Bolsonaro no ahorró brutalidad alguna al lanzar sus comentarios racistas y misóginos. Sin embargo, fueron muchas las mujeres y muchos los negros los que salieron a las calles a celebrar su triunfo. Algo que cuestiona la idea de que ciertos valores sean universales.
Claro, los números impresionan. Veinte puntos de diferencia, una situación que pinta para irremontable. Y que hablan de un futuro que seguramente será intolerable pero no sabemos de qué manera. La analogía con el nazismo anda dando vueltas. Tras el triunfo de Hitler muchos pensaron que algo terrible se avecinaba pero lo que ocurrió fue muchísimo peor que la más terrible de las premoniciones. Tal vez no podamos hablar de Bolsonaro hasta que se haga realidad, una realidad que pronostican los números, aunque tratemos de que mantener una vaga esperanza de que todo se revierta.
Las fotos que andan dando vueltas no dan lugar a pronósticos, hablan del presente. Las mujeres fueron basureadas por el candidato, sin embargo, hay muchas de ellas celebrando eufóricas su triunfo. Lo mismo con los negros, a quienes Bolsonaro calificó como una excrecencia del Brasil que no servían siquiera para reproducirse. Y allí estaban sus sonrisas y sus rostros encendidos en plena celebración. Esas imágenes alimentan las preguntas y ayudan a cierto desaliento con el mundo. ¿Cómo es posible que las víctimas consagren en el poder a su verdugo? Nada que ver con lo de Macri por estas latitudes. Durante su campaña nunca despreció a nadie, no prometió tarifazos ni una caída brutal en el nivel de vida. Eso vino después.
Lo de Brasil es la brutalidad sin tapujos, ya se sabe que Bolsonaro quiere profundizar la reforma laboral, que pondrá en marcha medidas sexistas y racistas. Que es muy posible que se persiga a izquierdistas y homosexuales. La única sorpresa que puede ocurrir después de que asuma es la intensidad de estas medidas y las eventuales resistencias con las que pueda toparse.
Una tentación a la hora de las explicaciones es caerle al ala progresista o de izquierda de la sociedad y a quienes la representan. Seguramente hubo muchos errores de evaluación y no todo lo hecho fue acertado. Lejos de eso. Pero habrá que ver si este es el momento de la autocrítica que es una manera, tal vez no la más agradable, de seguir pensando en nosotros mismos.
Lo primero que llama la atención en las fotos es la ausencia de contradicciones. El festejo está desatado, la alegría es plena, las sombras no vinieron a la cita. Frente a esto no cabe sino imaginar. No disponemos de las voces, ni de los cánticos, aunque es probable que no agregaran demasiado a lo que se puede ver. Hay algo en esas fotografías que las hace ser puro presente, esos negros o esas mujeres no están allí con su pasado, se han despegado de él, probablemente con la ilusión de abandonarlo para siempre, de ser seres sin origen ni en el tiempo ni en el espacio. Y en cuanto al futuro, ¿a quién le importa?
Se puede seguir especulando y postular que Bolsonaro es alguien que promete actuar en el puro presente, discriminación y balas para terminar de una vez por todas con los problemas más urgentes. A diferencia de otros fascismos no hay dignidades nacionales a recuperar, no hay destinos de grandeza en el horizonte. La comparación con Trump muestra las diferencias entre desarrollo y subdesarrollo, con el norteamericano se trata de que los estadounidenses se pongan de pie y ocupen el lugar que les corresponde en el mundo. Bolsonaro es meta bala para terminar con los chorros, poner fin a confusiones sociales y raciales, que todo quede claro, que se sepa bien de qué lado está la ley y que la ley marque la diferencia entre quienes merecen vivir y a quienes les corresponde morir.
Los anarquistas (aunque no fueron los únicos) se preguntaban por qué las personas obedecen y no se entregan de lleno a la libertad. En este lado del mundo, la libertad goza de buena prensa, se le dedican canciones y se la representa como una bella mujer con las tetas al aire. El ideal de una vida, como decía Bakunin (al margen, habría que volver un rato a los anarquistas, hay allí paradojas y preguntas interesantes), sin dios ni amo. Que seamos artífices de nuestro propio destino, que nadie nos diga lo que tenemos que hacer. Finalmente, la lucha por el aborto legal se sintetiza en la consigna de la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo. Es tan fuerte el valor que se le adjudica a la libertad que se cree que es algo valioso para todo el mundo. Y cuando aparece un fenómeno como el de Bolsonaro (aunque pierda en segunda vuelta, no es una realidad a soslayar) se muestra que esto no es tan así, ni ahí.
Aquí llega el momento de las reflexiones amargas: tal vez para mucha gente la obediencia sea un valor que esté por encima de muchos otros, incluso de la libertad y de la justicia. Que el orden y las órdenes deben ser lo principal. Que el fascismo es un destino posible y que todavía no sabemos muy bien cómo evitarlo. Mientras tanto, no podemos dejar de mirar fotos.