La marcha de la economía, el Presupuesto 2018 y la Ley de Responsabilidad Fiscal. El proyecto del Gobierno, los industriales y el panorama mundial. También, algunas reflexiones sobre un pasado no tan lejano. Los temas que el ex viceministro de Economía analizó con Socompa.

Las proyecciones oficiales son discutibles. Aun así, si las tomamos como válidas, cumplidos tres años de gobierno de Macri, la economía habrá crecido a una tasa promedio anual del 1,4 por ciento. Muy poco para el carácter fundacional al que aspira Cambiemos”, afirma Roberto Feletti. Con relación al proyecto de presupuesto 2018 que el Ejecutivo envió al Congreso asegura que “es un esfuerzo discursivo por presentar como exitoso un desempeño pobre si tenemos en cuentaque el Gobierno se muestra muy crítico de la anterior gestión”. Su visión enfatiza que Cambiemos agravó al problema del desempleo, ensanchó la brecha fiscal y se apoya en una política de endeudamiento que alienta la especulación financiera y la fuga de capitales. El ex viceministro de Economía y actual secretario de Hacienda de La Matanza coincide con la idea oficial de impulsar la inversión, pero plantea dudas sobre la posibilidad de que se constituya en el principal vector del crecimiento: “El problema está en la inconsistencia. Para alcanzar la expansión económica que se busca se necesitaría una fuerte corriente de inversiones, y no existe elemento alguno que permita suponer que la inversión está creciendo”.

-¿Por qué inconsistente?

-Porque el proyecto prevé para 2018un aumento del consumo público de sólo un 1,3 por ciento contra una expansión de la inversión del 12 por ciento. No hay registro histórico que demuestre que inversión crezca por encima del consumo público. Por otro lado, el Gobierno baja los impuestos que no están atados al ciclo, como bienes personales. Según el presupuesto, cae de los 19.500 millones pesos con que esperan cerrar este año a 13 mil millones el que viene. Tuvimos un blanqueo que amplió la base imponible en 120 mil millones de dólares, pero bajaron la alícuota con el aumento del mínimo no imponible. Si se busca incentivar la inversión no se pueden bajar los impuestos al patrimonio. Están desincentivando la inversión por la vía fiscal.

-¿Hacia dónde apunta el gobierno?

-El objetivo es reducir el peso relativo de la Nación y las provincias en la economía, tanto por el lado del gasto como por el lado de los ingresos. De hecho, proyectan una caída del 1 por ciento del PBI para el conjunto del gasto público. En el escenario delineado, la inversión pública no crece, se mantiene en el orden del 1,9 por ciento del PBI. Es un presupuesto de ajuste. Los recortes más importantes son en el rubro subsidios, sobre todo a la energía. Lo único que crece son los servicios de la deuda pública. Es el modelo brasileño. El gasto público no puede crecer por encima de la inflación. Ese modelo tiene antecedentes muy traumáticos en nuestro país.

-El Gobierno apuesta a que la retirada del Estado la cubra el sector privado.

-Son demasiado optimistas. Apuestan al programa de participación pública privada. Con eso, según Cambiemos, se llegaría a una inversión de 450 mil millones de pesos. Habrá que ver.

-¿Por qué muy optimista?

-Partimos de una base poco alentadora. Si tomamos la inversión directa más la financiera, el año pasado ingresaron unos 4 mil millones de dólares. En los siete primeros meses de este año fueron 6 mil millones. El resultado son apenas 10 mil millones.  Son datos del Banco Central. Es difícil imaginar un apalancamiento tan grande de la inversión que permite crecer en 2018 al 3,5 por ciento. No hay política de oferta sobre la base de retirar al Estado. Nunca dio resultado. Huele mucho al esfuerzo de la Alianza por conseguir el llamado grado de inversión con un programa de recorte fiscal.

-El famoso déficit cero…

-Si piensan que con eso van a conseguir una corriente de inversiones se equivocan. Por lo demás, ya sabemos cómo terminó esa historia. Hoy, estamos en la misma discusión que durante la Alianza. El año pasado, la inversión representó el 8,3 por ciento del PBI. Este año se ubicaría en torno al 17,5 por ciento. El grueso del ingreso de capitales es deuda.

-¿Cuánto?

-Siete de cada diez dólares.

-Si uno se guía por el discurso de los empresarios se diría que creció la confianza.

-No me parece. Basta con fijarse en la formación de activos externos. El año pasado salieron del país unos 10 mil millones y este año van unos 8 mil millones. No veo un escenario donde mejore la confianza.

Las verdaderas grietas

Según Feletti, para comprender la política fiscal del Gobierno es necesario poner la lupa en el agravamiento de las cuentas del sector público no financiero. El problema viene de lejos. En 2015 los números no eran alentadores. Hoy son preocupantes. “Es un tema grave. Nosotros dejamos un déficit primario del 3,1 por ciento y un déficit financiero del 4,1 por ciento. El año pasado, el primario llegó al 4,3 y el financiero al 5,9. El provisorio de este año, según los funcionarios, es 4 y 6,2, respectivamente. Para 2018 proyectan un primario del 3,2 y un financiero del 5,5. La realidad es que déficit financiero crece al compás del endeudamiento público”, advierte Feletti.

-Cambiemos abrió la brecha entre gastos e ingresos…

-No sólo eso. También amplió la brecha comercial(N del R: la diferencia entre exportaciones e importaciones)y el déficit de cuenta corriente (N del R: resultado todas las transacciones de bienes y servicios con el resto del mundo)no para de crecer. En2016, la cuenta corriente cerró con un déficit de 16 mil millones de dólares y este año puede ser que cierre con otro tanto.

-¿Cuánto tiempo puede durar este esquema?

-Los modelos con déficit de cuenta corriente y superávit en la cuenta de capital basado en el endeudamiento tienen un recorrido corto. Más aún si el 70 por ciento de las divisas que ingresan es deuda. Esto termina mal. Tres, cuatro años como máximo.

-Es el modelo que funcionó durante el primer gobierno de Menem.

-Puede caminar si hay reequipamiento. El esquema funcionó durante su primer mandato porque ingresaron capitales por las privatizaciones. El segundo mandato, desde lo económico, terminó en 2001. Y eso que Menem, para ser justos, no dejó una economía tan desequilibrada. El coeficiente entre deuda y PBI era del 62 por ciento. Luego se disparó con el megacanje de la Alianza.

-¿Cómo se cierre esa brecha fiscal?

-Para hacerlo sin traumatismos, la única vía es con crecimiento. Si la economía crece también lo hacen los recursos. Al mismo tiempo se pueden implementar políticas de contención del gasto, pero depende dónde. Los hechos demuestran que achicar el Estado no es agrandar la Nación. Por ese camino aumentan los desequilibrios. La historia argentina señala que las políticas de ajuste son espirales que agravan el déficit porque la recaudación cae más fuerte que el gasto. El gasto suele ser muy rígido a la baja.

-Otro tema preocupante es la balanza comercial. ¿Cómo cierra el año?

-Con un fuerte déficit. En lo que va de este año tenemos ya un resultado negativo de 4.500 millones de dólares. Las exportaciones caen y las importaciones crecen. Los datos del Indec muestran un ingreso muy importante de bienes de consumo. El Gobierno quiere garantizarle a los sectores medio altos y altos un consumo masivo de bienes durables que sólo se consigue con una apertura importadora importante.

-Está claro. Pero los datos del Indec también muestran que hay un aumento en las compras al exterior de bienes de capital. No todo es consumo. ¿No hay reequipamiento?

-Lo bienes de capital que se están importando es inversión para reducir costos. Modernización que reduce empleo. Es parecido a lo ocurrido en los ’90. En aquellos años, la desocupación creció porque la productividad del capital iba muy por encima de la productividad de la mano de obra. Cambiemos va en la misma dirección. En los años ’97 y ’98 hubo una corriente inversora importante, pero casi toda enfocada a la logística. Los shocks de modernización terminan por eliminar fuentes laborales. No traen maquinarias para incrementar la producción.

-Crece la economía, pero sin generar empleo.

-Corremos el riesgo de repetir lo del menemismo. Sería la segunda vez en la historia argentina en que el crecimiento no produce empleo. Suponiendo que se cumpla la previsión del Gobierno, que habla de un crecimiento del 3 por ciento para este año y del 3,5 por ciento para el próximo, Cambiemos agravó el problema del desempleo. Medido por Todesca, lo dejamos en el 5,9 por ciento. Hoy está en el 9,2 por ciento. Es la tasa más alta de la última década, con picos del 11 por ciento en los grandes conurbanos.

Un corsé para las provincias

El proyecto de presupuesto para 2018 es una de la iniciativa que el oficialismo buscará aprobar en el Congreso antes de fin de año. Casi seguro después del recambio legislativo del 10 de diciembre. No es la única. Además de las prórrogas del Impuesto al Cheque y la Ley de Emergencia Económica, Cambiemos procurará los votos para sancionar la Ley de Responsabilidad Fiscal. Es casi un hecho que los consiga. Según el Ministerio de Hacienda, la iniciativa garantizará la solvencia fiscal de las cuentas provinciales. De aprobarse, las provincias deberán mantener constante el gasto corriente primario en términos reales, y el gasto primario total en el caso de las deficitarias o con servicios de deuda superiores al 15 por ciento de sus recursos. Además, no podrán aumentar los gravámenes aplicados al trabajo, la producción y a los sectores productivo y financiero. Todo esto atravesado por la disputa que enfrente al distrito bonaerense con el resto de las provincias por el reclamo de María Eugenia Vidal para que se actualice el Fondo del Conurbano. “El panorama es complejo y la situación delicada. El pacto que promueve el Gobierno tiene mucho del pacto fiscal federal del ’93, donde las provincias quedaban encorsetadas. Lo que intentan es extrapolar a los presupuestos provinciales los ejes del presupuesto nacional. Otra vez: el gasto público no puede crecer por encima del índice de precios”, explica Feletti.

-La pauta presupuestaria proyecta transferencias que crecen por debajo de la inflación. No todas las provincias son iguales. Hay asimetrías…

-Todas las provincias dependen de los giros del Estado nacional. Los recursos propios no alcanzan. Pero el problema más grave está fuera de la Pampa húmeda. En la mayoría de esas jurisdicciones, el principal motor de la demanda agregada (N del R: suma de los bienes y servicios que los consumidores, las empresas y el Estado están dispuestos a comprar) es el sector público. Puede haber crecimiento en los enclaves exportadores, pero si no crece el sector público no pueden crecer las economías regionales. Uno de los grandes éxitos de nuestro gobierno fue el desarrollo de fuertes mercados endógenos. Algunas provincias los desarrollaron más, otras lo hicieron menos, pero todas producían para sus propios mercados.

-El Gobierno, además, alienta una reforma tributaria. Dice que será gradual. Aún no se conocen los detalles, pero lo indicios señalan que Ingreso Brutos está en la mira.

-Si se elimina Ingresos Brutos se le quita a las provincias la capacidad de regular su producción. Se quedan sin una herramienta fundamental. Con Ingresos Brutos se puede hacer política industrial. Lo mismo con el inmobiliario rural. El Estado pierde poder tributario y capacidad para gestionar. Se pierde federalismo.

-¿Y la pulseada por el Fondo del Conurbano?

-Cualquier solución para atender el reclamo de Vidal implica para las demás jurisdicciones resignar recursos. Lo que está en juego es algo así como medio punto del PBI. Si se suman los retroactivos por lo que el distrito no recibió entre 2011 y 2015, la demanda suma unos 300 mil millones. Hay distintas alternativas, pero en todas pierde el resto de las provincias. La presión que se instaló sobre la Corte implica que los fondos terminarían saliendo de la distribución secundaria de la coparticipación. Es un tema muy complejo desde lo legal y lo político. También está el tema de las cajas previsionales provinciales. Hay mucha presión sobre los trece distritos que mantienen sus propios regímenes. La Nación quiere que se adecuen a los criterios nacionales, lo que supone jubilaciones más bajas.

-Cuando se aprobó el blanqueo de capitales, el Ejecutivo nacional se comprometió a financiar el déficit de esos sistemas y la Anses fijó parámetros que deben cumplir.

-Las tensiones comenzaron hace unos meses, cuando la Anses les comunicó a las cajas que si este mes no terminaban de enviar una serie de datos sobre sus padrones se cortaría el giro de dinero. Hoy, lo que están girando es a cuenta. Lo importantes es entender que con el gasto salarial congelado, sin el mayor poder adquisitivo de los jubilaciones provinciales y sin el financiamiento que representa Ingresos Brutos, o sin la posibilidad de revalúos en el inmobiliario rural, lo que están creando es un estado unitario. Además, el Gobierno actúa según donde tenga los votos. Cambiemos va a trabajar las provincias de Buenos Aires, Córdoba y algo de Santa Fe, no mucho más. La situación es delicada. Rompe el federalismo, rompe con la Constitución del ’94.

-¿Cómo está la situación en la Provincia de Buenos Aires?

-El distrito cuenta con la ayuda del Gobierno nacional. Le giran lo que tengan que girarle en el momento en que lo necesitan. Pese a esto se sigue con un proceso de endeudamiento acelerado. La recaudación no cae, pero no están invirtiendo lo que dijeron que iban a invertir. El Conurbano está implosionando. El año pasado empezó la debacle del sector informal. Hoy, esa crisis se trasladó al sector formal. El cordón industrial del área metropolitana está crujiendo. Y esto, más temprano que tarde, tendrá correlato político.

Servidas en bandeja

La apertura importadora y las altas tasas de interés que convalida el Banco Central dispararon algunas críticas desde las pequeñas y medianas empresas. Esas críticas, sin embargo, quedaron tapadas por una cohesión empresaria que, según Feletti, no se registra desde los primeros años de Menem:“La agenda pasa por la rebaja de impuestos y la baja de salarios. Las tienen servidas en bandeja. Están convencidos que es el momento histórico. Todavía más con un Macri que se perfila con el 35 por ciento de los votos. Si con eso les alcanza no lo sé, pero lo van a intentar. Si consiguen esos objetivos van a empezar a discutir otras cuestiones”.

-¿Qué otras cuestiones?

-Recién ahí vendrá la discusión sobre las inversiones. Esa discusión va a estar condicionada por la tasa de ganancias que les quede. Ahí verán si invierten y cómo. Por eso está angustiada la CGT. El sindicalismo argentino no es clasista, cuando enfrenta al Estado lo hace generalmente de la mano de un sector empresario. En otro momento, y ha pasado muchas veces, llaman desde la UIA a algún pope sindical y lo impulsan a la confrontación. Pueden caer los empresarios pymes, los del Conurbano, pero los otros, los que representan el bloque empresarial de mayor peso, están absolutamente alineados con Macri.

-Hay quienes sostienen que los empresarios se están suicidando al apoyar este modelo.

-Que los empresarios se suicidan es un mito. Siempre les queda la valorización financiero. El cambio de gobierno los encontró con mucho stock en un mercado interno dinámico donde la inflación les cambió la ecuación de costos. Les subió la tasa de interés, el precio de la energía. En ese contexto no está bueno tener capital inmovilizado.  ¿Qué hicieron? Liquidaron stock, por eso se prendieron en el Ahora 12. Una vez que lo agotaron se mantuvieron líquidos, se volcaron a la valorizaron financiera, mientras deciden si importan, si se posicionan en servicios o producen bienes no transables(N del R: los que sólo pueden ser usados o consumidos dentro de la economía donde se producen).

-¿Y las pymes?

-Nunca existieron como actor político de peso. Nosotros no nos encargamos de que eso ocurriera. Una gran falencia. El sector industrial está liderado unas 120 mil empresas medianas y medianas grandes. Son las que están enancadas en las cadenas de proveedores de las grandes firmas dominadas por el capital extranjero. Cuando hablo del bloque industrial no me refiero a las 450 mil pymes.

-¿En este contexto, hay posibilidad de alguna fractura?

-No en el sector industrial. Sí en el sector agropecuario.

-Sería una paradoja…

-No tanto. Este esquema lleva a la concentración. Si sigue, la unidad mínima rentable va a aumentar. Durante nuestra gestión, a pesar de las retenciones, el precio de la soja sumado al bajo costo de la energía y a la expansión de la economía hacía que con doscientas hectáreas en la zona núcleo fueras Gardel. Esa valorización de la tierra alcanzó zonas hasta entonces marginales. Eso va entrar a cambiar. En el campo es más difícil aumentar la rentabilidad del capital. Casi la única vía es incrementar la superficie. Se gana comprándole al que quebró, o arrendándole al que no tiene escala de producción.

-El Gobierno sostiene que es imprescindible que el país se inserte en las cadenas globales de producción. Piensan en la firma de tratados bilaterales de comercio. Dicen que sólo así se le brindaría seguridad jurídica a la inversión extranjera.

-Es un esquema perimido. Lo van a intentar con la Unión Europea, tal vez con Japón, pero el escenario internacional no se corresponde. En los ’90 funcionó en parte porque hubo un shock de inversión muy asociado a las privatizaciones, en el área de la energía, en las automotrices y en algunos nichos industriales. También en la producción primaria. Esto en un contexto de expansión del comercio y la demanda globales. Ese escenario ya no existe. Alemania recupera, pero no recuperan ni Francia, ni Italia, ni España. Tampoco recupera con claridad Gran Bretaña. Estados Unidos recupera hasta ahí. De un modo u otro, el proteccionismo avanza. La idea del Gobierno es negociar mercados. Nosotros entregamos el calzado y ellos el biodiésel. Pero la realidad señala que no hay muchos mercados para cambiar. Además, en los países centrales hay una crisis de sobreproducción. No veo qué interés pueden tener en invertir en la Argentina.