Recorrió varias estaciones musicales y fue inventor de algunas de ellas, como el jazz modal y el jazz rock, además de un genio de su instrumento, la trompeta. En esta entrevista con Playboy, habla Miles Davis de su forma de encarar el trabajo, de la relación con el público, le hace críticas a Louis Armstrong y se enfurece por el racismo dentro y fuera del jazz.

El brillo técnico y emotivo de la trompeta tocada por Miles Davis lo ha convertido en una de las influencias más provocativas del jazz moderno. Pasamos dos días con Miles en su inusual casa de cinco pisos, una iglesia Ortodoxa Rusa en la calle West 77th, cerca del río Hudson en la ciudad de Nueva York. Miles estaba entre conciertos en ese momento y lo acompañamos en su inquieta rutina hogareña, le hicimos preguntas en momentos propicios mientras él hacía ejercicio en su gimnasio del sótano, cocinaba bifes a la italiana para su familia, recibía llamados telefónicos de colegas músicos, de su abogado y su corredor de bolsa, daba clases de boxeo a sus tres hijos, miraba televisión, punteaba acordes de principiante en una guitarra y, por supuesto, tocaba una de sus dos trompetas Martin, subiendo y bajando por la escala cromática a una velocidad cauterizante. Después de pasar tiempo con Miles en el refugio de su propio hogar, y verlo rodeado de las actividades y la gente que ama, es difícil reconciliar esa realidad con su dura y agresiva pose pública. Fue sobre ese aspecto de su personalidad que le hicimos la primera pregunta.

-Además de su renombre musical, tiene la reputación de ser malhumorado y rudo con el público. ¿Qué diría?

– ¿Por qué tiene tanto para decir sobre mí la gente? Me molesta porque no soy tan importante. Algún crítico que no tenía nada mejor que hacer empezó con esa basura de que no anuncio los números, de que no miro al público, de que no saludo ni hablo con la gente, que me voy del escenario y todo eso. Mire, solo soy un trompetista. Solo puedo hacer una cosa –tocar mi instrumento– y eso es lo que está en el fondo de este lío. No soy un animador, y no trato de serlo. Soy algo, un músico. La mayoría de lo que se dice sobre mí son mentiras. Tengo una razón para todo lo que hago. La razón por la cual no anuncio los números es que solo decido al último instante qué será mejor tocar. Además, si la gente no reconoce un número cuando lo toco, ¿qué diferencia hace? Y a veces me voy del escenario porque cuando es el turno de otro para tocar solo, no voy a estar ahí parado desvirtuándolo. ¿Para qué me quedaría ahí? No soy un modelo, no canto ni bailo, y tampoco voy a hacer del jodido Tío Tom ahí arriba, sonriendo. A veces me acerco al piano o a la batería y escucho qué están haciendo. Pero si no quiero hacer eso, me voy al ala del escenario y escucho a la banda hasta el próximo turno de mi trompeta. Y se quejan de que no hablo con la gente cuando salimos de un set. Esa es una maldita mentira. Muchas veces hablo, si todo sale como debe y me siento bien. Pero si tengo la mente ocupada en algo de la banda o alguna otra cosa, entonces, demonios, no, no quiero hablar. Cuando trabajo me concentro. Te apuesto a que, si fuera un doctor cosiéndole el corazón a algún hijo de puta, no querrían que hablara. Todos quieren creer en esa basura que oyen sobre mí, es su problema, no el mío. Porque, mire, me gusta la gente. ¡Amo a la gente! No voy por ahí diciéndole eso a todos. Intento decirlo a mi manera — con mi instrumento. Mire, cuando era chico, 10 años, tenía una ruta para repartir diarios y se agrandó más de lo que podía cubrir porque les caía así de bien a mis clientes. Solo repartía diarios de la mejor manera que podía y me ocupaba de mis asuntos, del mismo modo que toco ahora. Pero muchas personas con quienes me encuentro ahora me enferman.

-¿Qué tipo de persona le resulta especialmente irritante?

Bueno, esos que siempre vienen a molestarme hasta que logran que me comporte como esa basura que oyeron. Preguntan cosas, uno dice lo que piensa, y si no es lo que ellos quieren oír, uno está mal y se van creyendo que no le cayeron bien. Apuesto a que esto me pasó 500 veces. En este último club donde toqué, un periodista me persiguió después de que le dijera que no tenía nada más para decir. No estaba satisfecho. Después del siguiente set, subió de vuelta, borracho o haciéndose el borracho, y se me tiró encima. Le dije que saliera de mi camino y entonces volvió a estar bien — se fue y escribió eso. Pero no contó cómo pasó. Y me enojo cada vez que me cruzo con la escena de Jim Crow,1 no me importa qué forma tome. Casi no se puede tocar en ningún lugar sin cruzarse con esos tipos llenos de prejuicios. No sé cuántas veces dije: “Mire, quiere que le hable y tiene prejuicios en mi contra y todo eso. ¿Por qué no vuelve a donde estaba sentado, se queda con sus prejuicios y me deja solo?” Tengo suficientes problemas sin tener que andar haciéndolos sentir mejor. Después van y se juntan al resto que dice que soy un gran bastardo. No tengo planes de cambiar lo que pienso. No me gusta la gente en los clubes que no respeta a los músicos. El músico de jazz promedio, si está triunfando, entrenó como músico clásico. ¿Alguna vez vio a alguien molestar a un músico clásico cuando está trabajando? Aun en el jazz –si ves a los directores de banda blancos– si no quieren que los molesten cuando trabajan, no se escucha cacarear a nadie. Es solo cuando un negro está involucrado que algo está mal en él. Mis problemas empezaron cuando aprendí a tocar la trompeta y no había aprendido a bailar.

– ¿Siente que las quejas sobre usted son por cuestiones raciales?

 Sé que una maldita buena parte es por la raza. La gente blanca tiene cosas que espera de los músicos negros — del mismo modo que tienen etiquetas para todos los negros. Eso viene de los días de la esclavitud. Fue entonces cuando empezó lo del Tío Tom, porque la gente blanca lo demandaba. Todo niño negro creció viendo que llevarse bien con la gente blanca significaba sonreír y actuar como un payaso. Ayudaba a la gente blanca a sentirse bien sobre lo que habían hecho, y estaban haciendo, a los negros, y eso se extiende hasta hoy. Aplicado a los músicos, no solo quieren que toques tu instrumento, sino que también los entretengas, sonriendo y bailando.

Hablando en general, ¿cómo se siente con respecto a lo racial?

– Odio hablar de ese lío porque mis amigos son de todos los colores. Cuando digo que algunos de mis mejores amigos son blancos, le aseguro que no miento. La única gente blanca que no me gusta son los blancos prejuiciosos. A quien no le quepa el zapato, que no se lo ponga. No me gusta la gente blanca que demuestra que no entiende que no solo los negros, sino que los chinos y los puertorriqueños y todas las otras razas que no son blancas merecen tanta dignidad y respeto como los demás.  Pero déjeme aclarárselo — no digo que todos los negros sean la sal de la tierra. Hay muchos negros a los que tampoco soporto. Especialmente esos que actúan como creen que los blancos quieren que actúen. Me molestan más que los Tíos Tom. Pero la gente blanca prejuiciosa no puede ver a ninguna de las otras razas como personas individuales. Si un hombre blanco roba un banco, es solo un hombre que robó un banco. Pero si un negro o un puertorriqueño lo hacen, son los terribles negros y puertorriqueños. Pocos que no sean blancos se han salvado de sufrir las etiquetas de la gente blanca. Solía decirse que todos los negros eran torpes, despreocupados y haraganes. Pero se ha demostrado que eso es semejante mentira, que ahora la etiqueta dice que los negros quieren la integración para poder dormir en la misma cama que los blancos. Es otra maldita mentira. Todo lo que los negros quieren es ser libres para hacer lo mismo que los demás en este país. La gente blanca prejuiciosa se pregunta, “¿querrías que tu hermana se casara con un negro?” Es una pregunta sesgada desde el principio — como si las mujeres blancas estuvieran desprotegidas si un negro quiere llevarlas a rastras a lo de un cura. Me enferma oír eso. Puede ser que un negro ni siquiera desee a tu hermana. El negro siempre tiene la culpa si una mujer blanca decide que lo desea. Pero está bien que, desde la esclavitud, los hombres hayan tenido mujeres negras. Cada negro que ves que no es del todo negro, eso es lo que pasó en su historia. Los esclavos que trajeron aquí eran todos negros. Lo que me enfurece sobre estas etiquetas para los negros es que poca gente blanca sabe verdaderamente cómo se sienten los negros. Mucha gente blanca ni siquiera tuvo la compañía de negros inteligentes. Pero casi no se encuentran personas blancas, especialmente hombres blancos, que no crean estar calificados para contarte todo sobre los negros. Uno se sabe la historia al minuto de encontrarse con algún tipo blanco que con gran revuelo te demuestra que está de tu lado. Es una de las diez mil cosas sobre las que uno puede hablar, pero lo único en lo que piensa es en algún otro negro que es un amigo cercano. Los negros inteligentes están hartos de escuchar eso. No sé cuántas veces distintos blancos me empezaron a hablar, diciéndome que fueron criados junto a un chico negro. Pero todavía no encontré a uno solo que supiera qué le había pasado a ese chico cuando creció.

 ¿Usted creció con chicos blancos?

No crecí con ninguno, no como amigo, por así decirlo. Pero sí fui a la escuela con algunos. En la secundaria, yo era el mejor en la clase de música con la trompeta. Yo lo sabía y los demás lo sabían — pero los primeros premios en las competencias eran para chicos con ojos azules. Me enfurecía tanto que me convencí de superar a cualquier blanco con la trompeta. Si no me hubiera encontrado con ese prejuicio, no tendría tanto empuje en mi trabajo. He pensado mucho en eso. Pienso que el prejuicio y la curiosidad son responsables por lo que hice en la música.

Retrato de Miles Davis por Joni Mitchell

– ¿Cuál es el rol de la curiosidad?

Quiero decir, siempre tuve curiosidad por intentar cosas nuevas con la música. Un sonido nuevo, otra manera de hacer algo — cosas así. Pero, ¿sabe cuál es una de las cosas más grandes que necesita arreglo? ¡El sistema de medios de este país! Fíjese en las películas y la televisión. ¿Cuántas veces ve a alguien en las películas que no sea blanco? ¿Entiende? Mire, en la próxima película o programa que vea, cuente cuántos negros o de otras razas que no sea la blanca hay. Pero cuando camina por cualquier ciudad, se ven las otras razas — quiero decir, son parte de la vida diaria. Pero en las películas que se proponen representar este país, no están ahí. No los verá siquiera en las escenas con multitudes — porque los estudios ni se preocuparon de contratarlos como extras. Los negros solían ser sirvientes y Tíos Tom en las películas. Pero se hizo semejante problema por eso que dejaron de hacerlo. Ahora hay algunos negros en papeles protagónicos — quizás cuatro o cinco al año. La mayor parte del tiempo, tienen un papel especial para no ofender a nadie — entonces la producción se hace como si fuera a reivindicar nuestra democracia. Mire, no estoy diciendo que la gente que hace las películas sea prejuiciosa. No puedo hablar de lo que no conozco. Pero miro las películas que hacen y sé que no piensan en el problema que mucha gente de color ve en las películas y la televisión. Una gran cadena televisiva quiso hacer un programa conmigo. Dije que no y me pidieron que solo mirara otro programa protagonizado por un cantante negro de renombre. No, no voy a decir el nombre. Bueno, como había imaginado, tenían 18 chicas bailando en el fondo — y cada una de ellas era blanca. Más tarde, cuando le señalé eso a la gente de la televisión, se sorprendieron. Dijeron que simplemente no habían pensado en ello. Dije que sabía que no lo habían pensado. Parece que nadie piensa demasiado en la gente de color y en los chinos y puertorriqueños y japoneses que miran la televisión y compran las cosas que publicitan. Todas estas razas quieren ver a su propia gente representada en los programas — quiero decir, además de las grandes estrellas. Sé que me sentiría mejor al ver chicos de todas las razas bailando y actuando en los programas que tocando yo mismo ahí arriba. Lo único que me diferencia de ellos es que tuve suerte. Este asunto de lo negro-blanco es espinoso de explicar. No quiero ver negros cada vez que enciendo el aparato. Eso sería igual de malo que cuando solo se ve gente blanca. Pero si se supone que las películas y la televisión reflejan al país, y se supone que este país es democrático, ¿por qué no lo hacen? Veamos a gente de todo tipo bailar y actuar. En la ciudad, veo todo tipo de chicos en las escuelas de baile y canto, pero por lo que veo en las películas y en la televisión, son solo los blancos los que consiguen trabajo. Mire, justamente en la música pasa lo mismo. Tengo este disco, Someday my prince will come, ¿y sabe quién está en la tapa? Mi mujer  Frances. Había pensado que sin importar cuántos discos compren los negros, nunca había visto una chica negra en la tapa de un disco importante si no era una artista. No lo hacían con mala intención, solo pensaban en una modelo blanca y la contrataban. Era mi disco y yo soy el príncipe de Frances, entonces sugerí que usaran a Frances de modelo, y lo hicieron. Pero no es en todos los casos que la gente blanca simplemente no piensa en las otras razas. Hay mucha discriminación intencional en la música. Hay muchos lugares que o bien no contratan negros o contratan solo a uno elegido. Los estudios de cadenas televisivas, las bandas de Broadway, las orquestas clásicas, los estudios cinematográficos, todos discriminan por color al contratar. Le cuento por qué me importa tanto el sistema de medios. Nunca me olvidaré de una vez en Europa cuando un buen hombre mayor me contó que en la segunda guerra mundial, los europeos no sabían qué pensar de las tropas negras. Tenían una imagen de este país a partir de las revistas y las películas, y con muy pocas excepciones como Pops Armstrong y Joe Louis y Jesse Owens, no conocían negros que no fueran sirvientes y obreros.

 ¿Siente que su visión es compartida por la mayoría de los negros? ¿Y los puertorriqueños? ¿Y los orientales?

No puedo hablar por los últimos dos. No estoy en la posición, solo sé lo que personalmente siento por ellos. Pero sé que prácticamente todos los negros no tienen otra alternativa que sentirse así. No son ciegos. Tienen que ver lo que está pasando. Uno se topa con el prejuicio de la gente blanca de mil maneras, grandes y pequeñas. Una sola — ¿cuánto tiempo llevan los negros mirando cómo llegan inmigrantes que ni siquiera hablan el idioma a este país, y en las segundas generaciones alcanzan lugares a los cuales los negros todavía no llegaron? Mire, no hace mucho, un camionero del sur apareció en una gran revista diciendo que distribuiría sándwiches si dejaran que los negros coman en los restaurantes de la autopista de Maryland. Pero mi punto no es dónde quieran comerlos — estoy hablando de lo que dijo. Dijo “Les das la mano y te agarran del codo” y mucho más. ¿Entiende? ¡Cuando se trata de los derechos humanos, esta gente blanca prejuiciosa sigue actuando como si fueran los dueños de la franquicia! Y, hombre, con el mundo en el lío en el que está ahora, necesitamos influenciar a todos los africanos y árabes e indios y chinos para que estén de nuestro lado… ¿Sabe que dos tercios de la gente en el mundo no es blanca? ¿Ven toda esta basura con los negros y van a creer que los blancos piensan realmente distinto sobre ellos? ¡Alguien debería arreglar eso! Otra cosa — no hubo ningún enojo por cómo esos restaurantes no atendían a los negros hasta que echaron a un africano. ¿Cree que cada negro en el país no ve lo que eso significa? Significa que estamos acá desde hace 400 años, pero no era un problema hasta que se metieron con un africano que había llegado recién volando en un jet.

¿Se encuentra usted con el prejuicio, desde su posición de negro famoso?

– Le dije, de una manera u otra, todos los negros lo encuentran, ¡no importa quién sea! Mire, encargué a un electricista para que arreglara algo en la casa. Cuando tocó el timbre, fui a abrir y me miró como si fuera mugre y dijo, “Quiero ver al dueño, el Sr. Davis.” Cuando le dije, “lo está mirando,” el tipo se puso colorado como una remolacha. Pensó que yo era el portero. Ahora está enojado y avergonzado. ¿Qué le hice, salvo llamarlo para darle trabajo? Esa misma semana había visto muchos cadetes de West Point y en un bar le pregunté a uno por qué había tantos de ellos en la ciudad. ¡Solo le hice una pregunta y se alejó por la barra y no me habló! Pero otro me reconoció después y se puso tan colorado como el electricista. Se acercó e intentó disculparse diciendo que tenía mis discos. Le dije que había pagado suficientes impuestos como para que le dieran un recorrido gratis por West Point, y me fui. Supongo que ahora está con los otros diciendo que soy un bastardo. Me molestó tanto, no pude hacer nada por dos o tres días. No pensaba solo en que me ignorara, sino en que en dos o tres años, mi hijo mayor, Gregory, tendría que hacer la conscripción. ¿Cómo debería sentirme yo porque él tuviera que obedecer a ese tipo? Después está esa gira que hicimos — Frances y yo teníamos boletos para el tren a California. Pero el empleado a quien le mostré mi tarjeta de identificación, la tomó y la miró tal como me había mirado ese tipo de West Point. Cuando dijo que debía consultar con alguien más, le pregunté cuál era el problema. ¿Sabe que tuvo el descaro de decirme que podría haberla falsificado? No hace falta que le diga lo que le dije a él, nadie lo imprimiría. Pero fuimos al aeropuerto y nos subimos a un avión. Estoy gastando mi dinero, los trenes están en quiebra, hasta el trabajo de ese hijo de puta está en riesgo pero todo lo que puede ver es que soy negro, entonces está bien que me insulte. Aunque odie volar, no me he vuelto a subir a un tren desde entonces porque nunca me encontré con Jim Crow en las aerolíneas.

En su campo, la música, ¿no discriminan los jazzistas negros a los músicos blancos?

A eso le dicen Crow Jim. Sí. Muchos músicos negros están enojados porque la mayoría de los trabajos mejor pagos van a músicos blancos que tocan lo que los negros inventaron. Pero yo no caigo en eso, porque creo que el prejuicio es tan malo en una dirección como en la otra. No trabajaría con ningún otro arreglista que Gil Evans — no seríamos más cercanos si fuéramos hermanos. Y recuerdo una vez que contraté a Lee Konitz, algunos tipos de color se quejaron porque contraté a un blanco para mi banda cuando había negros sin trabajo. Dije que si un tipo podía tocar como Lee, lo contrataría, y no me importaba un demonio si era verde y tenía aliento rojo.

¿Le parece que dirigir una banda contribuye a sus problemas?

Dirigir una banda no es divertido. Mucha gente no entiende que la música es un negocio, es trabajo duro y una gran responsabilidad. Odio pensar en todo lo que tuve que atravesar para tocar mi trompeta, y lo que todavía atravieso. Puse todo lo que tengo en ello. Aún después de un buen ensayo, me siento vacío. Si a tocar un instrumento le sumás el funcionamiento de la banda, tenés muchos problemas. Tengo que pensar en mi propia familia y los chicos que trabajan para mí y en sus familias. En una gira, una mujer blanca en la ciudad de Kansas se acercó cuando bajé del escenario, quería que fuera a su mesa a tomar algo con ella y su esposo. Le dije que no quería hacer eso y ella gritó: “¡Me dijeron que usted era así!” Sentí ganas de tirar mi bronce y patearlo. Pero me dije que intentaría educar al menos a esa pareja. Entonces me acerqué y hablé con ellos. Les dije que la primera responsabilidad de un artista era con sí mismo. Dije que si se enojaba por lo que la gente piensa que debería hacer, nunca llegaría demasiado lejos, o seguro que no duraría mucho. Intenté hacerles ver cómo había trabajado toda mi vida para tocar yo mismo y luego para tener una banda que la gente pagara por escuchar. Dije que muchas veces, cuando la gente en los clubes quiere hablar conmigo, necesitaba estar ocupándome en algo de mi banda. Dijeron que lo entendían. Espero que lo hayan hecho.

Lo citan diciendo que no está en favor de los conciertos de jazz. ¿Por qué?

Nadie puede relajarse en los conciertos, ni los músicos ni la gente. No te podés mover, no podés tomar un trago. Un músico tiene que poder liberarse de todo para llegar a la gente. Si el músico no puede relajarse, ¿cómo puede hacer que la gente sienta lo que él siente? Toda la escena del jazz es sentimiento.

¿Se permite participar de sesiones de jam?

Quisiera que hubiera sesiones de jam donde participar. Pero ya no queda ninguna — por lo menos no en las grandes ciudades. Solía participar de algunas grandiosas alrededor de St. Louis o en Brooklyn, Illinois. A veces soplábamos hasta la tarde siguiente. Cuando vuelvo a esos lugares, toco con una pequeña banda de blues. Ellos tienen el sentimiento.

Usted ganó todas las encuestas sobre trompetistas. Después de usted mismo, ¿cómo calificaría a los demás?

¡Después de mí! ¡Hay muchos grandes trompetistas que no están después de mí, ni después de nadie! Eso es lo que más odio de los críticos — cómo comparan siempre a los artistas… siempre escriben que tal es mejor que cual. Diez hombres pueden haber pasado todas sus vidas aprendiendo a ser expertos de la técnica de sus instrumentos, pero tal como en cualquier arte, uno va a tocar en un estilo y los demás de nueve formas distintas. Y si pasa que a algunos críticos no les gusta el estilo de un hombre, tumbarán al artista. Eso molesta mucho a los músicos. A algunos los ha enfurecido tanto como para que quisieran colgar sus instrumentos. Los trompetistas, como cualquier otra persona, son individualizados por sus distintas ideas y estilos. Lo que hay que juzgar en cualquier artista del jazz es si el hombre proyecta y si tiene ideas. Si te fijas en Dizzy — lo hace, todo el tiempo, cada vez que agarra su bronce. Otros — Clark Terry, Ray Nance, Kenny Dorham, Roy Eldridge, Harold Baker, Freddie Hubbard, Lee Morgan, Bobby Hackett — muchos de ellos. ¡Diablos, ese tipo de Nueva Orleans, Al Hirt, ¡se sopla todo también!

¿Hay alguna razón por la cual no mencionó a Louis Armstrong?

¿Oh, a Pops? No, no lo mencioné porque estaba hablando de jazzistas modernos. Amo a Pops, amo la forma en la que canta y toca — todo lo que hace, salvo cuando dice algo contra el jazz moderno. Debería darse cuenta de que él también fue un pionero. No, no fue una influencia para mí, y tuve muy poco contacto directo con Pops. Hace mucho tiempo, estaba en Bop City, y vino y dijo que le gustaba como toco. No sé si lo recordará, pero yo recuerdo lo bien que me hizo sentir que lo dijera. A la gente le gusta mucho Pops igual que a mí. Hace un buen trabajo en el extranjero con su personalidad. Pero a hacer caridad deberían mandarlo al Sur. Les hace falta más caridad en Georgia y Alabama y Mississippi que en Europa.

Volvamos a hace un momento, mencionó un disgusto fuerte por los críticos. ¿Tiene otras razones además de la comparación de músicos?

Bueno, además de eso, me enferma cómo muchos de ellos escriben columnas enteras y páginas de grandes palabras y siguen sin decir nada. Si pasaste tu vida entera conociendo el negocio y a los que están en él, y lo que están haciendo, entonces te das cuenta si un crítico sabe o no de qué está hablando. La mayor parte del tiempo, no tienen idea. No le presto atención a lo que dicen de mí, lo bueno o lo malo. El crítico más duro que tengo, y el único que me preocupa, soy yo mismo. Mi música tiene que sobrepasarme y soy demasiado vanidoso para tocar algo que me parece malo. No, no voy a nombrar a los críticos que no me gustan. Pero le diré algunos que respeto lo que escriben — Nat Hentoff, Ralph Gleason y Leonard Feather. Y algunos otros, no recuerdo sus nombres ahora. Pero no es una lista larga.

¿Hay algún lugar o club donde no le guste tocar?

¡Hay muchos donde no toco! No tomo reservas en ningún lugar del Sur. Le dije que no soporto a Jim Crow, así que no voy a ir allá. Hay suficiente de eso en el Norte, pero al menos uno tiene el apoyo de ciertas leyes. No toco en ningún lugar donde sé que tocar para el público es desperdiciar el aliento. Hablo de esos blanquitos con cuentas corrientes que usan la música como banda sonora para drogarse y exhibir a las mujeres que compraron. No vienen a escuchar buena música. Ni siquiera saben cómo disfrutar. Toman demasiado, hablan alto, tienen que ser vistos y escuchados. Saltan para bailar y cantar. No tienen modales — no respetan a sus mujeres. Lo que quieren es que el Tío Tom los entretenga, si hay una banda negra en el escenario. Son del tipo que grita: “¡Chico, toca Sweet Georgia Brown!” Y supone que uno debe sonreír y tocar eso. Odio tanto tocar en un lugar lleno de ese tipo de cuadrados que, si no hubiera nadie más para quien tocar, invertiría en más propiedades y me quedaría en casa cobrando alquileres. No soporto a la gente estúpida que no respeta a los demás clientes que vinieron a escuchar música. Algunas veces, mesas de ese tipo me molestaron tanto que cuando llego a casa o al hotel, camino por la habitación porque no puedo dormir. Le dije que no voy a tocar en ningún lugar del Sur donde los negros no puedan entrar. Pero no voy a tocar en ningún lugar del Norte donde no entren los negros. Hay dos razones por las cuales no lo hacen, o bien porque saben que no los quieren o porque no les gusta la música que suelen pasar en el lugar. Los negros no tienen tanto dinero para desperdiciar en clubes nocturnos como los blancos. Entonces, si los negros son clientes de un club, uno puede imaginarse que todos los que van ahí esperan escuchar buena música.

¿Cuál es su opinión sobre el público del jazz en Europa?

El público europeo se fija más en el trasfondo del jazz que la mayoría de los fanáticos de acá. Algunos tipos apenas conocidos son éxitos de venta en Europa. En este país, se trata más de seguir a personalidades. ¿Quiere oír algo gracioso? Un amigo mío que es dueño de un club dijo que mucha gente paga dinero para verme cuando toco — porque escucharon que soy muy malo. ¿No es una putada? Pero hay muchos grandes fanáticos en este país. Sabe, aprecian lo que uno está tratando de hacer, y eso inspira a un músico a dar lo mejor de sí. Conozco a algunos estadounidenses que no se detienen solo en saber de jazz, sino que piensan igual que los músicos.

¿Planifica otra gira por Europa pronto?

Quizás. Me gusta tocar en Europa cada tanto, pero no me gusta pasar más tiempo del necesario fuera de esta casa. Jack Whittmore, mi agente de reservas en Shaw Artists, planifica mi agenda de manera que no pase demasiado tiempo en el camino. Me gusta pasar tiempo en casa para estar con mis hijos y Frances, y solo pensar en cosas — como preocuparme porque la gente que gobierna está errando y metiéndonos en otra guerra. Pero me gustan los hermanos Kennedy — son gente con swing.

¿Le agradaría que su imagen cambiara, si la gente dejara de considerarlo como un tipo duro?

Bueno, nadie quiere ser acusado todo el tiempo por algo que no hizo. Pero la gente que quiere creer eso, es su tema, no es el mío. Yo soy como soy, y no planifico cambiar. No le tengo miedo a nada ni a nadie, ya he atravesado demasiadas cosas. Debería estar muerto por todo lo que me pasó cuando me drogaba. No ando dando vueltas intentando ser duro y racista. Solo digo lo que pienso y eso le molesta a la gente, especialmente a mucha gente blanca. Cuando me miran a los ojos y no ven miedo, saben que estamos empatados.

¿Siempre tuvo esta sensibilidad sobre ser un negro?

Uno de mis primeros recuerdos de pequeño es un hombre blanco corriendo por la calle, gritando “¡Negro! ¡Negro!” Mi padre fue a cazarlo con una escopeta. Ser sensible y tener orgullo racial corre en mi familia desde la época de la esclavitud. Los Davis esclavos tocaban música clásica de cuerdas en las plantaciones. Mi padre, Miles el Primero, nació seis años después de la Emancipación. Quería tocar música, pero mi abuelo quería que fuera más que un animador para gente blanca. Lo hizo ir a la Universidad Northwestern para que fuera un cirujano dental. Mi padre tiene más dinero que yo. Es un cirujano dental con pacientes de sobra — porque es bueno haciendo lo suyo — y cría chanchos con pedigree. Es una raza especial de chanchos con un nombre gracioso que le contaría, pero nunca puedo recordarlo.

 

Se dice que usted es uno de los músicos populares con mejor estado financiero. ¿Es correcto eso?

Bueno, no tengo acceso a los asientos bancarios de otros músicos. Pero nunca fui lo que se diría pobre. Crecí con una asignación monetaria, y tenía una gran ruta de reparto de diarios. Ahorraba la mayor parte de lo que ganaba, salvo para comprar discos. Pero cuando me fui de casa para ser músico, solía gastar todo lo que ganaba, y cuando consumía drogas, me endeudé. Pero cuando me recuperé como para abandonar el vicio, empecé a ganar más de lo que necesitaba gastar, salvo que enloqueciera o algo. Ahora tengo un portfolio bastante bueno de inversiones bursátiles, y tengo esta casa — que vale seis cifras, incluyendo todo lo que contiene. Mis cuatro hijos están creciendo bien. Cuando los chicos llegan de la escuela, quiero verlos haciendo ejercicio con las bolsas del gimnasio en el sótano. Yo me mantengo en forma y les enseño a los chicos a boxear. Se las arreglan. No hay nada mejor que un padre pueda enseñar.Después tengo mi música, la tengo a Frances y a mi Ferrari — y a nuestros amigos. Tengo todo lo que un hombre podría querer — si no fuera por la basura del prejuicio. No es que esté enojado con la gente blanca, es solo que veo lo que veo y sé qué está pasando. Voy a decir lo que pienso sobre todo lo que me pesa de esta escena de Jim Crow. Todo el lío del prejuicio es algo que le haría sentir tan bien a uno si pudiera deshacerse de él, como una úlcera que te come por dentro el estómago.


1- N. del T.: “Jim Crow” es un nombre coloquial para referirse a las leyes y la época de la segregación racial en los EE. UU.

Fuente: Datxo

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