Una nueva nota de la serie de la investigadora Carola Ochoa sobre los rugbiers víctimas del terrorismo de Estado. Hoy recordamos a Alfredo Mauricio Reboredo. Militante y responsable de la Unión de Estudiantes Secundarios La Plata, Ensenada y Berisso. Rugbier y capitán de La Plata Rugby Club. Fue secuestrado el 29 de enero de 1977. Continúa desaparecido.
Alfredo Mauricio Reboredo nació el 1 de noviembre de 1956 en la ciudad de La Plata. Jugó rugby desde niño en La Plata Rugby Club. Pertenecía a una familia de profunda creencia cristiana, por lo que cumplió con el sacramento de la comunión transitando su niñez bajo el credo católico.
Su papá Julio Víctor Reboredo fue uno de los jueces de la Cámara Federal de La Plata que propulsó y llevó adelante a lo largo de una década los Juicios por la Verdad. Su madre, María Amelia de Cucco Games, se recibió de maestra antes de casarse con el padre de Alfredo. Era el hermano mayor de Julio Alejandro; Gustavo Adolfo; Juan Pablo y María Adela.
Egresado del Colegio Nacional de La Plata con un promedio alto. Estudió inglés durante 8 años en el Instituto Cultural Argentino Británico. Trabajó en la Dirección de Registro de la Propiedad de La Plata.
Su militancia
Su primera adolescencia transcurrió entre partidos de rugby y la educación secundaria en el Colegio Nacional de La Plata hasta que dejó de lado un promisorio futuro social y económico para consagrarse a los más humildes de las villas de Berisso.
Había elegido su proletarización como responsable de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), a nivel local, razón por la cual se había inscripto en la nocturna Escuela Tecnológica de Berisso para estudiar “Instalador Electricista”. Allí fue abanderado de su promoción.
Su hermana María Adela afirma:
“Alfredo con sus ojazos negros, ya transmitía a través de esa mirada profunda hacia el mundo y a los demás que era un ser especial; maduro, lúcido, con una gran sensibilidad y con un alto compromiso político y humano, brindó física e intelectualmente su apoyo a quienes más lo necesitaban, tanto colaborando con tareas de albañilería y pintura en las viviendas, como enseñándoles a leer y a escribir ; entendió desde muy pequeño que la razón de su vida consistía en luchar cada día por una patria con justicia social e igualdad de oportunidades para todos y todas”.
De esa experiencia militante en las barriadas con vulnerabilidades sociales extremas, Alfredo escribió:
“Mi sentimiento me llevó a sufrir hambre al ver pibes con hambre. Me llevó a sufrir al ver pibes desnudos con frío jugando en el barro junto a sus casitas de chapa. Me llevó a ver aquellos, que por falta de recursos recibían mala atención médica. Me llevó a ver que el ignorante lo es porque trabaja y abandona la escuela y sus padres, también por falta de cultura, no le dan importancia”.
Su secuestro
El 29 de enero de 1977 Alfredo y Pablo Schmucler caminaban rápido por la avenida 7 de La Plata -a dos cuadras de la Gobernación- cuando escucharon una orden: “¡Las manos contra la pared!”.
Estaban en la vereda del viejo cine Select. Alfredo se paralizó. Pablo, de 19 años, corrió hasta la calle 56 y buscó el escape imposible. En 56 y 4 subió a una terraza. Desplegó una bandera argentina. Lo fusilaron.
Secuestrado, Alfredo fue visto por última vez en la comisaría 5a, en abril de 1977.
Un sobreviviente, Miguel Laborde, lo vio en Comisaría 5°, en el Centro Clandestino de Detención Brigada de Investigaciones de La Plata. Otros testigos, además lo vieron en el Centro de Detención y Exterminio “El Campito”, destacamento de Arana, según declararon Luis Favero y Mario Feliz. Todos recalcaron su valentía sin límites para afrontar las largas sesiones de torturas a las que fue sometido, que evidenciaba una madurez insólita para sus escasos 20 años
El juicio
Según la sentencia del Juicio Circuito Camps de diciembre del año 2012, quedó acreditado a partir de testimonios de sobrevivientes que Alfredo permaneció detenido ilegalmente en el centro clandestino de detención que funcionó en la comisaría 5ta. de La Plata.
Los condenados a prisión perpetua fueron el abogado Jaime Lamont Smart, el militar Rodolfo Aníbal Campos, y los policías Miguel Osvaldo Etchecolatz, Hugo Alberto Guallama, Carlos García, Domingo Almeida, Horacio Elizardo Lujan, Luis Vicente Patrault, Norberto Cozzani, Miguel Kearney, Fernando Svedas, Bernabé Jesús Corrales, Raúl Orlando Machuca, Julio César Arguello, Mario Víctor Sita y Roberto Omar Grillo.
También fueron condenados a 25 años de cárcel a los policías Eros Amílcar Tarela y Jorge Antonio Bergés, a 18 años a Roberto Antonio Cabrera, a 15 a Sergio Arturo Verduri, a once años a Pedro Antonio Ferriole y Daniel Jorge Lencinas, y a dos años de cumplimiento efectivo a Santiago Antonini.
La totalidad de los imputados fueron calificados como autores directos de los crímenes que cometieron. Además, el TOF1 consideró que las conductas de los imputados importaron la comisión del delito de genocidio, ya que sus acciones se dirigieron inequívocamente al exterminio de un grupo nacional. Sin embargo, como esta tipificación (genocidio) fue introducida en los alegatos y no al momento de la elevación a juicio correspondió aplicar los tipos penales y las penas previstas en el derecho interno en función de que configuran delitos de lesa humanidad
Alfredo en un pañuelo
En el Centro Cívico de la ciudad de Bariloche, su novia, María José Noriega, fue invitada a la actividad por la Memoria, Verdad y Justicia, en la cual algunos familiares y amigos de los 30.000 recordaban en ese gesto artístico a sus desaparecidos.
“Mi nombre es María José Noriega. Yo pinté el pañuelo de Alfredo Mauricio Reboredo, quien era mi compañero al momento de su desaparición, el 29 de enero de 1977.
“Cuando me convocaron a pintar el pañuelo de Alfredo me sentí emocionada por dos motivos, primero por una cuestión personal de homenajear al amor que nos teníamos; y por otro lado, me pareció que era una manera de hermanarnos entre todos los familiares de los desaparecidos que estaban en el Centro Cívico.
“Este homenaje es un acto que nos debemos como comunidad para recordar lo que sucedió, por la importancia que tuvo en ese momento y la importancia que puede tener para todas las generaciones que sucedieron a ese evento.
“Alfredo tenía 20 años y yo 19. Creo que a pesar de ser los dos muy chicos, creo que Alfredo era bastante consciente de lo que estaba haciendo, de su militancia, de su convicción que era más humana que política. Porque el que fuera enmarcado en un supuesto contexto partidario, hoy me suena que eso puede ser un poco anecdótico. Si no hubiera sido en Montoneros hubiera actuado en cualquier otro espacio. Lo suyo se trataba más de un acto humanitario, ético, de hacer algo para modificar el sistema y las injusticias que sucedían entonces.”
“Palabras a Alfredo”
“Oh captain, my captain!
poeta muerto.
Desglosamos juntos
muchas charlas y silencios.
Debíamos llegar temprano,
la obligación de dar ejemplo.
Mirando el lejano verde
por donde llegarían los otros.
Desgranamos utopías esperándolos
practicando lo que difícilmente
saliera en el partido de la vida.
Tute y risas después de entrenamiento,
le cantabas las cuarenta a cualquiera,
con inteligencia,
con amabilidad,
con firmeza,
y un día no fuiste a más
y otro te fueron a menos.
Dejaste un hueco grande, capitán.
Difícil reemplazarte…
puse mi empeño.
Pero ni ahí.
Ya no era lo mismo,
faltaban jugadores de calidad,
en la cancha y en la vida.
Uno tras otro los fueron yendo,
batimos records,
quedamos tristes y silenciosamente
en la historia
como el club de los zurdos”
Poema de su compañero de tries Leonardo Gallo. Juntos compartieron exitosos momentos en La Plata Rugby Club. Su recuerdo imborrable y el propósito de que Alfredo sea homenajeado en el rugby fue la motivación para colaborar con Carola Ochoa, cediéndole la única foto de equipo hasta hoy, donde Reboredo está retratado en la cancha con sus “compañeros canarios”.
La gran lucha de su madre
María Amelia De Cucco Games de Reboredo, la madre de Alfredo, inició su incansable lucha para encontrar a su hijo desde ese 29 de enero de 1977 hasta el final de sus días, levantando siempre las banderas de Memoria, Verdad y Justicia.
Amelita nació el 22 de junio de 1932 en Capital Federal. Junto a su familia llegó a La Plata siendo una niña.
Creció junto a sus dos hermanos y se graduó siendo muy jovencita de maestra en el Colegio N°1 Mary O´Graham.
Se casó con Julio Víctor Reboredo un 26 de diciembre de 1955, compartieron sus vidas durante 67 años, y juntos cruzaron valientemente el umbral del dolor con el hecho trágico de la desaparición de su hijo primogénito.
A raíz de su larga e imborrable trayectoria en Madres de Plaza de Mayo de La Plata fue nombrada por el Municipio “Ciudadana Ilustre”, junto a sus compañeras las otras Madres de la ciudad.
Falleció el 25 de febrero de 2018, rodeada del amor de su familia, y sin saber dónde está su hijo Alfredo Mauricio.
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