La brutal e impiadosa receta de austeridad dejó pasó a una salida muy similar a la ensayada por el kirchnerismo tras la implosión de la convertibilidad. Semejanza, no identidad. Una hoja de ruta que confirma algunos éxitos de la experiencia argentina y que arroja pistas para escapar a la encerrona que dejará Cambiemos. (Foto de portada: Claudia Conteris).
Entre la tragedia griega y el páramo español, lo de Portugal parece un vergel. Luego de poner en práctica un durísimo ajuste entre 2011 y 2014 impulsado y monitoreado por la troika que integran el Banco Central Europeo, FMI y el Consejo de Europa, las cosas comenzaron a cambiar con la llegada a fines de 2015 del primer ministro socialista Antonio Costa.
Los resultados obtenidos por la coalición gobernante, donde convergen socialistas, comunistas y los grupos de la llamada “izquierda radical”, son notables. Más que buenos. Lo admiten, incluso, medios conservadores como The New York Times, The Economist y The Wall Street Journal.
A solo un año de haber asumido, Costa consiguió lo que parecía imposible: redujo el déficit fiscal primario al 2,1 por ciento del PBI. El mejor resultado desde el proceso de transición hacia la democracia que arrancó en 1974. En 2018, Portugal alcanzó tres años consecutivos de crecimiento continuo. Y lo hizo en parte sobre la base de la recuperación del salario y las jubilaciones.
Para los neoliberales: la cuadratura del círculo. ¿Cómo lo consiguió? Primero lo obvio: dejando de lado la receta recesiva prescripta por la troika, que aportó 78 mil millones de euros para evitar la debacle del sistema financiero. En 2014, el PBI retrocedía y el desempleo trepaba al 15 por ciento. Costa dio un golpe de timón para evitar el abismo.
Apoyado en una visión heterodoxa, el gobierno elevó los ingresos de la población a niveles muy similares a los que se registraban antes de la crisis; además, dio marcha atrás con los recortes en las transferencias sociales. Un combo que alentó la demanda interna e impulsó la economía. Entre otras medidas subió los sueldos de los empleados públicos y aumentó el salario mínimo. También restauró los días de vacaciones que se habían quitado por exigencia de la troika. Esto último pese a las críticas del FMI y de Alemania.
Costa, sin embargo, evitó caer en grandes desbalances fiscales. Un rumbo que le evita conflictos con las normas que rigen en la eurozona. Para lograrlo recortó la inversión pública, principalmente en infraestructura. Menos gasto público y mayor consumo privado. El Estado pudo recomponer ingresos. Esto redundó en un menor déficit primario, que era del 4,5 por ciento cuando la coalición se hizo cargo del gobierno.
La menor inversión pública la compensó el sector privado. Para que las empresas inviertan impulsó estímulos fiscales, otorgó subsidios y brindó financiamiento a las pequeñas y medianas empresas. De manual, dirán los lectores de Socompa. No tanto por estas pampas donde, pese los resultados del experimento macrista y las lecciones que dejó la salida de la convertibilidad, el establishment sigue pregonando la biblioteca neoliberal. Los resultados de Portugal son, incluso, materia de sorpresa en Europa y generan envidia en una España empantanada. Ni que decir en Grecia, atormentada por un ajuste sin final a la vista.
Los medios europeos especializados en temas económicos coinciden en que el gobierno va por el buen camino. Portugal alcanzaría este año un pequeño superávit fiscal primario, el primero desde el ‘74. El desempleo marcaría una nueva baja y se ubicaría en el orden del 7 por ciento. Las exportaciones crecerían un 6 por ciento.
Los resultados, tanto sociales como económicos, no impiden que la troika mire con desconfianza. Pone en duda la sustentabilidad de la recuperación y subraya la fragilidad del sistema financiero. Algo de razón hay. Pese a que el déficit primario retrocede, la deuda externa sigue en un nivel altísimo. En torno al 130 por ciento del PBI.
Para buena parte de los analistas, el secreto del resurgimiento de Portugal reside en la política: la amplia coalición de izquierda consiguió un extendido consenso social que se galvanizó con los resultados que trajo el giro económico. Las encuestas señalan que Costa le saca a la oposición varios cuerpos de ventaja en las preferencias del electorado. Una situación que contrasta con el empantanamiento que exhiben, por ejemplo, Francia, Italia y Gran Bretaña.
Los datos que arroja el sistema estadístico europeo Eurostat señalan que la recuperación se registra en casi todos los sectores, pero con especial fuerza en turismo y construcción. Empresas de alcance global como Bosch, una proveedora líder a nivel mundial de tecnología y servicios, abrió una oficina en Portugal. Lo mismo hicieron Google y Mercedes Benz. Incluso repuntó la inversión extranjera en sectores que habían sido muy castigados por el ajuste, como el textil y la producción de papel.
Otro ejemplo. En Portugal también se instaló la firma francesa Mecachrome, otro líder mundial, en este caso en la producción de maquinaria de alta precisión. Lo hizo para aprovechar el programa de estímulos fiscales. Invirtió unos 30 millones de euros en la construcción de una planta para fabricar componentes de precisión para Airbus y Boeing.
El prestigio que ganó la coalición determinó que el arquitecto de la reforma, el ministro de Finanzas, Mario Centeno, fuera designado presidente del Eurogrupo, el foro informal que coordina las políticas nacionales e integran los responsables de las áreas de Economía y Finanzas de la Unión Europea y el titular del Banco Central Europeo.
Obviamente, no todas son rosas. El impulso de las reformas cambió la mentalidad de la sociedad, que dejó atrás el desaliento. El horizonte depara nuevos reclamos. Este año, el crecimiento previsto será menor que el registrado el año pasado y la inversión pública seguirá siendo administrada con mucha cautela. La precariedad laboral se mantiene y, sin bien el desempleo cayó, la flexibilización y los contratos de medio tiempo se mantienen en niveles altos.
Los sindicatos amagan con ir a la huelga. Presionan por aumentos salariales y un mayor gasto público para reducir la desigualdad. El conflicto está latente. Costa y Centeno insisten en la necesidad de mantener el equilibrio fiscal. Mientras tanto sigue sin resolverse la fragilidad de un sistema financiero que tiene en sus carteras un porcentaje muy alto de créditos incobrables. La deuda pública, y también la privada, continúan siendo de las más altas de Europa en términos de PBI. La pata vulnerable del resurgimiento portugués.
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