Progresistas fuimos todos de María Noel Álvarez y Eduardo Minutella explora el universo de las revistas que buscaron interpelar a la centroizquierda desde el fin del menemismo hasta la llegada de Kirchner.
La literatura sobre medios en la Argentina generó un corpus más que interesante desde los años 90, cuando aparecieron libros como Regueros de tinta, de Sylvia Saítta, dedicado al diario Crítica; o La política mirada desde arriba, el estudio que Ricardo Sidicaro dedicó a los editoriales de La Nación. Más cerca en el tiempo se sucedieron la biografía de Jacobo Timerman de Graciela Mochkofsky; la historia de Clarín, que le insumió dos tomos a Martín Sivak; o la de la revista Humor, a cargo de Diego Igal. A ese linaje se sumó en los últimos meses Progresistas fuimos todos, de Eduardo Minutella y María Noel Álvarez, editado por Siglo XXI. Su tema: Trespuntos, Veintuno (luego Veintidos y Veintitres), TXT y Debate, las revistas políticas que definieron el campo progresista entre el menemismo tardío y el comienzo del gobierno de Néstor Kirchner. Sus autores hablaron sobre esa etapa, que reunió a periodistas que, en algunos casos, se pararon en lados opuestos de lo que se definiría como “grieta”.
Trespuntos nació en 1997 a instancias del empresario farmacéutico Hugo Sigman. Comenzó con Claudia Acuña y Gabriela Cerruti en la dirección. Impactó en sus primeros meses con dos notas de tapa: la denuncia del amaño del Premio Planeta otorgado a –Plata quemada, de Ricardo Piglia; y, sobre todo, la polémica entrevista (hay quienes arguyen que no fue tal) de Cerruti a Alfredo Astiz. Al año de su aparición, y ya con otra conducción, debió competir con Veintiuno, de Jorge Lanata, un proyecto a gran escala que representaba la vuelta a la gráfica de su creador después de Página/12. La revista de Lanata se dedicó a combinar la denuncia de casos de corrupción con frivolidad. En 2003, Trespuntos se reconvirtió en TXT, con Adolfo Castelo de director y la guía periodística de los hermanos María y Santiago O´Donnell. Será recordada por el insólito caso de Jorge Zicolillo, que fraguó una cobertura de la invasión de Irak; y por la confirmación de Mario Pontaquarto de que se pagaron coimas en el Senado en 2000. Al mismo tiempo vio la luz Debate como plataforma política de Héctor Timerman, y la revista consiguió una de las escasas entrevistas que concedió Kirchner en su presidencia. 2004 es el año en que termina el análisis del libro, cuando el progresismo era la idea política dominante y se resquebrajaba la Asociación Periodistas.
-¿Cómo nació el libro?
-María Noel Álvarez: Fue una propuesta de Eduardo. Los dos somos profesores de historia y damos la materia Historia de los Medios en TEA. El tema surgió por la llegada de Macri al gobierno. Queríamos hacer un aporte en un campo en el que hay mucho por investigar. Nos preguntamos sobre el progresismo como un campo heterogéneo y cómo había sido ese periodismo de los 90, indagamos como historiadores. Nos propusimos ver qué había pasado y reflexionar sobre ese período del periodismo, con su cuota de decepción y precarización, cómo fue el modelo de negocios.
-Eduardo Minutella: Comenzamos con Trespuntos, que nos parecía un medio paradigmático sobre el progresismo. Nació en el 97 y en ese momento no había revistas políticas por fuera de Noticias. Para completar el cuadro agregamos las otras tres revistas. TXT y Debate nos permitían además ver, por el momento de su salida, el cambio de época. En 2004 cambian las reglas de juego.
-Al momento de encarar la historia de Trespuntos consiguieron para el libro la palabra de Hugo Sigman, que cultiva un perfil muy bajo, ¿cómo fue entrevistarlo?
-E. M.: Pedimos la entrevista y nos recibió sin condiciones. Levantó su perfil en los últimos tiempos. Es uno de los empresarios radiografiados en Los dueños del futuro, el libro de Hernán Vanoli y Alejandro Galliano. Él quiso dar su versión. Es un tipo paradigmático: viene de la izquierda, estuvo cercano al PC, vivió en Europa y se desencantó de la URSS. Cayó el Muro y vio entrar en tensión sus creencias con la época. Sigman buscó intervenir en los 90 en la arena política a través de la cultura, cuando había resignación por el Consenso de Washington.
-Un mecenas al estilo de Federico Vogelius en Crisis, digamos…
-E. M.: Claro, una Crisis después del Muro, en tiempos de izquierda cultural y pensamiento débil, la época en que se lee mucho a Sartori y Rorty. Los sujetos que se identifican con la izquierda tienen una mirada cosmopolita. Por eso Trespuntos apuntaba a un público acotado, no era un discurso de mayorías en un país casi sin medios con política internacional en comparación a otros diarios del mundo. En la izquierda ilustrada que leía la revista estaba esa agenda, el modelo de The New Yorker, no de la izquierda nacional. Los periodistas podían viajar había plata para ir a entrevistar a los intelectuales en el mundo. Eso se rompe con el 2001, que es muy argentino y nos reinserta con los pies sobre la tierra.
-M. N. A.: Hablamos con Ernesto Semán, que nos contó que costaba mucho hacer una impugnación desde ese lugar. Se pagaban 3 mil dólares al mes para impugnar desde Palermo un modelo que en el fondo los beneficiaba. Para él, costaba tener contacto con la realidad. Lo dejó por escrito: aquello de querer imitar a The New Yorker cuando la Argentina tiene mucha tradición de medios y periodistas.
-E. M.: Todos estábamos subyugados por los viajes, por el mercado. La crisis volvió a territorializar al periodismo.
-La revista impactó con la nota del Premio Planeta primero, y luego, a otra escala, con las declaraciones de Astiz.
-M. N. A.: Fueron notas deliberadas.
-E. M.: Había una impronta moral muy fuerte de Acuña y Cerruti. Acuña nos decía que sentía asco moral, un tópico de época, un concepto que ahora aparece en Carrió, por ejemplo.
-M. N. A.: Eso se ve mucho en los discursos del 2001. Acuña contó que ella quiso ir a cubrir el Planeta y contar la banalización de la cultura, la pizza con champagne a nivel editorial. El caso Astiz hace a la historia de la revista (Nota: el represor salió en tapa afirmando que “soy el mejor preparado para matar un político o un periodista”, reivindicó a la dictadura y fue llevado a Tribunales por apología del delito mientras se debatía si había sido una entrevista o un off the record violado)
Preguntamos a los entrevistados si creían que era un off the record o no, hubo muchas opiniones, Sigman bancó publicar la nota, poner esa voz. Zlotogwiazda, por ejemplo, decía que no era una entrevista.
-E. M.: La mayoría de los periodistas consultados cree que no fue una entrevista.
-Al tiempo se van Cerruti y Acuña y llega Román Lejtman, y en ese contexto aparece Veintiuno. ¿Cómo fue ese momento?
-E. M.: Lejtman estaba en Trespuntos, era un periodista con su propia visibilidad. Cuando aparece Veintiuno le dijo a Sigman que había que reforzar el nicho, porque no se podía competir. La revista de Lanata combinó cosas progres con Gente, como que se querían sacar todos el estilo de Página/12 y hacer algo más descontracturado. Como que impugnaban a Gente pero haciendo cosas al estilo Gente: regalos, los personajes del año en clave solidaria…Yo destaco un antiintelectualismo acérrimo, aquello de que no les gustaba Horacio González en Página/12, y buscaban diversión, algo que ya había en la tele. Consumíamos imágenes como algo novedoso. Es una última generación de revistas que pensaban que podían influir, y Lanata buscaba ser popular, era una revista populista y que convivió con Ego (Nota: revista de lujo que Lanata lanzo en mayo de 2001 junto a Miguel Brascó). Para entonces la crisis apremiaba y Lanata con Ego como que no se daba cuenta, te ponía a Pampita en tapa, un costado misógino que no sería posible para un público progre. Para mí, Veintiuno queda más por la forma exterior que por el contenido. Es cierto, entrevistó a Menem en La Rioja, pero ese ejemplar venía con tierra de Anillaco. O el ejemplar con el agujero.
-Y así y todo cubre en tapa los despidos de Clarín, una nota de Martín Sivak que derivó en su investigación sobre la historia del diario…
-M. N. A.: La revista cubre los despidos cuando no los cubría nadie. No era de ningún grupo y tenía más libertad. Gabriel Yelin, el financista, se interesaba más por secciones livianas, como Cielo Despejado. Es un empresario que tuvo una mutación, pasó de los negocios a lo espiritual. Veintiuno tenía independencia, hacían denuncias sobre corrupción, muchas veces eran pavadas, pero hay que hacer un semanario con una bomba por semana. Pero había libertad para impugnar a Macri, Amalita, los despidos en Clarín, había chimentos…
-En medio de esto, el discurso progresista choca con La Primera, la revista de Daniel Hadad que en su segundo número planteó lo de “la invasión silenciosa” y relacionó inmigración con delincuencia.
-E. M.: Esa revista representa a un sector de la población. Desembarcó en los kioscos cuando se formaba el imperio de medios de Hadad: Radio 10, Canal 9, el éxito de Después de Hora…tenía un público muy amplio. Hadad le dijo a Jorge Halperín, entonces a cargo de Trespuntos que hay un tercio progre, otro conservador, y el restante flota. Trespuntos le contesta con la tapa de “Bolitas, go home”. Hay que decir que Hadad cambió su perfil en estos años, se corrió al centro.
-El tercer escalón es TXT, que sale en 2003 para reemplazar a Trespuntos y genera algo como lo de Zicolilllo, (Nota: el periodista Jorge Zicolillo ofreció colaboraciones desde Irak sobre la invasión anglo-norteamericana y mandó notas sin haber salido del país) ¿cómo se explica?
-E. M.: Los O´Donnell plantean que van a hacer todo bien desde el procedimiento, con profesionalismo hasta las últimas consecuencias. Hubo muchas contradicciones internas. Terminaron silenciando la política después del segundo año. Buena parte de los medios habla de Cristina como opositora cuatro años después de haber dejado la presidencia, ergo en 2004 se podía impugnar a Menem en el llano. TXT ni siquiera hace eso: se dedica a hablar de consumos culturales.
-M.N. A.: Aparece en plena campaña de 2003 y en el primer número cuentan cómo se financian, no es nada común eso. Es una revancha de Sigman, que creyó que podía conciliar sus negocios con la política.
-E.M.: Además estaba el acercamiento a la impronta K, es válida esa coincidencia. Kirchner no les dio entrevista, siendo una revista que simpatizaba con el gobierno. Ahí tuvo que ver el hecho de que en el primer número salió una nota de Sivak que contaba cómo Kirchner pagaba espacios en Crónica TV. Había plata del gobierno de Santa Cruz para instalarlo en los medios. Jorge Sigal estaba en Trespuntos un tiempo antes y decía que lo visitaba el vocero de Kirchner y ofrecía plata para ponerlo en tapa. Sigal decía que no lo conocía nadie y retrucaba con que en todo caso se justificaba más Cristina, por su perfil alto y porque, argumento polémico, era linda.
-M. N. A.: El caso Zicolillo derivó en un escándalo y mucha discusión interna respecto de hacerlo público o no. Derivó en el primer caso en la historia argentina en que un medio querelló a un periodista por estafa.
-¿Cómo fue el rol de Castelo?
-N. A.: Era como una marca. No estaba en el día a día y se generó una tensión entre él y los O´Donnell. La idea original era hacer un producto popular a partir del éxito que Castelo tuvo en sus últimos años, sobre todo en la radio. TXT llegó a vender más que Trespuntos, con otro estilo y otra dinámica. Sale con la nota de Sivak sobre Kirchner y Crónica, y luego hablan de los vínculos presuntos de Juan Carlos Romero, el compañero de fórmula de Menem, con el narcotráfico. Sigman dice que esa nota generó la tapa de la revista El Guardián, de Raúl Moneta, que lo presentó como “el Yabrán progre de Castelo”. La idea de la revista balanceada fracasó de entrada: Castelo quería tapas más livianas y con humor, y los O´Donnell no estaban de acuerdo. Eso generó tensión en la redacción. Ellos se van, de hecho, ya no estaban cuando sale la tapa con Pontaquarto y la confirmación de la coima en el Senado.
-E. M.: Vos fíjate que, en su época más floja, en el segundo año, mientras Kirchner no los recibía siendo un medio tan favorable, lo entrevistan a Torcuato Di Tella, que era el secretario de Cultura y dice que “a la gente le importa la pobreza, no la boluda o la puta que maneja el Fondo Nacional de las Artes”. Era el tipo que había hecho el libro de diálogos con Kirchner en la campaña y lo tuvieron que echar. Y es sintomático de la relación de los intelectuales progres con Néstor al comienzo de su mandato. Costaba entender ese estilo, la manera de conducir…él mismo no era como Cristina, que sí ve valor agregado en la intelectualidad, ya sea por interés o por veleidad. Al contrario de Néstor, ella sí tenía una imagen más ideologizada. Él pensaba la política con cuatro tipos en una mesa que veían cómo hacer las cosas. Lo que tuviera que decir Di Tella o José Nun no le parecía relevante. Incluso hay un encuentro de Néstor al comienzo de su presidencia con Beatriz Sarlo y Tulio Halperín Donghi en la Rosada, y a la salida se miraban y coincidían en que no era un lugar para ellos como intelectuales. Yo me pregunto qué lugar ocupan los intelectuales en un gobierno, si es que deben tenerlo, por ahí no. El macrismo mismo no tiene un gran núcleo alrededor. Los más relevantes están distantes de la práctica del poder.
-¿En qué momento llega el declive de TXT?
-M. N. A.: Por un lado, se van los O´ Donnell, y por el otro se enfermó Castelo. La revista la terminó manejando su hija, junto a Javier Calvo.
-E. M.: Es interesante ver la comparación entre Trespuntos y TXT. Trespuntos la compraba seguido. A mí TXT me aburrió. Hizo cosas como la resignificación política de Sandro o Pimpinela.
–Llegamos a Debate, la última escala en el recorrido.
-E. M.: Es la última del período, si bien después hay otras publicaciones que toman distancia en la intervención pública. Fue básicamente una revista de opinión y aportó a la carrera política de Héctor Timerman, que había estado involucrado en la primera etapa de Trespuntos como director. Fue un director débil, porque debía lidiar con Acuña y Cerruti y no de las mejores maneras. Su padre Jacobo aun vivía y no quedaba claro si era un director efectivo o un portaestandarte. Se tiende a pensar que no era un director con poder, pero ellas se fueron. Él vio Debate como una forma de ingreso a la política, a la vieja usanza. El modelo clásico sería Clarín. Noble quería ser presidente, pero justo cuando saca el diario aparece ni más ni menos que el peronismo.
-M. N. A.: De hecho, Debate llegó a entrevistar a Kirchner. La entrevista la hicieron Timerman y Luis Tonelli. Timerman venía de apoyar a Carrió, pero a partir de Debate se corre al kirchnerismo. Incluso llegó a tener un programa en Canal 7, que originalmente le habían ofrecido a Lanata. A instancias de Kirchner, que quería un programa político en el canal público, lo terminó haciendo Timerman.
-¿Cómo fue buscar fuentes tantos años después de la salida de las revistas? ¿Los periodistas que entrevistaron estaban interesados en hurgar sobre ese momento?
-M. N. A.: Muchos no se habían detenido a reflexionar sobre las prácticas de esa época, si hubo cambios o no. Es más, no encontramos mucha reflexión. La reconstrucción tuvo mucho que ver con la memoria oral. Algunos no tenían muchos recuerdos, otros eran más minuciosos.
-E. M.: Es que la mayoría está atada a la coyuntura.
-M. N. A.: Muchos ven las cosas como práctica del contexto. Nosotros no juzgamos la urgencia de un editor en el cierre que tiene que elegir una foto. El periodista no piensa en la posteridad. Lo que cuesta es encontrar periodistas que reflexionen sobre el oficio.
-E. M.: Hay casos que se emanciparon de la agenda, como Semán, que se dedica a la Historia.
-M. N. A.: O Sivak con su investigación sobre Clarín.
-E. M.: Sietecase reflexiona sobre el periodismo y las formas correctas. Hay muchos pegados a la agenda, que te subyuga, pero también es cierto que está la historia del periodista como actor social de relevancia. ¿Quiénes serían los grandes nombres? Seguro hay periodistas extraordinarios, pero, ¿quiénes destacan? No se puede determinar y por ahí está bien que así sea.
-En el caso de Veintiuno tuvieron la oportunidad de hablar con Lanata, ¿cómo fue ese encuentro y que él accediera a hablar de esa etapa?
-M. N.A.: Nos recibió con mucha cordialidad. Fue generoso de su parte hablar con dos historiadores ignotos. Le mostrábamos tapas de la revista sobre inseguridad o con chicas poco vestidas y decía que querían ser tan transgresores como en El Porteño. No encontramos en él una mirada autocrítica respecto de algo que resulto un fracaso empresario muy grave.
-E. M.: Los tiempos cambiaron, pero Lanata cambó mucho menos. No es tan diferente cómo concibe la información y la práctica periodística antes que ahora. Lo que cambió fue el escenario. Él se piensa desde el yo, no por nada le puso Ego a una revista.
-¿De qué manera perciben el mercado de revistas ahora? Avanzó Internet, de las que analizaron solo quedó Veintitres en formato digital…
-M. N. A.: No hay más revistas generalistas, no hay más lectores que vayan a comprar una revista para saber qué pasa. Nos informamos de otra manera. Ya no tenés una publicación que te diga qué película ver o qué disco escuchar. Esas influencias culturales van por otro lado. Veintiuno llegó a tener una comunidad de lectores, aquello de que Lanata dedicaba diez o doce páginas a responder cartas de lectores. Era como una red social. Eso perdura, pero la gente lo hace con otros medios.
-¿Y cómo se ve la prensa progresista en el macrismo?
-M. N. A.: Hay una porción de la sociedad que buscaba voces contra el macrismo y las halló en la radio y en las redes. Hoy los jóvenes leen los grandes medios, pero llegan a través de las redes. Tienen referentes como Pedro Rosemblat. Hay medios progres muy bien hechos. Pienso en Panamá, Socompa, Almagro Revista, La Vanguardia Digital…
-E. M.: Llegan a un lector más politizado o formado que el resto. Yo en mi primera clase suelo peguntar cómo e informan los alumnos, qué medios consumen. Lo primero que surge es Instagram, una red social de imágenes. Vos fíjate que al comenzar la investigación había cerrado Debate y Veintitres ya era digital, pero queríamos pensar cómo fue esa época. Yo tengo una marca de fuego que es cómo conciliar libertad e igualdad en la Argentina. O sea, cómo tener una sociedad con derechos y garantías y que haya redistribución de la riqueza. Y en los 90 se pensaba que era posible la convertibilidad sin corrupción, esa idea de la Tercera Vía de Anthony Giddens. Eso fracasó y ahora vemos populismos de derecha en el mundo. Cambiaron las coordenadas. Ahora, ¿esa tensión sigue, es posible, es deseable? No tengo respuesta.
-El libro aborda lateralmente a Barcelona, a partir de lo que fue la etapa como insert de TXT. ¿La podrían haber pensado como material de estudio a la par de las otras publicaciones?
-M. N. A.: Yo creo que la razón de ser de Barcelona perdió peso con la irrupción del humor en Internet, los memes, hay mucha creatividad ahí.
-E. M.: Twitter y los blogs le quitaron la razón de ser. Era muy disruptiva cuando salió. A mí no me gusta su impronta. Tampoco su estética. Es como una revista marciana. Al tercer número ya me aburrió Con Barcelona pasa algo como lo que dice Peter Sloterdijk del cinismo como forma de la derrota: no podemos cambiar la realidad pero vamos a burlarnos de ella.
-M. N. A.: La alianza con TXT vino porque Ariel Granica la vio, le gustó y la sumó a TXT, que quiso ser una revista de humor y no le salió. En el medio se enfermó Castelo, eso habrá afectado y seguro no había ganas de reírse.
-E. M.: Barcelona se burlaba de Clarín después del “nos mean y Clarín dice que llueve”, o de la tapa de los asesinatos de Kosteki y Santillán. Soy más tradicionalista y creo que es mucho más valioso el trabajo de Sivak sobre Clarín que Barcelona burlándose del diario.
-¿Pensaron en sumar a Noticias o directamente no la consideran una revista de discurso más o menos progresista?
-M. N. A.: Fuimos a verlo a Edi Zunino, que había estado en Trespuntos y en TXT y nos preguntó cómo es que no habíamos agregado Noticias a la investigación. Yo no creo que Noticias le hable a un lector progre. Le habla más a alguien del mundo empresario o que aspira a ese ámbito, no se orienta a consumos de vanguardia.
-E. M.: También es una revista antiintelectualista.
-M. N. A.: Lo que tiene es que funciona al amparo de una editorial grande.
-E. M.: Que funciona como tal, no tiene que salir a pedir plata. A mí la revista no me gusta, pero esa forma permite que exista el diario Perfil, que me parece un producto más interesante. Esa concepción es la que la vuelve rentable. El tema de fono es cómo hacer periodismo de calidad que sea rentable.
-M. N. A.: Trespuntos nunca se quiso parecer a Noticias y no cayó en el recurso de la tapa impactante que adentro trae poco y nada. Veintiuno sí tomó cosas de noticias, porque en la época posterior a Lanata, a partir de 2003, se sumaron ex periodistas de Noticias.
-¿Por qué la investigación llega hasta 2004?
-N. A.: Kirchner llegó al gobierno y tomó tópicos de la agenda progresista que entusiasmaron a ese universo, como la reforma de la Corte Suprema o el acto en la ESMA. Muchos de los que se pusieron el traje de progresistas en los 90 trazaron una raya y manifestaron si acompañarían o no. Al mismo tiempo se produjo la disolución de la Asociación Periodistas (Nota: se había formado en 1997, con nombres consagrados para preservar la libertad de expresión. En 2004, Julio Nudler, editor de Economía de Página/12, denunció censura a una nota en la que tildaba de corruptos al entonces Jefe de Gabinete Alberto Fernández y al hoy ministro de Trabajo Claudio Moroni. El debate interno llevó a la implosión de Periodistas), que fue todo un símbolo. Era como que algo que los unía a todos se había quebrado.
-E. M.: Hablamos de periodistas que hacían notas de investigación en los 90 y denunciaban la corrupción de Menem y De la Rúa. ¿Cómo readaptás esa gimnasia de fiscal desde una redacción con gobiernos con los que simpatizás y que encima por ahí no son tolerantes a las críticas de los que tiende a considerar tropa propia? Yo creo que esa idea no entraba en la cabeza de Kirchner. También es cierto que es muy complicado hacer periodismo oficialista. Noticias siempre hizo periodismo opositor porque sabe que así vende más.
-¿Hubo alguna repercusión con el libro en la calle, entre los entrevistados?
-N. .A.: Marcelo Zlotogwiazda estuvo muy afectuoso. Leyó el libro, nos sacó en la radio apenas salió, leyó fragmentos al aire. Estaba abierto a reflexionar.
-M.: Es parte de su propia historia personal. Uno sobre el final tiende a eso, a reflexionar…Hubo buena recepción en el mundo académico. Es un libro anfibio, con tono ensayístico, entre un mundo amplio y otro académico.
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