No es por ser amiga de la casa que entrevistamos a Natalia Gelós, sino porque acaba de editarse su último libro “Criaturas Dispersas” -el anterior fue “Antonio Di Benedetto Periodista”-, una encantadora colección de historias entre lo salvaje y lo humano (Fotos: Horacio Paone).

En un panorama editorial en el que las tiradas son cada vez menores pero los títulos y los autores aumentan de manera evidente, levantar la mano para decir algo conlleva el riesgo y la obligación de decir algo que, desde lo formal o desde el contenido, no haya sido dicho aún. Natalia Gelós logra la proeza de la originalidad con Criaturas Dispersas, un libro en el que su amor y su fascinación por los animales funciona como un lápiz con el que escribe sobre miniaturas y parcialidades de la sociedad humana. Lejos de las etiquetas y los movimientismos al uso como el veganismo, la liberación animal o el antiespecismo, los textos de este libro transitan con audaz inestabilidad la frontera tenue entre crónica, ensayo y cuento.

Criaturas dispersas tiene, además, una edición muy bella, llena de ilustraciones, fotos y elementos de diseño que mueven a leer y releer los textos en un plan absolutamente lúdico, con una lógica diferente y hasta opuesta a la lectura en pantallas. Natalia cuenta que en el origen de este libro hay una necesidad de reescribir ciertas noticias sobre animales desde una perspectiva mas asombrada, más permeable a la revelación del vínculo entre bicho y personas. “Por ahí leía una noticia que tenia algo que brillaba -dice- pero la nota no lo contaba, entonces necesitaba reescribirlo para ordenarlo”.

-¿Reescribirla para darle relevancia al bicho?

-O para ordenarme yo, también, como para sacarle lustre a la historia. Por ejemplo, la de los pájaros estos que aparecen en la isla de Pascua; era una noticia re gris, que contaba eso y no pasaba nada, lo contaba como si fuera un choque en la 9 de Julio. Pero vos veías la historia y era buenísima, era un pájaro que pegó un salto en la evolución y estaba solo en su especie del otro lado de su territorio. Necesitaba escarbar en eso.

El texto escarbado comienza así: “Era un pájaro más grande que el resto, más picudo y con un canto extraño. Lo notaron los investigadores a comienzos de la década del ochenta y desde entonces eso les quitó el sueño. Esa especie no encajaba entre las categorías que habían observado. Luego de años y años, acordaron una explicación: concluyeron que se trataba de una fusión entre dos especies. Ahí, en ese cruce, está la historia”. El texto continúa, la historia se revela, pero no la vamos a spoilear.

“Hay un vínculo con lo animal que va mas allá de las personas y es social”, dice Gelós.

-Ahora, más allá de tu voluntad narradora de sacarle lustre a esas historias, hace tiempo que venís con el tema de los animales.

-Si, repasando un poco, me acordé que de chica mi mamá me compraba unas fichas con animales. Eran como cartones cuadrados que tenían el mapa con el lugar donde habita el bicho coloreado, y datos. Datos muy nerds: el peso, qué come, a qué especie pertenece…. Ahora las busqué en Google, porque pensaba “¿esto lo imaginé?”. Y las encontré, ahí estaban, estaba el Pato Mandarín, la Rana Naranja… No decían mucho, pero había algo ahí que me interesaba. Y el hecho de haberme criado en el campo, entre animales, también hizo que siempre me interesaran. Por eso mismo, creo, veo que entre las historias hay mucha muerte de animal, pero bueno, es como me crié. Lo pienso en relación a mi hijo. Hay una violencia que ahora veo, antes no. Cuando era chica, ver a mi viejo carneando un cordero era algo que pasaba y que me interesaba. Hoy tiene otros sentidos. Y pensé seriamente si incluirlos. Como un relato en el que cuento algo que me pasó de chica, que me robé los huevos de un nido. Ahora hay otra percepción sobre los animales, sobre el deber ser, como debe uno comportarse con los animales, está mas normado. Un cuidado que no sé hasta que punto es genuino o es pura corrección política.

-Porque además de las noticias reescritas hay una línea que son interacciones tuyas con animales, en primera persona. Tanto recuerdos de la infancia como interacciones actuales, en las que parece que saliste a buscar historias adrede.

-Hice muchas visitas a lugares con animales porque me gusta. Si me decís que en tal lugar se puede ver a los monos sueltos, voy a tratar de ir. Después, contar lo que vi, fue parte de otra historia. No me lo propuse, me salió. La idea no era hacer un libro, al principio, lo que importaba era contar por contar. Y al ver todos los textos, el riesgo era que fuera demasiado periodístico, por deformación profesional. No pensarlo como periodístico me libró de la neurosis de estar buscando datos, toda esa cosa que si sos medio obse, podés estar años produciendo. Esa frontera permitía abordarlo desde este lado, que yo lo llamo un lado silvestre. Si bien está la primera persona, quise pensar en cómo utilizarla sin que sea solo introspección o literatura del yo, no quería ir por ahí. Fue jugar a contar por contar, por eso que decías, de borrarle lo periodístico que en las noticias estaba tan presente. Tampoco me interesaba hacer cuentos. Hay historias que no tienen inicio ni nudo ni desenlace. Se les podría hacer, pero quise hacer esto, no otra cosa

-¿Y lo de las ilustraciones?

-Fue idea de Christian Kupchik, el editor. Las elegí yo, son antiguas, pero la idea fue de él. El tema era ¿qué buscar para acompañar estos textos, no? Es como una evocación de las fichas esas de mi infancia. Es mérito de Christian, lo visual. De hecho, sacando el texto, es un libro tan bonito desde la edición… ¡que después hay que sostenerlo!

-¿Te da un poco de temor quedar pegada al personaje La Loca de los Animales?

-Sí, claro, ser una persona que sólo habla y escribe sobre eso. No, por favor. Me interesa el tema, pero el tema no son solo los animales. Hay una historia que dejamos afuera, una vez en la veterinaria hablábamos de los vínculos raros de la gente con sus animales. Y había un chabón que vivía solo con un gato y lo llamaba a cada rato al veterinario diciendo “el gato hace esto, al gato le pasa tal cosa”. Lo llamaba cinco veces por día, también hay que tomar una distancia.

-Me decías que el tema no es sólo los animales, yo lo que veo es que hablás de la sociedad desde su vínculo con los bichos.

-Claro, eso es lo que veo yo, que no hablo de animales, sino de humanos, De nuestro vinculo con lo salvaje. Otra que quedó afuera es un tipo en Uruguay que tenía una camioneta Rastrojero y, cuando no anduvo más, la enterró como si fuera un caballo, en el campo. Hay algo del vinculo con lo animal, que va mas allá de las personas y de los animales. Que es social. Y eso me sigue interesando.