Al considerar que los trabajadores de la agencia oficial son solo un número en una planilla Excel, Lombardi y compañía defienden un modelo de comunicación donde gran parte de la realidad se queda afuera. Por eso los sorprende la persistencia de sus periodistas en defender a Télam. En su menú no entran ni el pluralismo informativo ni la dignidad profesional.
Soy uno de los 357 despedidos de Télam, desde el 26 de junio. Pasaron 54 días. Somos más de 4000 los trabajadores de prensa expulsados de los medios, desde que asumió el actual gobierno nacional. Somos datos de una planilla de Excel. O al menos así nos consideran quienes gestionan en nombre de la eficiencia y el mercado que todo lo regula y, agregaría, todo lo controla. Hasta aquí el protagonismo en el que me veo envuelto contra mi voluntad. El ser noticia no fue ni es mi ambición, sin embargo, aceptando el desafío de la hora, propongo, con estas líneas, insistir en correr el eje de este debate, para superar las inevitables historias personales y familiares que implican esta sangría. Es que no soy yo, ni somos nosotros. Es nuestro rol. Son la comunicación y el periodismo como una de sus herramientas el botín que apetece al sistema que trata de imponerse. Es la interpretación de la realidad lo que busca ser apropiada. Es el dominio del silencio lo que implica ser poderoso. Y así estamos en Télam desde así casi dos meses. De paro. Porque, ante los números de la planilla Excel, nos rebelamos y, defendiendo nuestro lugar como sujetos, decidimos protagonizar esta disputa de sentido. Podría suponer que los ingenieros de esta trama estarán a los tumbos y desconcertados por no comprender las razones que mueven a sujetos como nosotros que, habiendo recibido inexplicables depósitos en las cuentas bancarias, antes incluso de ser notificados del despido formal, seguimos protestando sin valorar el privilegio de contar con agua en medio del desierto económico imperante. Se estarán codeando, incluso, preguntándose qué significan esas cientos de imágenes de tantos revoltosos que aparecen en primer plano reclamando en contra de la censura y la persecución, que siguen peleando cuando fueron confirmados en sus puestos mediante un moderno mail encabezado por sus nombres de pila y con un amigable tuteo que da escalofríos. Y así estamos, en esta batalla cultural, entre los que creen que se libra en singular y los que abstrayendo de sus situaciones personales se empeñan en responder como colectivo. Es plural, es el periodismo, es el derecho que la sociedad, tiene (tenemos) de acceder a la compleja trama de los hechos que se suceden. Como decía al principio, el poder económico domina como propietario anónimo a los medios, a las redes sociales, a la industria del esparcimiento, lo cual implica que este universo es apenas un instrumento al servicio del dios negocio. Y es así que, cuando la información es mercancía, los comunicadores deberíamos, desde su perspectiva, ser sus vendedores ambulantes. Esta es la disputa. En este punto vuelvo a ejercer el noble oficio del periodismo, al decir del artífice de este plan, el Titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de la República Argentina Hernan Lombardi, y pregunto: ¿qué hay que hacer?
Respondo: Poner en cuestión el paradigma global triunfante de medir y pesar todo en un mercado donde el valor es el negocio no tiene sentido, incluso hablando de este rubro que nos compete. Sin embargo, al mismo tiempo propongo recorrer un camino inexplorado: consolidar a los medios públicos como la grieta por la que se puedan expresar otros intereses no pasibles de ser explicados en términos económicos. Me dirán que medios públicos existen y siempre existieron. Diré que nunca como hoy, ahora, en este instante, es urgente replantear su rol. Nosotros podemos dudar. Ellos no dudan, lo están haciendo. El ajuste el achique, el encorsetamiento, el disciplinamiento son apenas metáforas del fin último, que se expresa con un término: desaparición. La enormidad de este concepto podría parecernos un despropósito, pero intuyo que la enorme interferencia que produce la existencia de estas voces disonantes en el mono-coro global, habla de la enormidad del negocio en juego. Cuando vas o venís por las calles atestadas de nuestras ciudades, la luminosa y robótica cartelería te advierte de atascos en tu devenir futuro. Ninguno te indica: “usted está transitando un momento histórico”. Propongo, para no equivocar el camino, retornar al principio de estas líneas y , “recalculando”, digo ¿soy uno?.
Allá vamos.
(Para saber de nosotros y de cada día de esta lucha, visiten nuestra web somostelam.com )