Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Eduardo Pedro Palá Quierolo, médico, militante del PRT- ERP y rugbier del Nacional de Mar del Plata. Fusilado el 23 de febrero de 1976 en El Cadillal, en Tucumán.
Eduardo Pedro Palá Quierolo nació el 21 de mayo de 1941 en la ciudad de Mar del Plata. Hijo menor de una reconocida familia de clase media alta. Le llamaban “Gordo” por su contextura física robusta. Años después, cuando se convirtió en un médico cumpliendo con la tradición familiar, le decían también “El Médico Loco”.
Su padre, Mariano Pala, médico pediatra y una leyenda en Mar del Plata, le inculco su amor a la medicina. Su madre fue Juanita Queirolo, proveniente de una patricia familia, se dedicó exclusivamente al cuidado de sus hijos. Eduardo tuvo solo un hermano, mayor que él unos tres años, Mariano, también médico pediatra, muy conocido por el pueblo marplatense por su sapiencia y generosidad con los pacientes del Hospital Público Materno Infantil.
Eduardo hizo su primaria en el selecto Instituto Peralta Ramos y la secundaria en el Colegio Nacional Mariano Moreno. Siempre estuvo ligado al rugby en Club Nacional.
Un amigo y compañero del equipo, Alfredo González, recuerda:
“Carola, quiero contarte que con Eduardo íbamos mucho al Club Náutico Mar del Plata. No navegábamos, pero remábamos un poco y jugábamos a todo. Además, nos bañarnos en el mar. Un día Eduardo, fanático del dulce de leche, jugo una apuesta que se tiraba de la parte más baja del muelle, prácticamente sin agua. La hazaña era muy peligrosa para obtener el exquisito manjar. Ganó la apuesta… ¡pero casi se mata!, y todo por un platito con dulce de leche. En el club todavía se acuerdan de la anécdota, que data de 1952, aproximadamente. No es muy graciosa, pero te lo muestra tal cual era. No le tenia miedo a nada”.
Su paso por la ovalada
A los 12 años Eduardo recibió sus primeras instrucciones de rugby en el prestigioso Instituto Peralta Ramos, en el último año de la primaria, con el profesor de Educación Física Jorge Alvear Corría el año 1953. Su enorme e intimidante físico lo habilitaba para jugar de Pilar.
Sus compañeros de tries fueron Tomás Fresneda, Guillermo Soncini, Pílades Lemmi, Alvear, Grebol, Carlos González, Diaz Mallea, Luis Plaza, Carlos Buratti, Jorge Fekete, Carlos Marenco y Alberto Buratti.
Llegaban al Campo de los Deportes en un colectivo Volvo 40, dirigidos por el sacerdote Hermano Antonio, en medio de la algarabía adolescente, de la cual Eduardo resaltaba por su “despelotada” manera de vestir, con su pullover de cashmere.
“El mas inquieto de todos nosotros era Eduardo, además de bromista y muy “jorobón. Todos compartíamos nuestra adolescencia y salidas después de los tercer tiempo en Nacional Rugby Club”, recuerda Alfredo.
El dato relevante es que el origen del rugby en Mar del Plata estuvo siempre basado en los colegios por lo que en el deporte de la ovalada constituía un sostén colectivo muy importante de la pedagogía educativa marplatense.
Eduardo jugó en el Instituto Peralta Ramos hasta 1957. Ese año ingresó al Nacional Rugby Club formando parte de la 5° división hasta ingresar en la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Su militancia
Para sorpresa de sus amigos de Mar del Plata, Eduardo eligió un camino muy distinto al salir de la UBA con su título de médico con honores. Trabajó en el Hospital Lanari de Mar del Plata hasta que su ingreso a la lucha revolucionaria lo llevó por caminos lejos de su tierra natal.
Su preparación universitaria lo llevó a asistir a sus compañeros del PRT- ERP como responsable de Sanidad en la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez”. Su participación innegable y comprometida lo convirtió en un veterano revolucionario gracias a la experiencia atesorada en años donde conoció cada tramo del monte tucumano.
Antes había viajado a Cuba desempeñándose como médico cirujano en el Hospital Central de La Habana reafirmando su propósito de volver a Argentina para desarrollar todos los conocimientos aprendidos en la isla.
Su compañera Elena
Elena Codan nació en Triste, Italia. Conoció a Eduardo en el contexto de la militancia dentro del PRT- ERP. Estudió Filosofía y Letras por lo que llevó a cabo uno de los grandes proyectos del PRT- ERP en comunicación.
En 1972 sufrió prisión por una acción del PRT contra el Banco Nacional de Desarrollo (BANADE). Al lograr la amnistía se dirigió a encontrarse con Eduardo en Tucumán. En mayo de 1974 nació la hija de ambos, Paula. En 1975 estuvo al frente de la “Radio de Mujeres Rebeldes del PRT” junto a Liliana Delfino. El objetivo de su radio era poder hacer las transmisiones desde el monte tucumano donde estaba luchando su marido Eduardo en la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” en la resistencia guerrillera contra la dictadura genocida. Gracias al trabajo comunicacional de Elena y su compañera surgieron el IARCO (el Foro Argentino de Radios Comunitarias), la Red de Radios Rurales y la RNMA (Red Nacional de Medios Alternativos).
En febrero de 1976 fue fusilado Eduardo y ese hecho, lejos de debilitarla, reforzó su compromiso revolucionario. Elena fue secuestrada junto a su hija de tres años y medio cuando intentaba dejar el país a bordo de un colectivo Pluma. En el mismo vehículo viajaba junto a “Yoli” Prieto de Di Vito, quien también iba junto a su hijo, y Leila Sade. Elena fue llevada al Centro Clandestino de Detención “Club Atlético”. Sus restos nunca fueron hallados.
Fusilamiento de Eduardo
Entre los días 19 y 25 de enero de 1976, se llevó a cabo la Operación La Madrid II. Esta consistió en un rastrillaje de todos los cursos de agua, desde la zona montañosa hasta el río Salí. Como los militantes revolucionarios los utilizaban para orientarse en los movimientos, se buscaba emboscarlos a lo largo de los mismos y sobre sus márgenes. Dos días después, comenzó la Operación La Madrid III, que duró hasta el 25 de febrero.
En ese marco se produjo un violento combate en la Legión del Merendero donde Eduardo y sus compañeros se toparon con las fuerzas genocidas a escasos metros de la bifurcación de la ruta con el acceso al Dique El Cadillal. Allí cayó asesinado Eduardo, mientras sus compañeros sobrevivientes buscaron escapar hacia el monte, las fuerzas militares se alzaron con numeroso armamento. En los próximos días cayeron los compañeros de Eduardo Raúl Penayo y Carlos Alsogaray, hijo del comandante en Jefe del Ejército en tiempos de la dictadura de Onganía.
Pedido de filiación de su hija
El 29 de septiembre de 2011, la única hija de Eduardo, Paula, escribió una carta al ministro de Justicia de entonces, Julio Alak, donde pedía fuera excluida de la lista de desaparecidos para entonces recuperar su identidad avasallada.Esa carta adquirió una gran difusión en los portales y páginas de Derechos Humanos de Argentina.
“Sr. Ministro de Justicia Seguridad y Derechos Humanos de la Nación
Dr. Julio Alak:
Me dirijo a Usted, a fines de solicitar la colaboración de quién corresponda, a fines de regularizar mi estado. NO ESTOY DESAPARECIDA, y están los elementos necesarios para probarlo.
Mi nombre es Paula, soy hija de Elena Codan y Eduardo Pedro Palá Queirolo.
Mi madre y yo, fuimos secuestradas por las Fuerzas Armadas en Capital Federal, el 17 de Julio de 1977. Yo fui llevada sola, por las Fuerzas Armadas, a la casa donde habitara con mi madre, 72 hs después. Elena continúa desaparecida, con testimonios de haber sido vista en el CCD El Atlético.
Eduardo Pedro Palá Queirolo fue asesinado por las Fuerzas Armadas, el 23 de febrero de 1976, en El Cadillal, Provincia de Tucumán.
Fui NN hasta diciembre de 1983, cuando fui anotada como hija biológica de la hermana de mi madre y su marido, bajo el nombre de Paula Lucía Hartinger, nombre que llevo hasta la fecha.
Inicié mi juicio de filiación el 3 de diciembre de 2009, en el JCC Nº 8 del Departamento Judicial de San Isidro, Expte. Nº 53861. Juez Actuante Dr. Antonio Manuel Vázquez.
Sin perjuicio de ello, continúo figurando como desaparecida bajo el nombre que llevara en el momento de mi desaparición: Paula Codan, No. Conadep 6141.
Tomo contacto con la familia Palá a fines de 1999, negándome estos hasta la fecha el derecho a dejar de ser desaparecida.
Le envío mis más cordiales saludos
Paula L. Hartinger”
Tuvieron que pasar 12 largos años de injustificada burocracia judicial para que su petición fuera tenida en cuenta, aunque aun continúa en lucha por su identidad, encontrándose su juicio en la etapa final para, finalmente llevar formalmente su verdadero nombre, Paula Pala Codan, con orgullo.
Paula en el Día de la Memoria
“Mi nombre es Paula Palá Codan. Soy hija de Eduardo Palá, asesinado en el Operativo Independencia, en Tucumán, en 1976; y de Elena Codan, desaparecida el 7 de julio de 1977, en Capital federal. Yo desaparecí con ella y estuve tres días privada de mi libertad, después de los cuales me devolvieron a mi familia materna.
“Tengo 47 años, casi, los cumplo en mayo y aún no recuperé del todo mi identidad. Estoy en la etapa final de mi juicio.
“Mi mensaje hoy, en el Día de la Memoria, es lo que aprendí, después de tanto renegar, es que la Memoria es presencia.
“Yo durante muchos años tomé a la Memoria como la ausencia, como una pérdida. Y creo en este momento que la mejor manera de “celebrar”, si se puede decir así, este día justamente honrándolos como esa presencia que dejaron en mi.
“Trato de honrarlos viviendo con los valores que ellos eligieron entregar sus vidas, y de alguna manera tuve la suerte de que mi hijo más chico naciera un 24 de marzo. Eso me dio la posibilidad de celebrar este día con un nacimiento, y en mi caso particular ese hecho reafirma ese sentimiento de que los asesinos de mis viejos no pudieron con todo, porque aquí estoy yo y porque está su nieto que nació el Día de la Memoria, y también su otro nieto, mi hijo mayor. Porque están sus nietos.
“Eso es para mí la Memoria. “Ellos están en nosotros y creo que tenemos una libertad que nadie nos puede robar, que es la de elegir como los vamos a recordar, si desde el odio, desde el resentimiento, desde el dolor o con un modo de vida acorde a las circunstancias que nos toca vivir hoy. Yo quiero honrarlos así. Pensando en los otros. Desde el lugar en que cada uno nos toque ocupar, pensando en el todo sin ser extremistas. Por lo menos es mi caso. Yo elijo honrarlos desde cada situación que me sea posible. Porque me gusta ese concepto. Esa fue la semilla que dejaron en mí.
“Yo soy la parte Viva de la Memoria y lo que yo siembre en mis hijos y en todas aquellas personas con las que me toca vincularme va a ser parte de lo que ellos me dejaron”.
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