Hace siglos que las deudas y el endeudamiento tienen efectos nocivos sobre las sociedades. En el mundo antiguo, los gobernantes y sus súbditos tenían una solución conocida como jubileo de deuda, una práctica que implicaba la supresión incondicional y periódica de toda obligación contraída con la finalidad mantener en equilibrio social. (Imagen: Detalle de una estela babilónica. El rey Mardukpaliddin y uno de sus funcionarios, 714 a.C.).
Aun cuando sea uno de los problemas más persistentes que atormentan nuestro mundo, las deudas son un hecho. La vivienda, el consumo cotidiano, en ciertos casos la educación y, si uno vive en Estados Unidos, la atención médica, dependen del endeudamiento. Uno de los resultados de esta situación son las crisis económicas periódicas a las que estamos tan acostumbrados. Cada vez que emergen, surgen distintos pedidos que apuntan a condonar las deudas. Sin embargo, las clases dominantes y todo un ejército de “analistas” argumentan que debemos limitar esas soluciones porque tienden al caos y al desorden.
No es eso lo que piensa Michael Hudson. Economista, exempleado del Chase Manhattan Bank y asesor de múltiples gobiernos, incluido el de Washington, Hudson es autor de “Super Imperialism”, obra importantísima en la que explica que la emergencia del sistema monetario internacional fundado en el dólar durante la época de la posguerra terminó financiando el gasto ilimitado del complejo militar estadounidense.
Hudson, quien se desempeña como profesor de Economía en la Universidad de Missouri-Kansas, emprendió una investigación histórica con el fin de descubrir los orígenes de la deuda y de la propiedad privada. Conversó con Branko Marcetic, editor de Jacobin, sobre los resultados de su investigación, publicados en su libro de 2018 “…and forgive them their debts: Lending, Foreclosure, and Redemption from Bronze Age Finance to the Jubilee Year”. La obra abarca desde la condonación de las deudas en las sociedades antiguas hasta los importantes errores que determinan nuestra comprensión del cristianismo. La conversación fue editada en aras de la brevedad y la claridad, pero se puede escuchar completa en inglés aquí.
-Tu estudio de la historia humana indica que nuestra relación moderna con la deuda y la forma en que la comprendemos es bastante singular. ¿Cuál era la relación de las antiguas sociedades con la deuda y cómo la mantenían bajo control?
-En las sociedades antiguas casi todas las deudas eran interpersonales, eran lo que los europeos denominaban deudas tipo wergeld. Si lastimabas a alguien, si le rompías un brazo o si lo matabas, había dos opciones: o tenías un feudo, y tu familia luchaba con su familia, o el conflicto se solucionaba mediante una indemnización. Con el tiempo, el pago de la wergeld, sin importar si fuera en dinero, esclavas o ganado -estos últimos casos eran más comunes cuando el asunto era muy serio- se convirtió en la palabra para designar las deudas, la ofensa, o incluso en un sinónimo de “pecado”. El sentido original del Padrenuestro en hebreo y en griego es «Perdona nuestras deudas».
En la Mesopotamia, una sociedad agraria, las deudas solían contraerse contra los palacios y los templos. Las obligaciones se pagaban a lo largo de todo el año. Durante el tercer milenio de Sumeria, o el segundo de Babilonia, el cliente que asistía a un bar en el año de cosechas, emitía una especie de bono que garantizaba el derecho a animales, agua o productos agrícolas futuros: la operación era una forma de crédito. Las deudas se pagaban en especie en los locales de trillado. Una unidad de grano equivalía a una unidad de plata.
Pero sucedía que se perdieran las cosechas, que hubiera una guerra o una sequía, y entonces era imposible pagar. En esa época, como estipulaban las leyes de Hammurabi, uno decía: «Si Hadad, dios de la tormenta, viene y arruina la cosecha, entonces no es necesario pagar las deudas». Básicamente, así funcionaba la sociedad durante el tercer y segundo milenios, incluso durante la primera parte del tercero. Cuando un nuevo gobernante subía al trono, o cuando había otros motivos, como el fin de una guerra o algo por el estilo, las deudas se cancelaban, se liberaba a los sirvientes de sus cargas para que volvieran con sus familias y se les perdonaban los compromisos que habían asumido. En caso de no condonar las deudas, ¿qué habría sucedido? Todas esas personas se hubiesen convertido de pronto en servidores del acreedor; es decir: de una persona más rica que no necesariamente gobernaba.
-Tu análisis también muestra que este tema ocupa el centro de las historias bíblicas con las que creemos estar tan familiarizados.
-De eso se trató el primer sermón de Jesús. Cuando fue a la sinagoga, extendió el pergamino de Isaías el profeta, dijo, “He venido a proclamar el año del Señor”, que era el año de cancelación de las deudas, el año de jubileo, que los judíos habían adoptado de los babilonios, igual que había hecho todo el Oriente Medio. Los que tradujeron la Biblia no tenían idea de lo que significaban estas palabras. ¿Qué significa, “El año del Señor”? ¿Qué significa “deror”? En realidad, el texto habla de la condonación de las deudas. Esto quedó claro recién cuando los asiriólogos empezaron a estudiar los mecanismos de condonación de las deudas en el Oriente Medio, del mismo modo que los antropólogos descubrieron que los pueblos originarios de América y los antiguos pueblos de Europa habían recurrido a estas prácticas para recuperar el equilibrio social. La idea era simple: ¿Cómo evitar que la sociedad se desestabilice y polarice? Cancelando las deudas.
-¿Cómo cambió esta actitud hacia la deuda y hacia la condonación de las deudas a lo largo de la historia?
-El concepto de interés no existía en Occidente. No hay rastros de él en ningún documento griego del lineal B, la escritura que abarca el período de 1600 a 1200 antes de Cristo. Alrededor del siglo VIII antes de Cristo apareció por primera vez la idea de deuda que rinde interés, y los jefes tribales de repente se convirtieron en lo que algunos historiadores denominan familias mafiosas. Descubrieron un modo de monopolizar la tierra que sirvió hasta los siglos VIII y VI antes de Cristo. Hubo revoluciones en todas partes, sobre todo en Grecia y en Italia. Los reformadores terminaron siendo conocidos como “tiranos”.
Toda la lucha de estas sociedades antiguas se reducía a lo siguiente: ¿Cómo evitar que la población cayera en la esclavitud? La preocupación de los palacios tenía sentido. Si los pequeños terratenientes que pagaban impuestos contraían deudas demasiado grandes con sus acreedores y se veían obligados a trabajar en sus tierras en vez de bajo el sistema de la corvea, es decir en vez de construir los muros de los palacios y cavar canales de irrigación-, no serían capaces de pagar el plusproducto de granos y de trabajo que necesitaba la nobleza. Por lo tanto, los acreedores tomarían el poder.
Los gobernantes de todo el Oriente Medio y probablemente los primeros reyes de Roma, decían: “Lo único que debemos evitar es que la clase de los acreedores se convierta en una oligarquía independiente. Pues si se vuelve independiente de nosotros y se apropia del excedente económico, utilizará ese trabajo para contratar un ejército, nos derrocarán y se convertirán en el Estado”.
Así que siempre existió una lucha entre el Estado que protege a la sociedad y la clase de los acreedores, la oligarquía-, que buscaba su independencia y no quería condonar las deudas. Y fue una lucha que se propagó hasta cuatro siglos antes de Cristo. Los primeros cristianos eran básicamente defensores del año de jubileo, es decir, intentaban condonar las deudas.
-¿Cómo se presenta la deuda y el poder creciente de los acreedores en la compleja historia de Roma?
-En Roma, cerca del 509 antes de Cristo, los malos reyes fueron derrocados por una oligarquía que básicamente pretendía reducir al resto de la población romana a la servidumbre. Toda la República fue un largo proceso de revueltas que apuntaban a la condonación de las deudas y a la redistribución de las tierras. Es decir, apuntaban contra la democracia. Para la oligarquía, democracia significaba que todos los acreedores eran iguales y, por lo tanto, implicaba la libertad de esclavizar al resto de la población.
En síntesis, en la Antigüedad la democracia significaba la servidumbre de la mayor parte de la población. Aristóteles es muy claro. Dice: “Muchas ciudades tienen constituciones que parecen democracias, pero en realidad son oligarquías”. Y, de hecho, toda democracia, escribió Aristóteles, tiende a convertirse en una oligarquía, pues los ricos se hacen más ricos. Después la oligarquía se convierte en una aristocracia hereditaria y los nobles dominan el resto de la sociedad.
Todos estos antecedentes llevan al mundo moderno, que puso fin a la condonación de las deudas, que hasta entonces había servido para liberar a las poblaciones de la esclavitud y de la servidumbre. La idea subyacente a este cambio es que la ley es inexorable.
Los historiadores de hoy suelen decir: “Bueno, el Imperio romano no estaba tan mal, miren toda la plata que hizo”. Pero la riqueza estaba concentrada en el uno por ciento de la población, mientras que el resto estaba atado a la tierra. Los últimos libros del Nuevo Testamento, hasta el libro de la Revelación, dicen, más o menos: “Estamos viviendo el fin de los tiempos, es terrible, Roma es el anticristo, no hay esperanza. No podemos hacer una reforma agraria. Nunca podemos condonar las deudas por la avaricia de los ricos. No hay nada más que hacer que convertirnos en mártires y morir y esperar que las cosas mejoren en un mundo próximo, donde tal vez Jesús regrese”. Toda esa idea es antirromana.
Ahora bien, toda economía es planificada. La pregunta es: ¿Quiénes la planifican? ¿Deben planificarla los acreedores, como sucedió hasta hoy? ¿O llegará un gobierno, o un gobernante, que diga que su trabajo es mantener a la sociedad estable y evitar sus desgarramientos y garantizar que sobreviva y avance”? A los acreedores no les interesa esa resistencia. Sus plazos son más bien cortos.
-Puesto que vivimos en sociedades con altos niveles de endeudamiento, ¿qué enseñanzas nos deja tu estudio a la hora de abordar la recuperación pospandémica?
-La tendencia de toda economía que tiene una deuda que rinde interés es a que la deuda crezca más rápido que la economía en su conjunto. Observamos que las deudas se duplican a un ritmo demasiado acelerado y las economías nunca fueron capaces de acoplarse a él. La tendencia de la deuda en cualquier familia, empresa o economía es a crecer más rápido que la capacidad de pago, hasta que en un momento se produce una crisis. Pagar se vuelve imposible. Entonces, o bien uno pierde su propiedad, o se convierte, de una u otra forma, en un esclavo de su acreedor, en el sentido de que tiene que pagar con trabajo, o con cualquier cosa que produzca. Si no se condonan las deudas, como sucedía en las sociedades antiguas de acuerdo con los preceptos religiosos, la concentración de la propiedad en manos de los acreedores se hace brutal.
Toda economía con deudas que rinden interés debe reestructurarlas en algún momento. En caso contrario, terminará siendo propiedad de un pequeño grupo de personas que están en la cima de la pirámide, como sucedía en Roma. Por eso la República romana condujo al Imperio romano. Se volvió una sociedad centralizada. La tendencia de toda economía financierizada apunta a la centralización. Cuando se centraliza la riqueza, se centralizan en manos de las clases financieras el poder político y la toma de decisiones y, en última instancia, la fuerza militar.
Traducción: Valentín Huarte