Existe una franja explícita de cultura cloacal cuyos autores son, probablemente, sujetos que solamente pueden ejercer ciertas formas verbales de odio gracias a la circulación facilitada por la impunidad de internet y la negligencia cómplice de los medios.
Textual, incluyendo las diéresis usadas para pasar los filtros – ¿de fürher? -; publicado por un anónimo en distintos “foros” sobre noticias del diario Clarín, en febrero de 2014:
“Todo el día con el tetra para bancar la vida, musculosa vomitada con chorizo y virra, la baranda que despiden siempre es mandarina, es por eso que merecen que la gente diga:
“Negros de miërda, parecen cucarachas que se amontonan en la basura. Negros de miërda, no sirven para nada y van derecho hacia la fisura.
“Negros de miërda, hay que desinfectarlos pa’ no mancharse con su negrüra. Si tenes algún amigo demasiado oscuro, olvidalo que es un negro se cae de maduro, se te meten en tu casa y no vivis seguro, y si la ven a tu señora le tocan el cülo.
“Negros de miërda, habría que mandarlos a laburar a la cordillera. Negros de miërda, Cada 2 por 3 se duerme la mona en una catrera.
“Negros de miërda, hay que esterilizarlos para que estén en franca extinción.”
Existen varios grupos o “tipos” socio políticos posibles de bosquejar a partir de su vínculo o reacción frente a este fértil humus nazi.
En primer lugar están los autores, cobardes, anónimos, probablemente sujetos que solamente pueden ejercer estas formas verbales de odio, con circulación facilitada por la impunidad de internet y la negligencia cómplice de los medios que, con descaro, renuncian a la moderación de los contenidos.
Constituyen la franja explícita de la cultura cloacal, la portadora de la honestidad brutal. Se ubicarían en un punto algo más bajo que la base de la pirámide delictiva de las patotas asalariadas del fútbol, pero dispersos y desorganizados. Su salario no es en dinero o especies, sino en espacio gratuito allá en los foros, cedido por la gran prensa independiente. Son una subclase universal, combustible del racismo y las fobias en todos los tiempos y geografías.
Luego tenemos a los indiferentes, cómplices por omisión. Fingen no enterarse y, cuando se enteran, miran el fenómeno como algo marginal y pasajero, un asunto “extraño” a su vida cotidiana en el que no advierten ninguna amenaza.
También son una subclase universal y permanente, los “apolíticos” que sólo se expresan cuando sus intereses particulares son puestos en riesgo. En momentos de exacerbación, pueden pasar al bando de los barrabravas nazis o al de los buenos ciudadanos linchadores, según de qué lado los sorprenda la marea.
El grupo más peligroso y numeroso, sin embargo, lo constituyen quienes están “de acuerdo en el fondo pero no en las formas” Son los agonistas sustanciales de la cultura cloacal, los genuinos usuarios, los que constituyen masa crítica desde una aparente ambigüedad. Básicamente, el razonamiento de esta mayoría rumorosa consiste en que los estertores nazis “están mal” pero que se entienden y se justifican, como expresión morbosa e hiperbólica de un hartazgo frente a “la inseguridad, la vagancia, los privilegios, los subsidios…”
Ellos dicen no ser racistas, no usarían en público expresiones como “negro de mierda”, tampoco clamarían por mayor violencia institucional o golpes de estado, pero su enemigo elegido es el mismo, el que no cae en su mirada etnocéntrica, sin importar si lo dominante de esa mirada es el color, la clase, la condición social o la dependencia…Son los que no son como uno, pobres porque quieren, porque no les gusta trabajar. Los nazis de internet hablan por esta mayoría informe, atacan al mismo enemigo común, pero lo hacen en un lenguaje y con unos métodos que “la gente de bien” considera reprochables. Por ahora.
Porque el racismo no se constituye en su expresión más soez, sino mucho antes; la cultura cloacal es la variable obscena de dinámicas y estructuras culturales profundas.
Cito fragmentos de una conferencia de Frantz Fanon, de 1956:
El racismo nunca es un elemento agregado, descubierto al azar de una investigación en el seno de los elementos culturales de un grupo. La constelación social, el conjunto cultural son profundamente transformados por la existencia del racismo.
Se dice comúnmente que el racismo es una llaga de la humanidad. Pero es necesario no satisfacerse con tal frase. Es necesario buscar incansablemente las repercusiones del racismo en todos los niveles de la sociabilidad.
El racismo infla y desfigura el aspecto de la cultura que lo practica. La literatura, las artes plásticas, las canciones para modistillas, los proverbios las costumbres, las pautas, ya sea que se propongan seguir el proceso o vulgarizarlo, restituyen el racismo. Es decir, un grupo social, un país, una civilización, no pueden ser racistas inconscientemente. Lo afirmamos una vez más, el racismo no es un descubrimiento accidental. No es un elemento oculto, disimulado. No exige esfuerzos sobrehumanos para evidenciarlo.
Debe ser abandonado el hábito de considerar al racismo como una disposición del espíritu, como una tara psicológica.
El racismo no es, pues, una constante del espíritu humano.
Es, nosotros lo hemos visto, una disposición inscrita en un sistema determinado. Y el racismo judío no es diferente del racismo negro. Una sociedad es racista, o no lo es. No existen grados de racismo. No es necesario decir que tal país es racista pero que en él no se realizan linchamientos ni existen campos de exterminio. La verdad es que todo esto y algo más existe en el horizonte. Estas virtualidades, estas fuerzas latentes circulan dinámicas, valuadas en la vida de las relaciones psicoafectivas, económicas.
Bueno, después – o antes – estamos nosotros. Los que de verdad creemos en la democracia, los derechos humanos, la inclusión, la justicia, la libertad, la autonomía, la pluralidad, el refuerzo de la sociedad del conocimiento como contrapoder de la globalización bélica-financiera. Es un programa, transversal y estratégico. Dentro del cual se puede – se debe, incluso – disentir en materia de tácticas, de prioridades, de herramientas, de formas de asignación de recursos.
Lo que no puede filtrarse, nunca, en nuestras filas, son los efluvios de la cultura cloacal. La única respuesta que admitimos es tolerancia cero, y vigilia constante.
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