Dicen que hay una vida del otro lado de la pantalla. Pero vaya uno a saber si vale la pena dejar ese mundo donde se acumulan memes, videos con destino de viralidad, oportunidades que parecen oportunidades, cosas para leer, para ver, para escuchar, para todo. Incluso para no dormir, no sea cosa de perderse algo.
Quiero dormir, no puedo dormir. No quiero scrollear, no puedo parar de scrollear. Scroll, scroll, scroll infinito, los contenidos se siguen cargando y llegan a mi feed todo lo rápido que los deja el wifi. Fotos, posters, memes, videos, noticias, fotos, memes, videos, noticias, posters, videos, fotos, memes. Memes, memes, memes. Deducí cómo salió la selección con este meme de Higuaín; inferí que le pegaron a los docentes por este meme de los Simpson; mordete bien fuerte el labio ante la última frase del presidente con este post de Eameo. Interpretá la realidad scrolleando, viví la realidad scrolleando, sé la realidad scrolleando. Scrolleá: no hay realidad, hay scroll.
Y no te duermas, si todavía no viste a este caniche ladrando cosas que parecen palabras castellanas. Ah, ya lo habías visto, no pasa nada: acá tenés a este físicoculturista kazajo de ocho años. Ese sí, ¿viste qué bueno? ¿Y este muchacho que arma porros con la forma que le pidan? “Mi papá me dijo que no le importaba a qué me dedicara si me iba bien en la vida, y ahora hago seis mil dólares al mes, so…”, dice con el tono pastoso de los fumones, o de los rednecks, o de los rednecks fumones. Un artista del carajo, hombre. Como el de las esculturas de arena: claro, dirás, esa monstruosidad circula en cadenas de mails hace como 20 años, pero este escultor, ESTE EN PARTICULAR que descubrió el Huffington Post, las hace con arena de coral protegida por el gobierno australiano y mantenida por indígenas yorta yorta rescatados del alcoholismo. Sentite mal si no lo mirás. Desaprovechá esta oportunidad única para dotar de aunque sea un poco de contenido a tu insulsa alma de scroll. Circule, circule, vamos. Scrollee.
Así que otra vez dormiste mal, pero pudiste ver de seis a diez historias motivacionales como las arriba descriptas, además de doce a quince memes que hicieron por vos todos los chistes sobre todos los temas de la agenda, y sumale las fotos de tres a cinco “amigos” del feis en otros continentes, otras playas, otras montañas que sólo verás en el sótano en que te ganás el pan a machetazo limpio de monotributo (promoción no válida si llenaste mal la factura, boludón, más atención la próxima). Lo bueno es que trabajás pocas horas, así que podés estudiar, salir, consolar a los amigos deprimidos, yirar por la citi, leer en un bar, ir al médico, resolver menesteres acá, allá. Lo malo es que no alcanza. Lo bueno es que podés conseguir dos o tres curros como ese. Lo malo es que sigue sin alcanzar, y ahora ya no tenés tanto tiempo y tuviste que abandonar el ritmo lento, flaneur con que ibas por la citi y que ahora se convirtió en un furibundo paso apretado de infante que debe llegar a Waterloo, debe llegar, debe llegar por el gran mariscal de la revolución. Lo bueno es que el cuerpo te da, sos joven, estás programado para entregar a mares tu fuerza de trabajo, el desgaste lo notarás sólo a la noche y no podrás dormir para reponerte -deberás scrollear-, o lo taparás el finde con drogas y emociones -que algún sentido debe tener todo esto, puta madre-. Estarás en la Época, serás la Época, acumularás fotos en tu álbum mental porque algún día valdrá la pena contarlo, haber estado ahí. Yo vi todo, querido nietito mutante, vi todo en Obras, y después fui el primero en darle Me gusta. Algún día estarás del otro lado del scroll, serás el scroll.
Así que otra vez dormiste mal, pero está todo bien porque saliendo a las 7.32 agarrás el de las 7.37 que suele venir vacío y clavás media horita más contra la ventanilla (eso sí: te despertás en los semáforos, porque este bondi vibra como un celular gigante lleno de celulares). Agarrarás el de las 7.37 SALVO que hace dos paradas lo haya sobrepasado el de las 7.34 y entonces te cagaron, llegarás tarde por especulador y viajarás parado, erecto-extenuado, derrumbado en vos mismo, sostenido sólo por tus huesos y alguna baranda amarilla de bondi con microscópicas cantidades de caca, moco, ADN obrero. Quizás mañana lo pienses mejor, pero seguramente no, tu yo recién levantado -tu peor versión, digámoslo-, ese maldito cortoplacista, ese asqueroso populista preferirá dormir quince minutos más antes que hacer las cosas con tiempo. Quince minutos de mal sueño, ese donde se mezclan la caricia de Morfeo con la infamia de oootra vez levantarse temprano, ese instante del día del que poco hablamos y en que nadie debe vernos, ese donde se pone a prueba el amor, aquel momentito en que el sistema nos vence de nuevo, esos famosos segundos de coerción extra económica en que te levantás y vas porque así es, campeón. Me encanta el olor a derrota en las mañanas.
Igual no importa si dormiste mal, la radio pasa diferentes jingles de colchones que te llevan a buenos momentos. ¿Por qué tantos jingles de colchones? ¿Quién les pasó la data de que estamos durmiendo mal? ¿O fue un algoritmo que en cinco o seis años estará listo para tomar la liberación de todos los algoritmos en sus manos, milagro del machine learning? Alarmante proporción de jingles de colchones, alarmante falta de horas para disfrutar de los colchones. Donde hay una necesidad, nace un jingle.
Y ella seguro que también durmió mal, se le nota, se le cierran los ojos, está despeinada (vos también, pero tu carnet de hombre te exime), tiene el libro en la misma página hace seis paradas. ¿Qué libro es? Mostrame un Bolaño que me caso, no me muestres las sombras de Grey, por favor. Sólo se despabila con el celular. Ella te gusta, ella no, ella tampoco, ella sí, ella también, ella llevará el anillo, ella te romperá el corazón, con ella no querés saber nada. ¡Tinder en el bondi papá, qué más se puede pedir! ¿No habías tenido suficiente scroll? Acá hay más, más scroll. Scroll, scroll, scroll, ¿eso fue una miradita? Seguro que no, sigue el scroll. ¿Pero y si había sido? No importa, ya se bajó, estas cosas se prueban el finde, amigo, no un martes a las 8 de la mañana. Te distraés con el recorrido del bondi. Plaza linda 1, plaza linda 2, edificio histórico venido a menos 1, edificio histórico restaurado 1, otro venido a menos, dos restaurados, dos nuevos horribles, uno nuevo más o menos, parque cheto, pizzería buena, pizzería cheta pero mala, confitería ni fu ni fa. Qué linda está la ciudad, esta parte al menos, la que transito, no la que habito. Es bueno scrollear la ciudad desde el bondi. Es bueno.
¿No sentís a veces que entre tanto scroll te olvidás de trascender? ¿No estás parado siempre en el mismo lugar y es el scroll quien te ata ahí y a la vez te hace consciente del paso del tiempo, sí, el tiempo, eso que antes era tan lineal? ¿No sentís que todo: tu laburo de mierda, las clases de tu carrera mal elegida que ya es tarde para abandonar, la cena con tu viejo, la birra con los pibes, todo convive con el scroll? ¿No estarás scrolleando la vida, mostro? Ya te veo: no sabés cómo vas a resolver el día de mañana en que tenés seis cosas que hacer en ningún orden particular, ninguna demasiado importante, ninguna siquiera es estrictamente para mañana -siempre decís lo mismo, pichón-. Mañana vemos, hoy Facebook sugiere tres eventos y tenés dos amigos y una chica que sacaste de algún lado (un confuso episodio de scroll, seguramente) para ir a todos, uno atrás del otro, scrolleando la ciudad bajo tus pies en veloces taxis que surfean el espacio y cortan las olas del tiempo.
Buzzfeed dice que el Instituto Tecnológico de Masachussets dice que con la guita de los taxis que tomás en toda tu vida te podrías comprar un tres ambientes a estrenar en San Cristóbal, ¿y? ¿No te da para reflexionar? Seguís ahí tomando taxi, culo pesado, hacete hombre, esperá el bondi, cagate de frío, cuando yo era pibe pasaba uno por hora, cuando yo era pibe tomaba tranvía, cuando yo era pibe había guerrilleros y milicos y desaparecidos y guerras coloniales y descoloniales y potencias que decían ‘yo hago esto porque soy potencia’ y se peleaban con otras potencias que decían lo mismo y en ese quilombito alguna tajada te tocaba y podías respirar tranquilo cuando conseguías tu primer laburo a los veinte que por cuarenta años nadie te iba a sacar nada.
Casi te pasean con el taxi, bobina, y no definiste con quién vas a cada evento, ¿a cuál vas? ¿Qué ventanita de chat vas a pinchar hoy? ¿Qué vínculo humano cultivarás en carne y hueso, aparte de la charla constante que nos mantiene a todos unidos en una gran conciencia que wasapea a morir? Ahora que están todos con el big data, hagan esto: fíjense a qué hora wasapea la gente y después pregúntense: pero, ¿cuándo laburan todos estos? Whatsapp, impensada arma del populismo. Cierren whatsapp, como en Brasil. Díganle a Bonadio que cierre Whatsapp, por el amor de Dios, a ver si levantamos este país laburando.
Che: ¿y si todos tus amigos y los amigos de sus amigos se juntan y ponen un bar? O mejor: una consultora, pongan una consultora de algo, Consultoría en Servicios de Soluciones para Algo, te llaman todos boludo, si son unos capos con tus amigos. Es más: si hasta hicieron alta fiesta y no rompieron nada, ¿no dará para tomar el poder? ¿Y si internet se organiza para tomar el poder en lugar de trollear a Shia Labeouf? ¿Y si el ejército rojo del siglo XXI sale de 4chan? Esa no la vio ni Lenin, pibe.
Pero no va a pasar. Hoy no va a pasar. Como no va a pasar la casa propia, el provechoso camino construido a pasitos, el trabajo donde te reconozcan y no te pidan diez años de antigüedad a tus tiernos veintipico, la carrera donde te tiren una soga, la chica que salga del Tinder, no para la derecha, no para la izquierda, que salga para afuera y diga, de una puta vez, algo distinto. Hoy no. Hoy juega scroll. Quiero dormir, no puedo dormir.