La inflación de octubre en los Estados Unidos alcanzó una suba interanual del 6,2 por ciento, la mayor en tres décadas. Un día antes la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, había anticipado su preocupación. En la otra vereda hay quienes afirman que la alarma es desmedida si la economía crece. Joseph Stiglitz, sin muchas vueltas, pide un recambio al frente de la Reserva Federal para garantizar el programa de Biden y da sus razones en este artículo publicado por Project Syndicate.
Una elección errada puede tener graves consecuencias. Con Alan Greenspan y Ben Bernanke, la Reserva Federal no reguló bien el sistema bancario, y eso sentó las bases para la peor desaceleración de la economía mundial en 75 años. Esa crisis y la respuesta de las autoridades tuvieron amplias consecuencias políticas, al generar un aumento de la desigualdad y alimentar el resentimiento de quienes perdieron sus casas y empleos.
Multitud de lugares comunes se presentan como razón para renovar la designación del presidente actual, Jerome Powell [1]. Que sería una demostración de bipartidismo. Que reforzaría la credibilidad de la Reserva Federal. Que necesitamos alguien con experiencia que nos guíe a través de la recuperación pospandemia. Y así sucesivamente. Oí los mismos argumentos hace 25 años, cuando presidía el Consejo de Asesores Económicos de la presidencia de Estados Unidos y se analizaba renovar la designación de Greenspan. Esos argumentos bastaron para convencer a Bill Clinton, y el país pagó un alto precio por su decisión.
Es irónica la facilidad con que el presidente Ronald Reagan desestimó esos mismos argumentos, cuando en 1987, básicamente, despidió a Paul Volcker, después de que este lograra controlar la inflación. Reagan estaba en deuda con Volcker, pero como quería desregular la economía, prefirió a Greenspan, un discípulo de Ayn Rand.
La formulación de la política económica exige tener criterio y conciencia de los objetivos contrapuestos. ¿Cuán importante es la inflación en comparación con el nivel de empleo y crecimiento? ¿Hasta dónde es lícito confiar en que los mercados librados a sí mismos serán eficientes, estables, justos y competitivos? ¿Cuánto debería preocuparnos la desigualdad? Los dos principales partidos de Estados Unidos siempre han tenido ideas claras, aunque muy diferentes, en relación con estas cuestiones, al menos hasta que los republicanos se hundieron en la locura populista.
En mi opinión, los demócratas tienen razón en prestar más atención a las consecuencias del desempleo. La crisis de 2008 mostró que los mercados irrestrictos no son ni eficientes ni estables. Además, sabemos que el único momento en el que los sectores marginados ingresan a la economía y se reducen las disparidades salariales es cuando escasea la mano de obra.
Los años venideros pondrán a prueba a quienquiera que ocupe la presidencia de la Reserva Federal. Estados Unidos tiene que tomar decisiones muy difíciles en relación con la inflación y cómo darle respuesta. ¿Son los recientes aumentos de precios el resultado transitorio de un cierre sin precedentes de la economía? ¿Qué actitud debe tomar la Reserva Federal en relación con la tasa de desempleo de la población afroamericana, que todavía no volvió a los niveles prepandemia? ¿Puede una suba de tipos de interés -y con ellos de la tasa de desempleo- ser un remedio peor que la enfermedad?
Del mismo modo, así como un elemento central de la debacle de 2008 fue una sobrevaloración de títulos con garantía hipotecaria, hay en la actualidad pruebas de una sobrevaloración mucho mayor y extendida de activos relacionados con el cambio climático. ¿Qué debe hacer la Reserva Federal al respecto?
Powell no es la persona indicada para el momento. Para empezar, apoyó la agenda desregulatoria del expresidente Donald Trump, que puso en riesgo la salud financiera del mundo. Y todavía se muestra renuente a enfrentar el riesgo climático, mientras que muchos banqueros centrales de todo el mundo declaran que es el tema que definirá las próximas décadas. Powell podrá decir que esas cuestiones no forman parte del mandato de la Reserva Federal, pero es un error. El mandato de la entidad incluye garantizar la estabilidad financiera, y no existe mayor amenaza contra la estabilidad financiera que el cambio climático.
La Reserva Federal también se encarga de aprobar fusiones en el sector financiero, y el historial de Powell sugiere que no hay fusiones malas. Semejante laxitud es lo último que necesita la economía en este momento. La evidente falta de competencia y la ausencia de regulaciones adecuadas ya están generando un contexto de ganancias desmesuradas, menos financiación para las pequeñas empresas y más margen para que los actores dominantes se aprovechen del resto.
Algunos comentaristas felicitaron a Powell por la respuesta de la Reserva Federal a la pandemia. Pero lo de no endurecer la política monetaria subiendo los tipos de interés durante una recesión lo sabe cualquier estudiante de segundo año de economía. Además, como sostuvo Simon Johnson, del MIT, Powell no tiene un compromiso firme con el pleno empleo. Por el contrario, su historial como miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal durante la década anterior muestra ejemplos de falta de criterio a la hora de endurecer la política monetaria, comenzando por el “berrinche de los mercados” en 2013.
Muchos observadores de la Reserva Federal insisten en que la desigualdad no es asunto del banco central, pero lo cierto es que las políticas de la entidad tienen importantes efectos distributivos que no es posible ignorar. Así como subir los tipos de interés antes de tiempo puede asfixiar el crecimiento, una aplicación laxa de la Ley de Reinversión Comunitaria puede favorecer una mayor concentración del poder de mercado.
Finalmente, el reciente escándalo por las operaciones bursátiles que concretaron altos funcionarios de la Reserva Federal debilitó la confianza en el liderazgo de la institución. Hace tiempo que estoy preocupado por la aparente insensibilidad de Powell a los conflictos de interés, incluso dentro de la gestión de algunos programas que implementó la entidad para responder a la pandemia. Los cuatro años de Trump ya menoscabaron la confianza en las instituciones estadounidenses, y el riesgo de que la gente empiece a dudar aún más de la integridad de la Reserva Federal es real. Ninguno de sus funcionarios debería depender de la oficina de ética para saber que ciertas operaciones no se ven bien.
En algunos aspectos, la Reserva Federal se parece a la Corte Suprema de Justicia. Se supone que está por encima de la política, pero al menos desde Bush versus Gore, sabemos que no es así. Y si quedaba alguna duda, Trump terminó de despejarla. La Reserva Federal también es supuestamente independiente, pero Powell y Greenspan, siguiendo la agenda desregulatoria del partido republicano, pusieron en claro que la verdad era otra. Y aunque tomar decisiones cruciales con efecto general sobre la economía es tarea de la Junta de Gobernadores, históricamente el poder ha estado concentrado en la presidencia, y mucho más que en el caso de la Corte Suprema. Quien preside la Reserva Federal decide qué temas se votarán y qué urgencia se les asignarán a las diversas cuestiones. El problema del cambio climática es apenas un ejemplo en el que la identidad de la persona designada es de absoluta importancia.
Estados Unidos necesita una Reserva Federal realmente comprometida con garantizar la estabilidad, la justicia, la eficiencia y la competitividad del sector financiero. Alguien que piensa que los mercados irrestrictos son confiables, o que hay demasiadas regulaciones, no ve las cosas como son. No necesitamos ni un ideólogo como Greenspan, ni un abogado con ideas de Wall Street como Powell. Lo que necesitamos es alguien con un profundo conocimiento de la economía y que, además, comparta los valores de Biden. Alguien que se preocupe tanto por la inflación como por el desempleo.
Hay muchas figuras que reúnen estas condiciones. Sin embargo, Biden no necesita ir muy lejos para encontrar a una que ya dio pruebas de coraje. Lael Brainard ya integra la Junta de Gobernadores, donde demostró su competencia y se ganó el respeto de los mercados, sin poner en entredicho sus valores. Biden puede tener ambas cosas: una presidenta de la Reserva Federal que mantenga la continuidad y no agite los mercados, pero que al mismo tiempo comparta la agenda económica y social de su gobierno.
[1] La especulación sobre el posible reemplazo de Powell se desató la semana pasada, tras conocerse que Biden mantuvo en la Casa Blanca una reunión con Lael Brainard, la gobernadora de la Reserva Federal designada por Obama en 2014 y que suena ahora como probable relevo de Powell. Brainard tiene el respaldo de los senadores demócratas. Powell, nombrado por Trump, con el de los republicanos, pero también con el visto bueno de varios demócratas.
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