Ya no son tiempos de sutilezas. Ni Clarín ni Lanata y tampoco Repetto se preocupan por trabajar mejor eso que nos cuentan. Por eso se pasa alegremente de ponerse disfraces para entrevistar a un dirigente mapuche a postular la existencia de un pueblo entrerriano donde todos se parecen a Santiago Maldonado. La idea es vender aquello que se quiere comprar, y no importa el envoltorio.
Al ver a Nicolás Repetto entrevistando a Jones Huala con un pasamontañas puesto, es imposible no recordar aquella escena de Bananas, en la que el personaje que interpreta Woody Allen, obligado por una serie de circunstancias a aparecer como un líder guerrillero centroamericano, se pega a la cara una inverosímil barba postiza de color naranja. Claro que en aquel film de 1971 de lo que se trataba era de aprovechar un tema muy alejado de la propia realidad del director y cuyo exotismo le permitía arrasar con cualquier verosímil con tal de resultar gracioso. La película terminaba con una alusión a los medios. Cámaras de televisión asedian a Woody y a su pareja que intentan tener su primera relación sexual.
Todo se parece demasiado, salvo que en el caso del flamante conductor del noticiero de Telefé no se trata de un tema exótico, al menos no en el sentido con el que se lo muestra en la película. ¿O será que un mapuche es, al menos para ciertas miradas, un tema exótico? En la tele, la mayoría de las veces, las palabras dicen lo que desmienten las imágenes, o las imágenes trabajan para armar la realidad que sostenga lo que se va a decir. Como no es habitual que se vaya a una entrevista munido de un pasamontañas, es evidente que lo de Repetto fue una puesta en escena deliberada. Había una pregunta preparada en función del disfraz con que se enfundó el conductor, quien solo debe haber usado un pasamontañas en Las Leñas. Pero sin dudas, este fue comprado para la ocasión. Tal como Woody Allen debe haber mandado a comprar una barba postiza para su personaje.
Sin dudas, uno de los efectos es que hoy se hable de pasamontañas y no de represiones, de miradas de la “gente de a pie” –colectivo en el que dice estar inscripto Repetto- y no de la desaparición de Santiago Maldonado. Se le pide a la realidad que se acomode a miradas que le son previas. Los mapuches no deberían ir encapuchados porque eso causa miedo entre la “gente de a pie”. En cierto sentido, puede decirse que el conductor retó casi de modo paternal a Jones Huala por cortar rutas, porque eso termina provocando casos como el Maldonado. Y le agrega una variante de aquello que la gente del medio propala como verdad revelada: “Si no hay una cámara las protestas no existen”. No hay mundo fuera de la pantalla. Sería para discutir largo y tendido, pero en general no sirve para mucho polemizar con creencias que se adoptan por conveniencia y por pereza intelectual.
De todos modos, la payasada de Repetto pone en evidencia el hecho de que las operaciones funcionan aunque sean torpes y burdas en muchos casos. Lanata pela el tema RAM justo cuando desaparece Santiago Maldonado. En el último programa sentó en una mesa alrededor suyo a Patricia Bullrich y a Garavano y los fue induciendo a que abonaran la teoría del gendarme pasado de rosca, porque así se salvaba el buen nombre y honor de la fuerza. A diferencia de Repetto, todo ocurrió el domingo y a cara descubierta. Lo mismo como cuando Clarín mandó aquello de un barrio de Gualeguaychú donde todos se parecen a Maldonado. Daría para un buen cuento, a lo Levrero, de esos que hablan de lugares donde pasan cosas extrañísimas. No dejaría de ser un trabajo interesante ver las fuentes literarias de estas operaciones, si no fuera por la sospecha que entre los operadores se lee poco y nada, apenas una alta cuota diaria de tuits.
Pero pareciera que estos propaladores de noticias, obviamente amañadas y en muchos casos inverosímiles, cuentan con el hecho de que cuanto más burdo se sea, mejor. El poeta inglés Samuel Taylor Coleridge decía que mientras leemos una novela o asistimos a una obra de teatro, lo que hacemos es suspender por un tiempo nuestra incredulidad. Hemos decidido dar por verdadero aquello que leemos o vemos. Mientras leemos una historia de vampiros creemos en ella, pero no usaríamos a los muertos vivos como excusa para llegar tarde a una cita. Para decirlo de otro modo, creemos porque decidimos creer. Y creemos a cambio del placer o de las emociones, cuando se trata de arte. Cuando dejamos de creer, lo verosímil se cae a pedazos.
Detrás de las operaciones burdas está la voluntad de creer porque lo que se narra coincide con los deseos de ciertos sectores de la sociedad. Así como el gobierno buscó hasta donde pudo desentenderse del tema Maldonado, hay mucha gente a la que le molesta ocuparse de una desaparición en un punto alejado de la geografía nacional. Algunos medios han entendido que tienen que entregar realidades a medida, pret-a- porter, porque es aquello que, para usar otro artículo de fe comunicacional, “quiere la gente”.
De algún modo, Cambiemos considera a los medios como un poder superior al gobierno. Por eso Patricia Bullrich llama a Mirtha Legrand para contarle lo que se está haciendo con el tema Maldonado. Y el gobierno le entrega su política comunicacional (o al menos una parte sustanciosa de ella), en la creencia de que los medios lo manejarán mejor que el presidente. ¿Cuántas veces ha habido declaraciones de Iván Pavlosvy, el desconocido vocero de la Casa Rosada? Hay que googlear “vocero presidencial” para saber quién ocupa ese cargo.
Lo bueno de Repetto, tal vez por venir de otro palo, es que lleva al extremo las posibilidades de lo burdo al punto de terminar pareciéndose a una película de Woody Allen. Las otras operaciones también, pero la gente va poco al cine o prefiere olvidar lo que vio alguna vez.