Mucho se viene hablando en estos días de la vigencia de la gran historieta de Oesterheld, estableciendo analogías entre los copos de nieve mortales y del coronavirus. Pero también habla de la solidaridad como forma de combatirlo, algo que está en el centro de muchas discusiones actuales.
La primera versión de El Eternauta se comienza a publicar en fascículos semanales en 1957. Durante cien semanas H. G. Oesterheld mantiene al público en suspenso a través de esta historia dibujada por Solano López. Una segunda versión, dibujada por Alberto Breccia, es publicada por la revista Gente en 1969. Aquí el argumento es más trabajado conceptualmente y define posiciones más comprometidas, a tono con el cambio político de su autor. El ganar en un mayor posicionamiento con la realidad política le hace perder un sentido metafórico, presente -como analizaré más adelante- en la primera versión. Paradójicamente los dibujos de Alberto Breccia pierden esa verosimilitud que le había dado Solano López, para iniciar una búsqueda de experimentación plástica que produce un hermético lirismo. Tanto el guion como los dibujos no conforman al editor -recordemos la revista Gente– y al público lector que envían cartas para suspender su publicación. Esta debe ser terminada de apuro por H. G. Oesterheld.
En 1970, Oesterheld escribe el guion de una historieta denominada La guerra de los Antartes dibujada por León Napo. La misma narra la invasión extraterrestre a Sudamérica realizada desde la Antártida. Fue publicada por primera vez en la revista Dosmiluno. Luego hubo una segunda versión, dibujada por Gustavo Trillo, que apareció como tira diaria en el diario Noticias durante 1973. La mención de esta historieta es porque se la suele confundir con la segunda parte de El Eternauta, aunque en realidad es un guion diferente.
La segunda parte la realiza a pedido de ediciones Record en 1978 y, nuevamente, es dibujada por Solano López. La historieta fue terminada por otro guionista ya que Oesterheld es detenido y desaparecido con sus cuatro hijas por la dictadura militar.
La nevada mortal
Las precisiones anteriores son importantes en función de algunas conclusiones que iré desarrollando. Brevemente recordemos el guion. Una noche, a la madrugada, un guionista de historietas está trabajando en su escritorio. De pronto, delante de él, cruje una silla vacía. Sobre ella se corporiza un hombre que dice llamarse el Eternauta. En realidad, se llama Juan Salvo y ese nombre, el Eternauta, se lo han dado en un lejano mundo, durante un lejano tiempo. El aparecido ve sin sorpresa que está en la Tierra y pide al guionista que lo ayude. Pero antes le cuenta su historia. La misma comienza en una casa y en un barrio parecido al del guionista que vive en los suburbios del Gran Buenos Aires. Cuatro amigos juegan al truco: Juan Salvo, el dueño de casa y de una pequeña empresa de transformadores, Favalli, el profesor de la facultad de Ingeniería, Lucas empleado bancario y Polsky jubilado y fabricante de violines. Comenta Juan que todos estaban “separados del mundo como si el chalecito fuera una isla. Una isla a la que apenas si llegaban los ruidos de la avenida cercana…”
De improviso, se corta la luz y comienza la historia de este grupo humano. Afuera de la casa la gente se muere al ser tocada por una especie de nieve fosforescente. Si la nieve no toca, no mata. Por eso sobreviven ellos y unos pocos más. Se trata de una invasión extraterrestre. Esta es llevada a cabo por sometidos. Los amos son los Ellos que durante toda la historia nunca se ven. Para la invasión utilizan a seres de otros planetas que manejan a través de teledirectores. Estos son los Cascarudos, los Gurbos, los Hombres-robots y los Manos, seres muy inteligentes y sensibles que los Ellos dominan al colocarles cuando nacen una glándula de la muerte. Cuando tienen miedo esta glándula se activa y genera un veneno que los destruye. De esta manera, los Manos no pueden traicionar a sus amos. Si lo hacen, el miedo que este hecho les produce los mata. La nevada va matando a los porteños. Se suceden historias memorables como el combate en la General Paz, el combate en la cancha de River y el momento en que el Mano muere, añorando la belleza de su planeta, mientras canta una dulce canción. Finalmente quedan Juan, su esposa Elena, su hija Martita y un pequeño grupo de amigos. Todos tratan de llegar a una zona de seguridad, que en realidad es una trampa para eliminarlos. El Eternauta y su familia se salvan al introducirse en un extraño aparato que los proyecta al espacio-tiempo. Pero Juan Salvo pierde a su familia por un error en la máquina y así inicia su búsqueda por el tiempo y el espacio. De esta manera llega a la silla que está delante del guionista. El desenlace anuncia una historia circular, pues Juan encuentra a su familia en una casa vecina al guionista. En el camino se le cruzan sus tres amigos que van a jugar al truco a su casa. Anunciando, de esta manera, la inminente destrucción del planeta.
La necesidad de una ética de la solidaridad
La multiplicidad de metáforas que plantea este relato me llevaría a un extenso desarrollo. Para comenzar nada mejor que leer lo que dice el propio Oesterheld: “Siempre me fascinó la idea de un Robinson Crusoe…El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, pero, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que le viene. Ese fue el planteo. Lo demás…lo demás creció solo, como crece sola, creemos, la vida de cada día…Aparecieron situaciones y personajes que ni soñé al principio. Como el “mano” y su muerte. O como el combate en River Plate. O como Franco, el tornero, que termina siendo más héroe que ninguno de los que iniciaron la historia…Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un Héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir intimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”. Es necesario recordar que Freud en El Malestar en la cultura plantea que toda cultura está atravesada por un malestar que es propio de la condición pulsional del sujeto humano: la muerte como pulsión. Finaliza esta obra preguntándose si el ser humano podrá dominar la pulsión de agresión y autoaniquilamiento. Si el Eros triunfará sobre la pulsión de muerte. Muchos años después y habiendo pasado Auschwitz, Hiroshima, Nagasaky y los gulag Stalinistas, Oesterheld, intenta dar una respuesta a los horrores cometidos por el hombre: la necesidad de una ética de la solidaridad. En la visión típica de los autores de ciencia ficción de fines de la década del cincuenta -plena época que se conoce como “la guerra fría”- la catástrofe del planeta va a venir de afuera, del otro desconocido. Los extraterrestres aparecen como los malos de una historia en una característica proyección de colocar en el otro, lo siniestro de nuestra condición pulsional. Oesterheld, brillantemente, rompe con esta perspectiva al transformar a los Ellos en seres irrepresentables y por lo tanto representantes del odio universal. El sujeto queda sometido a los Ellos -¿deberíamos decir el Ello?- en el aislamiento, el miedo, el narcisismo, en definitiva transformándose en un Hombre-robot. En Oesterheld el Eros está representado por un sentimiento de solidaridad universal.
Una metáfora de estos tiempos
En el análisis de la obra se pueden observar tres momentos claramente diferenciados. El primero comienza con la nevada mortífera donde el grupo humano está rodeado de muerte y la ley que impera es el “sálvese quien pueda”. La única manera de sobrevivir es afianzando los lazos de solidaridad. Las características de funcionamiento del grupo permiten dar cuenta que el yo es con los otros y la diferencia es por temperamento y capacidad. El segundo momento se inicia cuando se encuentran con los soldados sobrevivientes y se organiza la resistencia contra el invasor. La lucha contra el enemigo común posibilita unir a todos lo humanos. Esta unión con el ejército, que inicialmente es vista con alegría, rápidamente troca en una permanente desconfianza por parte de Juan, al darse cuenta que los civiles son utilizados como vanguardia para ser los primeros aniquilados. Aún más, el desastre final es debido a que el Mayor del ejército no tiene en cuenta las advertencias de Favalli -el intelectual- y conduce a los soldados a una trampa fatal donde los únicos que se salvan son algunos civiles. En esta parte de la historieta se describen las características del invasor. Los Ellos son los amos representantes del “odio cósmico”, de la muerte y la esclavitud. De esta manera se transforman en una metáfora del poder y encarnación de miedos profundos del hombre. Los Ellos dominan a los Manos a través de la glándula del miedo. Estos a su vez controlan con teledirectores a los Cascarudos, los Gurbos y los Hombres-robots. Es así como se establece una brillante metáfora del sistema de dominación. Luego de la aniquilación quedan como sobrevivientes un grupo paradigmático: Juan y su familia, Favalli el profesor, Mosca el historiador, Pablo un joven de 11 años y Franco el obrero, verdadero héroe de la historia. Aquí comienza el tercer y último momento de la historieta donde el hombre se vuelve lobo del hombre. Afianzar los lazos de solidaridad es una constante que lleva al grupo a sacrificarse para que se salve Juan y su familia. El error de la máquina lo lleva a Juan a separarse de su familia y recorrer el espacio-tiempo en su búsqueda permanente. En este recorrido se encuentra con un viejo filosofo Mano que expresa la ideología de la historieta: “En el universo hay muchas especies inteligentes…algunas más, otras menos inteligentes que la especie humana.
Todas tienen algo en común: el espíritu. Así como hay entre los hombres, por sobre los sentimientos de familia o patria un sentimiento de solidaridad hacia los demás seres humanos, descubrirás que existe entre todos los seres solidaridad, un apego a todo lo que sea espíritu, que une a los marcianos con los terrestres…” Esta concepción que denominaría de un humanismo universal plantea la solidaridad basada en una ética del respeto de las diferencias. Por ello -debería decir los Ellos- la circularidad de la obra plantea una búsqueda permanente -que llega hasta nuestra época- de una salida en el afianzamiento de los lazos de solidaridad; caso contrario nos invadirá la muerte, la soledad, el miedo que nos destruye, en suma el sometimiento. De esta manera al analizar esta obra, querer reducirla a una lectura política de un período histórico -las décadas de los 60 y los 70-, sería minimizar la dimensión de un planteo más profundo. La versión de 1969 -de la revista Gente– y la segunda parte se ajustan perfectamente a una versión antiimperialista que -a mi entender- degradan y simplifican el logro de Oesterheld. En la primera parte pudo mostrar desde una dimensión propia de esta región del planeta, problemas que nos lleva a la actualidad de la metáfora de El Eternauta: la invasión del poder no está en los otros sino en nosotros, en tanto partícipes de una cultura del mal-estar que no respeta fronteras. Su universalidad -actualmente se denomina globalización- lleva a la miseria, el abandono, la discriminación, la exclusión y la muerte de millones de seres humanos poniendo en peligro la habitabilidad del planeta. El permanente retorno de El Eternauta -también en sucesivas ediciones que se agotan- nos invita a creer que es posible un futuro diferente. Para lograrlo, nada mejor que recordar una frase de Juan Salvo en un momento de la historia: “Ahora no es tiempo de odiar, es tiempo de luchar”.
Fuente: Topía
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