Y empezó nomás. Argentina salió claramente a no dejarse avasallar por Islandia ni dejarse impresionar por los nombres propios. Un raro personaje en la platea, Moscú con sus sabores y la pelota haciendo de las suyas.

Había que arrancar temprano para el estadio. Porque el Hotel Dujovnic queda bastante lejos de la cancha. Dicho sea de paso, voy a tener que buscar otro. El té que tomé hoy me salió cinco rublos más caros que el de ayer. Me quejé y dicen que no lo deciden ellos, que son órdenes de la franquicia: Lagárdevich. Trato de no quejarme mucho en Rusia, entre la mafia y la mano de obra desocupada de la KGB el silencio es una buena medida. A quejarse al Kremlin, a llorar al mausoleo de Lenin.

Pero tenía hambre. Así que enfilé para el Mc Donald’s de Moscú. Me pedí un Big Marx. La verdad que la Coca Cola de los yanquis es mejor pero el plástico ruso de la hamburguesa es un paso adelante, con ese viejo olor a koljoz que sigue presente en las calles moscovitas sobre todo en el subte a la hora pico, que acá es verano.

Me ubiqué en el lugar de trabajo, justo encima de donde estaba el banco argentino. Empezaron a sonar los himnos, primero el nuestro: como arrancan por la obertura no hay letra. Me explican que es  para no tener que discutir si Messi lo canta o no. Todo sea por la paz social.

Ya habrán visto ustedes el partido por la tele. Acá fue bastante parecido pero sin los gritos de Vignolo ni los comentarios de Ruggeri, sumo sacerdote del fair play.

De entrada, muchos problemas, ¿cómo marcar a los islandeses si se llaman todos igual? Vas por Gustaffson y resulta que es Gunarson. Así cualquiera pierde las marcas. Otra, y esto es responsabilidad de Sampaoli: no podés poner a Messi y Mezza juntos. La táctica no puede ser un juego de palabras, una aliteración, perdón que me ponga tan técnico. Agrandás a los rivales que piensan que el equipo argentino está armado con rima asonante. Lo cual, por momentos, parece cierto. Pero si es así, no hay que revelar la estrategia tan fácilmente.

Frente a todas estas dificultades, los nuestros hicieron lo de siempre con enjundia y desatino. Todo estaba estipulado: un tiro al arco cada cien pases. Por eso Messi erró el penal, faltaban todavía unos cinco pases, así que fue y se la pasó al arquero. Otra consigna, no correr, porque das la sensación de que te estás escapando, y gambetear lo menos posible, porque parece que estás eludiendo tus responsabilidades ante el país y el mundo al que hemos vuelto, entre otras cosas, para empatar con Islandia.

Pero todos hicieron lo suyo, incluso el Pipita Higuain se perdió un par de goles hechos estando en el banco como para que no se notara su ausencia. Biglia jugó a las escondidas con Di María y perdieron –o ganaron, nunca se sabe- los dos porque nadie pudo encontrarlos. Tanto es así que se especula con que siguen ocultos detrás de un cartel, vaya a saberse de qué porque con estas letras raras que usan los rusos acá nunca se entiende nada. Permítanme los juegos de palabras evidentes, lo de Rojo muy descolorido y lo de Caballero tirando a plebeyo. Aunque el arquero se vanagloriaba de haber entrado en la historia de los mundiales por haber sido el primero en sufrir un gol islandés. De Salvio no vamos a decir nada, que entramos en la era de los Totos y no queremos desde esta columna poner palos en la rueda. Ustedes comprenderán.

Terminaba el partido cuando veo en una platea a un extraño personaje con piloto, pese al solazo, y un sombrero encajado hasta las orejas. Al principio pensé que era Freddy Mercury por el bigote, pero después me acordé que se había muerto. Así que solo podía ser un imitador, alguien que quisiera cantar sus canciones como él. Pero el tipo no cantaba sino que repetía como hablándole a un micrófono invisible: Muchachos, lo peor ya pasó. Hay que ahorrar energías. Me quedo con la incógnita de saber quién era. Traté de acercarme, pero las vallas nos separaron.

Bueno, a no amargarse, que se vienen los croatas que a Borges lo tenían sin cuidado. Por ahí eso los desalienta y les ganamos.