Hija del represor Eduardo Kalinec, profesora de enseñanza primaria, psicóloga y estudiante de derecho en la UBA, la pulsión por entender la llevó a indagar en su pasado familiar. En la más absoluta soledad, pagó el precio de romper el mandato de silencio y complicidad. En “Llevaré su nombre” (Editorial Marea) sacude la memoria familiar e hilvana los hechos de una historia en la que decidió tomar postura.
El juicio por el que el represor Eduardo Kalinec fue detenido y condenado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad fue el comienzo de un camino que inició una de sus hijas, Analía, para descubrir el horror de la dictadura cívico militar y la actuación de su padre en los centros clandestinos que integraron el circuito Atlético-Banco-Olimpo. Desde ese momento, la desobediencia fue un camino que la llevó a fundar el colectivo Historias Desobedientes.
Analía Kalinec es profesora de enseñanza primaria, psicóloga y cursa la carrera de derecho en la Universidad de Buenos Aires a la que llegó por su pulsión de querer entender. Es la segunda de cuatro hermanas y la que al enterarse de la actuación de su padre durante la última dictadura comenzó un proceso por el que hoy es parte de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
“Resulta que yo no tenía nada que ver pero tenía a mi papá preso, lo acusaban por crímenes de lesa humanidad, no entendía por qué. Empezar a vincular que uno es parte de esa historia, que participa, que genera acciones que tienen incidencia en otro es un proceso”, explica la autora del libro “Llevaré su nombre”, editado por Marea, en el que se reflejan las distintas etapas de ese proceso.
Como fundadora de Historias Desobedientes, el colectivo integrado por hijas e hijos de militares y policías que repudian las acciones de sus padres como parte del terrorismo de Estado, Kalinec va en este trabajo de lo privado a lo público, sacudiendo una memoria familiar y logrando hilvanar los hechos de una historia en la que decidió tomar postura: “Uno no puede estar ajeno al dolor de las madres que buscan a sus hijos”.
-El libro tiene tu voz pero también otros textos, fragmentos de libros, letras de canciones, discursos políticos, ¿cómo fue la intervención de lo que tenías escrito?
-El libro está escrito en tiempo real, son veinte años de escritura y tiene varias etapas. La primera parte estaba compuesta de diarios íntimos, era todo manuscrito, está recortado porque era mucho más voluminoso. Empecé a escribir pensando en el día que tuviera hijos, en contarles la historia de cuando Luis y yo nos conocimos. Después, en un momento, se corta la escritura. Cuando nació mi hijo Bruno en 2008 empecé otro registro, ya en la computadora, ahí es cuando asumí la condición de genocida de mi papá. Era estudiante avanzada de psicología y empecé a intentar entender, me acerqué a otros autores, a leer distinto. Esas lecturas y esas citas las fui incorporando al texto. También hay otro registro de distintos momentos de la historia: el discurso de Néstor Kirchner en la ESMA, por ejemplo. Son hitos que me atraviesan en mi historia particular que ponen en contexto lo que me iba atravesando. Está la historia del país, la mía, la de mi papá. Así se va armando el libro, no sé si espontáneamente pero sin que sea algo forzado.
-¿El libro “Hijos de los 70”, de Astrid Pikielny y Carolina Arenes, es el primero en el que contás tu historia a un universo más amplio?
-Sí, salió en 2016, todavía no existía Historias Desobedientes, pero a partir de ese libro me contacta la primera hija de genocida que lee mi testimonio y se siente identificada. Después conformamos Historias… y ya tenemos dos libros publicados. Uno salió por editorial Marea en 2018 con relatos de integrantes del colectivo y otro circula en forma digital, “Nosotres”, que recoge lo que fueron las intervenciones del primer encuentro internacional del colectivo.
-Desde el título se plantea a una hija como enunciadora, pero hay un proceso del que da cuenta el libro: cómo la hija llega a ese punto a partir de su posición de madre; es ahí cuando empieza a indagar y a narrar. ¿Cómo fue la decisión de publicar mails o mensajes también de otros?
-No consulté, fue una decisión, va mas allá de la historia de una familia en particular, esto se enmarca en lo que son los posicionamientos políticos y tener todos estos elementos permite tener otras interpretaciones. Por eso también incorporo la demanda que mi papá presenta para declararme indigna. Todo ese material es un aporte a poder pensar cómo se piensan estas familias, cuáles son las lógicas, las lealtades, cuáles son los marcos ideológicos que circulan.
-El libro empieza con un registro más íntimo y termina con una interpelación a las instituciones, a las nuevas generaciones que integran las Fuerzas Armadas y de Seguridad. ¿Eso también da cuenta de un proceso que va de lo privado a lo público, no?
-Esto de lo público y lo privado aparece mucho. Crecí con el discurso de “no hay que meterse”, esas son cosas que pasan en la política. Resulta que yo no tenía nada que ver, pero tenía a mi papá preso, lo acusaban por crímenes de lesa humanidad, no entendía por qué. Empezar a vincular que uno es parte de esa historia, que participa, genera acciones que tienen incidencia en otro es un proceso. Uno no puede estar ajeno al dolor de las madres que buscan a sus hijos. Crecí en el “por algo será, mejor no te metas” y fui llegando a otro camino. Las decisiones políticas de los distintos gobiernos tuvieron una incidencia en mí, me trajeron la noticia de un padre genocida, es mi historia, es peor no saberla. Estudié psicología y sé que estos ocultamientos, secretos hacen síntoma. En nuestro país se pudo avanzar en revisar los juicios, juzgar a los responsables, en no mirar para otro lado como han hecho la mayoría de las sociedades.
-Sos maestra, psicóloga y estás estudiando derecho, ¿cómo intervinieron esos trabajos en tu búsqueda?
-Hace veinte años que estoy en un aula. En el ‘99 me recibí y ya estaba trabajando como maestra y en 2004 di mis primeros pasos en una escuela pública. Ahora, desde el 2008 estoy trabajando como maestra psicóloga. En la docencia el corte más significativo se da cuando paso de privado a público. También ingresé a la universidad pública, mis hijos entran en edad escolar y entran a la escuela pública. Ahí encontré otra lógica que me hace sentir más cerca de lo que me gusta. Me acuerdo que cuando empiezo a ejercer como maestra se instala el 24 de marzo como efeméride y tuve que explicar algo que no sabía. Fue muy tardía mi construcción sobre la historia reciente. Un poco en broma cuento que cuando entro a la universidad pública me impactó entrar en contacto con gente que no era católica. Fui también deconstruyendo, empecé a pensar de esa manera que construcción quería para mí.
-¿Y opción por estudiar derecho?
-Fue por esa pulsión de querer saber, para poder defenderme también, ya que me están haciendo un juicio para declararme indigna y desheredarme. Mi papá estudió derecho. Mi hermana, la que me sigue, que es una de las dos que me está haciendo juicio, es abogada recibida en el Instituto de la Policía Federal. Poder ir avanzando en la carrera me permite entender y defenderme mejor. Hoy estoy en pleno juicio, pero tengo que entender un montón de cosas.
-El nombre del libro reafirma tu decisión de no cambiarte el apellido. ¿Cómo llegaste a esa decisión?
-En 2008 o 2009 leo “El alma de los verdugos”, de Baltazar Garzón y Vicente Romero. Allí se relata el caso de una chica que se cambia el apellido. Me di cuenta que era algo que no me podía solucionar mucho porque no me podía cambiar las emociones, los recuerdos. Paralelamente accedo al libro “Tu llevas mi nombre. La insoportable herencia, los hijos de jerarcas nazis” que son relatos de lo que pasó con esos hijos. Esta idea de tu llevas mi nombre como imperativo es algo que asumo. Por más que me cambie de apellido o me quiera ir a vivir a la China tengo este papá, asumo este imperativo, esa condición y tomo posiciones. Primero es un posicionamiento personal y subjetivo y después se convierte en un posicionamiento político, porque Historias Desobedientes viene en esa línea: nosotros nos definimos como familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia. Es desde ese lugar de enunciación, de reconocernos su familia, sus hijos, nietos y nietas que decidimos repudiar sus crímenes y nos sumamos a la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
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