La influencia de astrólogos y cultores de las ciencias ocultas en la crisis panameña que marcó el ocaso del régimen de Manuel Noriega y la invasión norteamericana.

Es el sábado 6 de junio de 1987. Recién pasado a retiro, el coronel panameño Roberto Díaz Herrera, convoca a la prensa nacional e internacional a su casa. Hasta hace cinco días ha sido el jefe del Estado Mayor del Ejército, el número dos entre los militares de Panamá. Su jefe inmediato lo ha jubilado. El jefe de Díaz Herrera es el general Manuel Noriega, el hombre fuerte del país. Díaz Herrera habla ante la prensa y desata la mayor crisis política en la historia del país. Dos años y medio más tarde, el ejército norteamericano invadirá Panamá para arrestar a Noriega.

Díaz Herrera destapa la olla.

En su mansión de Altos del Golf, Díaz Herrera destapa varias ollas, una más pútrida que la otra. Que junto a dos jueces del Tribunal Electoral habían armado en su casa el fraude electoral de 1984 que dejó sin la presidencia a Rubén Darío Paredes. Que Noriega fue el responsable del asesinato por decapitación de Hugo Spadafora, el principal opositor del régimen, en 1985. Que él forzó la renuncia del presidente títere Nicolás Ardito Barletta por orden de Noriega, cuando el mandatario osó crear una comisión para investigar el crimen de Spadafora. Que Omar Torrijos le cobró 12 millones al Sha de Irán por un asilo que nunca se produjo, en 1979, y que ese dinero se depositó en Suiza. Que Noriega estuvo involucrado en el misterioso accidente de avión que le costó la vida a Torrijos en 1981. Que el mandamás de Panamá estaba vinculado al narcotráfico. Que él, Díaz Herrera, había podido comprar la casa en la que ahora hablaba gracias a la venta de visas a inmigrantes cubanos.

La bomba había estallado y las esquirlas saltaban para todos lados. El Senado norteamericano se pronunció en contra de Noriega. Díaz Herrera buscó asilo en la embajada de España, pero antes lo arrestaron. A fines de 1987 pudo partir a Venezuela.

¿Por qué el coronel quemaba las naves? Desde la muerte de Omar Torrijos, Noriega se había erigido en el líder del país, a través de títeres. El poder se repartía en un selecto grupo de militares, pero el acuerdo voló por los aires cuando Noriega forzó el fraude contra Paredes, militar emblemático de los años de Torrijos. Díaz Herrera comenzó a quedar cada vez más aislado en la interna de palacio hasta que, el 1º de junio de 1987, con la excusa de haber cumplido los 25 años de servicio ininterrumpido a partir de los cuales podía pedir la jubilación, Noriega lo pasó a retiro de manera imprevista. Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del coronel. Sin embargo, la interna militar y política que derivaría en una acción policial del mayor ejército del mundo tuvo un costado esotérico, que no está de más recordar al cumplirse tres décadas de la conferencia de prensa de Díaz Herrera, cuando además acaba de morir el caudillo que coqueteaba con la CIA y los narcos.

Pocos meses antes de la invasión norteamericana, el periodista Andrés Oppenheimer (sospechado de tener vínculos con la CIA) pasó por Panamá y se encontró con una historia que incluyó en sus Crónicas de héroes y bandidos: la incidencia de los asesores espirituales de Noriega y Díaz Herrera en la puja que había estallado con la conferencia de prensa del coronel.

Un Díaz Herrera cada vez más aislado por Noriega decidió tomarse unas vacaciones en los meses finales de 1986. El destino elegido fue la Argentina. Se alojó con su mujer en el Sheraton y allí recibió la visita de un artista local que había generado amistades en sus visitas a Panamá: el cantautor Piero, que en sus charlas con Díaz Herrera solía sacar a colación la influencia del yoga en su vida y el vínculo con una de las figuras señeras de esa práctica en la Argentina. En la suite del Sheraton, Piero le ofreció al coronel la posibilidad de conocer a Indra Devi. El militar no era afecto a prácticas esotéricas, pero lo intrigaba la presencia de brujos adivinos en la política de su país, incluyendo el entorno de Noriega. Y fue con Piero a conocer a la ya octogenaria yogui.

Indra Devi le explicó que no todos los objetos tienen la misma energía. Le hizo apretar una manzana en una mano al coronel, con los brazos extendidos, mientras al mismo tiempo ella tiraba hacia abajo el brazo libre, cosa que él debía resistir. Así fue: la yogui no pudo mover el brazo de Díaz Herrera. Repitieron la operación con un cigarrillo: en tres ocasiones cedió el brazo del militar. Lo volvieron hacer, esta vez con una hogaza de pan blanco. Nuevamente bajó el brazo ante el tacto de Indra Devi. Los elementos impuros eran los que le quitaban fuerza, adujo. El número dos del régimen panameño, que pensó en algún tipo de hipnosis, quedó fascinado. Entró en confianza con Indra Devi y ésta le habló de su gurú, a quien consideraba el más grande yogui, que vivía en la India: Sai Baba.

Díaz Herrera entró en contacto con una vidente californiana durante su estancia en Buenos Aires, llamada Shama Calhoum. Indra Devi los presentó, y la médium pasó a ser conocida como La Gringa en el entorno del coronel. Fue ella quien, en trance, la anticipó al militar una dura batalla, de la que, pese a todo, saldría victorioso, y que habría miles y miles de personas involucradas. Hasta ese momento, pese a las diferencias con Noriega, el coronel no se había planteado romper con el régimen. Volvió a Panamá enfrascado en la lectura de un libro sobre Sai Baba, en el que el líder sugería: “Debes internarte hondo  en la mar para llegar a las perlas. ¿Qué sentido tiene chapotear entre las olas cerca de la superficie, y jurar que no hay perlas en el mar, y que todas las historias sobre ellas son falsas? De modo que, si quieres recibir los frutos de este Avatar, sumérgete profundamente y entrégate a Sai Baba”. El gurú de la India había conseguido un nuevo adepto en el Caribe.

Sai Baba.

A los pocos meses llevó a Panamá, con fondos del Ejército, a Pamela, una masajista de 35 años que conoció en Miami, mientras releía una y otra vez el libro sobre Sai Baba. Pamela lo relajaba de manera más que especial y hablaba en términos similares a los de Indra Devi. Instalada en la casa donde explotaría el régimen de Noriega, inició a Díaz Herrera y su esposa en el arte de la meditación.

En algunos círculos militares cayeron mal las nuevas compañías de Díaz Herrera. Pero comenzaron a temerle a La Gringa cuando le pronosticó un fuerte dolor en el ojo izquierdo a Chuchú Martínez, emblemático asesor de Torrijos, inmortalizado en Getting To Know The General, libro de Graham Greene sobre su estadía en Panamá. A las pocas semanas, Martínez fue operado de ese ojo. La Gringa también avizoró una guerra con Noriega, y que el coronel debía estar atento porque empezaría en cualquier momento. Díaz Herrera ya desconfiaba del general y sospechaba de sus vínculos en el asesinato del opositor Spadafora.

Mientras tantos, los intereses ocultistas del número dos llegaban a oídos del número uno, que llevaba años interesado en la materia por influencia de su hermano. En eso, llegó a Panamá el astrólogo brasileño Iván Trilha, amigo de Noriega que había anticipado el asesinato de John Kennedy y el golpe contra Salvador Allende en Chile. Noriega le comentó el panorama. Trilha le hizo una carta astral y le dijo que no debía preocuparse por el coronel.

La invasión norteamericana.

La Gringa iba y venía de Panamá, y por su intermedio entró en escena un nutricionista llamado Lloyd. Nacido en Nueva Zelanda y afincado en California, lo suyo era la medicina holística. Como Calhoum, también llegó a Panamá con todos los gastos pagos por los militares. Tras cenar por primera  vez en casa de los Díaz Herrera, tomó de un brazo al coronel, como si fueran a pulsear. Lloyd diría varios nombres, y Díaz Herrera no debía mover el brazo. Así fue mientras nombró a la esposa del militar, a sus hijos y a su padre. Pero el brazo se dejó caer cuando de los labios de Lloyd salió el nombre de la madre de Díaz Herrera. Había muerto mientras él hacía un curso militar en Perú y nunca se había perdonado el no haber estado junto a ella en ese momento. Lloyd le explicó que la mente manda órdenes a los músculos y que evidentemente tenía un problema con su madre. Lo envió a su habitación a escribirle una carta a la madre muerta. Díaz Herrera terminó llorando.

Un día le preguntó a Lloyd cuál bebida alcohólica era la menos dañina. Lloyd lo acostó, le hizo extender un brazo y colocó una botella de whisky en el vientre del militar, mientras éste extendía un brazo que debía soportar la presión del nutricionista. Díaz Herrera cedió en ese y otros intentos, con diversas bebidas, hasta que resistió mientras tenía en el vientre una botella de vodka. Esa era la bebida que debía ingerir sin preocuparse.

Más tarde, quien llegó a Panamá fue Indra Devi. La yogui practicó meditación en la casa de Díaz Herrera. Esos encuentros fueron determinantes en el coronel, quien racionalmente estaba decidido a aceptar el pase a retiro, pero que por el lado espiritual comenzó a percibir la idea de darle pelea a Noriega. El último día de su estadía, Indra Devi lo llevó aparte e, invocando a Sai Baba, bendijo al coronel.

Para mayo de 1987, la situación se volvió insostenible cuando Díaz Herrera se enteró de una infidencia. En una de las visitas de La Gringa, el coronel la había dejado en compañía del capitán Mario del Cid, jefe militar de la prisión de Coiba. Calhoum quería recorrer el interior del país, y Díaz Herrera se la encomendó su subordinado. La Gringa cenó con el capitán y su hermano, que ya sabían de la interna en ciernes entre el número uno y el número dos. Le manifestaron a Calhoum que ellos jugaban para Díaz Herrera y se manifestaron interesados en las cuestiones del ocultismo. El coronel nunca terminó de saber a ciencia cierta qué fue lo que les contó La Gringa. De algo no tenía duda: le habían ido con el cuento a Noriega. Eso era lo que, a su juicio, explicaba el que le hubieran sacado el mando de tropa y se acercara la fecha de su retiro. Así llegó el 1º de junio de 1987, la fecha en que Noriega lo corrió de escena.

Quiso hablar con Noriega. No lo logró por ningún medio. Como último recurso le envió un mensaje escrito a través de un guardia. Pocas horas más tarde le avisaron que el mensaje había sido enviado, pero no tuvo más respuesta. Ya era el 5 de junio. Cansado, convocó a los periodistas para que fueran a su casa el día siguiente.

Así estalló el terremoto político que culminó al final de la década con la intervención militar norteamericana. Una operación que se saldó con miles de muertos para que Noriega fuese preso por narcotraficante. Ni siquiera el astrólogo brasileño pudo adelantarle el futuro. Díaz Herrera volvió a Panamá, pero sin chances de incidir en el nuevo panorama político. Sus intereses iban por otro lado. De vuelta del exilio fundó el Centro de Investigación de Terapias Alternativas, orientado a la meditación y la videncia, entre otras áreas.