Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Carlos Enrique Esponda, de Rio Negro. Rugbier de “Las Pirañas”, militante de Montoneros y estudiante de la UNLP. Secuestrado el 29 de junio de 1977 en su domicilio de La Plata. Continúa desaparecido.

Carlos Enrique Esponda nació en Fiske Menuco (General Roca, Río Negro), el 6 de septiembre de 1952. Hijo de Zoilo Enrique Esponda y de María Isabel Gutiérrez, ambos originarios de Bahía Blanca, que eligieron General Roca de Rio Negro para comenzar su proyecto familiar.

Carlos era el hijo mayor. Su hermano menor se llama Eduardo. Se llevaban dos años de diferencia. Ambos cursaron la primaria en el Colegio San Miguel y la secundaria en el Colegio Domingo Savio. A los 14 años, siendo estudiante en el Colegio Domingo Savio, escribió un ensayo sobre la paz que mereció un premio nacional, promovido por el Club de Leones. Jugó al rugby en el equipo colegial “Las Pirañas”.

Cuando terminó el secundario, se calzó una mochila al hombro y recorrió el norte del país. Venía de una familia a la que le gustaba mucho viajar y experimentar. Se mudó a Buenos Aires y comenzó a estudiar la Licenciatura de Economía en la Universidad Católica.

Su militancia

En esos años dio sus primeros pasos como militante peronista en barrios humildes de Buenos Aires, en una parroquia en Moreno, donde actualmente una foto lo recuerda junto a otros militantes desaparecidos.

Era un militante político, tenía preocupaciones sociales. Militó en la Juventud Peronista y luego en Montoneros. Desde muy chico había perfilado esas inquietudes.

Sus compañeros y sus compañeras lo conocían como Cócaro, Manzanita o Jorge, que era su nombre de militancia en el tiempo en que era necesario preservar la identidad.

Sus compañeros de esos años porteños también recuerdan las charlas y las discusiones que tenían en el histórico Café Varela Varelita, del centro de la Capital, que muchos y muchas militantes elegían como lugar de encuentro.

Cuando Oscar Bidegain fue elegido gobernador de laPprovincia de Buenos Aires –era muy amigo de las hijas del dirigente- se mudó a La Plata y siguió estudiando economía en la Universidad Nacional de La Plata. Cuando lo secuestraron, le quedaban pocas materias para recibirse. Sabía que las ciencias económicas podían ser una gran herramienta de transformación.

Como era una mente inquieta, siempre insatisfecha, también había empezado a estudiar la Licenciatura de Física, algo que no tenía relación con la militancia, pero que le daba placer intelectual. Sus compañeros de estudios dicen que era muy inteligente y lo recuerdan con admiración. Sus compañeros de militancia lo recuerdan como un muchacho locuaz, muy persistente cuando intentaba transmitir sus ideas revolucionarias.

Tan es así que, dicen, parecía un evangelista cuando recorría los barrios intentando que la gente militara en el peronismo.

Todos hablan de él como de alguien que se apasionaba y solía ser muy autoexigente en las acciones militantes que emprendía, así como con los compañeros y las compañeras que tenía a su cargo en la organización.

En los barrios donde militaba en La Plata, lo recuerdan tanto tomando mate y bajando línea como paleando barro para limpiar una zanja, construyendo una garita para el colectivo o como obrero en Propulsora Siderúrgica, donde entró a trabajar a los 23 años.

Su secuestro en la voz de su hija

Natalia, la hija de Carlos, recuerda: “El 29 de junio de 1977, Carlos, nuestro papá, estaba estudiando en casa de una compañera. Allí se olvidó un paraguas que su familia recuperó 25 años después, ya que lo habían preservado como un tesoro que en algún momento debían devolver.

“Un grupo comando de civil irrumpió en el departamento donde vivían y secuestró a María, nuestra mamá, su compañera, que fue liberada 15 días después. Nosotras, de un año y medio y cinco días de vida, quedamos al cuidado de nuestra abuela materna, que estaba en la casa. El grupo permaneció allí hasta la llegada de papá: lo secuestraron antes de entrar a casa. No pudo despedirse de nosotros. Nosotros tampoco de él.

“Mamá y papá estuvieron secuestrados en la comisaría 5ª de La Plata. Después, papá fue “trasladado” y no se sabe más. Aún esperamos que los genocidas nos informen qué hicieron con él”.

María Ester compartió parte del cautiverio con Carlos, su compañero, que había sido secuestrado durante la misma jornada. Sería el último contacto, estaban vendados, él la llamó por su nombre y se reconocieron al tomarse las manos, según lo recordó ella ante los jueces.

La esposa de Carlos estuvo en cautiverio durante 15 días, en los que fue interrogada varias veces y en algunos casos con tortura. Según contó, declaró ante sus secuestradores que hacia un tiempo que ella había dejado de militar.

“Nuestra madre fue la primera que declaró en los Juicios de Lesa Humanidad….pero no pudo lograr que los culpables pagaran ni saber que hicieron con mi padre”, dijo Natalia.

El recuerdo de su hermano

“Desde aquel día en que desaparecieron a Carlos, y a pesar de todas las gestiones y los hábeas corpus presentados, nunca más lo vimos. Se nos privó de recordarlo, de poder expresar alguna palabra que pudiera explicar lo inexplicable a mis padres, a su esposa, a su hija Alejandra de días y a Natalia de dos años al momento de su secuestro”, recuerda Eduardo, hermano menor de Carlos.

“En mi caso, tengo la gracia de atesorar las muchas charlas que tuvimos, su esperanza, su visión de este país, sus confidencias y sus miedos. Sé que hoy mira este presente y también sé que estamos muy lejos de todo aquello que él pensaba”, agrega.

Sin juicios por Carlos

No hay juicios dónde estén las causas de Carlos ni de su esposa. No hay sentencias.

“Mi madre fue la primera que declaró en los Juicios de Lesa Humanidad”, relata Natalia. Pero María Ester no logró que los culpables pagaran ni saber que hicieron con Carlos.

El 30 de septiembre de 1998, María Ester se sentó ante los jueces federales para declarar por su compañero desaparecido, Carlos. Fue una sorpresa para el tribunal, entre quienes estaba el recordado Leopoldo Schiffrin, que ella también había estado detenida desaparecida.

“Ese día su testimonio marcó con impronta personal el rumbo del juicio por la verdad. La posibilidad que ese espacio significó, a lo largo de los años, para que otros hechos, otras víctimas y otros responsables emergieran necesariamente para poder comprender de manera profunda hasta qué punto la dictadura militar marcó la sociedad argentina”, rememora la CPM.

María Ester Berhens murió sin la verdad de saber cuál fue el destino final de su compañero tan querido, pese a haber sido la primera testimoniante en los Juicios por la Verdad.

“Nuestra madre se fue sin haber podido elegir un lugar cierto donde dejar sus cenizas para estar juntos”, testimoniaron sus hijas Natalia y Alejandra, militantes de HIJOS La Plata.

La muerte de María Ester

María Ester Behrens, la primera persona en testimoniar por los crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico militar, falleció el 4 de abril de 2020, a los 68 años. La activista por los derechos humanos tuvo un estrecho vínculo con Mar del Plata, donde se recibió en la Universidad Nacional.

Behrens era psicóloga. Había iniciado sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata (Unlp), pero debió radicarse en Mar del Plata debido a las persecuciones que sufrió para finalmente recibirse en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp). En la ciudad trabajó como maestra en la primaria del Colegio Don Orione y realizó trabajo comunitario en el barrio Los Acantilados junto al padre Gustavo Rofi. Numerosos organismos de DD.HH. expresaron su congoja por tan sentida pérdida.

Homenajes a Carlos

-En Roca – Fiske Menuco y debido a la lucha de organismos de derechos humanos, a partir del 24 de marzo de 2009, una calle del Barrio Unter lleva el nombre de “CARLOS ESPONDA”, como otras del mismo barrio fueron renombradas con los nombres de desaparecidos y desaparecidas de la ciudad.

-El 24 de marzo de 2014 se descubrió una placa en el Colegio Domingo Savio, donde estudió Carlos.

-Reparación de Legajo de Carlos, en el Programa de  Reparación de Legajos de la Universidad Nacional de La Plata, se realizó el miércoles 10 de abril de 2017, en el auditorio del Liceo Víctor Mercante de la UNLP, ubicado en diagonal 77 e/ 4 y 5 de la ciudad de La Plata.

Del acto participaron el decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Mg. Eduardo De Giusti; el vicepresidente del Área Académica de la UNLP, Mg. Martín López Armengol; el vicepresidente del Área Institucional de la UNLP, Dr. Marcos Actis; y la prosecretaria de Derechos Humanos de la UNLP, Mg. Verónica Cruz.

Estuvieron presentes, además, distintas autoridades de la Universidad Nacional de La Plata, funcionarios de la FCE, decanos y representantes de las distintas unidades académicas y dirigentes de organismos de Derechos Humanos de la región.

-Se señalizó una empresa del grupo Techint, que tuvo participación en la dictadura. Dentro de Propulsora desapareció Carlos y muchos compañeros mas; la empresa armó las listas de trabajadorxs que secuestraron; dentro del predio había un campamento militar y camiones que iban colectando desaparecidxs; lxs trabajadorxs q no estaban en listas negras eran acompañadxs a punta de ametralladora hasta sus taquillas para revisar sus contenidos.

-María Esther, esposa de Carlos, dos años antes de morir, volvió a contar su historia en 2018, cuando la invitaron para participar en el documental con el que recordaban los 20 años de aquel juicio.

“Su testimonio, profundo, preciso y potente, transmite no sólo su vida y la de sus seres queridos afectados por el terrorismo de Estado. Ese testimonio expresa también su convicción y su voluntad para que el pasado nos sirva como sociedad para construir un futuro más justo”, recuerda la CPM.

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