Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Luis Pablo Steimberg, conscripto secuestrado el 10 de agosto de 1976 en la localidad de Morón, rugbier de Club Los Matreros de Morón y militante de la Federación Juvenil Comunista (FJC).

Luis Pablo nació el 2 de febrero de 1954 en la Capital Federal. Sus padres eran Susana Ludmer y Jaime Steimberg. Ambos eran judíos y se conocieron en el año 1943 en Ambrosetti, un pueblo de la provincia de Santa Fe. Después de tres años de comunicarse por medio de cartas, se casaron y se mudaron primero a la Ciudad de Buenos Aires y luego a Morón. Tuvieron tres hijos Daniel, Marcela y nuestro Luis Pablo a quien llamaban “Kichi”.

Luis Pablo era muy alegre y curioso por todo lo que sucedía a su alrededor. Cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 12 de Morón. Al egresar inició la secundaria en el Colegio Rivadavia de Castelar.

Por invitación un amigo que también integra la lista de los 157 rugbiers víctimas de Terrorismo de Estado, Claudio Giombini, ingresó a la práctica del rugby en el Club Los Matreros de Morón, desde inferiores llegando a intermedia. Allí se destacó como un hábil back.

Militancia

Luis Pablo egresó de la secundaria con un gran entusiasmo por estudiar la carrera de Abogacía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Allí se impregnó de la ebullición política de los centros de estudiantes y se comprometió con la militancia estudiantil universitaria a través de la Federación Juvenil Comunista (FJC).

Locuaz y con gran capacidad para afianzar vínculos importantes, su desaparición dejó un vacío inefable en la “Fede”.

Su secuestro

Luis Pablo se alistó en marzo de 1976 como soldado conscripto del Colegio Militar de la Nación. Prestaba funciones en la Agrupación Tropas, Compañía Comando, cuyo jefe, teniente primero Alberto Federico Torres, le firmó una orden de salida permanente para tener franco todos los días desde las seis de la tarde hasta diana del día siguiente, por “razones de estudio”.

El 10 de agosto de 1976.salió de su casa vestido de civil, en Morón. Eran las 20 e iba a concretar una cita con otro conscripto del Colegio Militar, Mario Molfino, en el bar La Paz, de Corrientes y Montevideo.

Pablo fue secuestrado por un grupo fuertemente armado e introducido a un auto que, según dichos de testigos, estaba estacionado muchas horas antes cerca de la casa de la familia Steimberg.

Testigos del secuestro encontraron el documento de Luis Pablo en la acera, que seguramente fue despedido en medio de la balacera. El mismo fue entregado a su padre Jaime, quien al conocer el hecho realizó urgente la denuncia en la Comisaría de Morón.

Al día siguiente Jaime se presentó al Colegio Militar para anoticiar del suceso a las autoridades.

Fuera de toda lógica, las mismas autoridades mandaron dos días después un gran grupo de policías con armas largas al domicilio de la familia de Luis Pablo con el pretexto de buscarlo como “desertor”. Inmediatamente, Jacobo Steimberg se dirigió aldDirector del Colegio Militar, general Reynaldo Bignone, quien finalmente dio por suspendido el operativo.

Sara, la madre de Luis Pablo, dijo “Bignone era un atorrante”, cuando recordó de cómo un día intentó calmarla:

“Era tan cínico, es tan cínico, tan infame. Un día cuando le dije de Luis Pablo, me dijo: ‘Se habrá ido con alguna negrita, por ahí’”.

Sara contaba que Bignone tenía a la familia bien identificada desde los primeros tiempos de búsqueda. “Porque al día siguiente ya sabíamos lo que pasaba. Fuimos a la comisaría. De ahí nos fuimos adonde estaba Bignone y a la porquería en Campo de Mayo, cuando nos dijeron: ‘no está’, nos fuimos directamente a los diarios y el único que nos quiso sacar una nota bastante importante fue Crónica’. Se arriesgaron de verdad, pero salió todo lo que nosotros dijimos.”

Un ex soldado testigo y detenido en Campo de Mayo declaró en sede judicial que a Pablo lo vio vendado, en un galpón de cuarenta metros de largo por treinta de ancho, atestado de personas de ambos sexos encadenadas a alambres paralelos que iban de lado a lado de la construcción y la cubrían por completo. Los prisioneros yacían sobre colchonetas mugrientas. En medio de los quejidos, los gritos, los ladridos de perros y el ruido de helicópteros y aviones del cercano Batallón de Aviación de Ejército 601, reconoció a Luis Pablo muy lastimado y al que una mujer que oficiaba de enfermera le decía que no tomara agua porque lo habían picaneado.

Testigos de la causa “Colegio Militar”

Gabriel Radice fue conscripto desde febrero hasta diciembre de 1976 y se desempeñaba como patrulla de la compañía de seguridad del Colegio Militar cuando sucedieron los hechos en que Luis Pablo y dos compañeros mas fueron torturados y desaparecidos.

Radice declaró valientemente ante el Tribunal Oral Federal 1 de la localidad de San Martin:

“Si bien ellos nos decían: ‘¡cuando vea algo, tire directamente!’, el rezo de uno fue nunca tener un acontecimiento así”.

Así recordó Osvaldo Gabriel Radice ante el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín parte de sus noches de colimba en la patrulla de la Compañía de Seguridad del Colegio Militar de la Nación, una institución que comienza a aparecer en los juicios de Campo de Mayo como espacio de secuestro y de torturas, pero también como andamiaje de los Grupos de Tareas. Radice hizo el servicio militar entre febrero y diciembre de 1976. Declaró por primera vez en 1983, en esa investigación fue procesado Reynaldo Bignone en 1984, quien quedó indemne en el Juicio a las Juntas.

Radice pasaba las noches en su función de patrullar en un camión del Ejército por mas de 3 horas, ya que los colimbas desempeñaban tareas específicas impartidas por sus superiores y que tenían como objetivo primordial “la lucha contra la subversión o sección antiguerrilla”.

“Nos dijeron que se creaban para buscar subversivos”.

“¿Les hablaban de la lucha contra la subversión?”, preguntó el Dr. Pablo Llonto.

“Eso era sobre lo que arengaba el jefe de la agrupación de las tres compañías, Rodolfo Guillermo Ríos (fallecido), cada vez que reunía a las tropas en medio del patio. Nos decía que venían tiempos difíciles, que teníamos que tener los ojos bien abiertos, incluso sobre los que nos rodeaban, para ver que no sean terroristas”.

“¿Qué cree que quería decir con eso de que nos ‘rodeaban’?”

“Que estemos atentos, tal vez de los amigos, de las familias, para saber si había algo raro. Nosotros tomamos eso como un acto de “fortalecimiento”, desde el punto de vista de lo que ellos querían de nosotros. Cuando pasó lo que pasó nosotros no sabíamos nada. Nos hicieron esperar en columnas de tres camiones. Estuvimos así desde las 8 de la noche hasta las 3 de la mañana. Éramos diez por camión. Y nos llevaron a la Municipalidad de Tres de Febrero que estaba vacía, como destino provisorio. Nos quedamos una semana y media, en carpas y bolsas de dormir siempre esperando instrucciones y algo supimos de lo que estaba pasando porque uno de los soldados llevó su portátil.

El grupo de tareas al que yo pertenecía salió a patrullar en las calles de Tres de Febrero y hacíamos controles de ruta. Durante el lapso nunca hubo nada raro. Salimos tres horas, descansábamos una hora y media, y volvíamos a salir tres horas más. Y así, tres veces al día”.

Posteriormente, Jorge Luis Hillel, conscripto en 1976, con quien Luis Pablo Steimberg compartió su último día de guardia también declaró ante el Tribunal.

Según sus palabras tenia conocimiento que a Luis Pablo lo habían desaparecido y que la situación no tenía nada que ver con la deserción.

Justicia por Luis Pablo

El 15 de marzo de 2017, los jueces Marta Milloc, Diego Barroetaveña y Silvia Cassain, del Tribunal Oral Federal de San Martín condenaron a prisión perpetua a Bignone por los allanamientos ilegales, robos, secuestros, tormentos y los homicidios de nuestro rugbier de Los Matreros RC, Luis Pablo Steimberg, Luis “El Huevo” García, ambos de la Juventud Comunista, y Mario Vicente Molfino. También condenaron a perpetua al entonces comandante de Institutos Militares de Campo de Mayo, Santiago Omar Riveros, en línea con el pedido de fiscales y querellas, que acusaron por homicidio pese a que los cuerpos permanecen desaparecidos.

Fueron también condenados dos jefes del Colegio Militar, Alberto Federico Torres y Jorge Alvarado con 5 y 3 años respectivamente. Y dos represores que operaron en el centro clandestino El Campito: el ex civil de Inteligencia Carlos Eduardo José Somoza, alias Gordo, y el gendarme de la Agrupación Buenos Aires, Miguel Castagno Monge, a 15 y 11 respectivamente.

Placa para Luis Pablo y compañeros colimbas

En marzo del 2010 se llevó a cabo la ceremonia en homenaje a 55 conscriptos desaparecidos durante la dictadura militar.

La ministra de Defensa de ese entonces, Nilda Garré, consideró que el terrorismo de Estado cometió con ellos la “crueldad extra de hacerlos figurar como desertores”. En la Plaza de Armas del Edificio Libertador –sede del Estado Mayor Conjunto–, se descubrió una placa con los nombres de los soldados, entre ellos Luis Pablo Steimberg, cuyo listado surgió a partir de un entrecruzamiento de datos entre el Archivo Nacional de la Memoria (ANM) y registros pertenecientes a las Fuerzas Armadas. Garré calificó como “una justa reparación” el acto de agregar en los registros de cada conscripto la condición de “detenido-desaparecido” y su número de denuncia ante la Conadep. “Nunca soñé, ni en mi sueño más loco, con llegar a este homenaje”, confesaba la madre de Luis.

En ese entonces, la ex ministra Garré decía:

“Se cometió la crueldad extra de hacerlos figurar en los registros como desertores. Se le ordenó a cada una de las Fuerzas la inclusión en sus registros de la condición de “detenido-desaparecido” en estos casos, con el número de legajo correspondiente a la denuncia ante la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep). Es un acto muy emotivo y una justa reparación”, declaró la titular de Defensa al descubrir una placa “en homenaje de los soldados conscriptos víctimas de desaparición forzada de personas durante el cumplimiento del servicio militar obligatorio entre 1975 y 1983”.

Sara Steimberg, madre de Luis, declaró:

“Lo más importante es que el pueblo se entere, sepa lo que pasó”.

Acompañaron a Sara, Garré los jefes del Estado Mayor Conjunto, brigadier Jorge Chevalier; del Ejército, general Luis Pozzi; la Armada, almirante Jorge Godoy, y la Fuerza Aérea, brigadier Normando Costantino. También estuvieron presentes el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, funcionarios de Defensa, legisladores y agregados militares extranjeros, además de otros amigos y familiares de las víctimas.

Homenaje de la UBA

El 30 de agosto de 2016, los ex compañeros de estudios universitarios realizaron un homenaje a su memoria en el Aula 1 de la Facultad de Derecho de la UBA –Avenida Figueroa Alcorta 2263-, con la presencia de los abogados querellantes Pablo Llonto y Horacio Santiago Rebón. Luis Pablo cursó allí hasta 2° año y era uno de los estudiantes mas destacados.

Los compañeros de Pablo recordaron en ese emotivo acto su gran sensibilidad y sus convicciones sociales y políticas puestas en acción en las asambleas estudiantiles dentro de la casa de altos estudios.

La lucha de sus padres

Sus padres se enteraron por Radio Mitre, mediante el testimonio del represor Adolfo Scilingo, que a su hijo lo habían arrojado con vida al Río de la Plata. Este hecho afectó emocionalmente a Sara.

“Después de que el militar arrepentido Adolfo Scilingo reconociera haber tirado entre otros a Luis, aquella noche no pude dormir, ya que cada vez que comenzaba a adormecerme, sentía el golpe de un cuerpo cayendo en el río, y con ese sobresalto me despertaba. Pasan los años, el dolor no se va, y cada vez que surge algo nuevo a uno se le sacude el corazón, ésa es la cuestión”, dijo.

Mientras, Jaime confesaba:

“Pude sobrellevar el dolor con lucha, que es la misma lucha de Luis y sus compañeros. A un hijo muerto lo ves en el cajón. A un hijo desaparecido lo ves en la mente. El hijo muerto es la ley de la vida. El hijo desaparecido es la ley de la Dictadura y el Terrorismo de Estado.”

Lo dos crearon la asociación “Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas”. Sara fué cofundadora de la “Casa de la Menoria y Vida de Catelar” junto a Nora Cortiñas.

Jaime fue el primer presidente de la Asociación Seré por la Memoria y la Vida y uno de los impulsores de la recuperación del ex Centro Clandestino de Detención Mansión Seré, convertida en la Dirección de Derechos Humanos de Morón. Murió el 19 de enero de 2008 a los 85 años. Sus cenizas fueron lanzadas al Río de La Plata desde el mirador del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, cumpliendo su última voluntad.

Sara Ludmer de Steimberg finalmente falleció el 19 de enero de 2017 en el partido de Hurlingham, provincia de Buenos Aires, a los 92 años de edad.

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