Un texto adaptado de los comentarios hechos por el ministro de Economía, Martín Guzmán, en la reunión especial de ministros de finanzas del 23 de marzo y publicado el 27 de marzo en Project Syndicate. Plantea que, como crisis global, la pandemia de COVID-19 exige una respuesta global coordinada, tanto para contener la propagación de la enfermedad como para salvaguardar la economía. El desafío puede no tener precedentes, pero los gobiernos pueden y deben adoptar ciertas pautas.
La pandemia de COVID-19 ha llevado al mundo a una crisis económica y de salud de una magnitud que pocos podrían haber anticipado pero que todos deben enfrentar juntos. A menos que todos los países profundicen la coordinación y la cooperación mundiales tanto como sea posible, la estabilidad social de todo el planeta podría estar en juego.
En el frente económico, muchos economistas y formuladores de políticas parecen haberse convencido de que las políticas para impulsar la demanda efectiva serán suficientes para mitigar la recesión. De hecho, el problema es mucho más complicado y no se resolverá con las medidas de estímulo estándar.
Debido a que reducir las interacciones sociales es crucial para mitigar la propagación del coronavirus, la mayoría de las personas no pueden ir a trabajar a menos que estén en industrias esenciales. Además, debido a que las personas no están trabajando tendrán menos, o no tendrán, ingresos para gastar. En estas circunstancias, se justifica el temor a que la actividad económica continúe cayendo en picada, un resultado inevitable a corto plazo.
Pero el hecho de que nuestra situación no tenga precedentes no significa que carezcamos de principios que puedan y deban guiar nuestras acciones a medida que avanzamos. Para detener la pandemia y rescatar las economías del mundo, debemos cumplir con cinco en particular.
Primero. Proteger la salud y la vida humana es y debe seguir siendo la prioridad número uno. La salud es un bien público mundial. Para salvaguardarlo, debemos reducir la circulación de personas y bienes dentro de nuestras sociedades.
Como ya estamos viendo, este imperativo de toda la sociedad inevitablemente reducirá la actividad económica. Pero cuanto antes lo implementemos en su totalidad, antes podremos restaurar la economía. Nada puede suceder hasta que COVID-19 haya sido derrotado. Mientras tanto, también debemos ser valientes al pensar en cómo garantizar el suministro de bienes y servicios esenciales.
Además, debemos ayudar a los proveedores de atención médica que están tratando de compensar la escasez extrema de equipos que salvan vidas para pacientes y equipos de protección personal para el personal médico. Los respiradores, las máquinas de ventilación, el oxígeno e incluso las máscaras faciales simples son muy escasas en demasiados lugares. Debemos actuar con decisión para aliviar esta escasez, para que no conduzcan a una pérdida de vidas más amplia y estabilidad social.
El segundo principio es proteger a aquellos que son, o que pueden llegar a ser, vulnerables a la enfermedad, el congelamiento económico o ambos. En ausencia de intervenciones políticas, los cambios en la composición de la demanda están obligando a muchos hogares e individuos a circunstancias desesperadas. De hecho, los datos mensuales publicados recientemente para los Estados Unidos muestran que el número de estadounidenses que solicitan un seguro de desempleo se ha disparado en las últimas dos semanas. En países con una gran proporción de la población activa empleada en el sector informal y, como tal, no cubiertos por el seguro de desempleo, como es el caso en Argentina, la necesidad de protección es aún mayor.
Satisfacer las necesidades de los más vulnerables requiere una estrategia triple. Primero, los gobiernos deben proporcionar transferencias de efectivo lo suficientemente grandes como para preservar un ingreso vital para todos los hogares con dificultades. En segundo lugar, deben extender el seguro tradicional de desempleo para que los trabajadores despedidos no caigan en la pobreza antes de que termine la pandemia. Y, tercero, deben proteger el empleo existente subsidiando empleos en sectores que están gravemente afectados por la crisis pero que seguirán siendo valiosos para la economía cuando la crisis termine. Argentina está adoptando estas medidas.
El tercer principio es preservar el capital organizacional (conocimiento) integrado en las empresas en curso. Esto no es lo mismo que proteger las ganancias o los accionistas. La crisis exige políticas orientadas específicamente a preservar las capacidades productivas positivas y el conocimiento dentro de las empresas, tanto pequeñas como grandes. Observar este principio será fundamental para evitar una mayor profundización de la desigualdad, garantizar la preservación de los sistemas de responsabilidad que son fundamentales para una economía de mercado y organizar una recuperación más amplia de la recesión.
Cuarto, la investigación realizada para abordar la crisis de COVID-19 debe tratarse como un bien público global. El trabajo científico hacia una vacuna y otros tratamientos será crítico para controlar la pandemia y restaurar la actividad económica. Pero estas terapias deben estar disponibles a nivel mundial a precios asequibles. Acumular conocimientos valiosos cuando hay en juego innumerables vidas es un crimen moral tan imperdonable como uno puede imaginar. También es contraproducente, dado que todos estamos conectados a través de la economía global.
El principio final es pensar con audacia. Para proporcionar liquidez a nivel global, debemos utilizar todo el conjunto de herramientas de política económica, y experimentar con nuevas herramientas que se le puedan agregar. Por ejemplo, los intercambios bilaterales de divisas entre los bancos centrales de las economías en desarrollo y avanzadas deben extenderse, y los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional deben ampliarse para enfrentar el desafío actual, como lo propuso la Directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva , en el G20 Cumbre de líderes esta semana.
Una emergencia global requiere políticas globales decisivas. Argentina está preparada para hacer su parte para ayudar al mundo a navegar por estos tiempos difíciles. Todos los países e instituciones internacionales deben unirse y actuar con resolución.
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