En Chile crece velozmente el número de casos de COVID-19. Expertos habían advertido la falta de camas en terapia intensiva. Mientras el gobierno reacciona, los más afectados gritan: “Si no nos mata el virus, nos mata el hambre”.

La propagación del coronavirus siguió marcando récords en Chile: este 25 de mayo se registraron 4.895 casos en las últimas 24 horas, con lo que llega a un total de 73.997 enfermos, mientras que se reportaron 43 nuevos decesos, elevando el cómputo de fallecidos a 761.

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, reconoció el 23 de mayo que “es verdad que el coronavirus ha puesto el sistema de salud chileno muy cerca del límite, con unidades de cuidados intensivos ocupadas en un 85%”, y hospitales trabajando a su máxima capacidad. Piñera contó además, que “ayer escuchaba a algunos especialistas que decían que el sistema de salud está muy demandado, muy estresado”.

Una alerta oficial que, en realidad, hace 15 días había sido lanzada por uno de los más renombrados intensivistas de Chile, cuando, ya el 8 de mayo, el médico Alejandro Bruhn Cruz, jefe del Departamento de Medicina Intensiva de la Universidad Católica, advirtió públicamente que “el sistema de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) podría colapsar en las próximas dos semanas. En ese momento, Bruhn dijo que la capacidad pública para recibir pacientes UCI estaba ya “al borde de llegar a su total”.

Según Alejandro Bruhn, también presidente del Comité de Ventilación Mecánica, “la situación de preocupación se concentra en la Región Metropolitana, particularmente en la red pública, donde en muchos servicios de salud ya existe una ocupación casi completa de la capacidad para recibir pacientes en UCI, y los otros servicios se encuentran sobre el 80%”. Bruhn, especialista de la Universidad Libre de Bruselas, advirtió muy temprano que “si el aumento de pacientes que requieren respiración mecánica persiste más allá de dos o tres semanas, vamos a enfrentar una situación de riesgo de colapso del sistema intensivo nacional”. Justamente lo que está sucediendo hoy.

“La curva se mantiene”

Por su parte, Jaime Mañalich, ministro de Salud de Chile, comentó este 25 de mayo a través de la plataforma virtual Periscope que “cuando vemos la situación epidemiológica de los fallecidos, se ha mantenido la curva: adultos mayores enfermos crónicos”. El político dijo esto en el marco de una rueda de prensa para presentar la llegada de 60 nuevos respiradores comprados a China con dinero “donado” por la industria privada. Mañalich prometió además, “reconvertir 400 camas para la atención de pacientes graves”. Esto quiere decir que este número de camas para pacientes con otras enfermedades serán reservadas para casos de COVID-19.  El número de pacientes en UCI ascendían a la fecha en Chile a 1.135, de los cuales 989 reciben respiración mecánica, y 220 permanecen en estado crítico, según dicho ministerio.

Al momento, no quedaba claro en Chile si camas del sistema público han sido tomadas por el sistema privado o alquiladas a este. Según la gerente general de Clínicas de Chile (asociación del sector privado de salud), Ana María Albornoz, a CNN Chile, “se han incorporado 336 camas UCI a la red asistencial”. DW buscó contactar a los ejecutivos de Clínicas de Chile para aclarar la situación de si se ha generado un desequilibrio o no entre intereses privados y públicos, pero aún no ha obtenido respuesta.

Santiago es el epicentro

La capital chilena -con 8 millones de habitantes, y bajo cuarentena absoluta por segunda semana consecutiva- es el principal foco de la pandemia en el país. Santiago entró a esta última semana de mayo con el 94% de sus camas intensivas ocupadas. El gobierno ha buscado descongestionar sus hospitales trasladando a otras ciudades en helicópteros y aviones militares a cerca de una veintena de personas.

En Chile, un país de 18 millones de habitantes, existen alrededor de 38.000 camas de atención médica, y se planeaba incrementar al menos 4.000 más, para lo cual las autoridades sanitarias anunciaron la instalación de cinco hospitales de campaña y ordenaron a las clínicas privadas aumentar su capacidad a más de 600 camas hasta el 15 de junio.

Menos camas, cero trabajo, más hambre

Pero en Chile, como en varios países de América Latina, la cuarentena ha golpeado especialmente a los más pobres, a los que solo podían comer porque salían a trabajar a la calle cada día, o cada noche. Mientras en Chile quedan cada vez menos camas, el hambre ha crecido en los hogares. Y con el hambre, el descontento.

“Prefiero morir de COVID-19 que de hambre” o “Si no nos mata el virus, nos mata el hambre”, decían este lunes en Santiago manifestantes que levantaron barricadas con neumáticos y basura para cortar el tráfico, mientras que otros golpearon cacerolas. “Nosotros no podemos encerrarnos como en Oriente (la zona más rica de Santiago); ellos tienen sus neveras llenas, sus congeladores con carne, nosotros vivimos al día”, dijo una mujer al canal local 24 horas.

Según las autoridades, “desde el 22 de mayo se están distribuyendo 2,5 millones de cajas de víveres y se está entregando un bono de ingreso familiar de hasta 420 dólares, que beneficiará a 4,9 millones de personas”.

Vida o muerte

Por último, el dilema de a quién salvar o a quién no se hace cada vez más presente en Chile. En un documento sobre “Lineamientos éticos en la atención de pacientes en una situación de pandemia”, Ignacio Sánchez, miembro de la Mesa Social COVID-19, advierte que “se ha presentado el problema de la escasez de recursos denominándose el ‘dilema de la última cama’, lo que no debiera llevar a confusión, ya que la asignación de los recursos deberá realizarse de acuerdo con prioridades clínicas objetivas, de acuerdo con la valoración de especialistas, según la situación del momento, y de acuerdo  con  el pronóstico de recuperación de cada paciente”. Una decisión que, además, según Sánchez, debe tomarse “tras la consulta de los Comités de Ética”. En Chile, de acuerdo al documento, se deben tener en cuenta “los factores de riesgo del paciente: las enfermedades crónicas de base, su edad y su pronóstico de recuperación”.

Pero la Mesa Social COVID-19 también destaca que “tanto como nos preocupa quien utilizará esa ‘última cama’, nos debe preocupar quien no la ocupará”. Por lo que insiste “en que en los casos de pacientes con severas condiciones y enfermedades de base y en pacientes terminales, indicaciones tales como medidas paliativas integrales, y el acompañamiento psicológico y espiritual, son clave dentro de la evolución clínica probable y esperada hacia una muerte digna y en compañía de sus familiares y seres queridos”.

Fuente: Deutsche Welle

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