Silicon Valley –nacido según las lógicas de la Guerra Fría- es la sede de muchas de las empresas tecnológicas más poderosas del mundo. Sus propietarios y directivos diseñan planes para el futuro de la humanidad. Planes reaccionarios bizarros pero más que inquietantes.
En el imaginario social se piensan las grandes empresas tecnológicas (o Big Tech) asentadas en Silicon Valley (California, Estados Unidos) como si fueran un ente monolítico. De hecho, solemos referirnos a las gigantescas empresas que ahí se encuentran con el concepto de “Silicon Valley”, y englobarlas como parte de una misma realidad que incluso llega a personificarse: “el Silicon Valley se reúne con el presidente de los Estados Unidos” o “Silicon Valley va a la guerra de Ucrania”.
Se presupone que desde el interior de Silicon Valley se irradia una ideología compacta, la cual estaría relacionada con ese “progresismo” estadounidense al que también se conoce por el vocablo anglosajón “woke”. Tanto la izquierda como la derecha criticarían esa supuesta entidad monolítica que constituiría el binomio “Silicon Valley / Globalismo”. Sin embargo, la realidad es distinta.
Las empresas que se encuentran en Silicon Valley no constituyen un ente unívoco. El objetivo de este texto es, precisamente, quebrar esa imagen. Con ese propósito, explicaré la historia interna de Silicon Valley y su particular “Doctrina Política”. También desentrañaré las ideologías de derecha reaccionaria que ahora mismo ganan terreno en Silicon Valley. Finalmente, basándome en la interpretación de pensador Evgeny Morozov, explicaré cuál es el único aspecto en que Silicon Valley sí es monolítico: su economía política.
Actualización política y doctrinaria
La zona californiana cercana a la ciudad de San Francisco que hoy en día conocemos como “Silicon Valley” es de una creación bastante reciente y muy apegada a los eventos de la Guerra Fría. Esta zona estaba casi totalmente deshabitada hasta que, en los años 40, se estableció una base del ejército estadounidense y luego, en la década de los 50 y 60, se empezaron a crear empresas tecnológicas que eran prácticamente subsidiarias del recién creado Complejo Industrial-Militar estadounidense.
Sin embargo, los eventos que nos conciernen verdaderamente son más recientes. Durante los primeros años del 2000 hubo una “renovación” en lo que respecta a cómo se articulaban las empresas de este valle y a su relación con el gobierno estadounidense. Aquí cabe señalar dos eventos que, pese a ser independientes entre sí, provocaron una reformulación completa de lo que era Silicon Valley, alumbrando el valle que conocemos hoy en día. Uno de los eventos corresponde a las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, y el otro corresponde al reventón de la burbuja de las empresas “puntocom”.
La consecuencia más inmediata del 11-S para la política interna estadounidense fue la aprobación de la Patriot Act, o lo que viene siendo la aprobación de una ley con la cual la privacidad de los ciudadanos estadounidenses se ponía en entredicho y se supeditaba totalmente a “los intereses de seguridad nacional”. Por lo tanto, esta ley creaba las condiciones jurídicas para poder realizar una vigilancia masiva de la población, actividad que solo se podría conseguir con una muy elevada inversión tecnológica. En paralelo, el reventón de la burbuja de las “puntocom” demostró que ese negocio ya no era rentable y se necesitaba una reformulación de la actividad empresarial asociada al sector tecnológico. En ambos casos, se contó con el apoyo del Estado estadounidense.
La aventura del capitalismo digital
Pese a lo dicho en el párrafo anterior, falta mencionar el que fue el gran catalizador que dio forma a lo que conocemos hoy como Silicon Valley: la crisis del capitalismo del 2008. Esta crisis provocó que los capitales globales huyeran y se refugiasen en “nuevos sectores” a través de los Venture Capitals (fondos de alto capital riesgo). Es decir, a partir de 2008 se empezó a regar Silicon Valley con ingentes cantidades de dinero público y privado. Detrás de Silicon Valley hay una colaboración público-privada que permitió crear las grandes empresas que dominan hoy el capitalismo global, como pueden ser Alphabet (matriz de Google), Amazon o Apple.
Se debe tener en cuenta que este “Capitalismo Digital” no es otra cosa que una evolución más del capitalismo. Durante la época neoliberal el “capitalismo industrial” se convirtió, favorecido por la desregulación financiera, en un “capitalismo financiero” que a partir de 2008 encontró un nuevo sector sobre el que situarse: el digital. Se trata de un esquema eurocéntrico, pero que facilita la comprensión del proceso descrito.
Con esta breve historia de Silicon Valley podemos entender mejor lo que es su Doctrina, la cual se asienta en tres pilares: 1) extracción de datos (data), 2) control del flujo de información y comunicaciones, y 3) explotación laboral.
Asimismo, tres serían las “almas ideológicas” de la Doctrina de Silicon Valley: 1) la libertaria, 2) la neoliberal, y 3) la liberal (en el sentido anglosajón, liberal-progresista). Todas estas almas se tensionan y articulan a la perfección debido a la propia historia “vital” de Silicon Valley. La “libertaria” es aquella que exige que el estado no intervenga en la particular economía de Silicon Valley para así poder crear unos monopolios que muchos CEO’s (Chief Executive Office, directores ejecutivos) piensan que son más eficientes en el capitalismo. En aparente contradicción con la anterior, el alma “neoliberal” es aquella que todavía exige la intervención del Estado, pero lo hace solamente para salvaguardar los intereses de las compañías empresariales alcanzando determinados acuerdos (por ejemplo, en materia de “privacidad”) con el Gobierno estadounidense. Esta alma, de crucial importancia, se mezcla con el alma “liberal-progresista”, caracterizada por un mensaje antirracista, antimachista y de superación individual, en su aspiración de individualizar a la masa de la sociedad.
Sin embargo, puesto que sus soluciones son fundamentalmente neoliberales, Silicon Valley experimenta un el daltonismo con respecto a la cuestión racial y de género; es decir, trata los problemas estructurales desde el punto de vista individual, lo que convierte en inoperantes sus soluciones. Cabe decir que, debido a ese daltonismo racial, la tecnología que crea Silicon Valley participa del sistema racista estadounidense, y contribuye a reproducirlo.
Igualmente, puesto que “el individuo” sería la instancia desde la cual procedería cualquier solución a los males del mundo, Silicon Valley expresaría una tendencia hacia el autoritarismo: “un genio es el que nos puede salvar”. Y ese “individualismo autoritario” se combina con el “solucionismo tecnológico”, a saber: “ya surgirá alguien inteligente que dé con una herramienta tecnológica para poder solucionar los problemas… por ejemplo, el cambio climático”. Aquí podríamos insertar figuras como la de Elon Musk.
La pulsión autoritaria y sus particulares ideologías
Por lo tanto, y sin tener en cuenta la economía política de Silicon Valley, si algo une las tres almas que laten en su interior eso es la pulsión autoritaria resultante de su individualismo exacerbado. Esta pulsión antidemocrática resulta contraria a las masas populares, se traduce en ideologías particulares que, además de ser devotas del solucionismo tecnológico, son profundamente elitistas.
Cronológicamente, la primera de las ideologías particulares que se desarrolló fue la “neorreaccionaria” (NRx como ellos prefieren escribirla), cuyo principal ideólogo fue el ingeniero Curtis Yarvin (aunque el filósofo inglés Nick Land la completó después con sus ensayos sobre la Ilustración Oscura). Curtis Yarvin comenzó a escribir un blog a principios de la década de los 2010, justo cuando Silicon Valley se estaba reformulando en lo que conocemos actualmente. Sus escritos eran bastante crípticos e incluso algo confusos, de modo que no eran muy leídos, pero inspirarían a Nick Land para teorizar sobre una Ilustración Oscura de la que nacería el movimiento de los neorreacionarios.
Los NRx (o neorreaccionarios) se califican a sí mismos como antiilustrados, antimodernos y, por lo tanto, antidemocráticos, antiigualitarios y antiliberales. Dado su nombre, asumen que están reaccionando contra lo actualmente existente; y ello, la reacción a lo existente, es un rasgo esencial que comparten con la Alt-Right (la derecha alternativa), pero, a diferencia del carácter de masa popular que caracteriza a la Alt-Right, los NRx asumen una disposición elitista, diríamos aristocrática. Según su interpretación del mundo, existe toda una estructura de pensamiento (que denominan “La Catedral”) que es moderna, democrática y progresista, y que debe de ser derribada. Esta “Catedral” estaría conformada por universidades, colegios, el Estado, el gobierno e incluso algunas empresas de Silicon Valley.
Nick Land, quien, como hemos dicho, es junto a Curtis Yarvin el más importante de los teóricos neorreacionarios, está muy influenciado por pensadores que podríamos categorizar como “libertarios de derecha”, es decir, libertarios antidemocráticos. Esta influencia sería crucial en la elaboración, por parte de Nick Land, del nuevo sistema que proponen los NRx. Este sistema exige una regresión a las formas sociales antiguas, las cuales se basarían en una gran monarquía autoritaria que, de ahora en adelante, sería ejercida por un CEO de Silicon Valley. Aunque, por otra parte, también se contempla un “régimen neocameral” en el que cada representante tenga voz según las acciones que posee de unas empresas determinadas, y estas empresas serían las que, al fin y al cabo, dominarían el ámbito de la vida política y social.
Aparte de las tesis relacionadas con la monarquía de un CEO y la representatividad de los accionistas, debe reconocerse que las propuestas de este sistema social no están demasiado desarrolladas. Por el contrario, el pensamiento neorreaccionario sobre el mundo realmente existente sí está más desarrollado. Los NRx piensan que todas las personas son desiguales de nacimiento, por lo que va en contra de la naturaleza humana intentar igualarlas a todas. Lo mejor es que cada persona destaque sobre las demás en un salvaje darwinismo social. Piensan que aquellos individuos con un cociente intelectual mayor serán los que dominen el mundo, una tesis bajo la cual subyace la creencia transhumanista de que los más aptos podrán, a su vez, seguir mejorándose a sí mismos para destacar aún más por encima de los demás.
Las cabezas más visibles de este movimiento teórico son Peter Thiel, empresario fundador de Paypal y Palantir Technologies, y el filósofo Hans Hermann-Hoppe. Peter Thiel, además de ser el personaje más importante en todas las ideologías reaccionarias de Silicon Valley, es el punto de unión entre ellas. Podemos caracterizarlo como un aceleracionista que apoya monetariamente a candidatos trumpistas para que la república estadounidense caiga. Piensa que únicamente con el desmoronamiento de la República la gente pedirá que se les subyugue bajo una o diferentes monarquías NRx. Un dato que no se puede dejar pasar es que su empresa, Palantir Technologies, es la mayor contratista del Pentágono. Mientras tanto, Hermann-Hoppe, quien sigue bebiendo de su pasado libertario de derechas, puede considerarse más pacífico. De hecho, piensa que se puede llegar al sistema propuesto por los NRx mediante el separatismo; y esa es la razón por la que apoya proyectos como los del Seasteading Institute, una organización que pretende reunir a millonarios del mundo para posibilitar una nueva sociedad ubicada en plataformas flotantes en medio del océano (estas plataformas flotantes albergarían ciudades que, al encontrarse en aguas internacionales, podrían disponer de sus propias leyes).
Imagen de apertura (y el resto): Sacha Golderberg, París, 1968. “Mamika oscura”.
Continuará. Mañana.