Las derechas no hacen revoluciones, utilizan a sus efectivos en el Estado y en el poder económico para organizar sus desafíos institucionales. Esto es una obviedad historiográfica y una experiencia española, y es evidente también en Brasil.
- El golpismo de ultraderecha es hoy la mayor amenaza contra la democracia liberal. Algunos lo llevamos diciendo mucho tiempo. En noviembre de 2020, viajé como vicepresidente a Bolivia para asistir a la toma de posesión de Lucho Arce como presidente del país. Arce ganó las elecciones celebradas un año después de un golpe de Estado contra Evo Morales que fue ignorado y legitimado por muchos países supuestamente democráticos. Compraron un relato mediático que se demostró falso sobre un supuesto fraude electoral. Allí, junto al propio Arce, junto al presidente de Argentina y junto a José Luís Rodríguez Zapatero, ayudé a impulsar una declaración (la Declaración de La Paz) que señalaba a la ultraderecha como la mayor amenaza contra la democracia en América y Europa. La declaración fue firmada por presidentes, expresidentes y líderes políticos de ambos continentes. La derecha mediática española se burló de la declaración, la progresía mediática la ignoró y el PSOE se desentendió de la misma a pesar de que la firmaba Zapatero.
- Los golpes de Estado siempre proceden de sectores y poderes del Estado. Esto es una obviedad académica para cualquier científico social, a tenor no sólo de la experiencia histórica sino de la propia organización del poder. Un desafío al orden institucional desde fuera de las instituciones se define como una revolución, mientras que si el desafío se produce desde dentro estamos ante un golpe. No está de más recordarlo en estos tiempos. Las derechas no hacen revoluciones, sino que utilizan a sus efectivos en el Estado (militares, jueces, policías, altos funcionarios…) y en el poder económico para organizar sus desafíos institucionales. Esto es también una obviedad historiográfica y una experiencia española, y es evidente también en Brasil.
- En la época actual, los poderes mediáticos son el poder golpista por excelencia. El crecimiento político de la ultraderecha es básicamente el resultado de la acción ideológica de una derecha mediática que ha normalizado la mentira y las fake news como instrumentos políticos. Esto es así en EE.UU., en Brasil, en España y en todas partes. Los fascistas más peligrosos no son los que llevan pistola, sino los que dirigen programas de televisión.
- El fascismo debe combatirse con el código penal y debe reprimirse, pero no basta con eso. La defensa de la democracia es, ante todo, un combate ideológico para el que son imprescindibles dispositivos ideológicos y culturales. Entre ellos, los más importantes son los dispositivos mediáticos. Si los demócratas no se rearman con instrumentos mediáticos, el antifascismo será derrotado.
- La ultraderechización de la derecha es una realidad en muchos países de América Latina, en EE.UU. y también en muchos países europeos. En el caso español, el surgimiento de Podemos y el auge del independentismo catalán provocaron un movimiento reaccionario de radicalización de la derecha que, viendo amenazada la estructura de poder del sistema del 78, ha asumido sin complejos una defensa del orden por encima de los resultados electorales. La articulación de esa defensa del orden pasa por el compromiso ideológico de elementos situados en posiciones estratégicas en los poderes mediático, judicial y militar-policial.
- La monarquía española es hoy en España el pegamento ideológico del golpismo. Representa la unidad de España y, en tanto que encarna la jefatura del Estado como pieza determinante en nuestro sistema político, representa la mejor opción para dar apariencia de constitucionalidad a cualquier pronunciamiento golpista. Los “viva el rey” de los jerarcas del poder judicial, de los líderes políticos de la derecha y de la ultraderecha, y el furor monárquico de los periodistas más poderosos dejan muy claro que el proyecto político de la ultraderecha golpista es la monarquía.
FUENTE: CTXT. Contexto y Acción.