Robert Oppenheimer –sobre quien trata esta nota y el film de Christoper Nolan- terminó su carrera más bien humillado. Más grave fue la carrera nuclear que tuvo al mundo en vilo durante décadas y que hoy vuelve como si nada.
El estreno de la película Oppenheimer, dedicada a la vida de un destacado físico nuclear de los Estados Unidos, debería recordarnos lo perjudicial que ha sido el desarrollo de las armas modernas para las personas y para toda la humanidad.
Basada en la biografía titulada American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer (Ed. A. Alfred Knopf, 2005) escrita por Kai Bird y el difunto Martin Sherwin -biografía premiada con el Premio Pulitzer-, la película cuenta el ascenso y la caída del joven J. Robert Oppenheimer, reclutado por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial para dirigir la construcción y las pruebas de la primera bomba atómica del mundo en Los Álamos, Nuevo México. Su éxito fue seguido poco después por la orden del presidente Truman de utilizar esas armas nucleares para destruir Hiroshima [6 de agosto de 1945] y Nagasaki [9 de agosto de 1945].
En los años posteriores a la guerra, J. Robert Oppenheimer, ampliamente aclamado como “el padre de la bomba atómica”, adquirió una influencia extraordinaria para un científico en el gobierno de Estados Unidos, en particular como presidente del Comité Asesor General de la nueva Comisión de Energía Atómica (Atomic Energy Commission-AEC).
Pero su influencia se fue debilitando a medida que aumentaba su ambivalencia hacia las armas nucleares. En el otoño de 1945, durante una reunión en la Casa Blanca con Harry S. Truman (1945-1953), Oppenheimer declaró: “Señor Presidente, siento que tengo sangre en las manos.” Furioso, Truman dijo más tarde al secretario de Estado adjunto Dean Acheson [enero de 1949-enero de 1953] que Oppenheimer se había convertido en “un llorón” y que “nunca más quería ver a este hijo de puta en esta oficina”.
Ese hombre es un riesgo
Robert Oppenheimer también estaba preocupado por la carrera armamentística nuclear y, al igual que muchos científicos nucleares, era partidario del control internacional de la energía atómica. De hecho, a finales de 1949, todo el Comité Consultivo General de la AEC se pronunció en contra del desarrollo de la bomba H por parte de Estados Unidos, aunque el presidente, ignorando esta recomendación, aprobó el desarrollo de la nueva arma y la agregó al arsenal nuclear estadounidense en plena expansión.
En estas circunstancias, otras personalidades evidentemente menos avergonzadas por las armas nucleares tomaron medidas para expulsar a Oppenheimer del poder. En diciembre de 1953, poco después de alcanzar la presidencia de la AEC, Lewis Strauss, un firme defensor del fortalecimiento del arsenal nuclear de Estados Unidos, ordenó la retirada del certificado de seguridad de Oppenheimer. Preocupado por contrarrestar las implicaciones de esta acusación de deslealtad, Oppenheimer apeló la decisión y, en las audiencias posteriores ante el Consejo de Seguridad del Personal de la AEC se enfrentó a preguntas angustiosas, no solo sobre sus críticas a las armas nucleares, sino también sobre sus relaciones, décadas pasadas, con personas que habían sido miembros del Partido Comunista.
En última instancia, la AEC decidió que Oppenheimer representaba un riesgo para la seguridad, una decisión oficial que, junto con su humillación pública, concluyó con su exclusión del servicio público y dio un golpe fatal a su carrera fulgurante.
Por supuesto, el desarrollo de las armas nucleares tuvo consecuencias mucho mayores que la caída de J. Robert Oppenheimer. Además de matar a más de 200.000 personas y herir a muchas más en Japón, la creación del armamento nuclear ha llevado a países de todo el mundo a embarcarse en una feroz carrera de armamento nuclear. En la década de 1980, bajo el impulso de los conflictos entre las grandes potencias, habían sido desarrolladas 70.000 armas nucleares, con el potencial de destruir prácticamente toda la vida en la tierra.
El retorno del espectro atómico
Afortunadamente, se organizó una amplia campaña ciudadana para contrarrestar esta carrera hacia el apocalipsis nuclear. Consiguió presionar a los gobiernos reticentes para que concluyeran una serie de tratados de control de armas nucleares y de desarme, así como acciones unilaterales, para reducir los peligros nucleares. Como resultado, en 2023, el número de armas nucleares se había reducido a unas 12.500.
Sin embargo, en los últimos años, debido a una fuerte disminución de la movilización ciudadana y al aumento de los conflictos internacionales, el potencial de guerra nuclear se ha reavivado considerablemente. Las nueve potencias nucleares (Rusia, Estados Unidos, China, Gran Bretaña, Francia, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte) están trabajando actualmente para modernizar sus arsenales nucleares, construyendo nuevas instalaciones de producción y mejorando sus armas nucleares.
En 2022, estos gobiernos gastaron casi 83 mil millones de dólares en la renovación de sus arsenales nucleares. Las amenazas públicas de desencadenar una guerra nuclear, incluidas las de Donald Trump, Kim Jong-un y Vladimir Putin, se han vuelto más frecuentes. Las agujas del reloj del apocalipsis del Boletín de los Científicos Atómicos, creado en 1946, se encuentran ahora a menos de 100 segundos de medianoche [90 segundos en enero de 2023], el momento más peligroso de su historia.
No es de extrañar que las potencias nucleares muestren poco interés en nuevas medidas a favor del control de las armas nucleares y el desarme. Los dos países que poseen alrededor del 90% de las armas nucleares en el mundo -Rusia (que tiene más) y Estados Unidos (que no se quedan atrás) – se han retirado de casi todos los acuerdos bilaterales de control de armas nucleares que habían firmado.
Aunque el gobierno de Estados Unidos propuso extender el tratado New Start (que limita el número de armas nucleares estratégicas) a Rusia, Vladimir Putin habría respondido, en junio de 2023, que Rusia no participaría en negociaciones sobre desarme nuclear con Occidente, y agregó: “Tenemos más armas de este tipo que los países de la OTAN. Lo saben y siempre están tratando de persuadirnos de iniciar negociaciones sobre la reducción. “Que antes den ejemplo… como dice nuestro pueblo”.
El gobierno chino, cuyo arsenal nuclear, aunque ha aumentado considerablemente, ocupa el tercer lugar, y aún está lejos de los de EEUU y Rusia, declaró que no ve ninguna razón para que China participe en las conversaciones sobre el control de las armas nucleares.
Para evitar una catástrofe nuclear inminente, las naciones no nucleares han defendido el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares – TPAN (Treaty on the Prohibition of Nuclear Weapons-TPNW en inglés). Adoptado por un voto abrumador de los países en una conferencia de las Naciones Unidas en julio de 2017, el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares prohíbe desarrollar, probar, producir, adquirir, poseer, almacenar y amenazar con el uso de armas nucleares.
El tratado entró en vigor en enero de 2021 y, aunque todas las potencias nucleares se opusieron a él, fue firmado por 92 países y ratificado por 68 de ellos. Brasil e Indonesia deben ratificarlo en un futuro próximo. Las encuestas han revelado que el TPAN cuenta con un importante apoyo en muchos países, incluidos Estados Unidos y otros miembros de la OTAN. Por lo tanto, queda un poco de esperanza de que la tragedia nuclear que engulló a Robert Oppenheimer y que ha amenazado durante mucho tiempo la supervivencia de la civilización mundial aún pueda evitarse.
Fuente: The Conversation, a través de sinpermiso.info.