Desde algunos intelectuales hasta cuadros del Mossad hace tiempo se emitió una alerta: el Estado de Israel corre riesgos de guerra civil y autodestrucción. Ya no por los conflictos con los palestinos o los países árabes, como por la influencia creciente de las comunidades ultraortodoxas… que viven a costa del Estado.
Hace pocas semanas, durante los primeros días de junio, un título provocador y llamativo interpelaba desde un sitio de noticias internacionales: “¿Se dirige Israel hacia una inevitable guerra civil?”. Entrando en la lectura del artículo se podía comprobar que la inspiración del título no provenía del amarillismo periodístico o la exageración sino de columnistas israelíes y de un ex jefe del Mossad (agencia de inteligencia israelí) que lo plantean y lo escriben en medios de comunicación.
Antes de buscar las explicaciones y argumentos para caracterizar la situación de Israel como de “inevitable guerra civil”, deberíamos desgranar un poco cómo se constituyó ese Estado, cuáles fueron y son sus conflictos permanentes y por qué hoy eso que nosotros llamaremos “choque cultural” amenaza su existencia.
(Por cierto, también debemos decir que no nos corresponde la autoría de dicho término -choque cultural- sino que forma parte del título de una tesis de grado de Coleta Múgica Lecuona para la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Madrid, trabajo que fue elaborado en el año 2021.)
Un poco de historia moderna
El Estado de Israel se funda en 1948, tres años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, en la que seis millones de judíos fueron asesinados bajo el terror nazi, por una decisión de Naciones Unidas que había “recibido” el territorio de Palestina que hasta entonces estaba bajo mandato británico.
El movimiento sionista, que existía al menos desde el siglo XIX, aseguraba que los judíos, para dejar de ser perseguidos, debían tener su propio Estado. Palestina fue entonces cedida al sionismo para que instalara allí el Estado de Israel. Huelga decirlo, no eran tierras sin población. Pero eso es historia conocida y no es objeto de este artículo.
Al instalarse el Estado de Israel en Oriente Medio, no se propuso seguir un modelo en esa región sino proponer un modelo de gestión de gobierno, y ese modelo fue la democracia. Fue así como se instaló en esa región de Oriente Medio un modelo de democracia en medio de países que por lo general tenían regímenes políticos más parecidos a la autocracia.
Las guerras desatadas por los países árabes contra Israel y la posterior derrota que sufrieron pusieron de manifiesto que no sería fácil sacar por la fuerza a un Estado que se había instalado con la presión de la comunidad de naciones.
La Guerra de los Seis Días de 1967 –otro intento de los países árabes de recuperar el territorio palestino– volvió a poner de manifiesto la superioridad militar de Israel y le facilitó, al mismo tiempo, la anexión de más territorio.
Estas guerras, que son sólo algunas de las muchas que azotaron la región y que tuvieron a Israel como protagonista, fueron la excusa de Israel para apoderarse del territorio que aún controla. Con el surgimiento de la OLP como una organización de masas y del terrorismo como método, Israel se embarca en otro tipo de guerra, librada sobre todo por sus organizaciones de inteligencia, para tratar de contrarrestar los ataques terroristas de organizaciones como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
¿De las guerras a la autodestrucción?
Ahora bien, instalado el Estado de Israel y a más de 70 años de trabajar para convertirse en un país líder en muchos aspectos, como la tecnología, ¿por qué algunos pensadores e intelectuales israelíes están convencidos de que ese país se encamina a la autodestrucción? ¿Exageran? Veamos.
Vamos a esbozar tres citas diferentes sobre el mismo tema y luego trataremos de arribar a alguna conclusión.
“Si el estado judío no se desprende del nacionalismo y la religión tal como la está aplicando, es muy probable que más pronto que tarde alcance su ruina” (Eugenio García Gascón, publico.es).
“La polarización no es entre una concepción socialista y una capitalista, ni entre liberales y conservadores, o entre izquierda y derecha, como comúnmente se piensa. La polarización real, deliberadamente oculta, tiene sus raíces en la concepción básica de la esencia del estado judío” (Tamir Pardo, ex director del Mossad, en Ynet Español, ynetespanol.com)
“La lucha religiosa o étnica entre judíos y árabes es sólo el acto de calentamiento para el conflicto violento que se está gestando entre judíos” (Zvi Bar’el, haaretz.com)
Entonces, según estos analistas, es sólo cuestión de tiempo el momento en que haga eclosión en Israel ese choque cultural que se instauró desde el mismo momento en que los judíos, en su expresión sionista, decidieron construir su Estado.
Entonces, el conflicto en Israel no es solamente su irresuelto problema territorial con los palestinos, sino el que también tiene hacia adentro con el poderoso movimiento ultraortodoxo. ¿Por qué los haredíes son poderosos si sólo son un movimiento religioso? Es que ese movimiento nunca fue sionista, los ultraortodoxos no promovieron el Estado de Israel ni estuvieron de acuerdo con su instalación. Ellos sostienen que muchos judíos vivían allí mucho antes de que el sionismo decidiera representar a todos los judíos. Es más, piensan que el Estado secular les arrebató sus leyes y sus tradiciones y les instauró otras que ellos rechazan, como el servicio militar.
Una investigación realizada para una tesis de grado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Madrid por Coleta Múgica Lecuona (2021) señala, entre otras cosas, que la mayoría de la sociedad israelí considera que la minoría haredí es la que menos contribuye a la pujante economía israelí. La sociedad israelí considera a los judíos ultraortodoxos una carga financiera y social por dos hechos fundamentales: rechazan el servicio militar y muchos de ellos se dedican tiempo completo al estudio de la Torá. Es decir, no participan (o lo hacen minoritariamente) en el mercado laboral.
El problema está, según la investigadora, en que los haredíes son minoría, pero una minoría en constante crecimiento, con actividad política, que participan desde hace años, con condicionamientos, en todos los gobiernos israelíes. Cada sector que acuerda con ellos debe comprometerse a no cambiar su estilo de vida, es decir, no pueden obligarlos a hacer el servicio militar y deben subvencionarlos para que no trabajen.
La influencia ultraortodoxa es cada vez mayor en Israel, y ese conflicto está aún muy lejos de solucionarse. Para colmo, según la misma investigación, los haredíes han tenido históricamente buena relación con los árabes y con los palestinos.
Y no sólo eso: algunos de ellos hasta tienen relación con el archienemigo regional de Israel: Irán. En suma, el tema es muy complejo, comenzaron a alzarse las voces dentro de Israel que alertan sobre este problema. Pero no son escuchados. Los partidos de centroizquierda y de izquierda han perdido su inserción en la sociedad, los gobiernos israelíes que se conforman en el complejo entramado parlamentarista van del centro a la derecha, y todos deben pactar con los ultraortodoxos para conseguir los votos en la Knesset (Parlamento) que les permita gobernar.
¿Podrá Israel resolver esta contradicción histórica? No se puede decir que el pueblo judío no se ha sobrepuesto a las adversidades, y aun ha resistido el aniquilamiento, pero, ¿podrá el estado judío resolver un choque cultural que amenaza su existencia? Los años venideros serán prósperos económicamente y a la vez difíciles socialmente para Israel. Pero, además, esos años tendrán la respuesta a nuestra pregunta.
N. del E. Para leer algo más sobre el tema ver: “Shtisel, un mundo de mierda”, nota publicada por Socompa en mayo de 2021 e inspirada en la serie Shtisel.