Italia tiene un nuevo gobierno, con el mismo primer ministro pero con una composición que parece estar en las antípodas del anterior. ¿Cómo se llegó a un cambio tan repentino en medio del verano europeo, dejando momentáneamente fuera de juego el político que mejor había aprovechado sus características ambiguas, el “capitán” Matteo Salvini?
Italia tiene un nuevo gobierno. Su primer ministro es, como en el anterior, el profesor universitario Giuseppe Conte. Sólo han cambiado los aliados políticos que lo integran . Hasta hace un mes el gobierno estaba formado por la alianza entre el Movimento 5 Stelle (M5S) y la Lega, Salvini Premier, dos agrupaciones identificadas contra el establishment y los llamados “poderes fuertes” del sistema. Ahora por el M5S y el Partido Democrático (PD), en las antítesis ideológicas de la Lega.
En primera instancia, esta nueva alianza se presenta como un “matrimonio por convenienza”, unido más por el espanto que les provocaría el resultado de eventuales nuevas elecciones que por una afinidad política que hasta ahora nunca existió. Lo cierto es que el nuevo gobierno, compuesto por 21 ministros divididos casi mitad por mitad entre los dos aliados, pudo rápidamente nacer y hasta jurar delante del Presidente de la República, Sergio Mattarella. La semana próxima irá a las cámaras, a pedir el voto de confianza.
Por ahora, las señales del llamado “sistema”, tan combatido por los protagonistas precedentes, se inclinan por apoyar a la nueva criatura política. No sólo cuenta con el auspicio del inefable Donald Thrump quien no escatimó su endorsmend al proyecto Conte bis, ahora en acto. Por su parte, la nueva directora de la Banca Central Europea (BCE), Christine Lagarde, tampoco ahorró elogios al nuevo ministro de Economía, Roberto Gualtieri, un parlamentario europeo del PD. El mismo estado de ánimo favorable se expande por las cancillerías europeas más poderosas. Y por si quedaran duda, los “anónimos” mercados también reaccionaron positivamente. El spread, la diferencia de rendimiento entre los titulos de la deuda pública alemanes e italianos , se redujo vertiginosamente.
¿Cómo se llegó a un cambio tan repentino en la composición del gobierno, en medio del verano europeo, dejando momentáneamente fuera de juego el político que mejor habìa aprovechado sus características ambiguas, el “capitán” Matteo Salvini?
La jugada del Capitán
Matteo Salvini, el “Capitán” creyó que se encontraba en un callejón sin salida y decidió redoblar la apuesta. Lo esperaba un otoño en el cual el gobierno tendría que llegar a definiciones importantes. ¿Era el momento de romper los márgenes estrechos que le fijaba la Comisión Europea, desbordar el déficit, bajar la imposición a las clases medio altas al mejor estilo neoliberal, embarcarse en la delineación de mayor autonomía a las regiones favoreciendo al “Norte productivo”, avanzar en las obras públicas sin reparos en las condiciones ambientales, como él hubiera querido? ¿O había que respetar los acuerdos del año precedente con las instituciones europeas, bajar el déficit fiscal y evitar el aumento del IVA al 23 por ciento, contratando el mal menor con sus socios en el gobierno?
Durante el verano, el Capitán Salvini había hecho uso y abuso de sus capacidades carismático comunicativas, sin descansar un minuto, es más convirtiendo sus “vacaciones” en terreno de proselitismo permanente. Durante el día, se lo podía ver en una playa con el torso desnudo, mal bronceado, bailando con una admiradora, prestándose generosamente a selfies con quien se lo pidiera. A la tardecita, con una “birra” en mano cantando con un grupo de muchachotes. Y más tarde, en comicios en las localidades balneares , ahora con un rosario entre los dedos, lanzaba dardos envenenados contra la pasividad del gobierno. El mismo Poder Ejecutivo desde el cual impuso su política antiinmigrantes y anti derechos civiles desde el Ministerio del Interior.
Un par de meses antes, en las elecciones europeas, su agrupación , la “Lega, Salvini premier” se había transformado en el primer partido por número de votos. El líder había convertido un movimiento regional, la“ Lega Nord ” con el 4 por ciento de los votos apenas cinco años atrás, en un partido nacional, soberanista, con creciente y notable consenso entre la población. Su consigna: “Primero los italianos”, había encontrado el beneplácito de los sectores populares golpeados por años de políticas de austeridad y convertidos en un fértil terreno para su constante pregonar contra la “invasión extracomunitaria” y los supuestos privilegios que los nuevos inmigrantes estarían recibiendo. No era ni más ni menos que la promoción de la vieja “guerra entre pobres”, con claras connotaciones raciales tan en boga en las derechas europeas contemporáneas.
Su acción gubernamental tuvo dos grandes ejes, una política llamada “de seguridad” basada en la restricción casi absoluta al ingreso de nuevos extranjeros que a su vez aumentó las medidas represivas contra las manifestaciones públicas y dio más poder discrecional a las fuerzas del órden. Pero sobre todo en una flexibilización de la Ley de Jubilaciones que introdujo la llamada “cuota 100”, o sea, redujo el requisito para alcanzar el beneficio a 62 años de edad y 38 de aportes.
Si con estas ideas en ciernes en las elecciones parlamentarias del 2018 logró más del 17 por ciento de los votos , en apenas 16 meses de participación en el gobierno pudo llegar al 32 por ciento obtenido en las elecciones europeas de junio 2019. Y no sólo. Su movimiento, aliado con el centro derecha de Berlusconi y la derecha oltrancista de Giorgia Meloni, ganó las más importantes elecciones regionales efectuadas durante el año. Un avance creciente desde el Norte hacia el Centro de Italia, metiendo un pie adentro de un lugar hasta entonces políticamente prohibitivo para los “nordistas”, el “Meridione Italiano”.
Con ese panorama más que favorable, el “capitán” creyó que era el momento justo de hacer su jugada decisiva, retirar la confianza al primer ministro Giuseppe Conte, disolver el Parlamento y llamar a elecciones. El viento de las encuestas lo favorecía notablemente.
Por el lado de la oposición, no veía tampoco grandes peligros. El Partido Democrático estaba en una fase de transición. El fracaso de su homólogo Matteo Renzi en el gobierno había sido de tal magnitud que había perdido más de la mitad de los votos. La nueva dirección de Nicola Zingaretti (hermano de Luca, el protagonista de la serie televisiva “Montalbano”) se encontraba con grandes dificultades para retomar las riendas del partido. La mayoría de los diputados y senadores respondían todavía al ex premier Renzi. Entre éste y los Cinque Stelle nunca hubo acuerdos posibles, ni en la génesis del Movimento , bautizado por las aguas de la antipolítica, el antisindicalismo y la lucha contra los supuestos privilegios de quienes habían hecho de estas actividades una profesión, ni en las acciones posteriores.
Consciente de que había explotado al máximo su condición de partner necesario, entendió que había llegado la hora de transformar su mayoría en las encuestas en una mayoría parlamentaria y tentó el golpe de gracia al gobierno. “Es imposible seguir soportando obstáculos a nuestras propuestas. Para concretarlas, necesito plenos poderes”. Fue un 8 de agosto, en pleno verano europeo. “Quiero que el 14 de agosto se reúna el Senado, para discutir un temario que incluya el voto de desconfianza al gobierno Conte ”. Llamar al Senado, un 14 de agosto no fue una acción inteligente. Eran las vísperas de uno de los feriados más sentidos y vividos por milenios, en Italia, el Ferragosto de los romanos, la Asunción de María de los católicos. Esa convocatoria, era en sí misma, una blasfemia, un oltraje a las “rituales buenas costumbres sacras y profanas”. Y por si fuera poco, no faltó la provocación explícita. “No importa si están de vacaciones, que los senadores muevan el culo (sic) y vengan a Roma”.
Con estos presupuestos, la sesión no podía dar los resultados esperados. Los senadores, herederos de un “savoir faire” trasmitido durante generaciones de practicas parlamentarias, durante la sesión simplemente postergaron el llamado a Conte al 20 de agosto. ¿Qué cambiaría, si después de todo es sólo una semana después? La novedad es que por primera vez, M5S y el PD votaron juntos. Y otros vientos empezaban a soplar. En ese momento el “capitán” intuyó que estaba perdiendo poder de fuego y que algunas ondas presagiaban movimientos mayores en el calmo mar de verano que él mismo había agitado. Y por primera vez, vaciló.
El contra ataque del profesor
El profesor de Derecho, Giuseppe Conte, un personaje políticamente desconocido hasta la primavera del 2018, fue el primer ministro designado entonces por la “extraña pareja” Lega-M5S. Conciente de que el poder de decisión de su gobierno residía más en los acuerdos políticos que no dependían de él, apareció como una figura de menor jerarquía, no obstante su cargo. Sin poder de fuego, ni parlamentarios que lo siguieran, en sus apariciones públicas se lo veía extraño a la fluidez oratoria de los dos líderes de los partidos gobernantes, poco enérgico y casi titubeante. Y así se mantuvo, salvo en algunas ocasiones en que la contratación entre las partes exigían su tímida labor de mediación.
Llegado el 20 de agosto, capitán Salvini notó que las olas estaban creciendo más allá de lo previsto, dio un paso al costado y no presentó su anunciada moción de desconfianza al gobierno, esperando el temporal que se ya se insinuaba. Inesperadamente, el profesor Conte contra atacó . Se presentó al Senado con un discurso de ruptura con la Lega de Salvini. “Si quien, paseando de playa en playa, promovió esta situación, no tiene el coraje de llegar hasta el final, el coraje lo tengo yo. Me presentaré delante del Presidente de la Republica con mi renuncia”. Antes de que terminara la sesión, Salvini se retiró del aula para hablar con los periodistas y proponer a los “5 Stelle” un nuevo pacto de gobierno. Era tarde. El Capitán no dominaba más su nave, tenía que arrear banderas. Mientras , detrás de los televisores, millones de espectatores veían el nacimiento de un nuevo líder , el profesor Giuseppe Conte. En un panorama tan pobre de personajes calificados, un político que articulaba frases completas, demostraba conocer y adherir a los procedimientos institucionales, parecía “maná del cielo”.
El espectador participante
El andamiaje institucional creado por los fundadores de la Repubblica Italiana es complejo, con pesos y contrapesos que los constitucionalistas de la post guerra impusieron para tratar de evitar fuertes liderazgos personales, como el vivido durante el veinteño fascista.
El Presidente tiene pocas competencias durante la gestión ordinaria, pero su rol se agiganta en caso de crisis. El mecanismo para elegir un gobierno en Italia incluye una serie de procedimientos casi rituales. Sergio Mattarella, un ex demócrata cristiano, esos mecanismos, las potencialidades y los límites de su rol, los conoce muy bien . Y los hace valer. Ya en el 2018, cuando se estaba formando el gobierno Lega-M5S, desaprobó el nombramiento de Paolo Savona, propuesto por la Lega, como ministro de Economía porque el prestigioso economista habí investigado sobre las posibles consecuencias de una ruptura con la Unión Europea. Bien, ésa es otra función del presidente, hacer respetar los tratados internacionales que Italia ha firmado. No sólo con la Unión Europea, también en política internacional, por ejemplo con la Alianza Atlántica (Otan), de la cual Italia está sembrada de bases, algunas con cabezas nucleares, en sus aviones de guerra.
Llegado Conte con su renuncia a Matarella, éste inició la consultas de rigor con los diversos partidos y movimientos políticos. La primera cosa para discernir era aparentemente simple, en realidad no tanto. “ ¿Existe la posibilidad de formar un gobierno que tenga una mayoría en el Parlamento? Si es así, traiganme una propuesta en una semana. Si no existe esa posibilidad, llamo a elecciones inmediatamente”.
La formación de un gobierno era imperiosa. Había que aprobar la Ley del Presupuesto para no ir a una gestión provisoria de las cuentas del Estado, pero sobre todo para encontrar fondos que evitaran el aumento del IVA, como indicaban las clausulas de salvaguardia acordadas con la UE. Por eso, la disyuntiva era clara, o gobierno o elecciones para formar un gobierno inmediatamente.
El M5S, con una fuerte primera minoría en el Parlamento que perdería en caso de elecciones, haría de todo para obstaculizar esa perspectiva. ¿Y con quien podría aliarse? Nada menos que con el viejo enemigo, el centro de todos sus furibundos ataques, el odiado Partido Democrático. Por su parte, éste encontraba una oportunidad única para pasar de la oposición a todo lo que proponía el gobierno, a ser protagonistas, de su gestión. Por otro lado, el previsto resultado de las elecciones asegurarían un poder duradero a los soberanistas y a la derecha extrema. No sólo podrían tener una mayoría absoluta en el Parlamento, con ella podrían elegir el futuro Presidente de la República y dos miembros vacantes de la Corte Constitucional. El buen sentido indicaba que había que hacer los esfuezos necesarios para alumbrar un gobierno con el M5S.
De la extraña pareja al matrimonio por conveniencia
Nos habíamos odiado tanto, tendrían que decir los dirigentes de la nueva alianza de gobierno. El proceso institucional de instalación de un nuevo gobierno tiene sus viejos ritos. El M5S ha también hecho valer el suyo, el voto on line a favor o en contra del nuevo acuerdo de gobierno en un sitio llamado “plataforma Rosseau”. El sistema, que podría ser una novedosa forma de participación, llega a exacerbar a sus detractores porque tiene ligado a un hilo el destino del país después de que sus dirigentes han tratado y contratado con otras fuerzas políticas acuerdos importantes. Y, lo que no es menos significativo, tuvo en vilo al mismo Presidente, hasta el último momento. Por supuesto el acuerdo fue aprobado con casi el 80 por ciento de los votos on line.
Así está naciendo este nuevo gobierno , producto de un matrimonio por conveniencia entre el M5S y el Pd, en un contexto económico casi recesivo y con la mayoría de la población inclinada hacia las propuestas de un centro derecha ahora en la oposición. ¿El programa? Todavia no se conoce en su totalidad. Sería motivo para otras reflexiones. Por ahora, el juego del verano parece llegado a otro nivel y Salvini momentáneamente game over, agazapado como una fiera para dar su sarpazo o para disparar su cañón de Capitán.
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