Imágenes y diálogos temblorosos de una entrevista filmada en la que Enrique Symns recuerda a Batato Barea, actorazo y seguramente el tipo más talentoso de nuestro under. Extravíos, marginalidad algo posada, miseria de la real.

El tipo ya está sentado, eléctrico, mirando hacia todos lados hasta que se detiene en el vino. Lo agarra, dice que es bueno, desde hace tiempo no toma uno de esos. Ahí la cámara se pone nerviosa, gira y por fin hace claqueta: La peli de Batato, entrevista a Enrique Symms.

No hubo preámbulos, se sentó y se puso a hablar, a largar y largar sus cosas que son un Aleph infectado que explota y se rearma en segundos. Volver a Batato para Symms es enfrentarse a la vida y al tiempo humano que transforma “palacios en pocilgas” como en su relato del Negro Cañón. Un palacio llamado Under que él ve transformado en pocilgas de lujo “Alternativas”, “Indies”, limpias frente a cámara. Eso no es Symms en este video. El tipo es un enchastre, te pone incómodo.

Saca una bolsa con algo de merca y pide un cuchillo que raspe. Lo mueve hacia todos lados, lo empuña como si fuera un lápiz. La cámara está inquieta y desprolija. Zoom ins y zoom outs. Nerviosa frente a la tensión que sale del cuerpo averiado de Symms.

Le preguntan por la Cerdos y Peces. Él, como si todas las cosas que tuviera en la cabeza revueltas y aceleradas se chocaran contra el peaje mezquino de su humanidad, empieza por repetir lo de siempre: era un delincuente lector que alguna vez escribió desatando el genio. Después surgió la posibilidad de ese suplemento que se transformó en revista.

La cámara por fin encuentra el afiche de La Peli de Batato de fondo como una referencia que termina metiendo al enchastre en una caja, lo acomoda mientras puede. Pero no va a durar por mucho tiempo porque es una cámara un tanto ansiosa. Lo sé porque yo estaba operando esa cámara a mediados de 2009. La primera impresión fue que Symms estaba hecho mierda, que no duraba. “Qué difícil es morirse”, decía.

No se puede retroceder

Las notas sobre su muerte se replican a toda velocidad. A veces son ilustradas por una foto que parece retocada por Francis Bacon. En la fuga infinita de ponerse a youtubear hay montones de archivos audiovisuales. Ahí se lo ve sobre el escenario de Cemento en 1987 con los Redonditos de Ricota, recitando sobre una base blusera:

“Esta peste que apesta los sueños se quemará”, “El gurú de la caldera”, “Uh, huevos fritos en Mendoza”, “Moléculas de porquería, cosas que se escaparon y nunca volvieron”, “¿Dónde están?” “¿Dónde están?”.

Symns en su monólogo antes de que toquen Los Redonditos. La Esquina del Sol, 22/7/1984.

Después, en 1996 y con Mariano Grondona, un debate sobre drogas hablando en lenguaje extraterrestre, vuelto uno de esos transgresores funcionales que completaban el casting del nuevo género “debate sitcom” que se mueve sin moverse. Ya se vislumbraba algo de inocencia en su forma. El anarquista frente al operador nihilista. El satanista frente a los cultos multimillonarios. Transgresor funcional, pero no tanto, porque su cuerpo croto reventado por la experiencia no da tan bien en cámara como alguien flaco y tatuado de pies a cabeza.

Y entre todo eso, la entrevista. La Peli de Batato, la cámara en mano y ese momento inolvidable, pero al final olvidado entre tanta, tanta pantalla. El cuchillo, la bolsa, la atmósfera eléctrica y mi imposibilidad de armar una puesta de luz porque el tipo no quería. Las cosas que uno se acuerda.

Symms se muestra y cuenta que está hecho mierda, pero cuando habla de Batato los ojos le brillan. A quien no. Batato es la máquina del tiempo que lo lleva a otras máquinas, las chamánicas, las deseantes que viajaban por los bordes transformando sus pesares en risas de diva. Dice que Batato y Perlongher pensaban con el cuerpo. Él se queja del suyo.

Pero hay otras máquinas que él odia. Las que nosotros usamos para registrarlo y para que vuelva, antes como película, ahora como videíto de YouTube.

“¿Por qué la ameba se puso una membrana de mierda y dijo: esto ya no soy yo?”

Lleva las manos al pecho, después abre los brazos con un espasmo y dice que la mierda salió de esa ameba que con su membrana ya no se reconoció y a partir de ahí tuvo que poner bombas, no pudo parar porque no se puede retroceder. “Todo tiempo pasado fue mejor”.

“Estamos construyendo un paisaje anti-humano y avanza todo, la computadora, la tecnología, la cámara… Yo detesto todo”

El trabajo de los artistas es destruir la brujería eléctrica. La luz encandila, la oscuridad es maravillosa.

Symms reniega de El Plan que empezó a extenderse como un virus desde que la ameba decidió cubrirse. El antídoto a eso es extraviarse, perderse, no tener plan. Recuerda La Plata y sus misterios escritos alguna vez en la Credos y Peces, recovecos nocturnos que no se sabían a donde llevaban donde tanto él como Batato deambulaban corridos, descentrados, listos para que pase cualquier cosa. Mientras habla entusiasmado la imagen se subexpone. Antes de llegar a la penumbra la cámara compensa con algo de ganancia digital levantando la exposición. Doy pausa.

Al costado de la pantalla los videos se suceden en los pasadizos de recomendados de YouTube. Parece una aventura, tanto como perderse en alguna noche de La Plata a mediados de los ochenta. Pero una aventura de cuerpo entumecido y donde lo único que hay es uno mismo reinterpretado por el algoritmo y vuelto a presentar como experiencia nueva. Lo recontra sabemos, pero es tan seguro caer de vuelta en esa trampa.

Extraviarse, un plan

Dos Urdapilleta y un Tortonese. Y después dijeron que Pergolini era un transgresor…

Veo que entra en el bar un tipo que dice ser peón de limpieza, lleva botas de cuero, una campera Frankenstein, la cara hinchada y en la cabeza algo que parece ropa de bebé. “Esto te puede interesar”, me dice. Uno de los mozos le pide que se vaya, cansado de la tarea de echar gente como si fuera parte de su trabajo. El tipo, respetuoso, le dice que espere, que tiene algo para ofrecerme y saca del bolsillo de la campera un mouse inalámbrico rescatado de la basura. Me lo ofrece cerrando la escena cyberpunk del siglo pasado. Me rio un poco, le doy 20, 30, 40 pesos, un bollo en el fondo del bolsillo y se va llevándose el mouse.

A los cinco minutos otro pibe, con el fierro con punta de gancho para rascar cartones del fondo, entra reclamando las cajas que le habían prometido. Le dicen que vuelva más tarde. Asiente con la cabeza y sale. Afuera una mujer con una nena en brazos intenta venderle medias a los que pasan. Mira hacia adentro. Ya sabemos que estas imágenes no son solamente mías, que se repiten para todos cada vez más al mismo tiempo que códigos QR, las estaciones de autoservicio, la fiebre IA…

En un pequeño recuadro de la pantalla está la entrevista en pausa. Symms quedó con una mueca extraña, desdentada, reventado. Lo saco de su pausa y por momentos se vuelve desagradable, un provocador que aburre tirando dogmas. Después dos trenes le chocan en la cabeza y vuelve a aferrarse a Batato puteando lo que llamamos cultura: “Batato por eso se muere y desaparece, porque tienen que quedar los que quedan, los mentirosos de mierda que no sé qué se creen que son”

Pienso en su cuerpo, en su forma extremadamente romántica y de otra época de autodestrucción, cuando quizás quemarse en los bordes, volverse de a poco inútil era una forma de castigar el cuerpo sagrado de la humanidad. Ahora ese cuerpo vale cada vez menos, casi que empieza a sobrar, ahora la movida es empoderarse porque hay que ser fuerte para sobrevivir.

Ya hay poca paciencia con el croto, poca paciencia con el que no tiene mucho para intercambiar, porque solo cabe robarle su impostura para jugarla de auténticos en el momento indicado.

El viejo Laiseca escribió que los que estaban en los bordes eran considerados seres mágicos dentro de la Tecnocracia. ¿Será el error, lo incomunicable, el lugar desde donde la resistencia humana se atrinchere? Que ingenuidad, las trincheras son una pérdida de tiempo en la guerra de guerrillas.

Symms terminó la entrevista y se fue. Se llevó un vino. Alrededor los compañeros de rodaje:  Peter, Goyo, Salvatore, Mor, El Chule, Crampi, Paula, Jimmy, Mariano, el duende. Un equipo de rodaje abigarrado e inolvidable como la estética de la peli. De Batato me quedó para siempre uno de sus dichos que pega como iluminación: La vaca no te da la leche, se la sacan.

N del E: Alejandro o Rusi Millán Pastori fue director de fotografía de la peli aquí evocada. En Instagram lo llaman  @monobestialismo