El excanciller de Brasil afirma que Jair Bolsonaro aprovecha “la infección del lawfare” que causó la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula da Silva para victimizarse. Advierte, además, que el país devino en el “epicentro de la extrema derecha internacional” y que “unos de los principales desafíos del próximo gobierno será superar la división que existe en la sociedad”.
Celso Luiz Nunes Amorim tiene un extensa trayectoria política que lo convierte en uno de lo analistas más lúcidos de su país y la región. Diplomático de carrera, se desempeñó como Ministro de Asuntos Exteriores durante las presidencias de Itamar Franco (1993/1994) y Luiz Inácio Da Silva (2003/2010). Además fue ministro de Defensa de Dilma Rousseff (2011-2014). Entrevistado por Telam, destacó que “Brasil es el epicentro de la extrema derecha internacional” y comparó a Bolsonaro con el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Tras las movilizaciones convocada por Jair Bolsonaro, sostuvo que “si Bolsonaro buscaba generar temor, eso no ocurrió” y consideró que el actual presidente “juega con el temor a un posible golpe de Estado”. Sin embargo, Amorin duda de que Bolsonario tenga “la fuerza necesaria para concretar una ruptura democrática”. Tras aclarar que es preciso aguardar la evolución de la crisis política e institucional que atraviesa Brasil, el excanciller advirtió que el desafío del próximo gobierno será resolver la profunda división de la sociedad brasileña: “Los golpes del lawfare se superaron, pero ahora está el de Bolsonaro. La sociedad está muy herida”, definió.
-¿Qué intenciones advierte en las movilizaciones que convocó de Bolsonaro?
-En Brasilia hubo una presencia de público importante, pero no tan grande. Incluso, por lo que escuché, hubo un intento de invadir el edificio de la Corte Suprema que no prosperó. En términos de presencia hubo muchos camioneros y gente vinculada al agronegocio. Bolsonaro volvió a lanzar una amenaza a la Corte Suprema, dirigido a un juez que lo está investigando y que ordenó detenciones de policías militares. Hubo también una amenaza dirigida al presidente del Tribunal Supremo. Dijo que si no toma decisiones, las tomaría él, Bolsonaro. Por lo que vi, hasta ahora, esto no va a tener mucho futuro. No causó una impresión muy grande. Si lo que estaba buscando era impresionar y causar temor en las fuerzas políticas, aparentemente no ha ocurrido. Bolsonaro juega con el temor a un golpe de Estado. No sé si tiene la fuerza para concretarlo. Aparentemente habría una resistencia de parte de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, es algo que nadie sabe con seguridad. Bolsonaro tiene en mente un golpe con los propios policías militares y mantener a las Fuerzas Armadas sin actuar. En este momento, estoy un poco menos pesimista de que eso pueda ocurrir, pero no puedo descartarlo. Es la idea original de Bolsonaro, combinada con la de un fraude en las próximas elección. Bolsonaro siente que quizás ya no tiene apoyo suficiente, que está perdiendo el apoyo de los grandes medios y de los grandes empresarios del capital financiero, sobre todo de los americanos. Creo que buscó anticiparse y por eso convocó a estas movilizaciones. No descarto que pueda impulsar un golpe para sobrevivir, para evitar un impeachment. Esa es la impresión que tengo hoy, pero no puedo adelantarme a lo que pueda ocurrir en los próximos días. Qué va a ocurrir con la Corte Suprema, qué va a hacer el Congreso, son todas cosas que solo podremos saber en los próximos días. Me parece que la posibilidad de un golpe parece menos probable.
-¿Las manifestaciones de hoy minan las instituciones democráticas, generan un escenario de incertidumbre?
-Sin dudas. Con su intimidación, ha provocado un temor en los jueces. Hay una erosión. Es muy parecido a lo que intentó hacer Donald Trump en Estados Unidos, con la diferencia que más extendido en el tiempo. Hay dos diferencias importantes con la toma del Capitolio. Una es que estaba más claro que el establishment y las Fuerzas Armadas estadounidenses no iban a apoyar a Trump. Creo que al establishment y al gran capital brasileño no les interesa lo que propone Bolsonaro. Pero no sé lo que ocurre con las Fuerzas Armadas, es un interrogante. La otra diferencia, que es importante y afecta las decisiones, es que Trump había perdido las elecciones y le quedaban diez días de gobierno. Bolsonaro tiene más de un año de presidencia por delante. También se lo podría comparar con lo ocurrido en Bolivia, aunque Brasil es un país con otras características, con otra extensión. Otro de los temas a tener en cuenta es que el diputado que tiene la llave para iniciar un impeachment a Bolsonaro, si bien ha sido muy crítico con algunos temas, siempre le fue leal. Por supuesto, no estoy hablando de una lealtad personal, sino de intereses. Algo que me tiene muy preocupado es la división que existe en la sociedad brasileña, como nunca se había visto de manera tan evidente. Eso es algo que va a quedar por algún tiempo y va a ser uno de los desafíos para el próximo gobierno.
-¿Cómo cree que pueden influir las expresiones de hoy en un escenario en el que Lula aparece con una amplia ventaja frente a Bolsonaro? ¿Cómo se puede avanzar como sociedad después de los discursos de odio promovidos desde la extrema derecha?
-En Brasil sufrimos dos golpes de Estado. El primero fue contra Dilma Rousseff. Luego estuvo el encarcelamiento de Lula. Los golpes del lawfare se superaron, pero ahora está el de Bolsonaro. La sociedad está muy herida. Solamente una elección con una buena mayoría, que creo que es probable que Lula obtenga, podrá ayudar a pacificar un poco la situación. Lula es un gran negociador. Mucha gente que estuvo contra él o contra Dilma podrían acomodarse en un futuro gobierno de Lula. Eso podría generar una gran reconciliación nacional, aunque hay un 15 o 20 por ciento que quedará afuera por una sencilla razón: no quieren estar adentro. Es un poco lo que ocurrió con Trump en Estados Unidos. Curiosamente, aunque Brasil sea más pobre y mucho menos desarrollado, es un país que tiene mucha similitud con Estados Unidos. Existe una profunda complejidad social. En el agronegocio hay personas que no se puede decir que sean fanáticas de Lula, pero lo aceptan. Es curioso que el agronegocio se haya puesto tan a favor de Bolsonaro, y digo esto hasta con un poco de sentimiento de culpabilidad, porque son el sector que más se benefició con la política exterior del gobierno de Lula. Los empresarios grandes son más cautos. La base económica de Bolsonaro son esos empresarios medianos, que ganan con la destrucción de la floresta y la agresión hacia el medio ambiente. Lo mismo podría hablar de la minería. Son una especie de lumpen empresarial de las ciudades que están más interesados en el comercio que en la producción. Y al lado de ellos están las milicias urbanas, parte de la policía, todo el establishment que relacionado con la seguridad privada y una parte de las iglesias evangélicas y neopentecostales. Esa es la base de Bolsonaro y representa, por lo menos, un 20 por ciento de la población.