El líder de The Who ya pisa los 80. La banda hace tiempo que no toca. La leyenda persiste, con el riesgo de congelarlo y condenarlo a un personaje unidimensional. En esta nota se cruzan entrevistas históricas y recientes para retratar a un tipo fascinante, músico y activista cultural y político. Alguien que fue mucho más allá del karma de “My Generation”.

Hacia 1974, visto desde el presente, Pete Towshend ya había atravesado de todo y seguiría atravesando. De modo que verlo por YouTube en una entrevista que le hizo un sosegado conductor británico con pelo largo de época, pero con traje y corbata, es casi como verlo ahora. 1974. Los hermosos ojos azules y su narizota quebrada que no lo hizo feo sino intenso e interesante, y que solía lloverle de chico como para recibir -como contó- los gastes de sus amigos de infancia. En el estudio, en el sillón, Towshend aparece con sus facetas en teoría opuestas: franco y tímido, frágil y fogoso, fluido y enrevesado en sus penas existenciales. Cansado de las entrevistas, aceptando sin embargo de buen talante las preguntas, imposibilitado de sostener la mirada del conductor, los ojos huyendo. Sonríe Towshend, recuerda, intenta mantener íntegra su sinceridad a cambio de exponer su vulnerabilidad. Entonces, dice (recordamos: es 1974): “Temo que ya no soy un gran campeón de la revolución”. Y luego, sobre su espiritualidad desesperada “Cuanto más aprendo de mí mismo más desesperación”.

El último disco de The Who como banda lleva un nombre precioso: Endless Wire. Es de 2006. La última gira de la banda fue hace doce años, 2010. Eso fue con Keith Moon muy muerto y con el bajista John Entwistle también fallecido, en 2002. Sí con Roger Daltrey revoleando micrófono en un plan algo decadente, o más bien triste. En una de tantas entrevistas Towshend se refirió a lo horrible que le resultaba la presión por grabar y dar conciertos. Una exigencia espantosa: ¿cómo se iba a atrever a dejar atrás la leyenda del rockero furioso? ¿Cómo podía ser tan traidor –sugirió- como para dejar en banda a sus viejas audiencias y a los nuevos jóvenes sin futuro que tanto lo necesitaban?

Hace añares ya: ni discos nuevos ni conciertos, con él al filo de los 80 años. Él, que mucho antes dijo “llegar a los 80 sería un milagro”. Y que también se abrió las venas públicamente sentenciando: “No merezco estar vivo”.

A la historia larga le interesa poco que la banda hoy no exista salvo en insinuaciones fugaces sobre eventuales retornos. Pete Towshend, si se trata de rankings caprichosos, siempre injustos, aparece ubicado en el puesto tres de la lista de los mejores guitarristas en un libro del crítico musical, autor y editor Dave Marsh, The New Book of Rock Lists. Y en el puesto 10 de la lista de los 50 mejores guitarristas de la web de Gibson, la mega empresa guitarrera fundada en 1894.

Reprise. En la revista Rolling Stone dijo esto: “Ochenta es un número extraño. No lo esperaba… Seré absolutamente brutal. No merezco estar vivo. No he sido un hombre perfecto. Creo que lo que he hecho en los últimos 20 o 30 años probablemente sea mucho más útil para la sociedad que cualquier cosa que hice cuando era un músico joven”.

Y luego:

“Sé que puedo continuar haciendo un buen trabajo en la sociedad como alguien involucrado en el servicio público y la educación y todas esas cosas. Si eso suena pomposo, entonces vete a la mierda. Es la verdad. Es una verdad de ‘vete a la mierda’ que tengo que aceptar sobre mí”.

Hacia 1974, el año de la entrevista con que abre esta nota, Pete Towshend ya había compuesto e impuesto My Generation, ya había destruido famosamente y más de una vez su guitarra, ya había compuesto la ópera rock Tommy, de la que nunca estuvo satisfecho por considerarla pretenciosa. No es que Towshend no haya hecho otras muchas cosas valiosas con su vida desde entonces. Es que la leyenda lo congela y lo condena.

El portavoz insolente

El periodista y escritor español Diego Manrique, que es una suerte de gurú y pionero del periodismo de rock y contracultura en España, escribió esto hace muy poco tiempo en una entrevista que le hizo al líder de The Who: “Seguramente, una vez que Bob Dylan renunció a cualquier papel de portavoz, Pete Townshend fue el gran cronista musical de los alborotados años sesenta. Aparte de sus famosas óperas rock (Tommy, Quadrophenia), llegó a escribir columnas regulares para la revista Melody Maker y se prestaba a intensas entrevistas a calzón quitado”.

Sigue: “Sus preocupaciones generacionales tenían un eco atormentado en las composiciones de Roger Waters, cabeza pensante de Pink Floyd”. Entonces interviene Towshend: “Nosotros llegamos un poco antes pero sí, me sentía bastante en sintonía con Roger. Él perdió a su padre en la guerra; yo perdí al mío y al mundo musical de la posguerra. Ambos nos enfrentábamos a los pros y los contras de esa herencia”.

La conversación coincidió con la salida de la autobiografía de Towshend, Who I am. Suficiente paso del tiempo como para trazar balances: “El multiculturalismo, el liberalismo moral son herencias de la agitación social de los sesenta. Creo que cambiamos muchas cosas, pero no siempre para bien. Conscientemente, pusimos a prueba las leyes, las reglas sociales, las fronteras morales que venían de la guerra mundial. Tal vez fuimos demasiado lejos, pero había necesidad de cambio”.

1974-2022. En aquella entrevista por la televisión recordó la furia o lo que fuera que lo poseía en los conciertos, cifrada no solo en la destrucción de guitarras, saltos, acrobacias, sino en ese maravilloso movimiento acelerado de aspas de molino que practicaba con su brazo derecho al tocar. Tres años antes, en 1971, la banda había publicado Won’t get fooled again, como quien exorciza la cosa (la letra termina diciendo: “Conoce al nuevo jefe/ Es igual al anterior”). De nuevo en aquel estudio del año ‘74, Towshend recordó el concierto de Woodstock, cuando echó del escenario a los gritos al radical yippie Abbie Hoffman. A Hoffman se le ocurrió subirse unos segundos para lanzar un grito de guerra. Alcanzó a decir que todo el concierto era una mierda en la medida en que otro activista, el poeta John Sinclair, estaba preso por posesión de… dos porritos (John Lennon le dedicó una canción por ese asunto). Los gritos de Pete Towshend todavía resuenan: “¡¡¡Fuck off!! ¡¡Fuck off my fucking stage!!!”. Eso puede escucharse, pero no verse, todavía, en YouTube. Segundos más tarde, más calmo, agregó: I can dig it, “Lo puedo entender”.

De nuevo a 1974, a la entrevista televisada, Towshend explicando que en el escenario no se sentía en control de sí mismo, diciendo que no sabía quién era, que más de una vez estuvo a punto de matar a algún boludo que se subía al escenario. Y citó el asunto de Abbie Hoffman (a propósito de juicios de época iniciados por el establishment conservador contra los activistas radicales o yippies es recomendable ver sobre esos años la película Los siete de Chicago. Tres estrellas sobre cinco).

2004. Libros y pornografía infantil

El de Pete Towshend es un caso singular. El de un rockero que, aun atormentado y con sentimiento de culpa, fue política y culturalmente activo por décadas, incluyendo acciones no solo musicales. Caso extraño de héroe del rock asalariado según el caso. Por un salario normalito fue editor en Faber & Faber, editorial independiente (entre los trabajos que hizo publicar figuran la autobiografía de Eric Burdon, de The Animals, y un libro de Brian Eno). Armó también su propia librería londinense, Magic Bus, en 1977. Dirigió otra editorial propia, Eel Pie Publishing, especializada en literatura infantil. Estimuló a músicos a escribir sus propias cosas. Dijo: “Las biografías suelen ser obra de periodistas y expertos; a veces, resultan demasiado distanciadas o frías. Los artistas deben contar su historia en su propia voz”.

Su propia autobiografía se demoró por razones lamentables cuando en 2004 lo acusaron de consumo de pornografía infantil. Verso: los honorables jueces empelucados no le encontraron nada en sus computadoras salvo una única imagen que él guardó, dijo, cuando investigaba la intervención de bancos y empresas informáticas en ese lindo negocio (años antes había publicado ensayos en su página web sobre la amplia disponibilidad de pornografía infantil en Internet). Por supuesto, se sospechó que detrás del accionar de los honorables jueces podía simplemente haber un afán persecutorio contra el rockero drogón y desatado, medio izquierdista, antirracista, adherente de Amnistía Internacional. Townshend fue a la vez amonestado y exonerado. La pelota se manchó.

El episodio se puede asociar feamente con el peor asunto de la infancia de Towshend, hijo de músicos que delegaron su crianza en una abuela. Una abuela a la que él describió como “clínicamente loca”. “A los cinco años mis padres me abandonaron con mi abuela, una enferma que abusó de mí, permitió que viese escenas sexuales perjudiciales para mi edad y me dejó con personas pervertidas que me hirieron para el resto de mi vida. Me ha costado mucho sobreponerme a estos traumas, es una lucha permanente”. La declaración aparece en una entrevista de 2019 del diario español El Mundo titulada así: “La revolución musical de los 60 fue inútil”.

1968: de Meher Baba a Tommy

Como tanto rockero atribulado, un poco al estilo de The Beatles siguiendo las sendas engañosas del Maharashi, en 1968 Towshend se acercó a las enseñanzas presuntas de Meher Baba, un antiguo gurú indio, narigón, alta pinta de chanta, que afirmaba ser algo así como dios en la tierra, su avatar, “el más alto entre los altos”. Caramba, googleando al narigón, uno se encuentra con que Meher Baba fue el primer autor de la frase de auto ayuda Don’t worry, be happy, a su vez un hit del bueno de Bobby Mc Ferrin.

No le fue tan mal a Towshend con el gurú porque entre inspiraciones e introspecciones compuso Tommy. Dos años después vino la otra ópera rock y álbum doble, Quadrophenia, y luego buena peli medio punk (1979) que uno debería volver a ver. En ese trabajo un protagonista con un trastorno de personalidad múltiple, un joven mod de la Gran Bretaña de 1964, tiene atravesadas o rejuntadas las cuatro personalidades de los cuatro integrantes de The Who (esto explicado por el propio Pete Towshend). Pobre Jimmy, el nombre del protagonista sufrido.

Pobre Jimmy. Se sabe que Townshend pudo morir más de una vez entre los 60 y los 70. Por consumir L.S.D, por comer flores inusuales con Keith Moon, por consumir alcohol con heroína.

7 de septiembre de 1978, dos meses después del disco Who Are You. Muere Keith Moon por sobredosis de lo que fuera. Townshend escribió hermosamente: “Hemos perdido a nuestro cómico, nuestro melodrama supremo, el hombre, que además de ser el batería de rock más impredecible y espontáneo, se habría prendido fuego si creía que con eso haría reír al público o levantarles de sus asientos. Él nos condujo a momentos difíciles muchas veces, pero siempre tuvo nuestro amor. Le queremos y ahora se ha ido”. Suena a las frases conmovidas que llegaron a decir tres de cuatro Beatles (Paul no estaba) en un pueblo de Escocia, al día siguiente de la muerte de Brian Epstein, rodeados de periodistas amarillos. Los cuatro habían estado en una sesión mahareshi.

Vinieron años más complicados. Entrevista de Diego Manrique: “Entre 1978 y 1981, no fui buen padre ni buen marido. No conseguí equilibrar trabajo y vida familiar. No ayudó el que bebiera demasiado. La época más horrible fue cuando me separé de Karen, mi esposa”. Luego sigue una frase más relajada en torno a una vida más tranca: “Me levanto pronto, a veces rezo: me considero una persona religiosa, odio ese eufemismo de espiritual. Luego, planifico el día; procuro siempre comer con Rachel. Por la tarde, trabajo en la música. Cuando anochece, paseo con los perros y veo televisión. Al final, leo, normalmente novela negra”.

27 de junio de 2002, la muerte de John Entwistle. La banda se sostuvo dificultosamente y de vez en cuando con Towshend y Daltrey.

No ves que ya no somos nenitos

Alguna vez, en la Rolling Stone, Towshend eligió hacerse una auto entrevista. ¿Por qué?, le preguntaron. “Porque no creí que hubiera resultado de la misma manera. Yo tenía el verdadero sentimiento de lo que quería decir y era muy personal y muy difícil de expresar, y no quería ser manipulado. Quería darle una forma muy definida, que fuera a la vez interesante para leer por sí misma pero suficientemente velada para que las personas que estuvieran en el tema pudieran aprovecharla a fondo. Quise lograr eso antes de caer en el parloteo superficial en el que puede desembocar una entrevista”.

En otra ocasión, esta vez sí respondiendo preguntas, se produjo el siguiente diálogo acerca de su generación y la desesperación:

Periodista: En un momento de la gira europea, a principios del ’74, Roger Daltrey declaró que para él Quadrophenia trataba de decir en un doble álbum lo que los Who habían expresado anteriormente en una sola canción, con My Generation. En la Rolling Stone vos describiste a Quadrophenia como un estudio de la desesperación divina como fuente del grito sanguinario y vengador de cada punk. Me parece que es una de las claves de la crisis de los Who: estudiar ese grito en lugar de simplemente… gritarlo.

Peter Towshend: Sí, yo grito aún todo el tiempo. Y esa declaración de Roger es de hecho la mía. Fui yo quien le dijo a Roger que Quadrophenia estaba enteramente encapsulado en My Generation. Pero es justamente lo que yo quería hacer. Tomar My Generation porque es la canción que todo el mundo desea escuchar siempre, porque de hecho los Who no son nada más que eso, una canción en una época bien precisa, y porque nosotros hubiéramos debido separarnos entonces y dejar caer todo… y explorarlo hasta sus límites más extremos. Porque ese tema es muy popular, porque es muy excitante, todo el estudio adolescente. Hoy en día, cuando los Who suben al escenario y cantan My Generation, no lo cantan más de la misma forma. La frustración no es la misma. Entonces yo pensé que Quadrophenia debía ser el fin de todo eso, una forma de encerrarlo y sacárselo de encima, y creo que en cierta medida se logró.

El caso Steve Jobs y otros cansancios

Entre las últimas actitudes exaltadas y entendibles de Towshend está aquella, 2011, en la que amenazó con cortarle los huevos a Steve Jobs. Lo hizo en una conferencia patrocinada por la BBC. Apple ya venía levantándola en pala con el negocio de la música, explotando a los artistas, repartiendo migajas. “Apple es un vampiro musical que desangra a los músicos y destruye los derechos de autor tal como los conocemos”, dijo, y ofreció una interesante estrategia de mecenazgo para el surgimiento de nuevos talentos.

2022. Townshend padece de sordera parcial y tinnitus. Se supone que es la consecuencia de la exposición extensiva e intensiva de música tocada o escuchada a altísimo volumen. Pudo sucederle con auriculares o equipos de sonido. Hay quienes recuerdan un concierto de los ’70 en el que el volumen llegó a los 120 decibeles a 40 metros del escenario. Se supone que el máximo tolerable para el oído humano son 80 a 90 decibeles, ya ahí podés quedarte sordo para siempre. Otros -¿folklore?- dicen que la culpa fue de una payasada demasiado cruel de Keith Moon, cuando en una presentación televisiva de 1967 puso una buena cantidad de explosivos dentro de su batería y los hizo detonar cuando Townshend estaba frente a ella. De todo se aprende en la vida. En 1989 Townshend puso la guita necesaria para crear una organización sin fines de lucro llamada HEAR (Hearing Education and Awareness for Rockers).

Ahora bajamos saludablemente el volumen para citar algunas de las últimas declaraciones del amigo Towshend, 2019, 2020, 2021.

Una.

“Si jamás escribo otro libro, dudo que se trate de unas memorias. Tampoco es que me haya aburrido de mí mismo, pero estoy cansado de tratar de explicar que, más allá de lo que dijera cuando era un joven entusiasta de 18 años o un treintañero maltrecho por la heroína, me niego a seguir cargando con esos dos tipos”.

Dos.

“Y no voy a pedir excusas por ellos. Uno era ingenioso e incansable, lleno de energía y esperanza, algo triste quizá, pero tenía toda la vida por delante y los nubarrones pasaban. El otro era un ser exhausto, enamoradizo, que iba tras las sombras y se regodeaba en la sordidez, pero seguía creando y actuando y a veces incluso hacía reír a los demás”.

Tres. ¿Sale nuevo disco, old man?

“Muchos artistas ahora escriben canciones en sus casas, las graban caseramente y las publican en unas semanas. Pero nuestro proceso es a la antigua y lleva mucho tiempo. Así que no lo sé, pero soy optimista. Y ciertamente estoy lleno de ideas”.
}Cuatro.

La única ventaja de ser viejo es que podés pasar por sabio”.

Y aquí un regalito de un recital de 1978