En el día (minúsculas deliberadas) del periodista (ídem) un repaso sobre fenómenos virtuosos que emergieron pese o por la malaria macrista y una reivindicación del oficio desde un costado que puede llamarse amoroso.
La idea de escribir esta nota en positivo y dejar los lamentos cotidianos sobre medios y periodismo para el resto de los días es de Marcos Mayer y puede que Daniel Cecchini. Me pareció bueno abordar el día algo sobrevalorado del periodista (El Día) de esa manera y no a lo Gaspar el Rebolú, a puro lamento conocido. Les vuelvo a contar de todas maneras que El Día –tan suyo y algo fifí- viene de Mariano Moreno y La Gaceta de Buenos Ayres. El compañero jacobino que murió casi en altamar ordenó en sus fragorosos días que el diario se leyera de manera compulsiva desde los púlpitos de las iglesias y que en las iglesias los confesionarios de los curas que estaban de cierto lado de la grieta oficiaran de puestos de espionaje. Es así, la Patria se hizo a golpe de escuchas ilegales.
Por ahora –a cálamo currente como se dice por ahí- se me ocurren dos modos de, ejúm, celebrar El Día. Uno es ver el lado luminoso –no es tampoco un solazo- del estado del periodismo argento y no pocas emergencias más que estimulantes. El otro es personal, sería un canto al oficio, y en Socompa me la paso escribiendo de modo demasiado personal (pongamos un tal vez).
No se puede sin embargo entrarle al Día sin comprimir el estado monstruoso y decadente que atraviesa el periodismo (o #findelperiodismo) acá y en el mundo. Viejo y hermoso oficio híper condicionado a los dictados (sustantivo que me acerca Gaspar el Rebolú) devenidos de los horrorosos mundos financieros, tecnológicos y corporativos. Agreguemos acá la fusión corporativo-judicial y –lo dicho- ya sabemos que es un horror. Suficiente off-side porque Marcos me pidió festejar.
Una reacción nada casual
Los años del kirchnerismo ¿sirvieron? para que una minoría intensa y periferias variables y valiosas adquirieran una mirada crítica de los medios; hubo un efecto expansivo de viejísimas discusiones. La batalla cultural se perdió, se ganó, se volvió a perder y será siempre así hasta que el sistema solar se extinga; no depende de un Ejecutivo voluntarioso, cerrado o no a la sociedad. Los años macristas son el súmmum de la perversión mediática –los anteriores también- y el blindaje pero pasaron cosas. Entre la bronca y la crisis y la buena causa del periodismo y los miles de despidos y las mentiras oficiales cantidad de colegues valioses y honestes dieron y están dando batalla para emerger. Más bien: emergieron. Hay una expresión ideológica-sindical de esa emergencia que es la consolidación de Sipreba. Hay experiencias que continúan y vienen de los años K, esa pesadilla maciza sin conferencias de prensa. Dicho sea de paso: las primeras dos preguntas en las celebradísimas conferencias de prensa hoy corresponden a TN y radio Mitre o algún pariente. La tercera respuesta te la debo. Todas son sanata en boca del funcionario positivo que sea y para cuando llega el turno del movilero de C5N ya no hay nadie en el lugar. Así que métanse la importancia institucional excelsa de las conferencias de prensa por algún lado que les resulte confortable.
Opinión personal: buena parte del mejor periodismo hoy apenas pasa por los diarios tradicionales (ni por los noticieros de aire), aunque por supuesto siempre hay firmas a valorar, también en Página aunque el diario esté caiducho desde los últimos años K, en parte por achanchamiento o burocratización y en parte por el mal clima que generan sus problemas económicos.
Lo mejorcito del periodismo actual son las iniciativas por afuera, desde abajo, casi siempre electrónicas. Hay continuidades de lo mejorcito que se hizo en los años K: les compañeres de Infojus allí donde estén y la revista digital Anfibia, anche Cosecha Roja; más por afuera de lo K Sudestada y cierto (muy valorable) esfuerzo por ser profesionales en La Izquierda Diario, con buena contra información, a menudo surgida del abajo social. Aunque no se trate estrictamente de periodismo siempre a uno le gusta mencionar lo buena que fue la experiencia de Encuentro, hoy semivaciada. La agencia Télam tendió a ser una cosa medio stalinista –con variantes según la etapa- en los años kirchneristas y hoy es triple garcha. La Televisión Pública y Radio Nacional no solo que fueron mejores en los doce años del Terror sino más diversos y con más rating. Estimado Hernán Lombardi: si debiera juzgarse tu gestión en términos gerenciales o macristas, deberías estar recontra despedido. En la gestión actual se está en torno de un pobrísimo 1,3 de rating para la Televisión Pública en 2018 contra 2,3 en 2013 y 3,2 en 2014 (otras mediciones llegaban a cuatro puntos), con subas cuando hay fóbal y… Paka Paka). En cuanto a Radio Nacional, estimado Lombardi, en cuyo escudo heráldico se lee “titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos”, llegó a ocupar el cuarto puesto durante la Tiranía y hoy, tras sucesivas olas de despidos y depuración ideológica, no existe, al punto que ya no la mide Ibope. Puede que ande en un punto de rating. Mitre sigue liderando, eso habla de una sociedad, y a la 750 no le va nada mal. Siempre decimos: el gobierno de Cambiemos, ya que le sobraba apoyo mediático, pudo lucirse con programaciones pluralistas en los medios públicos. Ni eso. Despidos, represión, censura.
Perdón, Marcos, ya sé que era para festejar. Se me chispoteó.
El amor es plus forte
Decíamos, entre el amor (porque es amor) por el oficio –que no sé por qué carajo debe denominarse tan seguido “violento oficio de escribir”-, la honestidad, la bronca, la capacidad y la creatividad, en estos años sucedió de rebote y por reacción o porque en las crisis hay que ingeniarse, muy buen periodismo, de coleguis promedio sub-45. Aun con las reiteraciones insoportables de Víctor Hugo o el Gato Sylvestre la señal de C5N –a contramano de la persecución y los quilombos financieros- terminó armando sucesivos equipos de periodistas bien formados, sedientos, superiores a los de otros canales abiertos o de cable y superiores a los de la Televisión Pública K. Tiro nombres con el rubor estúpido de quien gana un premio y se ve obligado a decir “Tengo miedo de olvidarme de muchos”: el viejo Zloto al que sigo defendiendo aun siendo enigmático, Ale Bercovich, Julián Guarino, el oficio de Antonio Fernández Llorente que pasó por todos lados, Noe Barral Grigera, Gabriel Morini, Tomás Méndez, Juan Alonso cuando asoma, los más veteranos Mariano Martín, Pedro Brieger (nunca taxi) e Irina Hauser… siguen firmas. Si llegara el post kirchnerismo al gobierno está bueno saber que existe una cadena de cable que lidera el rating cuyos periodistas no tienen los vicios que se cuestionaron durante el kirchnerismo (pero que siempre tientan, ahí están los gritos del Gato y el riesgo de la demagogia o la sobreactuación en otros) y se supone que habrá una TV Pública civilizada. A propósito: la segunda vuelta, si la hay, no está ganada ni a palos. Hay que ganarla.
Pero hay más, hay más de bueno en las periferias de la comunicación industrial hegemónica power. Caso misterioso para quien escribe, por mera ignorancia, La Política On Line que es un medio interesante y bien escrito más bien por derecha. Más hacia el centro o acaso centro izquierda, con precioso diseño, La Letra P, donde laburan muy bien Gabriela Pepe y colabora Diego Genoud, inventor de un servicio periodístico matutino fantástico y ágil: El Canciller, que es a la vez una web básicamente política. Persiste con dificultades Artepolítica y Panamá, dan buena batalla los compañeros de Tiempo Argentino (saludos a Claudio Mardones y Alejandro Wall), El Destape vale la pena aunque grita y distorsiona a menudo y de Socompa no podemos hablar porque queda fiero. También pasan cosas raras: el viejo Ámbito Financiero, tan emblemático desde su fundación, desde hace mucho es otra cosa y publica información económica buena, “la que otros te callan, la que otros te ocultan”.
Me faltaba: Horacio Verbitsky hizo de El Cohete a la Luna un fenómeno.
Pero qué oficio tan bonito
No queda demasiado espacio para hacer la reivindicación personal, existencial, amorosa o ideológica del oficio. En principio la más fácil: dado que en este mundo para ganarse el pan hay que laburar, el periodismo es a gusto del que escribe una salida (o coartada) maravillosa. Siempre me pareció medio pava la frase tan citada de Kapucinsky: para hacer periodismo hay que ser buena gente. Y sí, lo mismo cabe para médicos y arrieros, techistas y emperadores. Si querés ser estrella, comprarte un coche banana y figurar, sé periodista (suerte en la malaria). Si querés hacer buen periodismo porque querés al mundo y sus habitantes y pretendés que alguna cosa cambie para mejor, entonces se sugiere que tengas: curiosidad, sensibilidad, mente abierta, capacidad de escucha, en lo posible interés por la historia y la cultura.
En mi caso personal me hice periodista de una manera extraña, sin imaginarme que al final de una carrera de Comunicación iba a ser “periodista”, que iba a escribir o trabajar en radio. Se mixturaron en mí sin mayor conciencia el interés por la escritura y el interés sociológico (mucho) por los medios. De pibe hacía historietas o textos satirizando al periodismo, con impronta setentista y fontanarrosiana. Soy el mismo chabón. Con los años, el placer por la escritura me hizo escritor de novelas, asunto que no tenía para nada previsto pues nunca planifiqué nada, salvo mi actual semi retiro con visitas o vistas a Socompa y alguna gauchada que a uno le piden de vez en cuando.
Mi abuelo fue tipógrafo o linotipista (nunca me acuerdo, murió cuando yo tenía pocos años) de un diario judío de izquierda: Die Presse, me entero por Google que fundado en 1918, escrito en idish. El abuelo les regalaba a mis hermanos los plomitos fundidos que sí están en mi memoria. Decía una querida analista que tuve que llevo tinta en la sangre y yo le decía que no. Odio y amo el periodismo. Siempre lo ejercí con esa contradicción dolorosa e incómoda. Pero tengo claro que el periodismo es una bella forma de asomarse, conocer e indagar al mundo y a las personas. El género con el que más disfruté fueron las crónicas: conocer gente y trasladar al texto paisajes, culturas y acentos: de las villas miseria a Amaicha, de un concierto de rock a Neuquén, de las islas Canarias a los despedidos de Somisa en San Nicolás en los 90.
Hubiera querido ser músico. También pude ser historiador, arqueólogo, antropólogo. Haber sido periodista me proporcionó una vida intensa, colorida y me arrepiento de mil cosas que no hice como periodista. Cuando la pasé por el orto en alguna redacción puse en esos viejos cartelitos movientes que se ponían como fondo de pantalla “Peor es ser ascensorista”. Los compañeros lo festejaron pero más festejaban a Lanata por entonces.
El mejor periodismo te permite algunas plenitudes. El malo representa todo lo contrario: te enferma, te vacía. Es la experiencia de ver temprano a la mañana un título horrible de Clarín y decir basta, mundo, ya no me interesás. Estamos en esa peleíta todos los benditos días. Como lo escribí varias veces acá, Socompa da una mano.
Felicidad, coleguis, y a todos los demás lo mismo.
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