Un palco político para ver un partido preparatorio antes de que llegue el veto. El comentarista off shore de Socompa te cuenta lo que nadie dice, parafraseando al Gato Sylvestre lo único que se leerá acá es “larrrealidad”.
Iba en el 29 a la cancha de Boca cuando me llega un whatsapp : “Como Mauricio no nos deja ir al Mundial por este fucking ajuste, le pidió a Angelici que nos reserve un palco a todo el gabinete. Lo peor ya pasó”, fue el mensaje de Nico Dujovne. Le pregunté si me podía colar en mi calidad de comentarista off shore del Mundial de Rusia. “Bueno, ahora que soy ministro coordinador te hago pasar. Lo peor ya pasó”.
Y fue así que llegué al palco donde se comía chocoarroz a lo pavote. No llegué a escuchar a Soledad cantando el himno, pero qué raro, me dolían el estribo y el martillo. En un costado estaba Pato Bullrich, con una botella de agua mineral de sugestivo color rubí. Le dio un beso a la Evian Merlot en cuanto empezó el partido. Y le gritó a Messi: “a ver si los hacen mierda a esos mapuches de Haití, por la espalda si podés, Leo.”
En el partido no pasaba gran cosa, así que me dediqué a conversar con los del palco. El primero que se me acercó fue Ale Rozitchner, que se había bañado para la ocasión, que me comentaba orgulloso mostrándome al relator Rodolfo Di Paoli que no paraba de gritar: “Vamos Argentina, el Mundial es nuestro y el FMI de ellos”. Ale me guiñó un ojo y con gesto de padre orgulloso dijo: “No por nada se graduó con honores en mi taller de entusiasmo. De paso, a ver cuándo te anotás, te veo como un poco recesivo”. Yo lo quiero al hijo de León, pero a veces se pone un poco maníaco y me ataca diciendo, mientras se ríe: “Pensador crítico, lero, lero”. Al ratito se suma a los gritos Marcos Peña. Le digo que no veo gente morfando en la tribuna y con gesto didáctico y voz suave me explica: “nadie compra panchos, los piden por Internet, pero acá en la cancha se complica, vamos a tener que mejorar eso”. Me encanta Marquitos cuando se pone autocrítico es como más humano, por un rato al menos.
Primer gol de Messi. Bonadio pide la prisión preventiva del haitiano que hizo el penal, pero antes que pase a mayores interviene Servini de Cubría que de esto de intervenir sabe un montón. La gente canta el himno como si fuera una publicidad. En el partido no pasa nada. “Si seguimos jugando así la patria está en peligro, es un equipo de machirulos”, se escucha que dice una voz, pero no se sabe quién habla. “Es una típica locura de Cristina” me dicen por la cucaracha.
Majul se anota en una lista de entrevistadores de Sampaoli que maneja el enano de Lanata. “Sólo quiero preguntarle una cosa”, dice Luisito, “si es feliz”. Detrás suyo se escucha a Carrió diciendo que hay que suspender el partido porque detrás de la muerte de Nisman hay un comando haitiano que lo mató con una maniobra vudú.
De mientras, el Pipita Higuain, que a su manera es también un muerto vivo al más puro estilo Papa Doc, se pierde un par de goles. A nadie le importa demasiado. Bullrich, el Esteban se puso a recitar un poema a la pelota de fútbol que en uno de sus versos dice: “eres tan redonda como el vientre de mi madre” y le pide perdón “por patearte como un niño que no fue crack”. Patricia se lo festeja con un brindis, pero ya a esta altura no se le entiende lo que dice.
Fin del partido. Mucha gente no se enteró y siguió esperando hasta que empezó a arreciar el frío. Yo aproveché mi credencial para bajar al vestuario donde Sampaoli no paraba de quejarse de la pesada herencia que le dejó el Patón Bauzá. En la puerta, Wanda Nara y Eliana Guercio protestaban con pancartas Luigi Vutton por que se discrimina a los jugadores casados con modelos y clamaban por el derecho a una pasarela libre.
Me fui sin despedirme que el 29 pasa poco de noche. La historia va a ser injusta y se va a olvidar de este partido. Pero hay que decir que le ganamos a una de las 150 mejores selecciones del mundo y en la altura de la cancha de Boca, nada menos. Tiembla Islandia.