Los rumores se suceden y el vaciamiento de los medios públicos no se detiene. Ya se redujo la planta de TDA, del Canal Encuentro y de Paka Paka y ahora todas las balas apuntan a la agencia oficial, donde el maltrato y las amenazas son moneda corriente.
Silencio oficial, ruido a despidos masivos. Y también asambleas de trescientos trabajadores de la agencia Télam. Muchos de los que levantan la mano y piden la palabra saben lo que está pasando y lo que puede pasar: son los sobrevivientes de los dos antecedentes de cierre de ese medio público, en 1996 y 2001. En ambos casos la resistencia organizada frenó el desguace. Ahora hay un campo de batalla, una declaración de guerra que no tiene papeles ni voceros, la certeza de que no hay siquiera que pestañar porque el enemigo acecha.
Carla Gaudensi, trabajadora de Telam y delegada del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) tira su experiencia sobre la mesa y advierte las señales de peligro. “Hace quince días que el ministro Lombardi está mudo, tampoco nadie del directorio de la agencia emite palabra pese a que en anteriores conflictos por lo menos nos hablaban para decirnos que éramos unos mentirosos, ahora ni eso”, cuenta. El apellido Lombardi y, sobre todo, el apellido (Rodolfo) Pousá están asociados a un temor fundado. El actual titular del ministerio de Comunicación era hombre de la Alianza, Pousá era –como hoy- director de Telam. Con el gobierno de De la Rúa, comenzó el operativo de liquidación, que se llevó el 25% de la plantilla bajo el eufemismo del retiro voluntario. La plata para las compensaciones salariales se sacó de un préstamo pedido al BID con la excusa de modernizar las instalaciones. Hasta en eso hicieron trampa. La organización de los trabajadores impidió entonces que continuara la sangría.
Un fantasma recorre la redacción de la agencia oficial. Tiene la forma de una agencia paralela. Varios rumores e indicios hablan de que se prepara un equipo de comunicación alternativo para que reemplace a los periodistas en el peor de los casos. Debiera decirse, pensando en el Gobierno, en el mejor de los casos: que el vaciamiento se concrete. Una artimaña parecida se utilizó en el 2006, cuando el despido de dos compañeros provocó una huelga de 40 días y se tercerizó el servicio informativo.
Una década antes de esa medida de fuerza el gobierno de Carlos Menem había decretado la desaparición de Telam. El dos veces presidente ordenó en 1992 la intervención del organismo. Dos años después dispuso su liquidación. En 1996, como la unidad interna seguía dando pelea, el ministro Cavallo apeló a socavar la financiación de la agencia quitándole la administración de la publicidad oficial. Falló. Y no por falta de aliados. Detrás de la embestida neoliberal estaba la larga mano del monopolio Clarín, que buscaba eliminar la competencia de una de sus criaturas, la agencia DyN. El año pasado, con el multimedio beneficiado con la porción más grande de los fondos públicos de la pauta, con el récord histórico de rendimiento bursátil de la empresa y con otros negocios más que prósperos al amparo de la vista gorda de las autoridades, Clarín cerró Diarios y Noticias y dejó a cien trabajadores en la calle.
Los medios del Estado están en la mira de Macri. En la TV Pública se violan las leyes laborales, se vació la programación, se redujo un 60% los salarios de los trabajadores de prensa. Ciento sesenta víctimas había dejado el atropello gubernamental en la TDA, televisión digital abierta. Otros treinta y tres cayeron en canal Encuentro, Paka Paka y DeporTV, dieciséis fueron despedido en Radio Nacional. ¿Cuál es la estrategia de la Casa Rosada? Dinamitar y privatizar. La receta es conocida y su desenlace, familiar. En Telam no hay gente dispuesta a resignarse, acaso eso explique la saña con que las autoridades los tratan. Dejaron sin funciones a muchos sectores de la agencia. Echaron a dos periodistas por un error en un cable, en claro intento de disciplinamiento. Antes, había sumariado a trabajadoras por usar un bidón (vacío) en un acto por el Día de la Mujer. Y ahora callan.
Este martes, la asamblea decidió pedir al Directorio una reunión urgente. Las autoridades no respondieron. Llegaron con la consigna de cuidar “todas las voces” y al final dejan a todos mudos, incluidos ellos.