La pandemia de la infección por Coronavirus impacta fuertemente sobre la economía mundial porque la riqueza es trabajo y producción, afectadas por las imprescindibles medidas preventivas para frenar la expansión de la enfermedad. Los países centrales cuentan con recursos para enfrentar una economía frenada, pero la situación de la Argentina, endeudada al extremo, es diferente. ¿Qué hacer?

Ante la expansión de la pandemia de Coronavirus, las autoridades de Estados Unidos y de varios países europeos, antes o después, decidieron cercar ciudades enteras y que las personas no pudieran, en algunos casos, salir de sus casas, entre otras medidas para frenar los contagios. Sin embargo, saben que, como dijeron las autoridades de Alemania, en el transcurso del año la mayoría de la población habrá contraído la enfermedad.

Al no contar con una vacuna lo que se hace es limitar la movilidad de la gente.  Los países desarrollados cuentan con recursos, tanto el Estado como las personas, y pueden soportar una cuarentena.  El lunes 16 de marzo 2020 en los Estados Unidos, por ejemplo, la Reserva Federal aumentó la emisión de dinero, ese solo día, en 700.000 millones de dólares (casi el doble de la cantidad de bienes y servicios que la Argentina produce por año, que es equivalente a un PIB de 352.300 millones de dólares), sin embargo en la Bolsa de Valores de Wall Street tuvieron que interrumpir la ronda porque las acciones no dejaban de depreciarse y al final de día descendieron en su valor en un 12,5% promedio.

Por supuesto que peor les fue a las acciones de las empresas argentinas (y en menor medida del resto de los países no desarrollados que cotizan en ese mercado) que desde el lunes 2 hasta el lunes 16 de marzo, derraparon en promedio un 32%. A la que peor le fue es a YPF cuya cotización al lunes 16 de marzo 2020 era de 3,82 dólares la acción, con lo que la compañía valdría menos de 1.600 millones de dólares, la tercera parte de lo que se le pagó a la española Repsol por el 51% del paquete accionario. Claro que acá juega además el fuerte descenso del barril de petróleo que perforó el piso de los 30 dólares.

Un futuro incierto

El Covid-19 impacta sobre la economía mundial porque la riqueza es trabajo y producción y ambas son severamente castigadas por el coronavirus.

China es el 14% del PIB mundial, y seguramente que este año si crece será a una tasa sensiblemente menor que otrora, con la consabida disminución de su demanda que en el caso del petróleo y de la soja, donde es el mayor comprador, lo que significará una menor producción mundial y un fuerte descenso de su precio.

Ambas variables perjudican de sobremanera a las aspiraciones del gobierno de Alberto Fernández, cuando se está en plena negociación con los acreedores de una deuda que creció en forma sideral durante la gestión de Cambiemos y que empoderó a grandes fondos de cobertura como lo son BlackRock, Fidelity, Pimco, Franklin Templeton, entre otros.

La proyección propuesta por el Ministro Martín Guzmán de alcanzar un superávit fiscal primario para el año 2023 y poder comprar los dólares que generarían las exportaciones creciendo una tasa del 4,5 al 5% anual, se torna de cumplimiento más difícil ante el derrape del comercio internacional y las barreras proteccionistas que naturalmente se adoptan ante la paranoia de la pandemia.

Es cierto también que, logrado un acuerdo con el pago de la deuda, el país podría bien destinar parte de lo que no puede vender al exterior al consumo y a la actividad interna y, con ello, aumentar el PIB como históricamente se demostró cada vez que la Argentina se vio obligada a una política proteccionista, en un marco en que el gobierno nacional aseguró que solo va a pagar cuando el país crezca, descartando imponer políticas de austeridad para hacer frente a las cancelaciones mientras que los niveles de pobreza se mantengan altos.

Pero lo cierto es que hoy por hoy, el país se encuentra frente a un serio problema externo e interno, frenada la economía a la espera de acordar con los acreedores y que lo que no se iba a pagar afuera se iba a utilizar en inversión pública y en aumentar los salarios y las jubilaciones y pensiones, dinamizando el consumo.

Hecho que se refleja financieramente en el fuerte descenso de los títulos y valores y hasta en la tasa de riesgo país que lleva adelante el banco JP Morgan y que, para la Argentina, se ponderó en los 3.545 puntos básicos (una tasa un 35,45% mayor que la de los EEUU) para el lunes 16 de marzo de 2020.

En esa situación extrema, con el flagelo del coronavirus, se debe imponer la suspensión de todos los pagos de deuda, tanto en divisas como en pesos, hasta que la Argentina vuelva a la normalidad y se supere la emergencia sanitaria (que obviamente hoy no se puede determinar).  Utilizar esos recursos para la compra de medicamentos, camas, cámaras de oxigeno, respiradores, etc., en todo el país, con prioridad en los lugares de mayor riesgo, por un lado y, la de impulsar el mercado interno con créditos subsidiados y desgravaciones impositivas, por otra parte.

No se puede en la Argentina pos Cambiemos, ante los niveles de pobreza y de trabajo informal (en negro) en que nos encontramos, mandar a la gente a su casa, porque no se tiene para comprar la comida y menos los medicamentos en caso de contraer la enfermedad.  No hay política de asistencia social que alcance en la Argentina de 2020 con el 37% de la población bajo la línea de pobreza.  Se debe retornar lo más rápido posible al trabajo y a la producción y se debe fortalecer la red de contención que incluye desde aplicar la ley de abastecimiento y garantizar el precio de los productos, hasta subsidios del Estado al trabajo, a la producción y al consumo.

Obviamente que el derrape de los títulos de deuda argentinos, que cotizan en torno al 35% de su valor, lo hace apetecible a los grandes fondos de inversión para asegurarse ellos, en la más amplia mayoría de los 34 títulos de deuda con jurisdicción extranjera, bloquear de esa forma la cláusula de acción colectiva que le permite a la Nación acordar con una mayoría de sus tenedores (en un caso 66% y en otros 75%) para que el resto cumplan el acuerdo.

La Argentina sin recursos, no puede hacer como la República Popular China que al declararse el problema sanitario con lo que derraparon el valor de las acciones de empresas trasnacionales en ese país, las compró el estado chino muy por debajo de su valor con lo que se convierte en el accionista mayoritario de las empresas construidas por europeos y estadounidenses en su país.

Pero si el Estado argentino puede obligar a los tenedores de títulos de deuda nacionales a declarar cuando lo compraron y a qué precio y, pagar sobre ese valor y, solamente pagarle el que corresponde a los que le prestaron directamente al Tesoro de la Nación, que están registrados en el libro del la Oficina Nacional de Crédito Público, cuando ingresaron esos fondos al Tesoro de la Nación.

La situación es extrema y obliga a tomar medidas extremas con la deuda y con el mercado interno, suspendiendo los pagos en el primer caso e impulsando con obra pública, congelamiento de las tarifas y aumentos de los salarios, jubilaciones y pensiones la demanda interna, dado que aún ahora y después de Macri, el 75% de lo que se produce en el país se destina al mercado local.

Siempre que la Argentina hace una política proteccionista de su mercado, de su producción y de su trabajo , se crece y a tasas del 9 y 10% anual, como lo demostró en sus cuatro años de Presidente, Néstor Kirchner, se trata de seguir esa huella porque él decía :  “Hay que darle plata al pueblo, porque si tiene plata consume, por lo tanto los empresarios venden y si venden, van a compra más insumos, contratar más trabajadores y hasta máquinas y equipos, poniendo en funcionamiento la rueda de la economía”.

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