Llegado al poder, el macrismo dio un brutal giro al tema de la política satelital: bajó la inversión y puso todo el proyecto al servicio de los privados, a contramano de lo que pasa en el resto del mundo. Este cambio tiene varios beneficiarios, pero el grupo Clarín largó en punta en eso de aprovechar las facilidades de este nuevo tiempo.

Dice que lo que está haciendo Cambiemos no es una privatización sino una colonización del Estado para favorecer a empresas amigas. Es el caso de la intención de asociación de Arsat con Hugues recientemente denunciado y del uso que hace Clarín de la red estatal a través de Nextel.  Guillermo Rus fue vicepresidente de Arsat durante la gestión kirchnerista, pero antes de eso estudió Ingeniería Electrónica en la UBA, trabajó cuatro años en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y ganó varios premios de emprendedurismo con la empresa Sur Emprendimientos Tecnológicos, orientada al desarrollo de software para el procesamiento de información satelital.

Rus recibe a Socompa en su departamento clasemediero de Caballito. El único rastro que indica que en este lugar vive el ex número dos una empresa estatal de presupuesto millonario es una réplica en miniatura del primer satélite geoestacionario de fabricación nacional. Rus habla con entusiasmo de sus proyectos actuales: la revista Latam Satelital y la empresa OINK, orientada a promover la difusión y la adopción de las tecnologías espaciales en la comunidad.

–Seguís con el tema espacial.

–Es mi tema –dice–. Cuando perdimos fue un golpe muy duro porque teníamos un proyecto muy importante y  que venía muy bien, sobre todo el proyecto espacial. Y eso -más allá del éxito de poner en órbita dos satélites– nos planteaba un horizonte enorme porque permitía un montón de cosas, básicamente, consolidar una industria satelital en nuestro país,  una industria de altísimo valor agregado que el gobierno actual está poniendo en serio riesgo.

¿Se veía venir el cimbronazo desde adentro del sector?  Recuerdo que en la campaña de 2015 había muchos especialistas que decían que Arsat era tan buen negocio que el macrismo no lo iba a dejar escapar.

–En el ámbito de los profesionales vinculados a la tecnología suele haber una disociación de los desarrollos tecnológicos con los avances con la política. Muchos consideran que la política es una cosa externa que distorsiona el avance natural  de la ciencia. Y la verdad es que no, que la política interroga ¿qué tecnología, por qué y para qué? Pero más allá de lo que pensaban muchos, nosotros sabíamos que si ganaba el macrismo iba a pasar lo que pasó, porque Macri era diputado cuando se creó Arsat y votó en contra. Con argumentos como que esto no sirve, el Estado no tiene que meterse en estos temas. Y después puntualmente sobre ARSAT Macri en campaña dijo que era una empresa que no servía para nada. Y lo dijo en el coloquio de IDEA. En lo que hace a Ciencia y Técnica, fue siempre el mismo discurso: hay que hacer lo que sabemos hacer y dejarse de invertir en lo que no somos competitivos. Con ese mensaje, nunca vas a mejorar. Si hacés solo aquello en lo que sos bueno, vas a vender soja o exportar jugadores de futbol toda la vida. Y además ¡Qué proyecto chato que les propone a los ciudadanos! Hay un cosa que dice el director de la ESA, la agencia espacial europea, que lo principal de la tecnología del espacio es que despierta la curiosidad. La curiosidad que estimula la elección de carreras tecnológicas y que amplía el horizonte de desarrollo de una sociedad.

–La idea de que el Estado no tiene que meterse en el tema satelital porque es un negocio que hay que dejarle a los privados es una definición consistente con el neoliberalismo.

–Pero en el mundo no hay nadie que diga eso. Hay en el mundo satelital varios modelos distintos, con mayor o menor participación estatal. Pero lo que no hay es un modelo de prescindencia del Estado respecto del tema espacial.  Los norteamericanos picaron en punta y tienen un Estado fuertísimo. La Nasa invierte 25 mil millones de dólares todos los años. Es casi el 50% de la inversión mundial. Son muy piolas en el rol que asignan al Estado, hasta donde llega y qué se espera de la inversión privada. Por volumen de actividad, por el tiempo que hace que están en tema y por lo claro de sus objetivos, tienen debates internos, pero nadie discute la participación estatal. En el modelo chino, el otro extremo, el Estado vende directamente los servicios, es decir está mucho más enfocado en el esquema estatal. Ahora, a medida que crecen, empiezan a aparecer los privados asociándose con el Estado. En Europa pasa lo mismo: los estados invierten mucho y una vez que es una industria madura permiten el negocio de los privados, apoyando muy fuerte para que sean más competitivos: el Estado no se retira nunca. Acá la alianza Cambiemos tiene una mirada colonial, que se retira de este negocio cuando hay una empresa sin problemas financieros y con un presupuesto votado en el Congreso.

Una privatización creativa

A mediados de julio tomo estado público un preacuerdo de asociación entre Arsat y la norteamericana Hugues Network Systems para el desarrollo del satélite Arsat 3, demorado por la subejecuciòn del presupuesto que en 2015 el Congreso había asignado al proyecto. Según ese documento, el Arsat 3 se fabricaría en Invap, con la misma estructura de Arsat 1 –puesto en órbita en 2014– y Arsat 2 –en 2015– a un costo de 230 millones de dólares (precisamente, lo que se previó en 2015) y Hughes aportaría una inversión de 50 millones de dólares.

La Ley 27.208 de desarrollo de la industria satelital dice que “Cualquier acto o acción que limite, altere, suprima o modifique el destino, disponibilidad, titularidad, dominio o naturaleza de los recursos esenciales” vinculados a las comunicaciones satelitales “debe ser aprobado por el Honorable Congreso de la nación”. Para gambetear ese minúsculo detalle, Cambiemos impulsa la creación de una nueva empresa (que en principio se llamaría Newco) en la que Arsat y Hughes se asociarían  y la empresa norteamericana tendría el 51% de las acciones y la potestad de designar gerentes y políticas.

-Creo que ellos vieron que la palabra privatizar no tenía buena prensa. Y creo también que estamos en una etapa distinta, esto no son los noventa: el privado no quiere comprar la empresa. Quieren otra cosa. Lo que está haciendo Cambiemos es una colonización del Estado: lo orienta a  empujar el emprendimiento a determinados intereses. No es que genera las condiciones del negocio. Ese podría ser un  rol aceptable para el Estado. Acá el privado tiene nombre y apellido. Apadrino a éste. Arman la estructura estatal al servicio de un empresario puntual. Usan la red de fibra para que Nextel despliegue su red móvil. Arman esta sociedad para que Hughes pueda quedarse con la banda ancha satelital en la Argentina.  Este es el tipo de negocio que proponen: lo peor de este acuerdo es la ilegalidad y la falta de transparencia. Arsat se creó por ley. Por Ley de Presupuesto se invirtieron 600 millones de dólares durante más de diez años. Hay un plan espacial aprobado por Ley. ¿Y quién es este tipo para que nosotros nos asociemos con él? ¿Cómo puede ser que nadie sepa qué se negocia en esa asociación? No tuvieron consecuencias muy graves todavía porque es solo una carta de intención. Ahora, si hubieran hecho el acuerdo El problema sería muy grave porque es una ilegalidad evidente. El otro gran problema es la carencia total de un proceso de transparencia que garantice que el Estado argentino está consiguiendo el mejor socio. Está bien que Arsat es una empresa que tiene que tener cierta flexibilidad, tiene que ganar mercados y no puede someterse a procesos burocráticos muy complejos porque tiene que competir con otros operadores en oferta de servicios. Ahora, el principal cometido de Arsat es desarrollar la industria, dar la discusión. No hay un mecanismo para regular la asociación con el privado. Así como hay un mecanismo previsto para hacer compras, para evitar los sobornos. Según el valor de la compra tenés algún tipo de comparación de precios, es la forma de que no sobornen al que hace la compra.

-¿En qué punto estaba la empresa cuando la tomó Cambiemos y qué avanzó desde entonces?

–Cuando nos fuimos, en 2015, el proyecto satelital estaba cerrado. Dos satélites en el aire  y operando. En materia de televisión digital, la red terrestre casi toda desplegada y servicio satelital cubriendo todo el país, el terrestre cubriendo el 80% de la población y había una etapa marginal del terrestre de 30 estaciones. Si esas 30 estaciones no entraban en funcionamiento el servicio estaba igual, la red de alguna forma estaba cubierta por el servicio satelital. Y la red de fibra de 36 mil kilómetros tenía 11 mil iluminados. Faltaba todavía una parte importante del despliegue, armar toda la operación de mantenimiento, había mucho trabajo pendiente. Si bien había arrancado la comercialización, había charlas avanzadas con Telefónica y un contrato con Claro. Cuando ellos asumen, como cada nueva administración, mandan todo a revisión. Pero cortan brutalmente el presupuesto. El presupuesto de 2016 de 4 mil millones de pesos con un dólar a 9 o 10, lo bajan a 400 millones.

Pero,  ¿lo pueden hacer?

–No es mi especialidad, pero lo hicieron. Seguro que pedir más no pueden, pero gastar menos, lo hicieron. Eso en materia satelital es uno de los grandes temas que nos preocupan. Porque era una política de Estado. Viene un funcionario del ejecutivo y dice “No, hay que ir para allá” y te cambia todo un proyecto largamente consensuado, con leyes aprobadas por el parlamento. Eso es un gran problema. Fijate el caso de EEUU con el cambio entre Obama y Trump, la Nasa sintió un cimbronazo. La línea Trump es muy anti cambio climático, todo al revés. Y los tipos le quisieron  recortar el presupuesto pero la Nasa fue al Congreso y les tuvieron que dar los fondos. Porque no es tan fácil recortar una política de Estado. Pasar por el Congreso es un filtro contra los cambios abruptos. Puede suceder que se vaya una administración y venga otra con una mirada distinta, sobre todo del que está en la parte ejecutiva, pero al tener el consenso legislativo le da peso y continuidad a cualquier política. Bueno, a cualquiera no. Acá no funcionó porque buscaron como saltearse al Congreso. Pero no  es que desfinanciaron un proyecto al que yo me aferraba mucho. No es el proyecto de cuatro o cinco que se creían patriotas. Esto es una industria espacial. Incipiente, pero hay miles de personas involucradas, hay una multiplicidad de pymes que dan servicios, hay varios institutos, universidades comprometidas. Es una industria que genera todavía poco ingreso pero va a crecer. La inversión en el sector cayó el 50% de un año para el otro. Ninguna industria se banca eso.

-Hace un rato dijiste que Clarín y Nextel hicieron negocios sobre la red de fibra óptica de Arsat. ¿Me lo explicás?

–Cuando se hacen cargo de la empresa, reducen el presupuesto y reorientan todo a la red de fibra. Porque tenían un problema gravísimo, si no invertían  no iban a poder hacerla funcionar y había mil millones de dólares invertidos. Y además, de todo el paquete Arsat, la red  de fibra óptica era lo que más les gustaba: la tomaron para su gestión, compraron el proyecto, supongo que en parte porque les permitía hacer política, ir a las localidades, inaugurar, etc. Pero después apareció el avance de Clarín y Nextel. Y apareció una resolución de la Secretaria de Comunicación que decía que, al asignarle nuevas frecuencias, Nextel estaba obligado a brindar servicios en  determinadas zonas si llegaba la red Arsat. Si no, Nextel no sería penalizada por no dar servicio. Si uno mira las inversiones de 4G de Telefónica, Telecom y Claro, ellos tienen frecuencias y zonas que cubrir. Si no llegan en fecha les empiezan a correr penalidades. Eso por contrato. Les pueden sacar la licencia. Esas son las condiciones en que operan las tres operadoras. En cambio  en el caso de Clarín, sus condiciones para ser multada están borradas. La inversión del Estado está para que Clarín trabaje sin riesgo.