Ángel Cappa siempre fue alguien que se apartó de los moldes. Tanto que para hablar de su reciente libro eligió una villa. Allí rememoró sus tiempos de jugador y también de militancia, habló del sentido del fútbol y de una pasión que el poder ve como una forma más de hacer negocios. Fotos: Horacio Paone
Mediodía. A metros de la villa 1-11-14 del bajo Flores, un grupo de gente de la zona se agolpaba frente a un local. Adentro, decenas de garrafas apiladas, mesas, sillas, más gente, chicos corriendo, música. Casi en la entrada, un hombre flaco, de bigotes y piloto (el día estaba anunciado lluvioso, terminó siendo soleado), se sacaba fotos y charlaba con toda esa gente.
El Centro de Emergencias Villeras se transformó, el sábado 17, en el lugar elegido para que el director técnico, sociólogo y escritor Angel Cappa pudiera encontrarse con parte de su historia, con su juventud, su militancia y pudiera transmitir su experiencia a, como los llamó él, “su gente”.
Primero, una recorrida por el lugar –diligentemente asistidos por uno de quienes ofrecen su vida y su tiempo en el CEV– nos dio una idea de la inmensa tarea que allí se realiza. No sólo venden garrafas a precios que no se consiguen en ningún otro lugar de la ciudad, sino que atienden todo tipo de emergencias en la inmensa villa del Bajo Flores y también en el Barrio Rivadavia. Un mapa en la pared nos ayuda a darnos cuenta del trabajo del Centro de Emergencias Villeras, suplantando al Estado allí donde no llega ni quiere llegar.
Cappa escucha con atención y pregunta todo lo que quiere saber. Se le explica minuciosamente. “Tenemos este mapa –nos dicen– para ubicarnos, los vecinos nos llaman y nos dicen en tal manzana se está quemando un auto, o hay tal emergencia, y nosotros vamos. Antes entraba la ambulancia del SAME con la policía. Ahora somos nosotros los que asistimos”. Una pequeña ambulancia estacionada en la puerta ayudó a que fuera aún más evidente el importante trabajo de asistencia a los más desposeídos, los más desprotegidos, los que no tienen nada que perder. Las mismas caras y las mismas necesidades que cuando Angel Cappa, joven, militaba con la esperanza de cambiar el mundo.
A la charla.
“Me siento muy agradecido por la invitación y muy honrado por estar acá. Les quiero decir que yo nací en Villa Mitre, que es un barrio marginal de Bahía Blanca; me crie entre gente humilde y trabajadora. Mi papá era peluquero y mi abuelo taxista, pero no de taxis, manejaba un mateo, en realidad un sulky. Tuve la suerte de jugar al fútbol y de poder entrenar en distintos niveles, lo que me permite tener una vida más cómoda económicamente, pero eso no hace que me separe de mi gente. Siempre estuve y estaré con mi gente. Es verdad que en los 70 milité y por eso me tuve que exiliar. Me fui a España, donde también milité. Hasta llegar a esta etapa, donde los que tenemos la edad que tengo yo solamente podemos acompañar, porque creo que la militancia es una tarea de la juventud. No soy de aquellos que hablan o dan consejos acerca de cómo hay que hacer las cosas. Al revés, trato de aprender de los jóvenes. Me siento reconfortado por que se hagan tareas como la que están haciendo ustedes, porque el poder siempre trata de convencernos de que no es posible, de que la realidad que vivimos es inamovible y de que toda lucha es inútil. Y no es cierto. Todas las conquistas sociales, los derechos laborales, han sido fruto de luchas muy duras.”
Pero estábamos allí para hablar de fútbol y, ah claro, la excusa era la presentación del libro También nos roban el fútbol, escrito por María Cappa en colaboración, dice él, con su padre, Ángel.
“Y seguramente las cosas se pueden cambiar. Por ejemplo el fútbol también se puede cambiar. El negocio se ha apoderado de algo que es nuestro. El futbol nace en el barrio, es nuestro. El futbol nos enseñó a ser solidarios, a estar al lado de un compañero en un momento determinado, a ayudarlo a recuperar una pelota o a tenerla. Nos enseñó también que no había que agrandarse cuando uno ganaba y tampoco había que tirarse al suelo cuando uno perdía, porque en la vida se gana y se pierde. El futbol nos enseñó muchas cosas y tenía otro significado para nosotros. El negocio nos lo quitó y lo convirtió en algo para vender y comprar. Lo mercantilizó y nos convirtió en clientes, que tenemos que pagar la entrada, que tenemos que pagar para poder verlo por televisión, como quiere hacer ahora Macri, que quiere privatizar los clubes para terminar de arrebatarnos el futbol.”
El juego
“Pero también nos quieren arrebatar el juego; antes jugar bien nos hacía sentir orgullosos. Ahora jugar bien no importa, porque estos te dicen que lo importante es ganar. Y un amigo nuestro, un compañero de todos nosotros, Eduardo Galeano, decía que no se juega para ganar sino que se juega para jugar, y en todo caso el triunfo es una recompensa. A eso agrego que, en todo caso, no se vive tampoco para ganar, se vive para vivir en compañía de los demás. Entonces el libro lo que cuenta es eso: aquello que trata de hacer el negocio con algo que es nuestro. Y en el título está la palabra “también” porque no sólo nos roban el futbol, sino que también nos roban la salud pública, la educación, los derechos laborales, todo para que aumenten las ganancias de los capitalistas. Y nosotros tenemos que resistir a eso, defender las cosas que son nuestras, que nos pertenecen.”
El aplauso coronó las palabras del director técnico devenido en escritor. Antes, un pollo al horno acompañado con ensalada rusa había hecho las delicias de los presentes. Allí, Cappa se despachó con anécdotas y cuentos de esos que a los periodistas nos gusta escuchar pero que no podemos contar. No obstante, aun en esos momentos, Ángel Cappa respeta los códigos, elude dar nombres y descarta calificativos.
Hubo preguntas, luego, y una pequeña entrevista para Socompa.
Sobre la violencia en el fútbol y en la sociedad
“Que un tipo tenga hambre, eso es violencia; que alguien no tenga gas, eso es violencia. La sociedad genera violencia. El poder genera violencia porque oprime y porque somete a la gente. Pero el fútbol no es violento. Que un tipo grite en una platea… eso no es violencia, se trata de una pasión. Donde hay violencia es en las barras bravas, pero eso se trata de un negocio. Un negocio que tiene que ver con los dirigentes, con la policía, con los políticos y los sindicalistas. Por eso no las combaten. Pero eso no tiene que ver con el fútbol, es otra cosa.”
La única mujer que se animó a preguntar fue punzante: ¿cómo fue que un jugador de fútbol y técnico se decidió a estudiar y luego a escribir libros?
“Yo estudié porque en la Argentina y en América Latina en general había una esperanza de un cambio, de una revolución. Por eso sobrevino después tanta masacre. De los movimientos progresistas en general, que fueron barridos. Yo veía lo que pasaba en mi familia, en mi barrio, palpaba las injusticias, pero no entendía por qué ocurrían. Yo quería saber por qué ocurría eso, entonces me puse a estudiar, fui a la universidad, mientrasseguía jugando al fútbol. Estudiar me ayudó a entender las razones de las injusticias, pero la militancia me ayudó a comprenderlas mucho más.”
El fútbol que nos roban y el derecho a practicar deporte.
Además, el fútbol es un derecho, que está registrado en la Unesco como tal. Es decir, tenemos derecho a practicar deportes. El deporte nos hace sentir bien físicamente y moralmente, porque nos hace creer en nuestras posibilidades, además de que nos brinda salud y nos enseña lo que es el compañerismo.”
Para terminar, Cappa resume en pocas palabras su opinión sobre el fútbol, el deporte y la vida en general. Todo está contenido en una palabra: libertad.
“Hay una frase muy usada por los que mandan, que dice que mi libertad termina donde empieza la del otro. En realidad mi libertad comienza con la libertad del otro, yo no soy libre si el otro tampoco lo es. Esa es nuestra manera de entender la libertad.”
La entrevista.
-¿Por qué el libro y por qué la decisión de hacerlo junto con tu hija?
-Es un encargo de la editorial (Akal), de una sección de investigación periodística. En realidad mi hija es periodista, yo colaboré con ella en cuanto a las ideas en relación con todo lo que significa el dinero en este juego; pero ella se ocupó de la mayor parte del libro, que habla de cómo se maneja el poder, la FIFA, las empresas de Europa, de cómo manejan el fútbol.
-¿Qué te provocó venir acá, a este lugar?
-Para mí es una alegría, un honor, poder estar en un lugar donde la gente que es olvidada por el poder trata de exigir lo que le corresponde, y lucha. Vive la alegría de poder luchar y de poder reclamar lo que le pertenece.
-¿Te recuerda algo de tu militancia?
-Sí, por supuesto, nosotros militábamos en los barrios, como hacen ellos ahora, y como hace la juventud, lo que para mí es reconfortante.
-¿Qué jugadores que hayas dirigido te sorprendieron más futbolísticamente?
-Muchos, Redondo, Latorre, Hierro, Sanchís, Matute Morales, el Mago Capria, muchísimos… Ponele puntos suspensivos porque son muchos…
-¿E intelectualmente?
-Todos. Los jugadores son chicos que maduran muy rápidamente. Un jugador de 20 años es igual que a uno de 35 fuera de la cancha. Parecen hombres y son todavía pibes. Después hay algunos que profundizan sobre un tema u otro, o algunos que leen más y otros que leen menos, pero en general son gente madura.
-¿Tenés pensado volver a dirigir?
-Nunca hice planes más allá de 48 horas en mi vida, pero volver a dirigir seguro que no, porque ya soy grande y no tengo ganas. Esto es algo en lo que hay que tener mucha pasión, muchas ganas, y yo ya no las tengo.