La transmisión de un juicio por crímenes de lesa humanidad y una cadena de recuerdos que van aflorando desde la profundidad de la memoria y de los sentimientos.

Si quisiera decirte lo más bello que evoco
Usaría tu nombre, si no te ofendés por el piropo.
Piropo – Jaime Roos

Muerdo el anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo, otra vez me voy a meter en esa historia. Sé que me hace mal, que me lastima, pero ¿cómo evitarlo? Los juicios se transmiten por todas las plataformas y tu nombre se repite en flyers virtuales compartidos hasta el infinito. Esta vez no puedo jugar al avestruz: ¿Cómo hago para esconderme de lo que me van a contar sobre vos?, si por esta pandemia no puedo salir más allá de la panadería. “Lo más cerca que hay es la panadería”, dice una canción que no llegaste a conocer. Quiero escaparme de esa asociación, porque también dice que “lo más lejos que hay es el fondo del mar”. Y en el medio aquí estoy… recordando.
Dónde estarás, pienso. ¿Cómo puede ser que no te hayan visto en ningún lado? No hay un testigo, una pista, una huella… A mí me dejaste tu huella. Marcada como la frenada que escuché ese día. Te convertiste en la vara injusta con la que desde entonces mido a mis ocasionales.
Seguís imbatible. La corona siempre va a ser tuya.

Van a contar tu vida. Voy a ver cómo cuentan la mitad de tu vida, porque la otra mitad soy yo.
Van a contar tu militancia en la clandestinidad, pero tu clandestinidad sigo siendo yo.

¿Qué hago con esta clandestinidad que pesa? Con esta clandestinidad a gritos, porque siempre dijiste que la familia no podía ser un corral para el amor. Hablabas de amor. Qué cursi eras, carajo.  Yo te hablaba de sexo y vos me respondías de amor. Y ahora tengo que darte la razón.

Sabían. En tu casa sabían. Tus hijos seguramente no. Tan chiquitos, tan lejos de tu militancia, tan lejos de tu reivindicación del placer. Qué Revolución hermosa hubieras hecho, llena de goce, de danza, de arte. Pero las costumbres argentinas de decir NO. De negar todo. De encasillar las relaciones en formato familiar y lo que no entra mejor no verlo. Mejor esconder la cabeza bajo la tierra hasta que pase.

Empieza la transmisión por La Retaguardia. Voy a traer tu foto, la que me regalaste con el portarretratos lindo. La tengo escondida en el fondo de un placar que está siempre cerrado, donde guardo la ropa de contraestación. Te voy a sacar de ese encierro y dudo mucho que pueda volver a guardarte. Espero no te moleste quedar a la vista y ser parte de mi casa, como lo sos de mi vida.

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