Fue uno de los grandes próceres del humor nacional. Y lo hizo todo, desde teatro clásico en Caminito a protagonizar un  inolvidable sketch con Jorge Porcel, pasando por esa versión argenta de los hermanos Marx que fueron los Cinco Grandes. En esta entrevista, Jorge Luz pasa de un tema a otro- de Tita Merello a Ninï Marshall, del tango a la cumbia- con esa gracia que solo tienen los auténticos reyes de la risa.

En realidad una conversación con Jorge Luz puede empezar por cualquier parte. El inolvidable actor de los Cinco Grandes del Buen Humor, el que supo disfrazarse de mujer para crear a La Porota, esa chismosa de barrio en la que se mezclan la lengua filosa con un desenfadado deseo sexual, ha atravesado todas las formas de la comicidad y no está dispuesto a abandonarlas a la hora de contestar preguntas. Un reportaje con Jorge Luz es un show, en el que se mezclan los gestos, las imitaciones, los guiños cómplices, las admiraciones y los rencores. El esquema pregunta respuesta se fue desarmando a medida que transcurría la charla en un bar muy modesto de Palermo Viejo, donde el actor parece sentirse un vecino más, mientras su memoria prodigiosa arma, casi sin proponérselo una historia de los últimos cincuenta años de humor en la Argentina.

Como para empezar desde un lugar distinto el arranque es en los años 60, en un personaje de Luz en La Tuerca, un director de cine presumiblemente del centro de Europa, que desmiente las sesudas interpretaciones de una fan de cine club interpretada por Henny Trayles, una “intelectval”, y remarca la v corta. “El libretista era Garaycochea. Yo le puse mister Strunval, porque cuando hay una persona extranjera le pronuncian mal el apellido. Henny Trayles me decía ‘esa escena en la que el actor siente una especie de resentimiento, es como una angustia’ y se  llevaba la mano al pecho. Y yo le contestaba, ‘nada que ver, lo que pasa es que tocó un cable pelado’ y el tono centroeuropeo se repite como hace treinta años. Pero el director no había querido cortar la escena,  aunque el actor estaba electrocutándose.”

El recuerdo sirve para desatar la nostalgia, un sentimiento, apaciguado pero constante que recorre toda la charla. “Era la época de La Tuerca, de Polémica en el Bar que no era la de ahora. Los personajes tenían cada uno su estilo, su característica. Y siempre remataba Minguito. Se buscaba un tema y cada uno opinaba según el personaje que interpretaba. Era muy gracioso y estaba todo improvisado. Y había como una competencia de comicidad. Ahora estamos en una mediocridad… Siempre digo (es crítica y no es crítica): si a usted le hacen comer huevos crudos y le dicen que no hay otra cosa, que el huevo crudo es rico, con el tiempo usted va a decir qué rico el huevo crudo. Y la primera vez que se lo daban lo vomitaba. Si se le da a la gente una cosa, y más y más de lo mismo, y se lo meten, se lo meten, cuando a usted se le da otra cosa, no lo acepta. La gente se acuerda de esos tiempos y me dice: ‘cómo me reía con la Tota y la Porota’. Todo era letra inventada,  nunca sabíamos de qué íbamos a hablar, por eso nos divertíamos.”

Jorge Luz es un devoto de la improvisación. Y vuelve a contar con inocultable placer la génesis de aquel dúo con Jorge Porcel. “Improvisar es un don. A mí me encanta. Tal es así que cuando vino la Tota y la Porota, que al principio se llamaba ‘Las chusmas’, salió de chiripa, de casualidad. Estábamos en canal 11 haciendo Operación Jajá y mientras esperábamos para grabar en los pasillos, que no eran nada cómodos, super angostos, en un banco largo y había oficinas al costado. Un día estábamos Porcel y yo hablando de cualquier cosa y apareció Javier Portales. En broma nos dice: ¿qué dicen, señoras? Nada, contesto yo, esperando a los artistas. A usted no lo saco, no parece artista, es muy gordo (con la voz de la Porota y arrastrando las eses). A mí no me gusta la gente gorda. ¿Y esta? Esta es mi amiga, porque una a los amigos no le ve los defetos. Y pasa un productor, cagado de risa. A ustedes no les gustaría hacer esos personajes en el programa. Sí, pero con una condición. Ibamos a ir a un programa que se llamaba Domingos de mi ciudad. El autor, que ya está muerto, era un poco demodé. La única manera en que yo la haría es inventando letra porque tenemos capacidad para saber lo que se puede y no se puede decir. No era la época de los milicos, pero eran tiempos bravos. No se podía decir la palabra borracho, había que decir temulento. Ahí salió. Tal es así, que el director que se llamaba Colasurdo, muy buen director. El director tiene que divertirse. Si te toca un director que tiene el humor en las hemorroides (algo muy doloroso). Me hace gracia, decía. Mostrá los dientes que para eso los pagaste. No se puede trabajar una cosa cómica si no hay sonrisas.  Nos preguntaba ¿dónde van las chusmas? Y hacé el decorado de una pizzería. Poné pizzas, cosas para jugar que comíamos. No está buena la faina. La de fugazza está mejor. ¿Y las empanadas como las tiene?”

El director que no se reía es el pie para un recuerdo que parece en realidad una cuenta pendiente: “Con un pelotudo no se puede trabajar. No pelotudo, pero gente que no tiene timing. Yo hacía una periodista, la Puyeta Videla Dorna, y me tocó Karadagian. No decía nada. Ay Karadagian, yo lo ador, que maraviyyya. ¿Usté inventó todos esos personajes? ¿De dónde los sacó? Y no hablaba. Fue terrible. Ya sé que no quiere hablar. Pero lo voy a sacar. Usted como buen armenio debe ser la piel de Judas. Y se quedaba ahí. Al que lo trajo lo mandé a la puta que lo parió. Mejor me hubieras traido un piano, le dije.”

El tema de la improvisación da pie para recordar a Olmedo: “La televisión, como hacía Olmedo. Olmedo nunca me hizo gracia en el cine, sí en la tele. Cuando inventaba. ¡Era tan genial!. Fue el actor generoso a muerte con sus amigos y generoso con el público. Hay gente que dice mierda y uno se ríe y otro que dice mierda y se siente olor. Olmedo cuando se pegaba un tiro en las bolas era gracioso. Se veía la picardía pero con gracia.  Otros se le ve la lascivia, diría Strumvald.”

Se suele comparar a los Cinco Grandes con Los Hermanos Marx: “ Eramos los hermanos Marx del subdesarrollo. En dos películas hicimos la parodia de Los Hermanos  Marx. En Cuidado con las imitaciones y después en la primer película que hicimos que se llamaba Cinco Grandes y una chica  donde armábamos cualquier desastre en una fiesta pituca. Aguirre, el guionista, metía el automovilismo, el fútbol, como en Un día en la ópera o Un día en las carreras, nos metía en situaciones lógicas e ilógicas . Para reír no iba a poner a Kafka.. Groucho era genial. El que era un genio para la sátira era Chaplin. Ese discurso que hacía en Monsieur Verdoux. Los generales los condecoran y matan cientos de chicos. Genio, genio, genio. Sólo un pelotudo puede decir que no le gusta Chaplin.

Sorprende que con esa capacidad para generar situaciones, Luz no haya intentado escribir sus propios textos: “Yo invento, pero soy vago para escribir. Hicimos La Dama de las Camelias que había escrito  Vito de Martini, un hombre que en ese momento tomaba pastillas para dormir y pastillas para despertarse. Me llaman para hacer un papel y pregunto  si era para Armando. No, no la dama, Margarita. Y la leímos con el productor. De Martini se quedó durmiendo en el auto. Las idea era buena, pero no tenía chistes, sólo chistes como soeces, que Margarita se lava la que te dije en París y eso no era gracioso. Y empecé a meterle cosas. Y siempre se cambiaba en la escena. Yo jamás dirigiría teatro pero si alguien es compañero le digo reforzá esta parte, no exagerés tanto esto. No tengo paciencia para dirigir, me lo han ofrecido. El final de La dama de las camelias lo cambié en la noche del ensayo general. Yo me moría, estaba agonizando y decía cosas. Nanine, sí señora. No me traigas la chata, no hago nada, unas cositas de nada. Y para que me la pidió tres veces señora. La cuarta no te la pido, por joder no más. Y no me voy a morir, ¿por qué me voy a morir? No dicen que es la obra inmortal de Dumas. Yo también soy inmortal. Que venga música. Y cantaba, “de domingo en domingo, me gusta la joda, la la”. Después le agregaba: Quiero bailar”.  Y le pegaba a la mucama con el matamoscas. Marisa Herrero hablaba como una gallega. Pero vos sos gallega, Nanine. Pero estamos en París. Cuando viniste a París. Vine de quince días. Me quedó el dejo (imita a una gallega). Todo eso se iba agregando. El público venía varias veces porque siempre era distinto. El resto de los actores actuaba en serio. La gracia estaba en la situación, no en los artilugios. La cama estaba llena de camelias y yo hacía que regaba con una regaderita de plástico.”

-¿Por qué hay en el humor más hombres haciendo de mujer que al revés?

-Porque para imitar un hombre, una mujer tendría que rascarse los genitales. Y no queda fino.

Jorge Luz recuerda los personajes de Mingo y Nicola que hacía Niní Marshall: “No me voy a comparar nunca con Niní, que fue un genio. Si yo sirvo que lo digan los demás. Fuimos muy amigos. Teníamos una forma de pensar bastante parecida. Cuando vi Se nos fue redepente, me quedé duro. Porque en mis comienzos en la radio, un día se me ocurrió hacer una chusma de barrio preguntando (afina la voz) ¿quién murió?, no me diga, yo no le vi cara buena, don Inasio pobrecito, puedo pasar, me saco el delantal. Cuando fuimos a Punta del Este para combinar el espectáculo que íbamos a hacer, que Niní se enfermó, estábamos en la isla Gorriti, a mí se me ocurrió hacerle a ella un gallego. Qué es esto de esta isla Gurriti. Me vas a hablar de Galicia. Este mar que no se sabe si es mar, es una porquería. Y ella empezó a hablar de la chancha. ‘A la cerda, que la quería más que a mi madre. Que tenía las fasiones de Jreta Jarbo’. Y llorábamos de risa.”

-¿Por qué ese placer por las imitaciones?

-El actor siempre tiene que imitar, ya imita la vida. Yo tenía un tío asturiano y otro gallego. Cuando quería hacer un gallego más o menos fino hacía a mi tío Castelo. Y sino al tío Manolo. Los gallegos tenían la costumbre de comer. Lo sé por mi mamá, quería que la gente comiera. Ahora que te sirven una cagada de canario…. Le pido tres porciones. A mí me gustan las cantinas. No soy de comer mucho. Tengo facilidad para la imitación. No me cuesta esa memoria emotiva. No, yo sigo la letra. En La noche de la iguana, yo creía que me moría en esecenario frente al público, el corazón me hacía pum, pum. Después del escenario, a cagarme de risa. Eso de vivir con el personaje es camelo. Me acuerdo de una chica en el teatro Caminito. Le faltaban diez minutos para salir. Todavía no tengo el personaje. Pero, apurate que falta poco.

¿Le dice que no a alguna propuesta?

-Rechazo una cosa porque no me gusta. Me meto enseguida , es que me tocó hacer tantas cosas distintas. Yo hice todo. No me queda nada por hacer, me faltaba ópera. Y terminé haciendo El Barbero de Sevilla. Lo más difícil es la comedia. Porque si se exagera se va al sainete. Exige una medida. Cary Grant era comediante, la otra Lucille Ball, Rosalind Russel, la distraída, la distraida, no que está haciendo de distraida, ese hijo de puta de Charles Laugthon que yo le hubiera besado el ojete hasta cagado. En una película lo odiabas y en otra lo adorabas.

 

Una de las leyendas que recorre la vida de Jorge Luz es haber protagonizado un conflicto con Pepe Arias, cuando éste era el cómico nacional por excelencia en los años 40 y 50:  “A buen entendedor pocas palabras. Yo trabajaba en Radio Splendid, como yo hacía personajes, así de españoles de todas las regiones y cuando no estaba muy seguro de cómo era un murciano, me iba al club murciano y oía hablar, catalán, madrileño, chulo, gallego, asturiano (el asturiano es más suave, más suavín y el gallego es más cerrado) y entonces me llama Julio Puertas y me dice: mire Luz, usted sabe cantar ¿no?, sí. Yo había hecho en la película de los Cinco grandes un mozo de un colmao que iba a protestarle a un abogado porque no le pagaba y todo era cantado: apúnteme usted señor abogado, apúnteme usted, no sé cuanto, la la lira, la ra. Y entonces Pepe Arias que leía muy lento, le hacían en doble espacio la copia de él (lo imita) yo no lo pasé a él, y la gente que estaba, era fonoplatea, se reían, me aplaudían y él que me tenía que contestar dijo: qué voz que tiene ese muchacho, cómo se nota que es de radioteatro. Yo me hice el tonto: venga la alegría, olé.  Bueno, Julio Puertas me dice estupendo, estupendo, estupendo  y a mí me pagaban 10 pesos el bolo, Eran 40 pesos, era mucho, mucho, me compraba un traje con 40 pesos. Y entonces viene el día tal que se grababa y estaba Puertas en el pasillo y me dice: tiene el libreto ¿no?, sí. Sabe que pasa, me dice, este personaje no sirve. Uy qué lástima. ¿Sabe qué pasa,  me dice, eso pasa por ser buen actor. Se entiende.”

 –¿Esta facilidad para escuchar e imitar tiene que ver con que en su casa había mucha música?

-En mi casa todos son de oído. Teníamos un hermano que hablaba muy poco, estaba escuchando la radio y medio tono, decía: desafinó. Yo, por ejemplo, tengo una memoria musical increíble. El otro día le estaba diciendo a Aída (su hermana), una película  donde ella canta  La magnolia, y canta un vals. Y le digo te acordás el vals que cantabas, me dice no, qué me voy a acordar y se lo canté y yo había visto la película una vez. Increíble, increíble. Por ejemplo con Niní nos llevábamos muy bien porque ella me decía vos cómo hacés, yo hago así, así, así. Por ejemplo, yo le dije, el día que Amelia Bence dice fruta, fruta, por favor Alberto ( la imita, “Yo era una creatura cuando se filmó “La Guerra Gaucha”). Niní lloraba con eso y la hija decía: ya están hablando de algo. De oído toco el piano. Me gusta escuchar música mucho. Me gusta la clásica pero si yo escucho un tango lindo, canto el tango, me gusta toda la música buena. No me gusta la cumbia pelotuda “yo te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero” lo mismo que “yo te vi, te vi, te vi” no, eso es pelotudo, no tiene sentido. Además me gusta la música cuando está bien hecha, puede ser un tango o una sinfonía, me gusta Piazolla cuando hace música que me quede en el oído,  Adiós Nonino, Verano porteño.

 -Hablando de Piazolla, usted hizo El Lago de los Cisnes con música de Piazolla , en París.

-Me dice Claudio Segovia: mirá  Jorge , quisiera que  hicieras  un espectáculo con las varias maneras en que se cantan los tangos, que se llamó Amorfo Tango . Yo tenía que salír apoyado en  un farol alto, porque  claro “barrio plateado por la luna”(cantando). Llevaba un traje negro con un solo hombro, un chambergo de hombre, un lengue largo, largo,  porque después  jugaba con eso y una pollera larga negra .La cara muy blanca, muy así  como tipo Liza Minelli. Después no se pudo hacer porque  el farol, que era enorme y no pesaba nada se me venía encima. Finalmente lo arreglaron y yo entraba con el farol en la mano cantando como la Merello : “Vamos subiendo la cuesta que arriba la noche se viste de fiesta”(canta imitando a la Merello). Entonces dejaba el farol y empezaba. “barrrrrrio plateado” como un cantor. La gente de Francia no entendía un carajo la letra,  pero les causaban gracia los cambios de tono. Después seguían los tangos, imitaba a  Libertad Lamarque  hasta que en un momento se producía en un apagón. Aprovechaba para arrancarme la pollera esa y tenía una malla como la Plitseskaia y bailando Verano Porteño, acompañado de un bandoneón solo. Entonces me ponía a discutir con el farol y lo insultaba  en francés (habla en francés) . Le daba una puñalada, lo mataba, después le sacaba el puñal, lo tapaba. Vino Leslie Caron al debut, y fuimos a comer a un  lugar que hacía una comida fabulosa y en un lugar carísimo, entonces ella me preguntó si yo tenía un romance con el farol.  Estuvimos los 15 días en París, a teatro lleno, era la locura. Después fuimos a la Bienal de Venecia, hicimos otros 15 días en Venecia, y después de ahí fuimos a Roma , Bologna y en muchos lugares de Italia, luego volvimos a Francia y estuvimos de nuevo un mes París. Un éxito increíble y después ellos siguieron para Estados Unidos., Alemania, Inglaterra. Pero yo me volví, extraño mucho, se gana plata, pero es bravo.

 – ¿El humor cambia con el tiempo?

-Hay cosas que no cambian nunca. Nunca me hicieron gracia las caídas ,ni las tortas en la cara. Lo que me causa gracia es la situación. No me gusta la agresión, por eso me gustan las cosas insólita de Una noche en la Opera, la escena del camarote, genial, hay que besarle los huevos a esa gente. Me acuerdo una escena con Los Cinco Grandes. La cámara acá abajo, el médano ahí arriba ,acá en el médano se ve que venimos con un camello por el desierto, con los pantalones y las cosas del desierto y vamos, vamos, como cayendo muertos y pasamos el médano y dale flaco, dale Cambón que falta poco. Y viene Cambón cargando el camello. El escenógrafo hizo un camello del mismo tamaño

¿Piensa que hay un humor argentino, típico?

-Si, el humor de Niní, el humor de Sandrini, el humor de Olinda Bozán, eran preciosos, el humor de Francisco Alvarez, que hacía comedia, que en este tiempo quisiéramos tener. Hoy es Gasalla, el

-Qué le parece el auge de las imitaciones?

-Hay un genio, que trabaja en radio 10, Villar, es genial, es genio. Escucho el programa para seguirlo a él. Hace simpáticos a los personajes más desagradables, como De la Rúa, Neustadt, Moyano  (“vos callate fulana de tal, ¿a quién le ganaste?”, habla como Moyano). Me da vergüenza hacerlo porque no lo sé hacer,   nunca me gané la vida haciendo imitaciones, salvo en Tango Argentino, porque tenía que buscar distintas formas de cantar un tango y me busqué las que conocía. Cuando imito es siempre a alguien que admiro. Estaba haciendo en el Embasy, a Tita Merello , toda una letra inventada, entonces me dice Lino Patalano , el empresario, “mirá , en la platea está Tita”. No me gusta que me digan quien está. Siempre inventaba cosas (habla como Tita: “Me llamó Lino Patalano para trabajar,  estoy cansada de trabajar. Mierda que voy a venir, pero insistió tanto y me dice te necesito, y vine , tienen un colchón para dormir”). En eso veo que viene Tita por la mitad de la platea,  se sube al escenario y me dice (hablando como Tita) “Gracias querido, gracias a este muchacho grande, grande de edad y otras cosas, nosotros seguimos vivos, por el respeto. Vamos a cantar juntos :vamos subiendo la cuesta ): Después vino al camarín y me dijo: ¿cómo mierda sacás todo eso si yo no te lo conté? ¿Cómo sabés eso, porque   yo empecé en la calle 25 de Mayo, no en los piringundines, en el bataclán , que en ese entonces las llamaban bataclanas a las chicas que bailaban, empezaban a las una de la tarde y terminábamos a las 3 de la mañana, vivíamos a café con leche Y una vez me vieron y me pusieron adelante  y yo bailando, siempre  moviendo las patitas, siempre tuve lindas gambas  ). Le digo ¿querés un sánguche de jamón?. Y nos quedamos hasta no sé qué hora comiendo sánguches con cerveza en el camarín.

   -¿Y ahora que anda haciendo Jorge?

-Yo charlando y contándole todas estas pelotudeces a usted.

No parece haber mucho trabajo hoy para Jorge Luz. “   Si sale algo que me gusta lo hago. Y si salen cosas que no me gustan,  entonces, para hacer una cosa con hambre  serrucho algo con los dientes, pero sin hambre no. He trabajado desde que tengo 14 años, entonces si habré hecho cosas en mi vida…, laburé como un hijo de mil putas, de la noche a la mañana, tres radios por día, en distintas radios y además distintos programas y después volvía e iba a la otra y tomando colectivos y tranvías.

 

Y Jorge Luz suele viajar en colectivo, sorprendiendo a los pasajeros que no se imaginan a un actor sentado en los mismos asientos que ellos. “ Tomo más tranquilo un colectivo que un taxi, no sé lo que me va a pasar en un taxi. Tengo una casa muy linda, vivo muy bien. Si de repente veo una cosa en la calle que me gusta, la llevo, parezco el cartonero Baéz, después la tiro, o la regalo . La vez pasada me preguntaron cuál era el secreto y yo les dije que nunca me la creí. He recibido muchos premios, Ace de oro, Ace de la puñeta,  Martín Fierro , montones de premios y el público que te quiere. Justamente hoy a la noche tengo un beneficio,  que me llaman para hacer cosas de noche y ya digo que no, pero esto es para el Hospital de Ituzaingo, me vienen a buscar y hago la Porota , lo hago porque es a beneficio de un hospital, porque si no no lo hago. Si pudiera hacer lo que quiero, me gustaría hacer algo musical, drama no, al estilo  de Cabaret,  algo así. No haría ahora la muerte del cisne, porque pararse en puntas es jodido , pero cuando lo hacía yo lo hacía de puntas y no doblaba las rodillas ( se ríe) . Puedo hacer la muerte del cisne en zapatillas de básquet, pero para que se rían de entrada, pero después tengo que mostrar el ojete para que se rían.

 

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