Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Conrado Higinio Gómez, abogado de presos políticos nacido en Mendoza. Rugbier de Club Universitario de Buenos Aires. Secuestrado el 10 de enero de 1977.
Conrado Higinio Gómez nació el 11 de enero de 1937, en la capital de Mendoza. Era el primogénito de Ramón Gómez García, un comerciante y empresario español, nacido en Santa Lucía, organizador y patrocinador de la Fiesta de la Vendimia que murió en 1974; y de María Victoria Pérez Caillet, sanjuanina y ama de casa, quien cuidó a Conrado “como a un príncipe”, atendió su educación con una dedicación especial. Ella y sus hermanas menores ‘Piqui’ y ‘Cuca’ lo llamaban “Dito”.
Estudió la primaria y la secundaria en el Colegio San José de los Hermanos Maristas en Mendoza, egresando con un promedio 9, 80 y siendo primera escolta del cuerpo de bandera. Rindió libre todas las meterías del 5° año y a la edad de 17 años ya cursaba en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA.
En ese momento desplegó su pasión por el rugby incorporándose al Club Universitario de Buenos Aires (CUBA). Al segundo año de juego, en el ‘56 sufre un pisotón y seria lesión en la columna.
A los 21 años se recibió de abogado con honores. En una plaza de Godoy Cruz conoció al amor de su vida, a una muchacha llamada Gloria Miranda Dartiguelongue. Ella también era una estudiante brillante, concertista de piano, políglota y cursaba la carrera de filosofía.
Se casaron en 1960 cuando Conrado tenía 23 años y Gloria, 22. Muy felices, se fueron de luna de miel a recorrer los países comunistas soviéticos durante 6 meses. En 1962 nació su primera hija, Ariana. Al poco tiempo vinieron Flavia, los mellizos Federico y Pablo y finalmente Horacio.
Jugaba al metegol en alpargatas ya sea con un defendido, con sus hijos o con algún familiar. Era paciente con sus hijos y los iba a buscar a la salida del colegio como una parte importante de su rutina diaria. Amó profundamente a su familia, el arte y la lectura y se dedicó con pasión a la política, poniendo en juego su vida y su matrícula, terminó siendo víctima de lo que pudo evitarle a terceros, el secuestro, la tortura y la desaparición forzada e ilegal. Aún se recuerda su alegato oral de defensa en el caso del crimen pasional del Prof. Avelino Maure, suceso jurídico policial de envergadura en los ‘70 en Mendoza.
La militancia
Conrado se había incorporado muy joven al Partido Comunista (PC), donde fue candidato a diputado provincial, del que se iría en el Congreso de 1966. “Había participado en actos políticos socialistas y comunistas para hablar sobre Cuba. Era muy expansivo y sabía bien lo que quería. Tengo presente su rostro sonriente siempre. Nos juntábamos a leer en grupo y a reírnos.”, recuerda Pupi Ternavasio.
En 1963 tuvo su primer estudio jurídico. El estudio se situaba en el 1° piso de la calle 9 de julio 1141, arriba de la Galería y Pasaje San Martin. Familiares de presos políticos procuraban ya desde 1972 que Conrado asumiera sus defensas. Llegaban cientos de cartas a su domicilio. Otros comunes y no tanto, se amuchaban a desde la planta baja sobre la escalera espiral que llevaba hacia el estudio.
Ya asumida en la clandestinidad en 1974, la organización Montoneros sufrió la caída en noviembre, de los responsables máximos en Cuyo, el doctor Guillermo ‘Polo’ Martinez Agüero y Ramón Koncurat. Buscan a Conrado que actúa con eficacia, logrando evitarles la tortura, dándoles arropamiento jurídico y obteniendo la legalización.
Martínez Agüero preso hasta 1983, lo recuerda en una entrevista en diario “Los Andes”:
“A principios de 1976 lo vi por última vez. Era mi abogado. Estaba también en la formación del Peronismo Auténtico. Vino a visitarme a la cárcel y me llevó el último informe de la conducción de Montoneros escrito en papel de cigarrillo y envuelto en celofán y nylon. Entró a la cárcel con el rollito en la boca y me lo dio”
Conrado también hizo lo propio con otros militantes políticos de la tendencia, como con el Profesor de Filosofía mendocino Horacio Ceruti, que pudo salir al exilio y murió en México.
La familia Gómez exhibe orgullosamente un viejo pergamino, donde tuvo el reconocimiento de la Unión Ferroviaria de Mendoza, con fecha de 1962 y con más de 300 firmas de obreros y dirigentes.
“La Comisión Ejecutiva de la Unión Ferroviaria Gral. Belgrano de Mendoza, en nombre de todos los asociados que representa, rinde este sincero reconocimiento al amigo Conrado Gómez por su valiente y desinteresada defensa de nuestros detenidos en la heroica huelga de 42 días en 1961”.
Testimonio de su hijo Federico
“Querida Carola, me invitás a que pronuncie unas palabras de recordacion en memoria de Conrado, mi padre. Y a través de tu voz, tan sanjuanina y tan familiar para mí y lo sería para Conrado, me surge los recuerdos de esos viajes que hacíamos a San Juan con él, tan calurosos. Mi abuela Maria Victoria Pérez de Gómez era sanjuanina, murió 10 años después de la desaparición de mi papá, el ‘Dito’.
“Me evoca el sentimiento más hermoso de seres excepcionales, como fue mi abuela Nona y de mi papá, quien era el centro de mi familia y fuente de existencia y contención vital.
“Conrado era una persona que brindaba su afecto físico, su abrazo, me pasaba su mano por el pelo suave sin prisa, mientras fumaba y estudiaba o leía, con tranquilidad. Era una persona muy cálida, siempre te transmitía paz y seguridad.
“El rugby modeló su físico y carácter, pero también le dolía la espalda o la columna muchas veces, se frotaba la misma contra el marco de la puerta, Creó nunca se trató y curó como debía, era un dolor físico recurrente en él.
“Cuando éramos chicos, mi hermano mellizo y yo no jugábamos rugby, si al fútbol. Por lo que en el patio de la casa nos hacía practicar drop con la pelota. Lo único que lográbamos era ir a buscarla a la casa del vecino toda la tarde,
“Le gustaba ver los partidos de fútbol donde jugara Independiente de Avellaneda, su club del que era hincha, con el sonido de la televisión apagado. Así aprendimos a ver la Copa Libertadores sin relato. Estar con él, creo, lo disfrutábamos mucho cuando estaba en casa.
“Leía mucho, varios diarios por día y un día mientras jugábamos con él en la cama descubrió una novela de Enrique Medina de mi mamá, y de un tirón la leyó toda, a una velocidad que todavía recuerdo el asombro que me provocó.
“Tenía una caligrafía preciosa, una letra hermosísima, muy distinguida, un logro de la dedicación de mi abuela Nona, que era muy paciente y cuidadosa con él y con todos sus nietos.
“Era generoso en todo sentido mi papá, con su profesión y sus defendidos de los que se hacía amigos y si bien los modales eran centrales en su exigencia y conducta, por ejemplo en la mesa durante las comidas, él jamás hizo diferencias clasistas con nadie.
“Con sus hijos fue igual. Era un canto abierto a la invitación a que, si estaba a su alcance, sabías que te iba a ayudar, apoyar, proteger. Nos llevaba a la popular de la cancha de Gimnasia y Esgrima en Mendoza, del cuál era hincha y socio, y todos sus hijos lo somos por él, al hipódromo, al cine, al teatro, a aprender idioma o algún instrumento, siempre sin presiones de ningún tipo, al contrario, nos dejaba ser y aprender a nuestro ritmo y capacidad”.
Su secuestro
En 1976 instala su estudio en Santa Fe 1713, entre Callao y Rodríguez Peña, en la ciudad de Buenos Aires. En el mismo edificio iba a vivir con su familia en otro departamento a partir de 1977.
En 1976 pasa la Navidad y Fin de Año en Mendoza. Su familia lo notó muy triste y serio. Era otro hombre. Al verlo así, su hermana dijo años después, que le preguntó:
“¿Porque no te vas del país, Conrado?, tenés 5 hijos muy chicos”.
Él respondió:
“No puedo, mucha gente depende de mí; si me voy se mueren”
Celebró la cena de Año Nuevo con su familia en la casa de la calle Martín Zapata de la Sexta Sección. Él tomando soda, ni una copa de alcohol nunca, de saco y corbata. Esa sería su última cena en familia.
Llegó 1977 y viajó a Buenos Aires. Solo ĺe quedaban 9 días de libertad.
El 11 de enero iba a tomar el primer vuelo de regreso a Mendoza para festejar su cumpleaños con su familia. Nunca llegó. Un amigo llamó por teléfono a las 7 de la mañana a Mendoza, avisando que no fueran a buscarlo al aeropuerto; que se lo habían llevado el día anterior de su domicilio en un operativo gigantesco. Cumplió 40 años en su primer día en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA).
“El 25 de marzo de 1977, un día después de mi cumpleaños, a un año del golpe militar, mi padre llamó a casa y yo lo atendí. Estaba solo en la sala en ese momento. Mi mamá vino corriendo al estacionar el auto y habló con él. Lo obligaron a cortar, la dejaron hablando sola a mi mamá, ya había entregado todo el patrimonio, los marinos alentaron esperanza de vida, para ambos lados de la línea, y además le dijo a mi mamá que no se metiera en nada, que pronto lo iba a ver”, cuenta su hijo.
El Puma Jorge Dartiguelongue, su primo político, lo recuerda así:
“Conrado Gómez es un desaparecido por defender a presos políticos y buscar desaparecidos. Era el esposo de mi prima hermana Gloria (que hace honor a su nombre). Lo conocí hace más de 60 años en Mar del Plata donde pasamos veraneos comunes con nuestra familia original, que se había desarrollado en esa ciudad. Nuestro abuelo Eduardo Dartiguelongue, un inmigrante francés, fue un emprendedor que vivió allí y con su trabajo humilde llegó a tener una gran confitería y un hotel. Por eso todos sus descendientes, que se fueron a Mendoza, Buenos Aires o se quedaron en Mar del Plata, siempre veraneábamos juntos.
“Yo era más joven que él, tenía 18 años y él tal vez 26. Me impactó por ser distinto a todos los que conocía, comunista, con ideas de avanzada, yo lo escuchaba deslumbrado. Siempre alegre, gracioso y pujante. Comprometido con lo que pensaba, militaba fiel a sus ideas. En el núcleo familiar, por todo eso había críticas, pero siempre se le tuvo mucho cariño y en mi caso admiración.
“Lo habré visto en dos o tres veraneos y luego dejó de venir y supe que cada vez estaba más firme con su compromiso.
“Cuando lo conocí yo recién empezaba jugar al rugby y no conocía que él lo hacía. Me enteré después de que jugó en el colegio que estudió, Maristas de Mendoza. Cuando terminó la secundaria se vino a Buenos Aires a estudiar abogacía en la Universidad de Buenos Aires y pasó a jugar en CUBA.
“Le gustaba también el futbol, iba a la cancha, era fanático del club Independiente (debió ser por lo que significa la palabra) y del Lobo mendocino.
“Militó en el Partido Comunista. Su profesión la desarrolló como abogado penalista. Hasta que llegó la dictadura militar y me enteré de su desaparición. El 10 de enero de 1977, en horas de la madrugada, fue secuestrado. Estaba en Buenos Aires en su estudio jurídico. El encargado del operativo fue el marino Jorge Perren. Fue llevado a la ESMA y obligado a ceder todos sus bienes a sus apresadores. Dejó una familia hermosa, fuerte, luchadora y alegre, en la que aún hoy reconozco en todos ellos su espíritu.
“Hoy con tristeza lamento su muerte trágica. Me hubiera gustado hablar de todo lo que pensaba y porque no, también de rugby.”
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