Su campo de acción son las palabras. Para eso estudian confesiones, cartas, actas en busca de esos detalles que pueden revelar cuál es la credibilidad de un texto y ayudar a decidir sobre inocencias y culpabilidades. En la Argentina, hay una sola profesional dedicada a esta rama de la lingüística cada vez más usada en el mundo.
Theodore Kaczynski fue durante veinte años el terrorista más buscado de los Estados Unidos. Atacaba con paquetes bomba y las autoridades no sabían cómo dar con él. Hasta que dio un paso en falso: publicó su manifiesto político. El texto tenía 35 mil palabras y fue analizado por un agente del FBI. Así, James Fitzgerald pudo trazar el perfil del criminal conocido como “Unabomber”.
En una entrevista con el diario El Comercio de Perú, Fitzgerald explicó: “Las tres primeras páginas tienen borrones, pero como utilizaba una máquina de escribir de 1932 que no tenía la tecla de borrar tuvo que hacer las correcciones a mano. Sentía que estos errores bastante pequeños me decían algo, investigué y me di cuenta de que tesis o disertaciones desde los años 30 hasta los 60 tenían correcciones similares. Eso me hizo darme una pequeña idea de su edad y lo corregimos en el perfil inicial. Supimos también que era una persona con estudios avanzados”.
En rigor, Fitzgerald aplicó la lingüística forense, en lo que ha sido el caso más exitoso y espectacular de esta herramienta auxiliar de la Justicia. A través de ella se pueden analizar discursos escritos y orales y poder elaborar el perfil de quien los elabora. Alicia Poderti es la única perito lingüístico forense de la Argentina. Doctora en Letras y en Historia, y se desempeña, en el ámbito del Conicet, en el Laboratorio de Investigaciones Sensoriales (LIS), que funciona dentro del Hospital de Clínicas. Desde allí analiza casos que le remite la Justicia, con la ayuda de la tecnología.
-¿Qué es exactamente un perito lingüístico forense?
-Trabajamos como auxiliares del Poder Judicial, pero también de otras ciencias, como la medicina, la estadística o las neurociencias. El área de trabajo es el lenguaje: es con lo que se comunica el ser humano y no podemos escapar a él. A través de la neurolingüística se pueden detectar muchos problemas, trastornos del lenguaje, por ejemplo. Ahí nos conectamos con la medicina. Otros síndromes son del campo neurológico. La ciencia de la pericia lingüística forense empezó en el siglo XVIII. Hubo casos emblemáticos, como el caso Evans, que dieron el puntapié para que la ciencia lingüística entrara en el programa de la Justicia.
-¿En qué consistió ese caso?
Timothy John Evans confesó haber asesinado a su mujer. Con su testimonio comenzó una secuencia de hechos que acabó dando origen, en 1968, a lo que hoy conocemos como lingüística forense. Se llevó a cabo una investigación policial durante la cual se recopilaron cuatro declaraciones: en dos de ellas Evans se confesaba autor de los hechos y en las otras dos se declaraba “inocente” e incluso acusó como culpable a John Reginald Halliday Christie, un vecino de la pareja. Evans fue condenado a muerte y ejecutado en 1950. Tres años más tarde, un total de seis cuerpos fueron hallados en la vivienda de Christie, entre ellos, el de su mujer y, por esta razón, fue condenado a muerte y ejecutado en 1953. A Evans le dieron el perdón póstumo del asesinato por el cual se le condenó en virtud de sus dos primeras confesiones. Se publicó el libro The Evans Statements: A Case for Forensic Linguistics, que analizó lo ocurrido. Lo escribió un lingüista sueco, Jan Svartvik, que analizó las confesiones y el discurso de Evans. Lo pudo hacer por su formación, para poder analizar la estructura gramatical del texto y así ver que las confesiones no eran válidas. Hizo lo que hace un perito lingüístico: estudiar el discurso escrito o hablado para determinar si se lo puede considerar como una prueba.
-¿Analizar un discurso permite comprobar si se hizo bajo apremios?
-Se pueden detectar apremios, si bien a nivel del estado una confesión bajo tortura no está permitida por la mayoría de los Acuerdos Internacionales, existen en todos los tiempos. Por ejemplo, están las declaraciones de las víctimas de la Inquisición. Ahí se puede ver lo que es declarar bajo tortura. Las confesiones bajo torturas son difíciles de leer y de procesar porque están llenas de terror. Es como dicen Foucault y otros: la tortura permite confesar al más débil un crimen que no cometió y al más fuerte a veces salvarse. Es ineficaz como método, además de ser terrible.
-¿Qué condiciones debe tener un testimonio para ser analizable desde la lingüística forense?
-Hay que hacer bien los interrogatorios, en climas de tranquilidad para lograr una narrativa coherente que se pueda desmembrar. Si uno apura a la persona y obtiene microrelatos bajo presión, esas confesiones no son válidas, están motivadas por emociones. El texto, oral o escrito, tiene que tener coherencia y cohesión. Si una persona está nerviosa repite conectores, como “que”, “y”, la sintaxis está rota. A partir de ahí se agregan cosas. Cuando uno analiza en profundidad el discurso ve que no hay coherencia lógica y no se lo puede considerar texto. En el ámbito judicial, para el juez es nulo de nulidad absoluta.
Poderti estuvo en Suecia después de graduarse y allí entró en contacto con ingenieros de sonido. “Trabajé con ellos y volví con una formación que acá estaba en pañales”, cuenta. Comenzó a colaborar en algunos casos y se nutrió de la Historia “que es una gran colaboradora, yo hago historia política, que tiene que ver con el derecho”. Dice que trabajan en su área con más herramientas que la grafología. “Nosotros podemos captar más que la esencia del texto en el momento de su escritura, como hace el grafólogo. Podemos obtener la totalidad y trazar un perfil vocal y criminológico de la persona: su nivel sociocultural, la jerga que usa, y por tanto su edad aproximada, si es hombre o mujer, si escribió el texto analizado a las apuradas, si es diestro o zurdo, si se hace pasar por otra persona”. Incluso afirma que “alguien de formación media, que trata de evitar algo formal, va a reproducir las fallas propias, la impostura y el armado se notan de manera inmediata”.
-¿Cómo es la labor de auxiliar de la Justicia?
Me convocaron por primera vez de la Justicia en 2006. Antes de esa fecha me llamaban ingenieros de sonido para desgrabar pruebas, tomábamos registros de grabaciones autorizadas por un juez. En este momento lo que hacemos es trazar el perfil vocal a partir de los audios, para saber si coinciden con los de las personas implicadas en la causa. Se comparan pruebas de voz.
-¿Cómo sería el análisis en el caso del discurso oral?
Es similar. Ahí se analiza el registro lexicográfico, las palabras que se usan usualmente y las que no. Nos detenemos en cuando alguien se acostumbra a no usar determinadas palabras o a tener registros semánticos de palabras que no usa. La palabra en sí es pobre, el texto, oral o escrito, tiene que ser comprendido para permitir el análisis. Se usa un software para limpiar la grabación a analizar, se quitan ruidos ambientales o se lo separa de otras voces. Luego otro software compara la grabación con otras voces de un banco de datos y se puede identificar el perfil vocal de manera automática. Nosotros no participamos de interrogatorios. Realizamos los Dictámenes Periciales y con el material que le pasamos al juez, éste toma su resolución.
En el Instituto de Inmunología Genética y Metabolismo (Inigem), que comparte espacio con el LIS, trabaja el ingeniero Jorge Gurlekian, que hace años procesa los los registros fonéticos. El diseño tuvo en cuenta modelos rusos y españoles. “Comparó con esos otros sistemas y armó un software propio”.
En cuanto a las marcas del texto escrito, Poderti cuenta que la tecnología actual permite trabajar sobre textos impresos y que se puede determinar la marca y modelo de la impresora, el tipo de papel, y que incluso es posible trabajar sobre textos hechos con recortes de diarios y revistas: se puede identificar el pegote y los nombres y páginas de las publicaciones utilizadas.
“El impreso da muchos datos, por ejemplo, un acta notarial, sumamente viciada, hecha en computadora. Se firma el documento y luego en forma manuscrita hay intervenciones. Podemos determinar si los agregados son posteriores o no a las firmas y si se hizo de manera apresurada”, ejemplifica sobre el trabajo en impresos.
Otro material escrito que analizan son las notas suicidas: “Comparamos otros registros escritos individuales para saber si, en vida, esa persona se expresaba así. De esa forma se constata la autenticidad del texto: si la escribió o no el suicida”. Y ahora el campo se amplió al análisis de textos en redes sociales y cadenas de WhatsApp, gracias a los aportes de Gurlekian. “Podemos hacer los análisis on line y los identificamos muy pronto. La estilística es como la huella digital, acompaña siempre a la persona”. Sin embargo, el uso del software tiene su particularidad. “Hay diferencias en el habla entre las propias regiones argentinas. No es lo mismo el habla del norte, con palabras tomadas, por ejemplo, del quechua”.
-¿Quiénes pueden dedicarse a esta labor?
-Son bienvenidos todos los que se interesen en la lingüística como método científico para validar afirmaciones. Es una ciencia que abre puertas y nos ayuda a hablar más fácilmente, a evitar los argots. Uno se da cuenta cuando se comunica con un médico o un físico, porque tienen su propio diccionario. La palabra “operación” no es lo mismo en boca de un médico o de un ladrón.
-¿Cómo es la relación con la Justicia?
Tenemos que saber mucho de derecho. Nosotros actuamos en la interfaz del derecho con la lengua, así que estamos actualizados con las leyes. Hoy trabajamos con todos los fueros, hasta cuando se habla de un peritaje caligráfico, es porque lo hacemos nosotros. Confían en nuestra experiencia porque nadie puede escapar del discurso hablado. Y la lengua sobrevive a cualquier catástrofe.