Víctor Beker es profesor plenario de la Universidad de Belgrano, donde dirige el Centro de Estudios de la Nueva Economía. Además de desempeñarse como profesor invitado en las universidades de Salamanca y Nueva York, trabajó en el Consejo Federal de Inversiones y en el Instituto Nacional de Estadística y Censos. En este sencillo y didáctico artículo -que Socompa reproduce íntegramente bajo su título original- aborda las efectos de la propuesta lanzada por Javier Milei, entre otros.

A partir de la propuesta del candidato presidencial Javier Milei, se abrió una amplia discusión sobre las ventajas y desventajas de la dolarización. La primera cuestión que cabe aclarar es que el vocablo dolarización no tiene un único correlato empírico. Veamos, entonces, los dos principales esquemas posibles de dolarización.

Dolarización parcial

Consiste en permitir el uso del dólar como moneda a la par del peso. Es parecido a lo que ocurre en Panamá, donde tanto el balboa como el dólar tienen curso legal. En la práctica, el dólar rige en las transacciones de mayor valor y el balboa se utiliza en las operaciones de menores montos. Baste señalar que la moneda de mayor denominación es de un balboa, equivalente a un dólar. En la Argentina actual, el billete de mayor denominación equivale a cinco dólares.

En este esquema, el público decide la utilización del peso o del dólar y el Banco Central mantiene su rol de prestamista de última instancia, pudiendo suministrar liquidez a bancos solventes que puedan atravesar situaciones transitorias de estrés financiero, particularmente en circunstancias de crisiseconómica. También podría seguir financiando el déficit público, aunque cada vez menos, ya que la emisión monetaria generaría un aumento en el tipo de cambio, licuando el valor del peso.

Dolarización oficial

En este caso, el dólar pasa a ser la única moneda de curso legal. Es la propuesta formulada por el diputado radical Alejandro Cacace. Ello implica que el Banco Central debe retirar todos los pesos en circulación y canjearlos por dólares de sus reservas. Siendo la base monetaria del orden de los 3,7 billones de pesos y las reservas de libre disponibilidad estimadas en unos u$s 6.000 millones, el canje debería efectuarse a cerca de $ 620 por dólar. Quien cobra hoy un sueldo de $ 100.000 pasaría a percibir u$s 160. Si se quisiera realizar el canje a razón de $ 200 por dólar, se requeriría contar con u$s 18.000 millones de reservas, es decir obtener un préstamo externo de u$s 12.000 millones con destino a esta operación.

Los principales efectos de una dolarización oficial

1) Imposibilitado el Banco Central de emitir nuevos pesos y, por supuesto, dólares, el Estado solo podría financiar un eventual déficit emitiendo títulos en dólares. Por lo tanto, el nivel del gasto público estaría condicionado a la capacidad de endeudamiento del fisco.

2) Una vez producido el ajuste inicial de los precios a la paridad elegida para el canje, la tasa de inflación para los bienes transables convergería con la de los Estados Unidos. Ello no debería ocurrir necesariamente para los bienes no transables: un peluquero en Buenos Aires puede aumentar el precio del corte de pelo sin temor a que sus clientes opten por un colega de Brooklyn que cobre más barato. Por consiguiente, la inflación local podría ser significativamente mayor a la de Estados Unidos, en la medida en que haya un cambio de precios relativos a favor de los bienes no transables, tal como ocurrió durante la Convertibilidad. Este aumento de los insumos no transables podría erosionar la competitividad de nuestras exportaciones. Por otra parte, de no ir acompañado por un aumento en la oferta monetaria -que pasará a depender de la Reserva Federal-, el aumento de precios internos podría ir acompañado de una caída en el nivel de actividad.

3) La tasa de interés también bajará significativamente al desaparecer el riesgo de devaluación. Pero no desaparecerá el riego país. El diferencial entre la tasa local y la internacional se irá achicando, en la medida que el ingreso de capitales incremente la oferta local de fondos, pero no se eliminará.

4) Al desaparecer el rol del Banco Central como prestamista de última instancia, en caso de una crisis económica, dicho rol sólo podría ser cumplido por el FMI o la Reserva Federal.

Publicado en el Boletín del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano (Número 213– Mayo de 2022). Para acceder al boletín, aquí.