Fue Navarro y ahora es Víctor Hugo. Eso es lo que se ve y lo que impacta. Pero también habla de una decisión que afecta a todos: que se hable de lo que quieren y como quieren el gobierno y los grandes medios. No es solo un problema de periodistas.
El despido de Víctor Hugo Morales pone en evidencia algo que el oficialismo entendió hace rato y y de lo que la oposición se desentiende. Que el cierre serial de medios y los diversos exilios a los que se somete a algunos periodistas es un problema político. Aunque tenga sus aristas financieras y un importante costado gremial porque ya van 3000 trabajadores de prensa que se quedaron sin trabajo desde que asumió Macri. Es probable que en términos relativos haya sido el sector más golpeado por las políticas de Cambiemos.
En este panorama de caída contante de medios llama la atención que entre ellos no haya ninguno afín al gobierno. Esto invalida el argumento financiero esgrimido por las espadas mediáticas del macrismo –Leuco, Lanata, Majul-, quienes además ni siquiera condescienden a un gesto de solidaridad con los despedidos (que en definitiva queda bien y no cuesta nada). No es el dinero, estúpido, es la política. No se juegan plusvalías sino ejercicios del poder. La utopía de ese poder (el del gobierno y de los medios más concentrados) sólo puede concretarse bajo la forma de un espacio informativo dominado por una agenda única establecida desde el poder político y el mediático, que en esta etapa pasan por las formas más felices del concubinato y la cohabitación. Incluso, por momentos se miran de manera apasionada.
Tratando de indagar en el tema del pensamiento crítico me topé con una compilación de artículos de Walter Benjamin acerca de la tarea del crítico. No hay muchas fórmulas que puedan servir de guía pero lo que se nota al leerlo es que no se detiene en el objeto que critica, siempre va para otro lado, un objeto es un punto de partida, no de llegada. Porque el pensamiento crítico no sirve para no comerse la galletita –de hecho todos por angurria, placer o desesperación nos hemos comido más de una galletita. El pensamiento crítico contra el que despotrican Marcos Peña y Alejandro Rozitchner es el que permite cambiar de conversación. Y este gobierno no tolera que se le cambie de tema. Otra arista más de su autoritarismo. Cuando se le habla de Milagro Sala y de Leopoldo López, Macri reacciona diciéndole al interlocutor que sus casos no se pueden comparar, por poner un solo ejemplo. Hablamos de Leopoldo López y no pretendamos salirnos de eso.
Hay algo de eso en “pero se robaron todo”, el tema es, y no puede ser otro, que la corrupción k. De alguna manera, Cambiemos reproduce y alimenta esta tendencia al monotema que funciona como una especie de mantra que no puede dejar de repetirse porque es la fórmula mágica que destruye cualquier argumento contrario al de uno. Si uno se fija en La Nación, pero sobre todo en Clarín, lo que nota es la presencia flagrante y deliberadamente obsesiva de los monotemas. Al punto que tratan de contradecir aquello de que las noticias, llegado un momento, se agotan; Lázaro Báez es una fuente inagotable de nuevas informaciones. Es una vaca que siempre da un poco más de leche.
Cristina se lamenta en un tuit de que el despido de VHM es una etapa más del “apagón informativo”. Si es cierto, pero ¿qué hacemos con eso, con ese diagnóstico que es certero de tan obvio? La pregunta se ramifica. Una cuestión es cómo se hace política sin medios (algo que el kirchnerismo nunca se planteó siquiera y dejó los medios en manos de un aventurero con prontuario como Sergio Szpolski). Y cómo armar medios, no para hacer política partidaria –aquellos medios fueron muchas veces house organs de la gestión del gobierno –sino para cambiar de tema. Por ahora esa decisión quedó en manos de los trabajadores que se organizan en cooperativa, como Tiempo Argentino, que subsisten como pueden en radios alternativas, o arman sitios donde poder cambiar de tema. Una forma de oposición que no se construye en espejo con el oficialismo y los grandes medios, sino un camino a intentar otra cosa, algo de lo que la pereza intelectual de la oposición ni siquiera tiene conciencia. Un voluntarismo por ahora a prueba de balas, pero que terminará desgastándose sin apoyo de la oposición que debería encontrar allí los temas que no pasan en TN en lugar de reservar los domingos a la noche para indignarse con Majul primero y con Lanata después.
Hay otro aspecto en este cierre que no pasa por la expulsión de Víctor Hugo Morales, aunque se puede sospechar que es uno de los 562 nominados por Macri para viajar al espacio y no volver nunca más. Los propios medios y sus periodistas estrellas han tomado como una causa propia esta etapa de achicamiento del espacio informativo. De hecho, Leuco se tomó revancha personal e hizo echar al productor de VHM que lo insultó durante los Martín Fierro. Que Cristóbal López (probablemente un evasor de los cuales debe haber miles en la UIA) sea tapa todo el tiempo de La Nación y Clarín habla de la intención de torcerle el brazo a alguien a quien se le ocurrió que, ante tanto oficialismo mediático, trabajar de opositor puede ser un buen negocio. Así se hace competencia comercial con el escudo de la moral. Algo hemos mejorado. Cuando Fontevecchia sacó el primer diario Perfil, Clarín amenazó a los anunciantes con quitarles las rebajas si publicitaban en el nuevo diario. Lo concreto es que aquella estrategia funcionó y la nueva, con moralina y todo, parece eficaz y, visto desde su lado, hasta un poquito más noble, algo de lo que enorgullecerse y poder comentar en la mesa familiar.
Derrumbado Cristóbal López, la idea es ir por más. Con este tono tan característico suyo de flatulencia sorda, Morales Solá pone en duda (presagia, anhela) la continuidad de Página/12. Y su diario de vez en cuando amenaza con revelar algún chanchullo de Santamaría, el jefe del sindicato de porteros., actual propietario del diario.
Mientras hay despidos, se reprime, se deteriora la calidad de vida de la mayoría, se pierden derechos y se cierran programas sociales, en la banda de sonido de la patria suena la marcha nupcial entre oficialistas y opositores. Claro, y no hay ganas de que haya otras músicas, con esa basta y sobra. Por eso cuanto más fanfarria oficialista mejor. Las voces que se quieren callar están ahí. Son muchos los que parecen creer que la ausencia o presencia de esas voces es tema de periodistas. Otra mala noticia, la persistencia del monotema, la uniformidad de opiniones, el “consenso” logrado a fuerza de silencios es un problema político.