La antropóloga analiza la nueva situación que ha abierto la pandemia en las relaciones sociales, en nuestra forma de comunicarnos y en la necesidad de rescatar algo de la solidaridad de la crisis del 2001. Rita Segato habló, además, de cómo la situación de encierro significa un agregado a la violencia de género, frente a lo que hay que redoblar la atención.
El aspecto revolucionario de esta situación de pandemia es mostrar que el control no existe, sobre todo en esta época en que las elites, los poderosos, los dueños del mundo han apostado a una fe muy grande en la capacidad de control de la realidad”, dijo Rita Segato anoche, en el programa televisivo Recalculando, que se emite los miércoles a las 23 por C5N.
“Es un error ver la historia como una cápsula, como algo que ha terminado y está completamente bajo control. Este pequeño, simpático, peligroso pero simpático gordito (el coronavirus), nos está diciendo que nada se puede controlar hoy, tal como ocurrió en 1340 con la peste negra en Europa”, añadió la antropóloga, una de las grandes intelectuales latinoamericanas.
“Para quien ve la historia en movimiento, que piensa que la historia camina, que tiene brechas de transformación (es necesario) que sepamos exactamente por donde van esas fisuras, esas brechas progresistas. La historia no es una cápsula cerrada, sino algo que camina y nos sorprende todo el tiempo. La gran lección de hoy es la incontrolabilidad de la naturaleza y nosotros estamos dentro de ella, somos parte”, señaló desde su casa en San Telmo donde se encuentra transitando la cuarentena la autora de Pedagogía de la crueldad.
Durante la entrevista que le hizo el periodista y economista Julián Guarino, Segato se preguntó qué pasará cuando “un virus surja y tenga la letalidad del ébola y la capacidad de circulación, de contagio fácil del covid-19. Ahí vamos a estar fritos. Es muy probable que ese virus, mezcla de ébola con covid 19, venga en algún momento. O sea, somos vulnerables”.
Respecto de la distancia física, que hoy es una norma, y de la distancia social, Segato recordó haber discutido el tema en algunos de sus múltiples libros. “Cuando se inventaron los chats, en 1994/5, yo vivía en los Estados Unidos y ahí se crean los espacios de conversación virtual. Hemos hablado de los peligros de la fe en que la virtualidad sea la comunicación real social, yo tengo dudas a ese respecto. La distancia física en diversos pueblos, como los japoneses que conviven en espacios pequeños, porque viven en una isla con una gran densidad poblacional, muestra que han tenido que inventar protocolos virtuales. Uno no puede llegar tan cerca de los cuerpos como llega el nuestro, son distintas culturas. La materialidad del otro, la relación física, no puede ser puramente verbal porque es absolutamente limitada y conduce a una iatrogenia. El cuerpo del otro, con su peligro, con su tesitura, con todo lo que implica la materialidad de la presencia del otro, los riesgos de todo tipo no están presentes en la virtualidad. Entonces no es real, la sociabilidad real tiene materialidad”.
Segato admitió la posibilidad de conversar que da la tecnología, “pero no es una real sociabilidad, inclusive muchísimos pueblos, los amerindios, los no occidentales, crean una forma del lenguaje muy recientemente, que es la que los lingüistas llaman referencial, si yo digo taza es taza”, ejemplificó. “Nosotros estamos entrenados para usar el lenguaje así, descriptivamente, pero hay muchos pueblos que no lo usan referencialmente y tienen una enorme capacidad de comunicación no verbal”.
Aunque advirtió que no es economista, la escritora de La guerra contra las mujeres dijo percibir que “un grado de cerrazón, de cerramiento de la economía es indispensable; la economía no puede ser plena, integralmente abierta, globalizada. Hay que pensar que una parcela que se retiene, que se repliega de la globalidad, protege lo local y lo regional. Hay actividades de mercadeo y de producción que no están dedicadas al mercado global, el mercado no es uno solo, hay uno global, otro regional y otro local y una buena administración va a proteger lo que se desprotegió en 2001. Como una extranjera que ha vivido 45 años fuera de la Argentina, yo que he venido, entrado y salido, vi lo que fue 2001 cuando la sociedad argentina tuvo una mutación, se volvió menos individualista y tuvo un gran y rápido aprendizaje de una economía popular, comunitaria, para salvar la vida aquí y ahora, para sobrevivir. Me entristece que toda la experiencia que se acumuló se perdió cuando el Estado retomó la situación, restableció y recreó el empleo. No estoy criticando la forma en que se encaró, fue casi milagroso cuando se salió de aquel momento en que una persona de clase media, alguien igual que mi padre, igual que personas próximas pedían limosna en la calle. Fue impresionante aquel momento en que se crearon conos de comunidad, de politicidad comunal en los barrios, formas de resolver el problema. Cuando la carencia inmediata termina, el estado cancela la experiencia, pero ahora tenemos que traer aquella experiencia al presente, recuperarla y no perder lo que la Argentina aprendió en 2001”.
Sobre el final, esta especialista en la fratria masculina, que arrancó su práctica de cientista social trabajando con los detenidos condenados por violación en la penitenciaria de Brasilia y luego estudió las mafias de Ciudad Juárez, remarcó que la violencia de género con denuncias y femicidios durante las últimas semanas “nunca decreció”. Pese a “los esfuerzos que se han hecho, unos estados más y unos menos, con políticas públicas y leyes que se pactaron en casi todos los países, no hemos visto decrecer la violencia”.
Segato instó a usar todo el poder de comprensión para descifrar este tema porque el hombre frustrado ante su deseo de salir, de tener un grado de libertad, encuentra un freno para sus intereses y reacciona. A no ser que haya trabajado bastante hacia adentro tiene un arrebato violento, un resorte que lo hace responder violentamente a la frustración, al límite. Y claro, todos estamos limitados, quizás los hombres más que las mujeres porque en una historia larga ha estado acostumbrado a salir”. Al estar obligados a estar juntos, a convivir con lo que menos les gusta del otro, las personas actúan diferente. Las mujeres tienen poder en su casa, el hombre se siente desempoderado cuando ella se empodera, es un sube y baja dentro de una relación de poder. Pero lo que me veo obligada a decir es que esta situación es nueva y hay que responder para proteger, pero no podemos adivinar. Hay una apuesta en la fila de las verdades de la ruleta, pero eso es un error. Hay que hacer una investigación, un examen, antes de decir qué detona la violencia, tenemos que pensar para actuar mejor”.