Patricio Manns murió el 25 de septiembre pasado. Fue miembro fundamental de la nueva canción chilena y latinoamericana, poeta, escritor prolífico. Como periodista, una entrevista suya dio origen a la mítica película El chacal de Nahuel Toro. Sus recuerdos junto con Salvador Allende.

No en vano anduve a pie por Chile con los ojos abiertos. Así se ven innumerables cosas. Escribo, pues, con plena confianza de mis ojos y en mi corazón. (…) Falta tanto por hacer. Tarea es, también, de los autores jóvenes de Chile, que deben sumarse a lo que en esta materia se hace en otras latitudes: eliminar la tierra ajena; llenar de mástiles que regresan, los mares vacíos; devolver al bandido el derecho a reintegrarse a su sociedad humana, recuperar de dignidad de la hetaira morena aun no asesinada en una esquina de suburbio; asentar al pequeño vago de la hostil metrópoli y al peón trashumante que cose con las puntadas de sus zapatos rotos, los caminos y las pampas. Y, sobre todo, conquistar la paz, el derecho a la vida y al trabajo, para que brille como una estrella más, allá, arriba en la cordillera.

Patricio Manns

 

En 1999 recibí de Editorial Emecé, entre los libros destinados a prensa, la novela El desorden en un cuerno de niebla del chileno Patricio Manns. Me pareció sobresaliente. Hasta entonces no había leído nada suyo. Cuando pregunté a mis literatos amigos acerca de él, los más jóvenes, no precisamente veinteañeros, no lo conocían y los más veteranos me decían, “sí, el cantautor”. Quizá a muchos también les haya pasado que escucharan El cautivo de Til Til en la versión de César Isella sin saber quién la había compuesto, porque Manns recién la interpretó en 1990.

Al despuntar los años sesenta Manns logra afianzarse en esta vertiente de su extensa obra artística con el disco Arriba en la Cordillera de 1965. Por esos años en la Peña de los Parrra se reunían estos, Manns, se sumaba Víctor Jara y se consolidaba la nueva canción chilena en el espectro mayor de la nueva canción de América Latina. De ese dilatado espacio, de sus manifestaciones musicales y de su historia abrevó Manns para componer en 1966 la cantata El sueño americano. Tenía entonces veintinueve años, había nacido en 1937 y siendo un adolescente publicó sus primeros poemas y una novela, La noche sobre el rastro que inició una fecunda serie. Junto con la canción y la literatura, y además de haber pasado por varios oficios en distintos lugares del país, también se dedicó al periodismo. Así fue que pudo entrevistar a un famoso asesino conocido como “el chacal de Nahueltoro” cuya historia plasmó Miguel Littin en el film testimonial del mismo nombre. Pero además de este hecho anecdótico, mantuvo una estrecha relación con Salvador Allende en las dos campañas presidenciales, la última de las cuales lo llevó a la Presidencia de Chile. Manns lo recordó en una entrevista de 2020: “Era una relación del día entero con él. Yo tenía que grabarlo y para eso debía estar a su lado con el micrófono para grabar lo que decía y enviarlo a un comando que había en Santiago, y que distribuía a las radios de todo Chile. Era fantástico estar con él y escuchar lo que hablaba… En la noche, hacíamos una fogata y Allende iba con nosotros. Le gustaba conversar ahí, porque él no podía leer los diarios, ya que hacía como diez o doce discursos por día. Entonces, nos pedía que le leyéramos y le informáramos para incorporar alguna cosa importante que había pasado en el mundo”.

La entrevista sigue de este modo: “Por ejemplo, en un momento dado, ocurrió lo de Yakarta. Así que le informamos esa noche y le dijimos que estaban matando a los comunistas en Yakarta y, como en esa campaña era aliado con el Partido Comunista chileno, le informamos para que le diera el pésame al Partido Comunista y para que hiciera un saludo especial a los comunistas en Yakarta. Entonces, él hizo un gran discurso dirigido al Partido Comunista (…)”.

“Allende era un gran orador, era muy culto, inteligente. Sabía muy bien trabajar con las ideas, tenía una gran noción de eso y para nosotros era muy importante trabajar y hablar con él. Era muy bueno para hacer conversaciones alrededor del fogón, entonces, nos permitía hacerle preguntas, sobre todo políticas. Y contestaba de una manera que era como un profesor con dos alumnos … Recuerdo a Allende como un gran estadista. Si hubiese tenido tiempo y la posibilidad de hacer un gobierno libremente, sin la presión inmensa que ejercía Estados Unidos a través del Pentágono y la CIA, y con la derecha chilena haciendo huelga, parando el país, Allende hubiera podido hacer un gobierno fenomenal, pese a que su gobierno fue bueno desde todo punto de vista. Hizo cosas que todavía funcionan y se recuerdan, pero pudo haber sido mucho mejor. Pero no era culpa de él, sino que se le vino encima una oposición feroz que trató de parar el país a cada rato. Allende fue algo muy grande que pasó en la historia de Chile y yo fui privilegiado de estar al lado suyo, observarlo actuar”.

La “beca Pinochet”

Como es tristemente obvio, por todo lo que Manns había hecho como militante, escritor, cantante y periodista, tuvo que exiliarse al producirse el golpe de Estado de 1973. Residió en Cuba y luego en Francia. Siguiendo el consejo de aprovechar lo que no sin cierto humor negro Volodia Teitelboim llamó “la beca Pinochet”, asistió a cursos, se vinculó con músicos, actuó en recitales y ya el año posterior al golpe grabó Chants de la résistance populaire chiliene. En nombre del Frente Patriótico Manuel Rodríguez recorrió Europa denunciando a la dictadura. Simultáneamente no dejaba de componer, grabar y actuar, ni de escribir. Publicó la trilogía de novelas (Actas de Marusia, 1974; Actas del Alto Bío Bío, 1985; Actas de muerteputa, 1988). La primera fue llevada al cine por Miguel Littin en 1976, la primera película que éste realizó en su exilio mexicano. Contó con la actuación solidaria de Gian Maria Volonté y la músicalización de Mikis Teodorakis, compitió en el Festival de Cannes y en los Oscars.

Hubo otro hecho fundamental para Manns durante el exilio, en 1979 conoció a Alejandra Lastra y la historia de amor entre ambos prosiguió hasta no hace mucho, cuando ambos, primero ella, sucumbieron a la enfermedad.

Se le permitió regresar a Chile diecisiete años después de la partida, en 1990. Recorrió el país cantando, estuvo en el Estadio Nacional que hoy lleva el nombre de Víctor Jara, hizo presentaciones televisivas y teatrales. En 2000 se instaló definitivamente cerca del balneario de Concón, en la Región de Valparaíso. A partir de entonces y hasta su muerte el 25 de septiembre de 2021, Manns pareció incrementar una no poco prolífica producción. Entre 1992 y 2014 publicó once novelas, la inmediatamente anterior a la ya mencionada El desorden en un cuerno de niebla fue primero publicada en 1996 en Francia con el título Cavalier Seul y el mismo año en Argentina como El corazón a contraluz. Entre sus muchos ensayos se cuenta Chile: una dictadura militar permanente (1811-1999), una toma de posición respecto de una suerte de persistencia de la larga dictadura y los efectos posteriores en una democracia domesticada.

De sus obras poéticas se destacan Memorial de Bonampak, Los dolores del miembro fantasma y Cantología donde reúne los textos de todas sus canciones hasta 2012. Si los premios por sus realizaciones musicales forman un nutrido conjunto, su obra literaria que tuvo un vasto reconocimiento por parte de escritores y lectores, no le deparó el Premio Nacional de Literatura de Chile. En un reportaje filmado se lo ve a Manns recorriendo su biblioteca, saca de ahí un ejemplar de El desorden en un cuerno de niebla, dice que es su novela más importante y que no se publicó en su país sino en Argentina. Sin embargo, finalmente recibió la oferta de hacer la Biblioteca Patricio Manns: “Estoy emocionadísimo por que aparezcan los libros. Finalmente, me van a tener que aceptar como escritor”, dijo en referencia a algunos de sus compatriotas, principalmente a los editores. Dejó inconclusas las Memorias de Patricio Manns, en las cuatrocientas páginas ya escritas había llegado apenas a los años de Salvador Allende.

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