Más recuerdos y vivencias de argentos que vivieron –en este caso hasta hace muy pocos años- en Barcelona. Un modo indirecto de entender qué sucede en Cataluña. (Foto de portada: Manel Armengol, 1976).
Escribo esto después de haber leído lo escrito por mi primo, Eduardo Blaustein. También leí lo que escribieron Andy (Eherenhaus) y Raúl (Carlevaro) hace unos días.
Viví más de la mitad de mi vida en Barcelona, allí estudié toda la carrera, desarrollé la mayor parte de mi andadura profesional, me hice adulta y VOTÉ POR PRIMERA VEZ!!!! (y muchas veces). También en Barcelona estudiaron mis hijos desde el parvulari (jardín de infantes) hasta terminar la educación primaria, aunque ninguno de los dos nació allí (circunstancias que no vienen al caso).
Soy bilingüe en catalán, tengo nacionalidad española (por residencia, no por familia) al igual que mis hijos, simplemente por ser hijos de madre española.
Llegué a Barcelona un poco más tarde que otros sudacas, a principios de 1977. Comparada con la Buenos Aires de entonces, me pareció una ciudad provinciana y gris, pero incomparablemente mejor que Madrid, tan franquista todavía.
Las primeras semanas estuvimos (con mi “novio” también exiliado) en casa de Gaby y el Paraguayo en su piso (departamento) de la calle Bonaplata (barrio de Sarriá) hasta que tuvimos la “suerte” de encontrar un minipiso en Las Ramblas (lo alquilamos porque era casi nuevo y tenía las paredes blancas en lugar de esos horrorosos empapelados que veíamos en todas partes) aunque más tarde se transformó en una “desgracia”.
En esa época, recién salidos de 40 años de franquismo, había manifestaciones un día sí y otro también y todas se desarrollaban en Las Ramblas, que era la arteria principal de la ciudad antes de transformarse en un paseo turístico al que los “barceloneses” dejamos de ir. Era allí donde pasaba (casi) todo.
Una de las manifestaciones más frecuentes era para pedir la libertad de los presos vascos, especialmente de un tal Apala (por Apalategui) e, invariablemente, había carga de los “maderos”, que era como se conocía a la policía por sus uniformes marrones. Y yo, que venía de la represión argentina, estaba aterrorizada (¿stress post traumático?). Tan es así que una vez me quedé paralizada y me tuvieron que agarrar de los brazos entre Eduardo (mi novio) y Daniel (un amigo que vivía en Madrid y estaba de visita) para que no me llevaran los polis.
Empecé a trabajar rápidamente en un pequeño taller textil como administrativa y para llevar la pequeña contabilidad (ventajas de haber estudiado en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini) mientras preparábamos (unos cuántos) el ingreso para extranjeros a la Universidad de Barcelona y empezábamos a tramitar nuestra “permanencia” –esa era la figura legal- como estudiantes.
Nos pedían que tuviéramos una cuenta bancaria que pudiera justificar nuestra manutención ya que no teníamos permiso para trabajar (nos ponían en el pasaporte un sello inmenso que decía “PROHIBIDO TRABAJAR EN ESPAÑA”). Igual algunos trabajábamos en negro y teníamos una especie de fondo común que se iba pasando de una cuenta a otra cuando tocaba renovar la permanencia. Esto era parte de la picaresca, los catalanes nos parecían al principio taaaan boludos. Esa picaresca nos fue creando mala fama ya que algunos se iban de los pisos alquilados llevándose muebles, dejando facturas alucinantes de teléfonos o de otros servicios, en fin, no siempre nos quisieron como ahora.
Podría seguir con miles de recuerdos de esa Barcelona que se fue modernizando a pasos agigantados, mucho más rápido que el resto del país. Y nosotros, los que nos quedamos durante mucho tiempo nos fuimos integrando y formando parte del paisaje. Aunque nunca nos sentimos “catalanes” ni identificados con el nacionalismo. Y esto nos pasaba (creo) a la mayoría de extranjeros y de españoles no catalanes que vivían en Barcelona, los xarnegos (o charnegos). La nueva generación ya es otra cosa.
Los catalanes siempre se sintieron diferentes, siempre fueron antifranquistas (a excepción de la alta burguesía que hacía negocios a cuatro manos y se negaba a hablar catalán) y mantuvieron el uso de su lengua a pesar de 40 años de prohibición, simplemente hablándola.
Así la aprendimos nosotros. Yo tuve clases en catalán y en castellano durante toda la carrera, según quien fuera el profesor, y a nadie le parecía extraño. Trabajé en varios lugares y nunca me sentí discriminada por ser argentina. Incluso en el hospital donde trabajé los últimos nueve años de mi vida en Barcelona había mucha gente que ni siquiera sabía que lo era (hasta que decidí volver al país donde nací por temas familiares) ya que siempre nos comunicábamos en catalán.
Estoy de acuerdo con lo que escribió en Socompa Raúl Carlevaro: “no hay solo utilización política desde arriba sino un movimiento social y cultural venido de abajo y hace tiempo”. Pero también con Eduardo en que “siempre y seguramente hasta hoy, entre esa derecha catalana y Madrid hubo un duelo de tahúres, de burguesías especuladoras. Y que ese duelo de tahúres algún peso debe tener en lo que está pasando hoy en Cataluña.”
Hace unos días un gran amigo me envió el siguiente texto: “La verdadera razón por la que la antigua CiU (Convergencia i Unió, la derecha tradicional catalana) tiene tanta prisa por la independencia es porque con el final del secreto bancario de Andorra se reportarán a partir de 2018 todos los datos fiscales a los gobiernos de países de la UE, con lo que saldrá a la luz la ingente cantidad de dinero que la oligarquía catalana ha robado durante más de 30 años (lo que ha salido de Pujol es sólo un aperitivo). Constituyendo un país propio huirían de la justicia española. En los últimos meses la Generalitat ha ingresado en bancos suizos 33.000 millones de euros para el mantenimiento de una república catalana durante los próximos tres años.”
Todo esto es muy complicado. Pero no hay nada que justifique la represión ni el discurso casi fascista del ahora barbado Felipe quien ni siquiera tuvo la mínima decencia de pedir disculpas por los heridos durante la represión desatada el día de la votación por la independencia y se alineó absolutamente con Mariano Rajoy.
Como sudaca-catalana, estoy con los que dicen:
¡RAJOY DIMISIÓN!
¡FUERA LA MONARQUÍA!