La famosa frase de Vito Corleone en “El Padrino” se transformó en práctica habitual de las fuerzas de seguridad de la Argentina para encubrir sus crímenes. Un doloroso repaso de los casos.
Ezequiel Demonty, murió ahogado en las espesas aguas del Riachuelo, en la madrugada del 14 de septiembre de 2002.
De madrugada también, apenas comenzado el día 1 de febrero de 2009, Luciano Arruga encuentra la muerte bajo las ruedas de un vehículo en la avenida General Paz.
El 1 de agosto de 2017, poco después de mediodía, Santiago Maldonado muere ahogado en aguas del Río Chubut, en la zona de Cushamen.
Hace pocos días, en las primeras horas del 20 de mayo de 2019, pierden la vida sobre la Ruta 3, en la ciudad de San Miguel del Monte, los adolescentes Danilo Sansone, Camila López, Gonzalo Dominguez y el joven Aníbal Suarez. El auto en el que circulaban, se incrustó bajo el acoplado de un camión detenido en la banquina.
Los cuatro casos mencionados, ocurridos en distintas fechas y distintos lugares tienen, sin embargo, una cuestión en común: en todos ellos, se encuentra la participación previa y decisiva de alguna fuerza represiva del Estado.
“Haz que parezca un accidente”es una famosa frase atribuida a Don Vito Corleone, personaje soberbiamente interpretado por Marlon Brando en la película “El Padrino”. Lo cierto es que en ningún momento del film se la pronuncia. Otros la ubican en boca de Eddy Pequenino, jugando un viejo sketch televisivo de los años 60. Sea como fuese, la idea viene siendo aplicada por las organizaciones represivas del Estado desde hace mucho tiempo y tiene, qué duda cabe, un tinte típicamente mafioso. Se trata, por supuesto, de cometer un crimen haciendo que éste parezca producto de una causa fortuita.
Aproximadamente a las 5 de la mañana del 14 de septiembre de 2002, Ezequiel Demonty, llegó con dos amigos a la esquina de La Constancia y Cruz, en el barrio porteño de Pompeya. Se detuvieron frente a una remisería, ya que uno de sus amigos debía trasladarse hasta Mataderos. Allí aparecieron un grupo de efectivos de la Seccional 34 de la Policía Federal, los golpearon, los subieron por separado en tres patrulleros y los llevaron hacia el Riachuelo, a la altura del Puente Uriburu. Una vez en el lugar y a punta de pistola, los obligaron a arrojarse al agua. Uno de ellos, nadó hasta alcanzar la orilla de enfrente. Otro, quedó ahí aferrado a unas ramas, aún cuando amenazaban con dispararle. Demonty se ahogó. Una semana después hallaron su cadáver. Fue decisiva la participación de familiares y vecinos para el esclarecimiento del caso, cuyo trágico desenlace echó luz sobre una práctica policial habitual de esa seccional 34. Detenían ilegalmente a los pibes del barrio y los hacían tirar al Riachuelo.
Luciano Arruga era uno de los tantos pibes que habitan el conurbano profundo, más precisamente, en Lomas del Mirador, Partido de La Matanza. Como muchos otros y como viene sucediendo desde el fondo de la historia, carne pasible de ser picada por la policía brava del destacamento del barrio. Pero Luciano un día, tuvo la osadía de negarse a robar para la yuta. Y vaya si se la cobraron. Lo levantaron de madrugada en un patrullero, lo llevaron al destacamento de Lomas del Mirador, donde fue torturado. Después, lo que se sabe. Cruzó corriendo General Paz a la altura de Emilio Castro (probablemente huyendo de sus secuestradores uniformados), donde fue atropellado por un vehículo. Su cuerpo fue enterrado como NN en la Chacarita y allí fue encontrado casi seis años después. Mientras tanto, estuvo desaparecido. Para Patricia Bullrich, su caso fue “una construcción mediática”.
Santiago Maldonado, como ya se dijo, murió ahogado en el Río Chubut el 1 de agosto de 2017. Pero su “accidente” –aún sin nombre ni apellido- comienza a pensarse en enero de ese mismo año, precisamente el día 21 de ese mes, cuando el diario “Clarín” publica una nota titulada: “Facundo Jones Huala, el mapuche violento que le declaró la guerra a la Argentina y Chile”. De ese modo, comienza a construirse “el enemigo”, el “otro a combatir”, en este caso, integrantes del pueblo Mapuche que se enfrentaban al usurpador Benetton en Chubut. A partir de allí, con el tema instalado en los medios, entra en escena el Ministerio de Seguridad de la Nación y su brazo armado, la Gendarmería Nacional.
Para visibilizar el conflicto, un grupo de Mapuches corta la ruta 40 a la altura de Cushamen. Gendarmería llega al lugar al amanecer del 1 de agosto. El piquete se repliega hacia el interior del predio en disputa. A mediodía, Pablo Noceti, jefe de Gabinete de la ministra Bullrrich, ordena ingresar al lugar y se desata una feroz represión. En ese contexto, Santiago Maldonado intenta cruzar el río y muere allí ahogado. Como Demonty en el Riachuelo. Como Luciano Arruga en la General Paz. Que parezca un accidente. Para Bullrrich, este caso también fue “una construcción mediática”.
Así llegamos a la masacre de San Miguel del Monte. Un grupo de adolescentes que pasean en auto, hasta que comienzan a ser perseguidos y tiroteados por la policía. En la lógica huída, se encuentran con el acoplado de un camión estacionado en la banquina de la Ruta 3. Allí mueren un joven de 22 años y tres niños que no superaban los 14 años. Un “accidente”, como el de Ezequiel, el de Luciano y el de Santiago. Fuerzas represivas en acción, tiros y al final, la muerte. Lamentablemente, nada que no conozcamos.
En la masacre de San Miguel del Monte, confluyó el corpus teórico basamental de la política de seguridad que lleva adelante Macri, a través de Patricia Bullrrich. Por un lado, la doctrina “de flagrancia”, mediante la cual Pablo Noceti justificó la represión a los Mapuches del Pu Lof de Cushamen, que derivó en el asesinato de Santiago Maldonado. Y por otro lado, la doctrina “Chocobar”, que habilita a los uniformados a disparar por la espalda a cualquiera que huye (y que huye, precisamente, para que no lo maten). Por eso pasó lo que pasó en San Miguel del Monte, con cuatro víctimas inocentes y una quinta que resultó gravemente herida y que aún hoy, lucha por su vida. Todo ello, ante la mirada impasible y el silencio de la Gobernadora María Eugenia Vidal y su Ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, que pretenden eludir su objetiva responsabilidad, deteniendo a una docena de uniformados y pasando a retiro a otros tantos.
Para finalizar, una frase del Procurador de la Provincia de Buenos Aires, Julio Conte Grand: “No fue solamente un accidente. Hay una relación causal inmediata e ineludible: sin los disparos, no se hubiera producido”. Se estaba refiriendo a los chicos fallecidos en San Miguel del Monte. Pero bien pudo haber estado hablando de Luciano Arruga o de Santiago Maldonado. En todos los casos, hicieron que parezca un accidente y nos quieren convencer de que se trata sólo de construcciones mediáticas.
Seguramente, más temprano que tarde “algún criollo va a volver a mandar en estas tierras” y los responsables de estos crímenes serán juzgados y condenados. Mientras tanto, ni olvido, ni perdón. Memoria, Verdad y Justicia.
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