A un año de la desaparición de Santiago Maldonado, la familia continúa con más dudas que certezas. “No cierra nada. El Estado es responsable”, cuestiona su hermano, Sergio. Anhela “seguir haciendo la misma vida de laburante” que tenía antes del caso, pero “hoy mi única lucha es Santiago”, dice. (Foto de portada: Nicolás Aboaf).

Intenta mantenerse lo más lejos posible de los medios, pero sabe que la pelea por la verdad también se juega en ese territorio. Por eso las notas, los viajes, la participación en marchas y eventos solidarios, y por eso también la página Justicia por Santiago Maldonado, donde comparte comunicados de la familia, aclaraciones y artículos de interés.

Para Sergio Maldonado, desde el 1 de agosto de 2017, con la desaparición de Santiago durante el operativo de Gendarmería en Cushamen, la vida de la familia “cambió un 100 por ciento”. Desde entonces, “no hay día en el que no hablemos de él. Te levantás y acostás con el mismo tema, por algún movimiento en el expediente, en los medios, o por lo que te pasa por dentro”, confía.

Precisamente al cumplirse el primer aniversario de la desaparición, la demanda es mucho mayor.

Foto: Horacio Paone.

Si bien intenta “seguir haciendo la misma vida de laburante”, Sergio admite el gran esfuerzo que representa el seguimiento de la causa y su visibilización, sin descuidar el trabajo: “No somos más dueños de la vida que teníamos: no tenés tiempo de ir a jugar al fútbol, caminar, andar en moto”, y los objetivos y sueños previstos para esta etapa de la vida, “no están más… Ojalá algún día se retomen”, anhela.

Entre un medio nacional y otro, y pocas horas antes de partir a Brasil donde participó de la Cumbre de Base de Porto Alegre junto a la representación de La Garganta Poderosa, dialogó con Socompa.

En las últimas semanas, Sergio centralizó su crítica al Estado por lo sucedido. “El Estado es responsable”, repite. Las ideas libertarias de Santiago y su hermano Germán se cruzan en su discurso. Desde ese lugar cuestiona la actuación de la Justicia y el Gobierno nacional.

Recuerda que el 26 de octubre de 2017 -apenas nueve días después de la aparición del cuerpo- la familia concurrió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Montevideo y que el informe posterior a la audiencia “dice que el Estado Argentino tiene que investigar”. Sin embargo, “seguimos dando vueltas hace un año y todavía no tenemos ni las declaraciones de gente de la comunidad mapuche”.

Critica el reiterativo rechazo a los pedidos de ampliación de los puntos de las distintas pericia, y define que la autopsia “no dijo nada: ni dónde, ni cómo ni cuándo murió”.

Precisamente la autopsia es un punto de inflexión. Conocidos los resultados dos días antes de las elecciones legislativas, el supuesto consenso en torno a un ahogamiento sin responsabilidad de la Gendarmería, se convirtió en el principal escollo para la búsqueda de justicia. Los medios aliados del Gobierno dieron por cerrado el caso y colaboraron para construir una incuestionable “realidad”: Santiago se ahogó por impericia propia, y, en todo caso, fue en el contexto de que estaba cometiendo un delito, como el corte de ruta.

Pero Sergio tiene dudas. Aclara que, si bien existen tres análisis diferentes que contemplan que el cuerpo de Santiago pudo haber estado 53, 60 o 78 días en el lugar antes del hallazgo, “cuando nosotros preguntamos si pudo haber estado 20 días, nos responden que sí”.

“¿Por qué tiene las huellas digitales en condiciones si estuvo 78 días” en el río Chubut?, se pregunta, y concluye que “hay un montón de puntos que no dicen nada’’.

Desde hace varios meses la familia y la abogada Verónica Heredia vienen reclamando que un grupo de expertos independiente sea convocado para las pericias y una revisión de la autopsia, porque “está en evidencia que el Estado investiga a la familia, pero no se ocupa de lo que tiene que investigar”. Pero una y otra vez -la última, hace tres semanas-, la Justicia rechazó el pedido.

En la familia también dejó secuelas el espionaje ilegal ordenado por el ex Juez de la causa, Guido Otranto, del que fue víctima Sergio, su pareja Andrea Antico, amigos de Santiago, entre otros. “Si tenés el teléfono intervenido, te siguen, te amenazan, hay ciertos cuidados que tenés que tener. Somos gente común, que se encuentra con estas cosas, y ya no podés ni siquiera hablar con la psicóloga por teléfono, porque qué garantías tengo de que no me sigan escuchando”, plantea.

En ese sentido, se queja porque el nivel de exposición que sufre es “terrible” y admite que siente estar rindiendo exámenes diarios: “Para unos sos kirchnerista; para otros, zurdo; y para otros, golpista. Pero mi única lucha es la de Santiago”, afirma, comprendiendo que si se identificara con un sector político en particular “la lucha se cae, porque tal vez a la gente que hoy te acompaña, el día de mañana le tenés que ir a reclamar como representantes del Estado”.

Las llamadas perdidas de otros medios se acumulan en el celular de Sergio, mientras hace las valijas para viajar a la Cumbre de Base en Brasil. Pero antes de terminar la charla tiene tiempo para solidarizarse con los trabajadores despedidos de Télam. “No podemos mirar para otro lado cuando despiden a empleados de Télam, que desde un primer momento estuvieron difundiendo y apoyando”, ejemplifica, y explica que no se trata de una obligación, sino de “un compromiso y una forma de retribuir lo que hicieron por nosotros”.

Ahora sí, se despide, sigue atendiendo medios. Su vida sobreexpuesta a los golpes, continúa.