Al peronismo no se lo puede administrar desde Calafate, por teléfono, o en una mesa de no más de tres en el Senado. También es muy cierto que el peronismo no ayuda.

Cristina, la buena de Cris, puede que quede mal parada respecto de su centralidad, se gane o más bien se pierda. Si ganara Massa el manejo de la política vía Estado va a estar seguramente en sus manos salvo que sea tan inocuo en esa materia como lo fue Alberto Fernández, cosa dudosa en el caso del ágil tigrense. ¿Qué va a ser del peronismo? Puede que algo así como la lenta deriva hacia la nada conservadora –a menudo rabiosamente reaccionaria y represiva- del radicalismo actual. ¿Qué va a ser de la vida del kirchnerismo? ¿Chi lo sa? Sus bases, por ahora, quedan en pelotas. Puede que algún día nutran un nuevo espacio, algo que suene a nuevo y a Podemos, ojalá que sin el fracaso de Podemos, sin los problemas del progresismo chileno o los de Lula. Para eso faltarían unos cuantos años. Y algunos tenemos ya unos cuantos años encima, con mucho finadito encima, de los 70, de la pandemia, caídos por muerte natural, puede que con ayuda de la tristeza general.

Si estas palabras de madrugada, confusas y demasiado apuradas, fueron escritas como con bronca y junando sepan comprender. Y si no quieren comprender, están en su derecho.

Para alegrarles la vida y cerrar una idea anterior acerca del Operativo Glamour vamos a otra secuencia de La Vida de Brian, con Brian hablándole a la masa en la vieja Jerusalén:

Brian: Por favor, por favor. Tengo una o dos cosas que decir.

La masa: ¡Decilas! ¡Decí las dos!

Brian: Miren, ¡entendieron todo mal!…

La masa: ¡Sí! …

Brian: ¡Ustedes son todos diferentes!

La masa: ¡Sí, somos todos diferentes!

Un tipo en la masa: Yo no…

La masa: ¡Shhhh!

Otro chiste es que Massa hasta ayer medía menos que Wado y mucho menos que la inflación. Pero ese chiste es malo y ya no tiene remedio. Cristina podrá decir “Yo no lo elegí, fue el candidato de los gobernadores, fue el candidato del consenso”. Ya fue.

Imagen de apertura: Tutanka.