Cançao de amor demais cumple sesenta años. El álbum reúne un puñado de composiciones que se remontan a los comienzos del dúo formado por Vinicius de Moraes y Tom Jobim, y donde se destaca el bahiano João Gilberto. Comenzaba un estilo destinado a quedarse.
En setiembre del ‘56, en el Teatro Municipal de Río de Janeiro se había estrenado Orfeu da Conceiçao con textos de Vinicius, música de Jobim y escenografía de Oscar Niemeyer. Soplaban vientos de apertura. Doce meses antes había asumido la presidencia Juscelino Kubitschek prometiendo “cincuenta años de progreso en cinco de gobierno”. Lo secundaba João Goulart, del Partido Laborista. El desarrollismo asomaba en el horizonte y Brasil se encaminaba a una acelerada y conflictiva industrialización. El Cinema novo “con cámara en mano y una idea en la cabeza” comenzaba a mostrar una realidad hasta entonces silenciada: la del hombre desarraigado de las favelas.
Faltaban pocos meses para que el fútbol desatara la euforia con la obtención del primer título mundial en Suecia de la mano de Pelé, cuando Vinicius y Jobim en el verano del ‘58 ingresaron al pequeño sello independiente Festa en Río de Janeiro para grabar trece canciones con la cantante tradicional Elizete Cardoso. Vinicius y Jobim eran dos desconocidos para el gran público. No Cardoso. Nadie pensaba que el álbum pudiera ser un éxito. En los hechos, al menos en un primer momento, estuvo lejos de serlo. La primera tirada no superó los dos mil vinilos. La tapa original informaba que la música era de Jobim y la poesía de Vinicius. Entre los músicos figuraba un joven bahiense, un tal João Gilberto. La orquestación incluía una sección de cuerdas y bronces. Era el surgimiento casi secreto de la bossa nova. Luego vendrían otros discos, pero ninguno alcanzaría la dimensión mítica de Cançao de amor demais.
Según la crítica y los músicos, la influencia del disco no hubiera sido tan grande sin la presencia de Gilberto. “Cuando se escuchó la batida de João, la gente enloqueció. En esa época todos buscábamos una nueva forma. Carlos Lyra tenía una, yo tenía otra, Oscar Castro Neves tenía otra. Pero cuando se escuchó la batida de João, la gente la adoptó como la batida oficial”, recordaría años después el guitarrista y compositor Roberto Menescal. La forma en que Gilberto tocaba la guitarra en “Chega de saudade”, el tema de Jobim y Vinicius que abría el disco, revolucionó la historia de la música popular brasileña.
La canción, desconocida hasta ese momento, con el correr del tiempo se transformaría en una suerte de himno de la bossa nova. En julio de ese mismo año, Chega de saudade se convirtió en single. Cançao de amor demais, que ni siquiera había sido un pequeño hit, devino en un éxito de ventas. La clase media, beneficiada por la política desarrollista de Kubitschek, corrió a comprarlo. Los críticos, a rescatarlo. Un éxito retroactivo. En los hogares de clase media ingresaban en forma masiva aspiradoras, televisores, equipos de radio y tocadiscos portátiles. También los vinilos.
Al año siguiente, Orfeu da Conceiçao llegaba al cine. Orfeo Negro, la versión cinematográfica dirigida por el francés Marcel Camus, ganaba la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Las canciones de Jobim y Vinicius, pero también de Luis Bonfá y Antonio Maria, como Manhã de carnaval –compuesta para la película-, tuvieron un impacto mundial inmediato. Su primera intérprete fue Cardoso. Walter Silva, que en aquellos tiempos tenía un programa de radio líder en audiencia en Rio Janeiro y era productor de shows para la Paramount, fue de los primeros en reparar en el disco: “Reunió por primera vez las principales características de la bossa nova. La melodía, el ritmo, la poesía y la armonía fueron las que compusieron la bossa nova, y esto se encontró a partir del disco Canção do amor demais“.
Los años dorados terminarían pronto. La coronación del seleccionado brasileño de básquet en Sudamericano de Chile, la consagración Eder Jofre como campeón mundial del peso gallo y las victorias de Maria Bueno en Wimbledon y en el US Open dejarían paso a otros titulares. Lo mismo que la inauguración de Brasilia, alcanzada con el sudor de 30 mil operarios nordestinos en largas y extenuantes jornadas. Cuando Jânio Quadros sucedió a Kubitschek con el 45 por ciento de los votos, Brasil había roto con el FMI y campeaba la inflación. Su acercamiento a Cuba y la Unión Soviética sellaron el destino de su gobierno. El golpe militar del ’64 abría la larga noche de la dictadura.
Sin embargo, para entonces, el pequeño grupo de músicos y artistas del sur carioca, entre los que se estaban Jobim y Vinicius, había ya revolucionada la escena musical. La bossa nova abría las puertas a un fenómeno que llegaría a influir en otros géneros, como el jazz. Cardoso, que era por entonces una cantante consagrada, había sido el ariete para introducir esa música nueva en la casa de los cariocas primero, y de un público mucho más amplio después. Una grabación histórica en apenas tres canales.